By Joan Spínola -FOTORETOC-

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Villa de Guadalcanal.- Dió el Sr. Rey D. Fernando a Guadalcanal a la Orden de Santiago , e las demás tierras de la conquista, e de entonces tomó por arma una teja o canal, e dos espadas a los lados como así hoy las usa.



miércoles, 27 de noviembre de 2013

El Romancero de Guadalcanal 1/5

Un siglo de Tradición, de Micrófilo a hoy
primera parte 
 
Hace ya algunos años, comenzadas nuestras investigaciones romancísticas por tierras andaluzas, propusimos a Juan. Collantes que realizara la encuesta de Guadalcanal y que comparara los textos de la tradición actual con los que en su día había recolectado Micrófilo. Guadalcanal fue reposo poético y refugio familiar para Juan Collantes durante muchos años, y él conocía mejor que nadie sus tradiciones. Su fina sensibilidad poética y sus conocimientos en este campo nos hubieran deparado un estudio, sin duda, inestimable de esta tradici6n romancística, pero por unas razones u otras no llevó a cabo esta investigación. Nosotros ahora, en su memoria, publicamos estas notas que creemos pueden servir de introducción a un estudio mas reposado del romancero de Guadalcanal y de su entorno.
En pleno auge de las investigaciones de los folkloristas de las ultimas décadas del siglo pasado, don Juan Antonio Torres Salvador, Micrófilo, constituyo, el 4 de mayo de 1884, la Sociedad El Folk-lore de Guadalcanal. Micrófilo pertenecía al grupo de folkloristas que don Antonio Machado y Álvarez, Demófilo, presidía. Con Guichot y Sierra, Rodríguez Marín, Hernández de Soto y otros colaboraba en las tareas que llevaron a cabo en estas tierras meridionales, muchos de cuyos trabajos fueron apareciendo en El Folk-lore Andaluz, El Folk-lore Frexnense y Bético-Extremeño y en otras revistas y publicaciones que, por aquellos años, fueron los órganos de difusión de estos pioneros del folklore peninsular.
Años después de la aparición de estas revistas, Micrófilo dio a la estampa Un capitulo del Folk-lore Guadalcanalense (1). En sus páginas daba cuenta de diversos aspectos de la cultura popular de este enclave, situado al norte de la provincia de Sevilla, en la raya extremeña. Allí publicó una serie de romances conservados, por aquellas fechas, por el Guadalcanalense. A nuestro modo de ver, y según diversas indicaciones del editor a las que más abajo nos referimos, estos textos son transcripciones fieles de lo que realmente permanecía en la tradición del pueblo.
Eran años, estos de las últimas décadas del Ochocientos, en que empezaba a tomar cuerpo la investigación del romancero de la tradición oral moderna, y a nadie se le oculta la importante labor que en este dominio hicieron aquellos primeros y entusiastas folkloristas, aunque sus métodos de investigación y análisis los consideremos hoy más que superados. De cualquier forma, sus trabajos fueron decisivos en la recuperación de esta tradición poética, de modo especial por estas tierras del Sur.
El corpus de romances de Micrófilo está compuesto por ocho textos, de los cuales cuatro pertenecen al romancero tradicional: Blancaflor y Filomena, Albaniña, Delgadina y Gerineldo más La Condesita; y los otros cuatro, aunque más modernos, también están tradicionalizados: La infanticida, Polonia, El corregidor y la Molinera, y La adultera del cebollero.
Sin pretender, en modo alguno, ser exhaustivos en el análisis de los textos que nos dejó, si podemos indicar, en un primer acercamiento, ciertos rasgos que nos den el perfil de este romancero conservado en Guadalcanal en las ultimas décadas del siglo pasado.
Hay que destacar, en primer lugar, que en los ocho casos se trata siempre de versiones muy completas, y por lo tanto largas y circunstanciadas en algunas secuencias de la intriga, quizá con la excepción de La adúltera del cebollero, que es una versión que resulta algo comprimida en relación con las conservadas hoy en otros enclaves andaluces. No tenemos datos para pensar que sean versiones facticias compuestas por el mismo Micrófilo; de ser así, desde luego nos parece evidente que esos textos publicados en 1891 serian entonces el resultado de poemas elaborados a partir de fragmentos o retazos tornados realmente de la tradición Guadalcanalense. En contra de esta posible suposición, de muy poco fundamento, hay que decir que los folkloristas de esta época publicaban, en la mayoría de los casos, sus textos sin adulterarlos. En muchos lugares expresan su disconformidad con el método de los románticos que, como sabemos, si modificaban los textos recogidos (2). Por otro lado, en favor de la fiabilidad de estos romances dados a la luz por Micrófilo parece que habla el hecho de que nuestro folklorista conservara rasgos fonéticos y léxicos peculiares del habla de la zona. Estas dudas o reticencias podían asaltar al estudioso de hay porque en este repertorio no se encuentra ningún texto fragmentado, la que parece extraño en cualquier encuesta romancística. Por los datos que tenemos, los folkloristas de esta época solo publicaban textos completos, y este debió de ser el caso de Micrófilo. De cualquier forma, no es este el único repertorio que nuestro hombre tenia, porque el mismo expresó que poseía varias versiones de esos temas que “solo varían en levísimas particularidades” (3). Pero el romancero conocido por Micrófilo no fue, sin duda, mucho mas amplio, pues las pocas veces en que se ocupó del genero repite estas mismas versiones, y cuando habla de otras de distintos temas, siempre casos muy raros, cita versiones recogidas por otros folkloristas contemporáneos.
Como ocurre siempre en los trabajos dados a conocer por estos estudiosos, no hay referencias concretas a los informantes que les facilitaron los textos.
Todos los romances Guadalcanalenses publicados por él son habituales en los repertorios andaluces de hoy, con la excepción quizá de El Corregidor y la Molinera, del que solo hallamos, por lo general, fragmentos sueltos. También podía destacarse que en algunos casos la actualización de la fabula no se realiza conforme es usual en la tradición andaluza contemporánea. Nos referimos al desenlace de Blancaflor y Filomena, que cuenta con una secuencia extrañamente circunstanciada de la muerte del violador de Filomena, Tarquino en esta versión, que culmina con una sentencia ejemplarizante:

Se levantó Blancaflor,

Coma una leona fiera.
Le ha dado de puñaladas,

Le ha sacado la lengua,
La ha puesto par las esquinas
Para que escarmiento sea,
Para que ningún atrevido
Desgonsare á una donseya.

En Delgadina es la madre la que finalmente decide auxiliarla, lo que tampoco es frecuente en la tradición meridional actual del romance, en la que, como se sabe, es el padre el que al final le levanta el castigo, unas veces porque ella accede a sus requerimientos sin fuerzas para continuar en su situación extrema, otras, movido por la piedad. De todas formas, tanto en la versión de Micrófilo de 1891 coma en las actuales, el auxilio llega tarde, y Delgadina muere.
Por ultimo, en el caso de Gerineldo, que recogió continuado por La Condesita, según viene siendo normal en Andalucía, lo que ha ocurrido es que el final de Gerineldo, con la referencia al juramento que el paje hace a la Virgen de la Estrella de no casarse con ninguna mujer a la que antes hubiese conocido, se ha desplazado al desenlace de La Condesita, con lo que la historia cambia radicalmente de sentido; mientras que en toda la tradición moderna los amantes terminan unidos, aquí después del reencuentro, Gerineldo “el conde Sol de otras versiones” rechaza a la princesa. Este desplazamiento del motivo provoca un final diferente al del Gerineldo meridional “nos referimos al romance de Gerineido autónomo, antes de ser continuado por La Condesita”, ya que el texto de Micrófilo termina con una de las formulas típicas del noroeste peninsular con la que el paje humildemente reconoce su osadía y pide al rey un castigo: “Dame la muerte, güen rey/ que bien me la he merecido”. Así, mientras que en las versiones norteñas que emplean esta fórmula para el desenlace se sigue la decisión del rey de casar a los amantes, en el texto Guadalcanalense el rey vuelve a repetir lo ya dicho en su soliloquio al descubrir a los amantes dormidos: “No te mato, Gerineldo,/ que te crié desde niño...”, ya que no puede darse el matrimonio de la princesa con el paje en este momento, pues entonces la historia no tendría sentido con la continuación que se hace en La Condesita, en donde, como ya hemos dicho, el paje, al final, se niega a casarse con la mujer de la que ya ha gozado.
El repertorio se completa con unas notas del propio Micrófilo muy dentro de la línea menos crítica de los estudiosos del XIX, en un lenguaje marcadamente retórico. Relaciona a veces sus textos con los de Rodríguez Marín; en otros casos, siguiendo a Menéndez Pelayo, señala conocidas Fuentes de los temas; o destaca, como otros estudiosos, correspondencias de algunos de los romances con cuentos tradicionales. De todas formas, su crítica es sumamente superficial y en modo alguno original, glosando sin necesidad la fábula de algunos romances o haciendo valoraciones de carácter moral (4).
Con estos datos previos programamos la encuesta de Guadalcanal, que llevamos a cabo en los días 4 y 5 de marzo de 1988. Nos interesaba no solo el trabajo de campo como otras tantas veces para continuar completando los enclaves sevillanos, sino también verificar hasta que punto y de que manera la tradición actual conserva temas y versiones recogidas cien años antes. Era un buen ejercicio para ver en que situación se encuentra el romancero por estas zonas. De modo que comenzamos siempre nuestra indagación con los distintos informantes que nos atendieron preguntándoles por los temas que Micrófilo había publicado. No tuvimos mucha suerte al principio. A la crudeza de un tiempo extremadamente frío en la primavera incipiente de la sierra norte, se unía la soledad de las calles de este bello pueblo y la ignorancia alarmante del romancero de las primeras personas a las que nos dirigimos. Era como para desistir, pero no lo hicimos. Estas primeras horas de nuestro trabajo presagiaban lo que después sucedió y vamos a exponer aquí: el olvido en que se encuentra en la actualidad el romancero Guadalcanalense. Después de mediodía, todo el mundo en el pueblo sabia de nuestra presencia y a lo que íbamos, y así fueron apareciendo las primeras informantes que recordaban algo.

 
(1) Un capítulo del Folk-lore guadalcanalenses por Micrófilo, Sevilla, Francisco Leal y Cª, Editores, 1891. XVIII + 151 Págs. El libro contiene tres capítulos o partes con sus correspondientes notas:, “Rimas infantiles”, Págs. 19-56, (Botifora)>, Págs. 57-68, y «Romances», Págs. 69-151.
(2) Cfr. solo  lo que Demófilo opinaba sabre la adulteración o “arreglo” de la literatura oral por parte de los románticos. Escribe a este respecto el Prof.  López Álvarez: “Sin entrar en esta cuestión, decidido con más o menos convencimiento j...] por las nuevas corrientes científicas, lo vemos incorporar el nuevo método a sus trabajos, aparecidos en La Enciclopedia a partir de 1879, trabajos de los cuales, y según propia confesión: ella era distinto el concepto que tenia de la literatura del pueblo”, pues no era el valor ideológico desentrañar el sentido oculto de sus producciones, sino únicamente probar la importancia de recogerlas fiel y exactamente para ulteriores fines científicos, lo que me preocupaba” “Cartas inéditas de Demófilo a Joaquín Costa”, El Folk-lore andaluz, 2ª época, 2, 1988, Pág. 40. Y el mismo Micrófilo se expresaba así: “Lo que causa verdadera lástima es ver una producción popular corregida por literatos, gente, por lo común, indocta y cursi en grado superlativo, y que semejan cuando tales empresas acometen, el sastre que pretendiera acomodar a las exigencias de sus figurines los indóciles miembros de un jayán, así les resulta ella. Los salvajes de la Polinesia, vestidos con un sombrero de copa, una faja de general europeo y una estera en los riñones, son Apolos de Belveder al lado de las producciones
populares arregladas par literatos, . (Un capítulo del Folk. lore guadalcanalense, ob. cit., pág. 128).
(3) Ob. Cit., pág.1184 Cfr. por ejemplo. Ibídem Págs. 110-111
4 Cfr. por ejemplo. Ibídem Págs. 110-111
Pedro M. Pinero y Virtudes Atero

Gracias a Virtudes Atero por la autorización para publicar este mágnifico articulo en el blog.
Virtudes Atero Burgos, Doctora en Filología Hispánica por la Universidad de Sevilla y Catedrática de Literatura Española en la Universidad de Cádiz.
Pedro Manuel Piñero Ramírez, Licenciado en Filología Románica por la Universidad de Granada y Doctor en Filología Hispánica por la Universidad de Sevilla.

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