By Joan Spínola -FOTORETOC-

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Villa de Guadalcanal.- Dió el Sr. Rey D. Fernando a Guadalcanal a la Orden de Santiago , e las demás tierras de la conquista, e de entonces tomó por arma una teja o canal, e dos espadas a los lados como así hoy las usa.



miércoles, 18 de octubre de 2017

Trazos, Letras y Acordes XIII

José María Martínez Cachero

Nació en Oviedo, el 30 de marzo de 1924, falleció en la misma ciudad el 30 de Junio de 2010, hijo de Guadalcanalense y Asturiana

Muy pronto tuve afición a la política; me surgió con los Maristas en 1935, me dieron una entrada para un mitin de José Antonio Primo de Rivera antes de las elecciones de febrero de 1936, pero mi padre la rompió: "Puede haber muertos y heridos", me dijo.

Soy hijo de sevillano y asturiana. Mi padre, José Martínez Hernández, era de un pueblo de Sevilla limítrofe con Badajoz, Guadalcanal, muy rico, pero de latifundios. Sus habitantes eran normalmente pobres y vivían del jornal que en épocas de cosecha les daba tal o cual ricacho. Mi padre pertenecía a una familia pobre, pobrísima, que tenía sencillamente lo que ganaba mi abuelo y una casa con un pequeño trozo de tierra al que llamaban huerta. Eran tres varones y una chica. Según me contó mi padre, cuando llegaron a los 13 o 14 años, el abuelo los reunió y les dijo: "Ya veis cómo nos desenvolvemos, tenéis que buscar vuestro camino porque cada vez está la cosa peor". A mi padre, que tenía cierta veta aventurera, se le ocurrió sentar plaza en el Ejército y fue combatiente, no digo de los últimos, pero sí de los penúltimos de Filipinas. Allí le fue francamente bien y aprendió a leer y a escribir. Y volvió con la graduación de sargento. Se convocaron entonces unas oposiciones para ingresar en la Administración civil. Mi padre ganó la oposición y lo destinaron al Gobierno Civil de Canarias, en La Laguna. Allí se casó y nacieron dos hijos, hermanastros míos. Al cabo de un tiempo, se murió su esposa canaria y entonces decide volver a la Península, al Gobierno Civil de Huelva. De allí pasó a Sevilla, y después a Valladolid, donde estuvo varios años y conoció a gentes tan pintorescas como “Óscar Pérez Solís, asturiano fundador del Partido Comunista, que luego, en la guerra, fue falangista y combatió en el cerco de Oviedo”.
Joven trabajadora despedida por boda.- Cuando acabó la huelga de 1917, a mi padre se le ocurrió cambiar de destino, a Oviedo. Aquí se encontró muy a gusto y volvió a casarse con la que fue mi madre. Había venido con sus hijos, una chica y un chico, que encontraron trabajo, mi hermanastra fue telefonista y mi hermanastro fue ambulante de correos. Mi madre, Elvira Cachero Sariego, procedía de una aldea del puerto de Pajares, que se llama Linares del Puerto, pero se crió con su abuela en Ujo, y estudió en el Colegio de las Dominicas, donde tuvo como compañeros a los hijos e hijas de Concha Espina. Particularmente, de Víctor de la Serna tenía el recuerdo de que era un niño muy agradable con quien ella había convivido unos años. Su madre, mi abuela, había fallecido, y su padre, viudo, se había casado en segundas nupcias. Mi madre y su hermana permanecieron en Ujo al acabar los estudios y buscaron acomodo en la vida. Surge entonces un señor de Ujo muy rico, Próspero Blanco, que tuvo muchos e importantes negocios de minas, o de garajes en Oviedo. Don Próspero conoció a aquellas jóvenes, que tendrían 17 o 18 años, y entonces le dijo a la abuela que por qué no las mandaba a Oviedo, donde él iba a abrir un negocio que era un anticipo de la Compañía Telefónica. En efecto, era una telefonía particular de la que él era accionista principal y estaba emplazada en un piso de la calle del teatro Filarmónica. Entraron las dos en dicha empresa en una época en la que no era abundante la mujer que trabajaba y, además, había una limitación tremenda: la mujer que se casaba tenía que abandonar inmediatamente el trabajo, por voluntad del patrón. Mi madre se casó y al día siguiente dejó de trabajar.
Vi pasar por Pajares los trenes con mineros camino de Madrid, en julio de 1936; iban felices 
Uno de los que incendiaron la iglesia de mi pueblo, en la guerra, comentó: "Ya se quemaron todas; no va a quedar ésta por guapa" 
Voto a la República y después a la CEDA.- Mi madre trabajó en una compañía privada de telefonía del empresario Próspero Blanco, pero tuvo que dejarlo cuando se casó"
Mis padres se establecieron en una casa de la calle del Carpio y allí nació una niña a la que no conocí, Elena, que cumplía cuatro años cuando yo nacía y al poco falleció. A los seis años nació mi hermano Luis Alfonso, que se mató hace unos años cuando venía a veranear a Oviedo, por un choque en la provincia de Ávila contra un camión que bajaba con los frenos perdidos. Mi hermano era doctor en Derecho, profesor de Económicas y también trabajó en el Ministerio de Trabajo. Era una España muy agitada la de aquellos años. Muy pronto tuve una gran afición a la política -a la altura de los años 1934 y 1936-, y notaba a veces que mi padre venía del Gobierno Civil preocupado, inquieto, nervioso, y mi madre le preguntaba qué pasaba. Había huelgas en Asturias, especialmente en al minería. Llegan las elecciones el 14 de abril 1931 y hubo mucha gente de clase media, por ejemplo, mi padre, que votó a favor de la República y en contra de la dictadura amparada por la Monarquía, y también en contra de Alfonso XIII, que para muchos no resultaba nada simpático. Pero los cambios fueron muy curiosos y en las elecciones de 1933, en las que triunfa a Lerroux y la CEDA, mi padre vota a este último partido. Mi padre, como otros muchos, había sufrido una enorme decepción con la República, a la que había acogido con gran ilusión.
La revolución junto a un mercancías.- De la Revolución del 34 no puedo decir nada más que lo que he leído o lo que me contaron, porque yo no estaba en Oviedo, sino en Linares del Puerto, donde pasé los veranos de mi niñez y adolescencia. En Linares del Puerto, con estación ferroviaria, y en el pueblo, Congostinas, en el fondo del valle, tenían, y siguen teniendo, como patrona a la Virgen del Rosario, que se celebra el siete de octubre. Yo había conseguido, en virtud de las buenas notas de Bachillerato, que mis padres me dejaran ir desde Oviedo, acompañado por algún conocido, a Linares, para pasar allí las fiestas. Salía en un tren que partía hacia las tres y media y llegaba allí a las seis y media. Durante la revolución, no hubo absolutamente nada en el pueblo. Respetaron la iglesia, respetaron al sacerdote, y lo único que hubo de extraordinario fue que al paralizarse la circulación de trenes con Madrid resultó que en la estación de Linares quedó detenido un tren de mercancías enorme, que llegaba desde la boca de un túnel a del siguiente. En ese tren había de todo, desde alimentos hasta muebles. Eran mercancías que llegaban al comercio de Oviedo, aprovechando que pronto iba a comenzar la campaña del otoño. Teníamos ahí ese mercancías y del concejo de Aller, que limita con Lena, vienen unos mineros revolucionarios a ver qué pasaba por allí. Instalan un comité de salud pública en la estación de Linares, sientan sus reales y listo. Allí están varios días hasta que fracasa la Revolución y se marchan en busca de mejor acomodo. Respecto al tren, los revolucionarios deciden abrirlo porque dicen que las gentes del pueblo se estaban muriendo de hambre. Era mentira. Los habitantes del pueblo eran gentes más o menos hacendadas que tenían sus vacas y tierras. Los había más o menos ricos, pero allí no se moría nadie de hambre. Del rumor del hambre se hace eco algún historiador, pero no sucedía ni en aquel pueblo ni en los limítrofes. Se acaba la Revolución y mi padre va a buscarme. Oviedo estaba muy destruido, pero en la calle del Carpio no había pasado nada.
Sermones antirrepublicanos.- Hacia 1935 viene mi inclinación a la política, pero no por influencia de mi familia. Mi padre no hablaba de política y tampoco mi madre y mi tía, que en 1933 habían votado también a Gil Robles. Pero me surgió esa inclinación en el Colegio de los Maristas, en el que estudié los tres primeros cursos de Bachillerato, antes de la guerra. Y surgió aquello por varios motivos. Primero porque la República -y en esto se equivocó treméndamente- empezó ya en el mismo abril de 1931 a arremeter contra la Iglesia de una forma brutal y totalmente inconveniente. Lo único que consiguieron fue enemistarse con la Iglesia y con la multitud española que era entonces católica, y hasta de una forma muy reaccionaria o retrógrada. Expulsaron a los Jesuitas y al cardenal Segura, prohibieron a los religiosos, por ejemplo a los Maristas, que llevaran sotana, y amenazaron con cerrar más colegios de religiosos. Esto, en el colegio de los Maristas, produjo un ambiente tenso y de disgusto. Había algunos frailes que se mantenían imparciales en clase, pero otros, de vez en cuando, decían: "Hoy no vamos a dar clase y vamos a hablar de cosas". Había un religioso que se llamaba don Antonio -"Chanchín", porque era pequeño y gordo-, que fue después combatiente en la Guerra Civil, en Oviedo, y que en aquel tiempo estaba inclinándose mucho a la Falange, recientemente fundada. De vez en cuando nos soltaba unos sermones tremendos. Yo, al principio, pensaba que aquello no era ninguna asignatura y me preguntaba a cuento de qué venía. Pasado el tiempo, me percaté de que venía a cuento porque, según ellos, por alguna parte tenían que mostrar el malestar enorme que sentían por las medidas de la República y por las amenazas que continuaban existiendo. Los alumnos lo contarían después a los padres, posiblemente.
El hijo del coronel Franco Mussio. «Más adelante, cuando yo iba a tercero de Bachillerato, en el curso sexto, el último, había un grupo de mayores que estaban ya muy metidos en política. Uno de ellos, el cabecilla, era hijo del coronel José Franco Mussio, director de la Fábrica de Armas de Trubia. Al comienzo de la guerra, Franco Mussio no cumplió las órdenes que le había dado el coronel Aranda, de que él y los oficiales de la fábrica se vinieran con los cañones desmontados. Franco, o se distrajo o no estaba convencido, y el caso es que él y ocho o diez oficiales se quedaron en Trubia y sirvieron a los llamados rojos. Esto le molestó muchísimo a Aranda y recuerdo que -doy un salto en el tiempo- cuando se acabó la guerra en Asturias el primer consejo de guerra importante que se celebró en la Diputación fue contra el coronel Franco y los oficiales de Trubia. Fueron condenados a muerte y el mismo día por la noche los fusilan a todos en las tapias del cementerio de El Salvador. Lo recuerdo perfectamente porque les enterraron precisamente en unas sepulturas que estaban a continuación de la de nuestra familia.
Un mitin de José Antonio Primo de Rivera.- Aquel grupo dirigido por el hijo mayor del coronel Franco era falangista y tenía muy catequizado a su curso y también hacía incursiones en los cursos inferiores, incluso en tercero, el mío. A veces me daban unas hojas y las leía. En mi casa no eran falangistas, ni mucho menos, pero me convencía lo que decían aquellas hojas, y el convencimiento pudo haber tenido una coronación que no se dio. Desde diciembre de 1935 y enero de 1936 España estaba ya en campaña electoral, ante los comicios de febrero de 1936. Vino José Antonio Primo de Rivera a dar un mitin en el teatro Principado, y como iba a reunir a mucha gente hicieron una instalación para que se oyera en el cine Santa Cruz, en la calle del mismo nombre. Ese grupo de sexto repartía entradas y a mí me dieron una. Estaba feliz. José Antonio tenía fama de elegante, de atractivo, de gran orador. Pensé: "Magnífico, una ocasión estupenda; vamos a ver cómo es". Pero mi gozo en un pozo, porque cuando dije en casa que tenía aquella entrada mi padre me la pidió y la rompió. "¿Por qué haces eso?". "Me resulta muy simpático ese chico, pero esos, donde quiera que van, producen follón y puede haber muertos y heridos. No voy a dejar que vayas a un sitio de esos. Esto se acabó". Lo sentí mucho, porque estaba realmente ilusionado.
Dos trenes de mineros camino de Madrid.- Llega la Guerra Civil y tengo 12 años. En julio, mis padres, mi hermano y yo estamos preparando el veraneo en Linares del Puerto y Congostinas. Allí, unos tíos, hermanos de mi madre, nos daban con mucho gusto acomodo. Mi padre cogía vacaciones del 15 de julio al 15 de agosto. Después, él volvía al Gobierno Civil a trabajar y los demás quedábamos en el pueblo. Nos coge allí el 18 de julio. Para entonces, yo tenía cierta afición política y sabía muchas cosas, y recordaba muchos nombres de políticos, y leía el "ABC". Fue una de mis lecturas primeras. El 19 de julio mi padre intentó coger un tren de la mañana que venía de Madrid, el expreso, para venir a Oviedo a cumplir con su deber, pero cuando subió a la estación le dijeron que ya estaba totalmente interrumpida la comunicación ferroviaria. Es más, yo mismo vi pasar los últimos trenes, dos, cargados de mineros con destino a Madrid, para colaborar en contra de la sublevación. Aquel viaje fue una maniobra de Aranda, que le salió muy bien porque aquellos mineros de los trenes, más los que fueron en automóviles, descongestionaron la masa que aquí, en Oviedo esperaba a que el coronel Aranda dijera sí o no a la sublevación. Vi pasar aquellos trenes de mineros. Iban todos muy felices, con españoles rojos, levantando el puño y cantando la Internacional.
Quema de la iglesia y de una hemeroteca carlista- En el pueblo hicimos una vida muy tranquila hasta que empezaron a surgir cosas desagradables y peligrosas. Ayudaron algunos del pueblo, que lo pagaron muy caro, a la quema de la iglesia, que fue posiblemente una de las últimas que ardieron en toda aquella comarca. Uno de los incendiarios del pueblo se jactaba diciendo: "Ya se quemaron todas; no va a quedar ésta por guapa". Destruyeron las imágenes y también una pequeña hemeroteca que tenía el cura párroco anterior, que ya se había muerto. El cura que le sustituyó se había marchado para León muy a tiempo. La hemeroteca era de prensa carlista del siglo XIX y XX, porque aquel cura, muy carlista, leía los periódicos y los iba guardando y encuadernando. No pasó nada más de momento. No había problemas de alimentos y la gente seguía con su vida normal. Habían recogido la hierba y estaban con las castañas y el maíz..
Salvado por el apellido Cachero.- Pero una noche de septiembre, en la primera quincena, estábamos todos durmiendo tranquilamente y picaron a la puerta fuertemente. Salió mi tío y eran unos milicianos que buscaban a mi padre. No lo presencié, pero me lo contó mi madre. "Tenemos noticia de que es funcionario de Gobierno Civil", le dijeron a mi padre. "¿No sabe usted que se ha establecido un Gobierno Civil provisional en Gijón y que tenemos gente del de Oviedo, que estaba veraneando en Gijón y se incorporaron. ¿Por qué usted no se presentó?". Mi padre se vio cogido. "No me presenté porque tengo muchos padecimientos de estómago". Pero ahí también le cogieron ellos: "Si tiene usted esos padecimientos, mejor que en esta aldea estaría en Gijón, que hay médicos y clínicas". Mi padre nos había dicho que él de ninguna forma iría al Gobierno Civil de Gijón, que primero lo mataban. Sacan a mi padre a una antojana que había delante de la casa; para llevárselo y seguramente para matarlo por algún camino. Entonces el cabecilla pregunta quién vivía en la casa colindante con la nuestra, que estaba vacía. "Es de unos parientes que vienen de veraneo, desde Ujo". "¿Quiénes son?". "La familia Cachero; nosotros somos sobrinos de Leandro Cachero y primos del cartero Antonio Cachero". La cosa dio un vuelco milagroso. Preguntó el jefecillo: "Este señor que nos vamos a llevar, ¿tiene algo que ver con ellos?". "Su mujer es sobrina carnal de Leandro Cachero; él es sobrino consorte". "Entonces no lo llevamos; que se quede". Leandro Cachero era una persona importante en la Hullera Española de Ujo, y su hijo Antonio era muy conocido por ser el cartero. Eran muy conocidos y estimados.
En 1945 se licencia en Filosofía y Letras, sección Filología Románica, en la Universidad de Oviedo. Es profesor ayudante interino en la misma universidad y en 1948 obtiene el doctorado en la Universidad Central de Madrid, con la tesis “Vida y obra del poeta Emilio Ferrari (1850-1907”
En 1960 obtiene la cátedra de Lengua y Literatura Española en el Real Instituto Jovellanos de Gijón, y cinco años más tarde consigue la cátedra de Literatura Española en la Universidad de Oviedo.
En 1968 es profesor visitante de la Universidad de Vanderbilt (Nashville, Tennessee, EE UU). Repite en 1970, en la Universidad de Nuevo México (Alburquerque, EE UU).
En la Universidad de Oviedo ha sido director del Secretariado de Publicaciones (1966-74); director del curso para extranjeros (1972-74); director del Departamento de Literatura Española de la Facultad de Filosofía y Letras (1974-77 y 1983-86). Se jubila en 1989.
De 1976 a 1979 es secretario del Departamento de Creación Literaria de la Fundación Juan March (Madrid). Desde 1992 es miembro correspondiente en Asturias de la Real Academia Española de la Lengua.
Ha sido presidente de la Sociedad de Literatura Española del Siglo XIX y jurado de numerosos certámenes literarios, entre los que destacan “Alfaguara”, “Hucha de oro”, Nacional de Literatura, Nacional de Novela y Narrativa y “Príncipe de Asturias” de las Letras.
Martínez Cachero cultivó tanto la crítica literaria periodística o de actualidad como la crítica universitaria o de investigación. Se dedicó, fundamentalmente, a tres campos de investigación: 1. Clarin y la novela realista española del siglo XIX. 2. La crítica y los críticos literarios de España. 3. La novela española a partir de 1939. Otros autores y temas de su interés fueron  Azorín y la Generación del 98 y la poesía española de postguerra. Es también autor de un libro de recuerdos y memorias literarias Antes que el tiempo muera en nuestros brazos (Llibros del pexe, 2002)

Tal y como hacía en sus clases, y recuerdan sus ex alumnos, José María Martínez Cachero deja la mirada perdida y habla con fluidez y precisión de su vida, al igual que durante lustros lo hizo acerca de la Literatura, la materia de la que es catedrático emérito de la Universidad de Oviedo. Relató sus  “Memorias” para LA NUEVA ESPAÑA con especial atención a su infancia y juventud, en esta entrevista que le hicieron  23 Julio de 2009, un año antes de su fallecimiento.
  
Noticias Siglo XXI
Jueves, 23 de Julio de 2009

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