By Joan Spínola -FOTORETOC-

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Villa de Guadalcanal.- Dió el Sr. Rey D. Fernando a Guadalcanal a la Orden de Santiago , e las demás tierras de la conquista, e de entonces tomó por arma una teja o canal, e dos espadas a los lados como así hoy las usa.



miércoles, 12 de diciembre de 2012

Ordo verborun y la consecutio temporum.

Campaña de alfabetización de la Unesco Año de  mil novecientos sesenta y tres
No quisiera generalizar pero se podría afirmar sin temor a equivocarse que ese bien de que disponen hoy los países desarrollados que se llama ciencia y cultura, ese caudal era un patrimonio muy escaso en la mayoría de los pueblos andaluces.
La Unesco hacia los años sesenta realizó una campaña de alfabetización que fue bien acogida por los campesinos y artesanos de la población adulta.
Los alumnos que estaban cansados de ser analfabetos y ansiaban con ahínco y desesperación asemejarse a otros países en cuanto a cultura, asistían a las clases de adultos con una asiduidad y esperanza poco común.
El método de lectura Sanabria, también llamado onomatopéyico creado por un Maestro nacional, dio unos resultados inusitados.
Hombres y mujeres haciendo dejadez de su orgullo gesticulaban al mismo tiempo que pronunciaban sonidos con los que iban adquiriendo los rudimentos de lectura y escritura paulatinamente. Tres meses eran suficientes para que esos hombres rudos y de vasta bondad y esas mujeres en las que aun se notaba la beldad innata, consiguieran las bases de una posterior superación.
Se pretendía que en tres meses podrían saber el nombre de las calles sin preguntar a nadie y quien esto escribe asegura su positividad.
El único y escaso material consistía en una pizarra cuadriculada colocada en la pared a ser posible de color verde con cuadrículas de un aspecto resaltante.
Cada educando portaba su cuaderno también ajedrezado en el que con paciencia y perseverancia se iban señalando puntitos en forma de cruz con los que irían pariendo los garabatos con los que nacerían las palabras.
Era muy fundamental entretenerse en dibujar los pudibundos para obtener una caligrafía uniforme y legible.
En España la asistencia a esas clase, algunos alcaldes la hicieron obligatorias incluso poniendo castigos pecuniarios.
¿Era esta la libertad de la que habla Benjamín Franklin? No seguro que no.
Creo que no estaría de más que intercaláramos algunas anécdotas al respecto para quitar aridez a la exposición.
Los alumnos ya bastante mayorcitos pero con espíritu juvenil, oliendo a rosa y a limpieza, limpieza con olor y sabor a mujer, Limpieza vespertina posterior a una jornada de sudor y fatigas, acuden al colegio de adultos donde les espera el maestro que se hace pasar por un cachondo mental para captar la confianza de su alumnado.
El educado o el “profe” como cariñosamente le llamaban los aprendices a europeos, sabe que con cariño y benevolencia se puede conseguir mucho fruto y por ello cuando llega el “Mesa Gil” haciéndole con tono campesino esta pregunta “maestro, ¿puedo hacer el cochinito”?, le responde: “Si Andrés haz el cochinito y… luego vamos a aprendes dos letras nuevas”.
Con el “cochinitos” de Mesa Gil se entregaban a la meta que se habían propuesto todos, que era dejar de ser analfabetos.
Fueron tres los educadores que la Administración había destinado a nuestro municipio para que llevaran a cabo las pretensiones de la Unesco: Don José María Mate, Don Juan Molina y Don Manuel Gómez Caro.
El edificio donde se impartieron las clases durante tres cursos escolares es el colegio multiuso de las Hermanas Sevilla.
Eran dos los turnos de ciento cincuenta minutos cada uno los que la delegación de Educación y Ciencia tenía asignado a los profesores de la llamada Campaña de Alfabetización.
El resto de tiempo, por las mañanas, en el edificio del Ayuntamiento los citados funcionarios educadores lo empleaban en revisar el censo de personas iletradas.
Los discípulos cuya asistencia era satisfactoria recibían un certificado de escolaridad en un principio, un certificado de estudios primarios en un segundo turno y el graduado como final.
Fueron incontables los documentos que se expidieron durante los años que duró la Campaña.
Actualmente no sé cómo está la educación en España pero en los años que relato eran pocas las ciudades que tenia Institutos de Enseñanza Secundaria y por ello se crearon los CLA (colegios libres adoptados) que eran como filiales de aquellos, que ofrecían una enseñanza libre impartida por licenciados y maestros nacionales acreditados, entre los cuales se encuentra quien esto escribe.
Los alumnos eran evaluados o examinados por los profesores titulados y acreditados de los Centros de los que dependían los colegios Libres Adoptados, desde luego teniendo muy en cuenta los criterios de los enseñantes respectivos.
También existía otra enseñanza llamada Formación Profesional que fue considerada como una “salida” para aquellos estudiantes cuyo cuya capacidad o rendimiento no fuera muy superior.
Los primeros licenciados que pusieron en marcha esta institución que no por breve dejó de ser bastante fructífera, fueron don Francisco Luego, licenciado en la rama de letras y don Melquíades, de la rama de ciencia, director y secretario respectivamente.
Don Juan Ruiz, del que hablaré más adelante y don Pedro Pérez, maestro nacional ayudaban a los señores licenciados en sustitución de titulados de secundaria.
Don Manuel Gómez, maestro de Enseñanza Primaria interino en un principio y propietario definitivo después, colaboraba impartiendo las materias de Educación Física, Formación Política, Lengua latina y francés.
La lingua vernácula Ciceronis en los primeros cursos consistía en el aprendizaje de las gravosas declinaciones, el estudio razonado de los verbos con su raíz o radical y sus desinencias y formación de versiones y traducciones.
En años posteriores unos grupos traducían “de bello gálico” y otros “de bello civile.”
Aún hoy día algunos alumnos con sus cincuenta años suelen recordarme el “Ordo verborun” y “la consecutio temporum.”
Manuel Gómez Caro.- Maestro jubilado

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