By Joan Spínola -FOTORETOC-

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Villa de Guadalcanal.- Dió el Sr. Rey D. Fernando a Guadalcanal a la Orden de Santiago , e las demás tierras de la conquista, e de entonces tomó por arma una teja o canal, e dos espadas a los lados como así hoy las usa.



miércoles, 26 de diciembre de 2012

Benalija en primavera


Arroyo de Benalija, 18 de abril de 2009

Desde temprano, a eso de las 07.00 h, vamos organizando la recogida de activos humanos que finalmente van a concurrir a la llamada de Alfonso García. La primera aproximación seria es en la Rotonda Olímpica, la del Alamillo. Desde allí salimos con dirección a Cazalla de la Sierra; ya que en el bar Gallina tenemos previsto el punto desde donde organizaremos el reparto de coches.
Desde ahí atravesamos Cazalla y nos dirigimos por la carretera de Guadalcanal hasta, tras bajar la Cuesta del Gallo, el puente que pasa por encima de la Rivera de Benalija. Mientras van llegando todos los vehículos cuatro coches se dirigen hasta el punto final de nuestra ruta, tres quedan allí y regresan los conductores en el coche de Pedro Vera.
Es al llegar de nuevo al puente cuando comenzamos nuestra andadura, para ello primero pasamos una alambrada paralela a la carretera. Desde el inicio los rastros de conejos son abundantísimos. El color grisáceo del día es un aliciente más en nuestro camino, las abundantes hierbas mojan nuestros perniles. El Cerro Monforte nos da la bienvenido a nuestra izquierda, cerrando el valle por el norte y el Monte San Antonio, guarda el camino por el margen izquierdo del arroyo, al sur. Si vas en silencio y atento el San Antonio te puede dar alguna sorpresa, en forma de cierva. Como medida de prevención, dado que somos 29 y el camino se hará más enrevesado, Antonio Negrete pone en marcha el operativo radiofónico.
Hubo que sortear, ya lo sabíamos, con cierta habilidad los arroyos Molino, primero, y Mezquita, un poco más tarde, antes de llegar a la zona de El Chorreón; sitio este donde aparecen calizas que indican que el fácil camino va a tornarse algo indisciplinado; el río se encajona y muestra una gran belleza a su paso. Estas calizas guardan nidos de grandes rapaces; como bien sabe Manolo Rodriguez. Espejo.
Al poco nos reagrupamos y tomamos un tentempié. Cuando comienzan las primeras gotas de lluvia que traen a mi cabeza el poema de D. Antonio Machado: "En Abril, las aguas mil"; el cuál no se de memoria pero ahora abusando de libraco transcribo para todos. En el ejercicio mental cámbiese el Duero por la Rivera de Benalija y veréis como todo lo demás cuadra.
Son de abril las aguas mil.
Sopla el viento achubascado,
y entre nublado y nublado
hay trozos de cielo añil.
Agua y sol. El iris brilla.
En una nube lejana,
zigzaguea
una centella amarilla.
La lluvia da en la ventana
y el cristal repiqueteo.
A través de la neblina
que forma la lluvia fina,
se divisa un prado verde,
y un encinar se esfumina,
y una sierra gris se pierde.
Los hilos del aguacero
sesgan las nacientes frondas,
y agitan las turbias ondas
en el remanso del Duero.
Lloviendo está en los habares
y en las pardas sementeras;
hay sol en los encinares,
charcos por las carreteras.
Lluvia y sol. Ya se oscurece
el campo, ya se ilumina;
allí un cerro desparece,
allá surge una colina.
Ya son claros, ya sombríos
los dispersos caseríos,
los lejanos torreones.
Hacia la sierra plomiza
van rodando en pelotones
nubes de guata y ceniza.
Continuamos camino, teniendo que hacer alguna mini-escalada que unida al terreno mojado ponen un punto de intriga a la trocha.
La espera de algún rezagado. Los conejillos, las colleras de perdices, los animalillos aprimaverados, en fin… ¡Qué bonito es el amor! Hasta alguna orquídea despunta entre tanto colorido floreado.
Al llegar a un coscojal la fina lluvia hace una tregua y, en una curva del camino, decidimos parar a comer. Al reiniciar el andar encontramos un nido de mirlos, tras una rápida foto nos alejamos con respeto del mismo para no importunar a las aves. Poco queda para llegar frente a las Cuevas de Santiago, cuna de incipientes humanos. De los primeros que se conocen en estas sierras. Intento imaginar como serían estas selváticas tierras hace 7000 años, la vida de nuestros ancestros, sus recolecciones de frutos, etc.
A partir de aquí los más valientes, 17 en total, deciden cruzar la garganta que con el Banasto a la derecha nos separa del puente sobre la cola de El Pintado que será fin de nuestra ruta. Los otros 12 temerosos, ante el susto que les da pasar la garganta no tienen más remedio que subir el Cerro Banasto y en la bajada el Dios Búho les castiga con un fortísimo chaparrón, por miedosos.
Después recogida de coches, alguno hizo la Cuesta del Gallo hasta cuatro veces, y ante la persistente lluvia “la espantá” de parte del grupo, del que no todos nos pudimos despedir. Aún así una buena parte de él nos dimos un cafelito en “La Posada del Moro”, Cazalla. Besos, abrazos y hasta pronto.
Batolitos…¡Al Monte!

En Utrera, a 21 de Abril de 2009

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