By Joan Spínola -FOTORETOC-

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Villa de Guadalcanal.- Dió el Sr. Rey D. Fernando a Guadalcanal a la Orden de Santiago , e las demás tierras de la conquista, e de entonces tomó por arma una teja o canal, e dos espadas a los lados como así hoy las usa.



sábado, 11 de marzo de 2017

Algo semejante a los árboles huecos de Guadalcanal

La práctica de la minería en la América Española

Naturalmente, ocurría que la abundancia de escritos y noticias técnicas sobre minería americana era consecuencia de los esfuerzos e investigaciones prácticas de los mineros españoles, antes conquistadores.
Los nombres de los prácticos y no escritores que trabajaron las explotaciones mineras, que por todas partes aparecen en América y sorprende por su atrevimiento, dados los deficientes medios de su época, sólo se conocen de referencia. Pero bastan éstas para darnos cuenta del colosal esfuerzo español distribuido por toda América y aplicado con la energía y tesón que antes pusieron los conquistadores en la guerra a la explotación de las riquezas mineras. Así, por ejemplo, se sabe que un tal Fernández de Velasco, que en 1570 vivía en el Cuzco, después de residir en el Potosí, gracias al auxilio que le prestó D. Francisco de Toledo, pudo reformar el beneficio de la plata y el oro por amalgamación en todo el Perú, salvando la minería de la ruina. Se habían agotado los minerales ricos que alimentaban seis mil hornillos a guayras, constantemente encendidos alrededor del famoso cerro del Potosí. Las minas sudamericanas, utilizando los minerales pobres que antes se abandonaban, volvieron a producir riqueza metálica económicamente al propio tiempo que las de Méjico, merced a la amalgamación y copelación inventadas  por los españoles. Resulta evidente que toda la moderna minería de las que fueron nuestras Indias se fundamenta en la española.

Con lo dicho someramente, tema en el que sobra materia para un libro, se aclara un fenómeno curioso que silencian los mineros extranjeros en la que fué América española, salvo los tratadistas de gran altura, como Fuches y Launa y, que lo advierten algunas veces. En todas las minas que el capital moderno, y generalmente norteamericano, piensa dar con riquezas desconocidas de los españoles, calculando equivocadamente nuestros conocimientos de entonces en minería, por reducción de nuestra actual desidia industrial, se encuentran restos de la olvidada pujanza minera española y las huellas de las garras conquistadoras.
Así pudo ocurrir caso tan curioso como el siguiente: Una Compañía norteamericana se propuso desaguar el lago Guatavita, en el cual la tradición afirma que los indios arrojaban en la proclamación de su príncipe dorado gran cantidad de oro y piedras preciosas para conseguir el favor de la divinidad oculta en sus aguas sagradas. Las dragas habían recogido de su fondo algunos bestiarios de riquezas auríferas.
Conseguido el objeto de la empresa, y descubierto el lodo del fondo, se encontraron algunos ídolos auríferos, esmeraldas y objetos de cerámica. Y entonces apareció al descubierto el corte que un contratista español, llamado Sepúlveda, hizo en el terreno con el mismo objeto. Fué concesión, en 1652, de Felipe II  la de desainar el lao-o, empresa ya tanteada anteriormente por Hernán Pérez de Quesada. Sepúlveda recogió de sus trabajos varios objetos de valor, entre ellos una esmeralda de gran precio que regaló al monarca español.
Puede disculparse esta equivocada creencia del desconocimiento de nuestra pujante minería de entonces la consideración de que hasta en nuestra Península se presentan casos parecidos. Yo fui encargado del desagüe de las célebres minas de Guadalcanal, favoritas de Felipe II, y de las cuales obtenía plata para pagar las galeras de Andrea Doria, y el plato del emperador en Yuste, cuando suponíamos, según nuestros informes, agotados en profundidad los trabajos a causa de la gran cantidad de agua, nos encontramos con labores más profundas, que desaguaban los antiguos utilizando émbolos de palanca actuantes en árboles huecos convertidos en cuerpo de bomba.
Allí donde en la América que fué española busquen los extranjeros riquezas minerales, casi seguramente antes o después darán con los restos de la minería española y con algo semejante a los árboles huecos de Guadalcanal.
Le ocurrió a España en este aspecto de su historia lo de siempre. Variedad de veces la sublimación de un ideal fantástico la llevó a rematar grandes empresas; pero al tropezar con la mísera realidad abandonó siempre lo que en manos menos idealistas se convirtió en riqueza. Siempre la repetida historia de Don Quijote en Sierra Morena, levantando con la punta de su lanzón el maletín del loco repleto de monedas de oro que regaló a Sancho Panza.
Pero los dineros del maletín de Cardenio no hubieran llegado a poder del escudero si a Don Quijote no se le hubieran ocurrido las locuras de Sierra Morena. Y es consuelo triste y agradable a la vez para el que se siente racialmente español poder afirmar que las modernidades sanchopancescas, incluso las mineras, fue saben utilizar las riquezas que desperdició en América Don Quijote, dándole con el cuento de un anticuado lanzón como al maletín del loco en Sierra Morena, no serían posibles sin nuestras quijotescas locuras. Sin la fantasía no se hace más que mecánica en el cerebro humano, y toda la maquinaria de una fábrica de discos de gramófonos, capaz de construir siete mil en jomada, se fundamenta en la fantasía musical originaria. Así. el despreciado lanzón representativo del ideal absurdo y fantástico, es indispensable para la fabricación de mundos nuevos, especialidad histórica de la raza hispana.

Revista Ingeniera y Construcción
AÑO X I . - V O L . X I . - N Ú M . 125. Madrid, mayo 1933.
Por JOAQUÍN MENÉNDEZ ORMAZA

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