Septiembre del año mil novecientos setenta y ocho. Un colegio en la ciudad de María Santísima, en la ciudad de la Giralda, esa con la que dialoga sin tregua Sevilla con el mundo entero de sus maravillas. Virgen de los Reyes se llama ese colegio que acogía a más de mil quinientos hijos de sevillanos humildes, cuatrocientos de ellos hijos de familias con muchos problemas.
Ahí desembocamos unos cuarenta profesores, maestros... no sé como los llamaba los políticos de turno. Sea cual sea el nombre que la sociedad les de eran jóvenes en cuyas venas vibrara la sangre y que se sentían... EDUCADORES.
Uno de esos adalides era Don Andrés Mirón.
Como hombre cultísimo y de exquisita sensibilidad los compañeros quisimos "endosarle" un curso superior pues pensábamos que eso iría en beneficio de la sociedad.
El como hombre inteligente vislumbró que su labor seria más fructífera impartiendo instrucción y educación a los más pequeños.
Andrés sembró en las mentes y en los corazones de aquellos pequeñajos parte de su esencia y a los compañeros nos lego su tesoro mas querido que era la siembra de lo que albergaba dentro de si.
Como anécdota quiero resaltar que tuvo con quien esto escribe un detalle que nunca olvidare. Me dedico uno de sus libros con estas palabras:
“A mi compañero y... sin embargo amigo Manolo Gómez"
Sí D. Manuel, yo fui uno de esos niños procedentes de familias desestructurada que asistió al curso del 71 en el Colegio Virgen de los Reyes, tuve la suerte de conocer a D. Andrés Mirón, él me ayudó y “tuvo la culpa” de que yo en la actualidad sea un modesto abogado, gracias a su ayuda y constancia lo conseguí años después
ResponderEliminarJuan P.