By Joan Spínola -FOTORETOC-

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Villa de Guadalcanal.- Dió el Sr. Rey D. Fernando a Guadalcanal a la Orden de Santiago , e las demás tierras de la conquista, e de entonces tomó por arma una teja o canal, e dos espadas a los lados como así hoy las usa.



miércoles, 6 de febrero de 2013

Recordando nuestra feria

Guadalcanal es diferente                                          
Llegan los primeros días de Septiembre, y Guadalcanal “traje nuevo de cal rabiosamente blanca, aroma serrano de verano decadente” interrumpe su cotidiano quehacer y se congrega en El Coso para vivir los días jubilosos de su feria, feria, típicamente considerada, de escaso atisbo andalucista, pues aquí no existen muchos de los  pormenores de montes abajo, pero —eso sí— capaz de hacer pasar días inolvidables a propios y extraños, como lo acredita la nombradía de que goza en estos contarnos. Y es que, por un lado, este pueblo dispone de un escenario —El Coso—, con un telón de fondo —la Sierra riel Agua—, que no se encuentra uno a la vuelta de cualquier paisaje; de otro, aquí hay, en casi todo, una singular manera de hacer. Tal vez por su enclave en zona de transición geográfica, tal vez por la almágana birregional que de ello inexorablemente resulta, lo cierto es que Guadalcanal —nunca más exacto el slogan turístico “es diferente”.
La feria de Guadalcanal, como toda las ferias, nació —¿cuándo?— con el criterio  mixto de religiosidad y mercadería  que Domingo Manfredi ha seriado a propósito del origen de tales celebraciones. Así, pues, en torno al santuario de Nuestra Señora de Guaditoca, allá en la llamada Vega del Encinar, al norte del término de la villa y no lejos del confinamiento con el de Azuaga, tenían lugar durante los días de la Pascua de Pentecostés la feria y fiestas en honor a la Patrona de Guadalcanal.
Allí, desde tiempo inmemorial, devotos y traficantes de todos los pueblos comarcanos, sobre todo de la vecina Extremadura, acudían anualmente a depositar sus ofrendas y peticiones a las plantas de la Virgen, a obtener las ganancias de las ventas o vendejas, o a adquirir una pareja de mulas, unas calma de cuero o una huta del buen vino de estos pagos. A medida que la irnportacía y diversidad de las transacciones aumentaron en esta feria diéronse cita gentes de los más apartados puntos de Andalucía y Extremadura. Concretamente a la de 1781, según consta de un informe de la feria de dicho año que se archiva en el Municipal, afluyeron personas de ciento veinte -villas o ciudades, desde Badajoz hasta  Jerez de la Frontera y desde Villanueva del Fresno hasta Córdoba.
Los considerables beneficios que esta feria proporcionaba repercutían así en pro de la hermandad que desde antiguo allí estuvo radicada, como de los vecinos de Guadalcanal. De este modo, pues, los mayordomos, y más tarde los administradores del patronato que erigiera don Pedro de Ortega Freire (1605-1671), primer alférez mayor de la villa, podían cómodamente sufragar los gastos del espléndido culto que a la Virgen se tributaba, atendían y costeaban los reparos y la ornamentación de la fábrica del santuario, e incluso les permitía adquirir alhajas y prendas de vestir para adorno de la imagen. Y al propio tiempo, también en favor del pueblo, redundaban los ingresos venidos de la feria, pues que parte del volumen de tributos de los mercaderes se destinaba al pago de los impuestos que el común de vecinos estaba obligado a abonar al Fisco.
La feria se desarrollaba en la explanada delantera del santuario y en sus aledaños. En ellos había formadas varias calles, en las que se hallaban las casas de las hermandades, las de la Justicia y Regimiento de la villa, las del patronato  y otras, y los portales dónde se instalaban los comerciantes.
Esa el interior del templo, las fervorosas súplicas, las sentidas gracias, las devotas emociones ante la Virgen de Guaditoca se sucedían durante las jornadas de la feria. El segundo día, el clero de Santa María la Mayor  —filial perpetua de la basílica patriarcal liberiana de Roma—cantaba la misa que el restaurado de la ermita, don Alonso Carranco de Ortega (1586-1654) dejara dotada, y acto seguido se celebraba la función principal. Culminaban los festejos cuando en la tarde del último día, la Virgen recorría el real procesionalmente, en medio de los fervores de la muchedumbre, haciendo estación en la orilla del arroyo Guaditoca, en el lugar mismo en que, según la tradición, se apareció a un pastor esta Virgen que de toponimia tomo esa advocación.
Pero he aquí que en las postrimerías del siglo XVIII, motivos de diversa indole, y especialmente intereses personales habidos en el seno de las altas esferas locales, dieron al traste con la famosa feria de Guaditoca. Luego de los convenientes razonamientos presentados a la superioridad, el año de 1792 el alcalde mayor de Guadalcanal recibió una orden de la Audiencia de Cáceres “para que haga trasladara a ella la feria o mercado que ordinariamente se ha hecho en la ermita de Nuestra Señora de Guaditoca y sus inmediaciones por el tiempo de la Pascua de Pentecostés”. En cumplimiento de dicha disposición se trajo la Virgen a la villa “siendo así que sólo venía en los casos de sequía o de calamidad pública” y en la Plaza Mayor se celebró una feria, que no era, no podía serlo ni i un mal remedio de aquella otra  de la Vega del Encinar.
La feria, a partir de entonces, fue a la deriva, pues a más de perder su enterior prestigio, se hizo sin fecha ni emplazamiento determinados, y años hubo en que, por causas más o menos justificadas, fue suspendida.
Hasta 1891 no fijó el Ayuntamiento los días de su celebración, que son los que rigen en la actualidad, Más tarde se ubicó el ferial definitivamente en el egido del Coso, para cuyo efecto el Municipio construyó en él un magnifico paseo, donde hoy se instalan las atracciones, bares, casetas, etc. Y en los terrenos inmediatos los ganados encontraban que esta faceta hay que tratarla en pasado” pastos y abrevaderos suficientes.
Queda como recuerdo de los primitivos festejos de Guaditoca el que enla tarde del tercer día la Patrona de Guadalcanal recorre triunfalmente el recinto de la feria en solemne procesión formada por su Real e Ilustre Hermandad y presidida por la Corporación Municipal.


Articulo publicado por A.M. el día 4 de septiembre de 1973

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