By Joan Spínola -FOTORETOC-

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Villa de Guadalcanal.- Dió el Sr. Rey D. Fernando a Guadalcanal a la Orden de Santiago , e las demás tierras de la conquista, e de entonces tomó por arma una teja o canal, e dos espadas a los lados como así hoy las usa.



miércoles, 28 de junio de 2017

El mundillo de la jaula 1

El Chepa
Un Reclamo de Perdiz de Capricho y Caprichoso 


Prologo.-
Miren ustedes por donde, el otro día, me dio por ponerme a ordenar una serie de papelotes de todo tipo y de la más diversa procedencia, que tenía en una muy abultada carpeta, y que, desde bastante tiempo atrás, había ido guardando en ella de forma provisional y como de emergencia. Lógico pues que, que en tan promiscuo y descuidado "arrebujo", uno se fuera a topar con cosas tan dispares y diferentes, como podrían ser - por poner algún ejemplo - un soneto de felicitación navideña de mi buen amigo, el muy lírico como místico poeta, Rafael Borondo Espejo, o, sencilla y simplemente, una esquela mortuoria de algún viejo conocido, recortada de vayan a saber ahora qué periódico. Había allí pues mucho de todo y de las más diversa catadura: cartas, citas literarias, señas de Editoriales, convocatorias de premios literarios, números de teléfono, Artículos recortados de las más distintas Revistas y Diarios... ¡yo qué sé! ¡La Biblia en pasta!
Y es que siendo yo un mucho acaparador en este sentido, siempre fui, a mi vez, algo descuidado, si es que no bastante olvidadizo y desordenado. Algo así a lo que, por ejemplo, suelen ser sorprendentemente adictas las urracas que viven domesticadas y junto a sus dueños en el hogar familiar, por lo menos, en eso de lo de acaparar y guardar todo cuanto se encuentran que, de alguna manera, les llame la atención, aunque no sé si también y a su vez en eso otro de lo de olvidar.
Seguramente que también, aunque sólo sea por estar sus escondrijos, por lo general, en los lugares más insospechados.
Sin embargo, lo que yo venía a decir en definitiva, era que lo que realmente me impactó y, de momento, acaparó toda mi atención fue una fotografía, allí traspapelada, - ¿cómo no? - de uno de los mejores reclamos de perdiz de cuantos han sido, son y serán en la historia de la “cuchillería”, con el que yo conviviera y al que cazara durante los doce años que Dios le diera de vida. Por cierto que, ya iba para otros tantos que se me muriera de viejo, que no de "zurretilla" ni de ninguna otra enfermedad de las muchas que están al acecho de estas tan admiradas y codiciadas aves por mí.
¡Cuántos y qué entrañables recuerdos todos los que fueron acudiendo a mis ojos, en tanto miraba, en el tembloroso pedestal de mi mano, aquella traspapelada foto! Tanto fue así, que no pude retraerme a echarle mano al primer bolígrafo que se me puso a tiro, y ponerme a desahogar, con él en ristre sobre unas cuartillas, tan emotivos y evocadores recuerdos.
Eso y sólo eso es el presente libro. Porque ¿qué duda cabe que detrás de cada perdigón enjaulado, hay un "quijote" enamorado? Y es que un buen reclamo es una fantasía, un orgullo, un anhelo, en definitiva, un capricho, y, como bien sabemos todos, los caprichos sólo pueden pertenecer al mundo de los sueños, que aquí, todas las razones sobran, ya que, en este mundo, la única razón posible sólo puede ser aquella “de la razón de la sin-razón” que decía Don Alonso de Quijada o Quesada, más conocido por Don Quijote de La Mancha.
Lógico pues, por otra parte, que nunca fue fácil comprender a un soñador.
  
Primera parte.-
 Nuestro biografiado “Reclamo” llevó por nombre "El Chepa"- por descontado que explicaré el por qué - y por el tal apodo fue conocido y reconocido e, incluso, hasta venerado por propios y extraños, allí por donde pasó en ese nuestro peculiar mundillo "de la jaula", aunque de forma muy particular en el corazón de La Sierra Norte de Sevilla, por haber sido el principal y más asiduo escenario de nuestras cacerías: Guadalcanal, Alanís, San Nicolás del Puerto, Cazalla de la Sierra, Constantina, El Pedroso...
Ya digo, fue un auténtico y admirado campeón de campeones, durante los doce años que estuvo en activo, que lo fueron los del ocaso del siglo que termina de dejarnos, resultando esto aún más relevante y sorprendente, al tener un físico que, lejos de ser el de todo un aguerrido guerrillero o el de un apuesto “Adonis”, era el de un “chiquitajo liliputiense”, y que además, una vez “recortado” con las tijeras, siendo, a su vez, tan poca cosa por su propia natura, daba la sensación de ser un juguetín cubierto de plumón.
Enanoide y figurín, ya por su propio ser, había tenido además la fatalidad de dislocarse los huesos de la rabadilla, al chocar contra la cúpula de la jaula en un desaforado salto que diera, siendo aún un pollo de tierna contextura, originándole el tal accidente una fea dislocación ósea, la que, por otra parte, al curarse y unírsele de nuevo los huesos un tanto dislocados, no lo hicieran debidamente y se le formara una joroba, haciendo que su cuerpo pareciese aún más “pequeñazo” y más figurín de lo que ya fuera por su propia naturaleza.
Siempre fui sumamente caprichoso como maniático en las cosas de mis Reclamos, siendo una más de estas mis caprichosas manías, el bautizarlos con el nombre más adecuado posible a las características fisiológicas que de forma más manifiesta destacaran en ellos. Y así a éste, por su joroba, lo bauticé, obviamente, con el nombre de "El Chepa".
Si yo hubiera sospechado, aunque sólo hubiera sido remotamente, que iba a ser la eminente figura que llegó a ser en el mundo del “Reclamo”, seguro que me hubiese preocupado en buscarle, cuanto menos, el nombre de un famoso corcovado, para que hubiera pasado a la historia con un nombre de cierta fama, y que muy bien pudiera haber sido el del famoso jorobado de la Novela de Víctor Hugo, "Notre Dame" de Paris, "Quasimodo", o, incluso - ¿por qué no? – el del destartalado “Molinero”, aunque sin giba alguna, de la preciosa novela de Pedro Antonio de Alarcón “El Sombrero de Tres Picos”, si es que no el del eminente dramaturgo hispano mejicano en persona, Ruiz de Alarcón, - que éste sí que era “azurrunado” y contrahecho - por mencionar algún que otro de los adefesios fisiológicos de la Literatura Universal.
Pero, claro, a pesar de los buenos auspicios que de él me diera el que me lo regalara, e, incluso, los detalles tan prometedores, que yo mismo le viera, en el instante mismo de colgarlo en su casillero entre mis reclamos, ni por asomos podía ni sospechar de que tan raquítico personaje pudiera llegar a ser la tan eminente figura que, en esto de “la Cuquillería”, llegara a ser.
De todas maneras no me pesó, porque El Chepa, aunque “pequeñazo” y raquítico, en su conjunto, ofrecía una figura algo recortada e, incluso, un tanto armoniosa, aunque, claro,
dentro siempre de la raza pigmea, por lo que su estampa quedaba muy lejos de la desgarbada, estrafalaria y hasta monstruosa de la del Campanero de la Catedral de Paris, o la del muy desaliñado “Molinero” del “Sombrero de Tres Picos” o de la que debía presentar el insigne dramaturgo del Siglo de Oro, si es que nos dejamos llevar por las diatribas y sátiras que, sobre el particular, no dejara de lanzarle el especialista en el tema que también le escribiera aquello otro a Góngora de “érase un hombre a una nariz pegado”. Me refiero a Don Francisco de Quevedo y Villegas.
Todo esto que, en cuanto a su físico, venimos diciendo, si bien es cierto que pudiera dejar algo que desear en el que llegara a ser tan extraordinario campeón, no puede pasar, sin embargo, de ser casi una nimiedad, pues no hay que olvidar que lo que, en realidad, da la verdadera medida de la valía de un personaje, no es el hábito, sino sus actitudes, sus virtudes y sus obras, y hablar del Chepa, bajo este concreto aspecto, ya sería otro cantar muy distinto. No olvidemos, por otra parte, el muy sabio dicho popular al respecto, que dice que “el hábito no hace al monje”.
No obstante y de momento, bástenos decir como para abrir boca, que El Chepa siempre fue todo un aguerrido guerrero con el peleón; que, ante el cobarde, fue sereno y suave siempre; y que, ante la coquetona y delicada dama, siempre mimoso y galante.

©José Fernando Titos Alfaro
Nº Expediente: SE-1091 -12 

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