By Joan Spínola -FOTORETOC-

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Villa de Guadalcanal.- Dió el Sr. Rey D. Fernando a Guadalcanal a la Orden de Santiago , e las demás tierras de la conquista, e de entonces tomó por arma una teja o canal, e dos espadas a los lados como así hoy las usa.



miércoles, 31 de mayo de 2017

¡Esta perra vida!


Menudos sitios los asilos y las perreras

Pensamiento lúdico

Me llamo Layka, si ya sé que el nombre es un poco cursi y poco trabajado, así era de hortera mi anterior y único dueño, fui abandonada junto al viejo amo en una gasolinera cuando crecí y no cabía en una diminuta caja que llaman trasportín, al abuelo lo abandonaron porque el apartamento alquilado en la playa era muy pequeño, por lo tanto, fui a parar a una perrera municipal de donde escapé y el viejo a un asilo igualmente municipal, mi vida es tan perra como la de algunos viejos amos.
Soy una perra soltera, madre de trillizos, mi vida cambio hace apenas tres años, todo empezó un día que visité el parque del barrio de los pijos, allí conocí a Sultán, el padre de mis hijos, un chucho de raza y pedigrí, greñudo, altanero, de uñas cuidadas, asquerosamente limpio y oliendo a colonia canina, vivía en un chalet adosado con jardín de unos buenos amos, en una casa perruna en el jardín con calefacción.
Sultán me abandonó antes de que ellos nacieran; vamos, que nos dejó tirados en la calle, pero salimos adelante, a mis hijos nunca les ha faltado un hueso con algo de carne que llevarse a la boca a pesar de la crisis que tanto provocan cíclicamente los humanos, vivimos bien, elegimos zona para vivir, actualmente un próspero barrio de chalés unifamiliares, no nos falta comida gracias a los humanos que llaman abuelos o "yayos" y se solidarizan con nuestra perra vida, y, a pesar de no tener techo, somos una familia de perro que nos consideramos de clase media, paseamos, dormimos donde nos apetece, somos libres...
Ayer todo empezó a cambiar, para su segundo cumpleaños mis tres hijos me han pedido un amo, como tienen la mayoría de sus amigos del parque. Yo no soy partidaria de vivir en casa de extraños porque es una gran responsabilidad. Según me comentaba el padre de mis hijos, que pertenecía a esa sociedad, los amos son muy extraños, sobre todo esa raza que camina a dos patas y emite unos extraños sonidos para relacionarse.
Me mencionaba: "el amo te llama por un nombre generalmente humano, te pide que muevas el rabo, que le lamas la mano y te da como premio un hueso de plástico, que levantes la pata cuando él lo pide y que vayas corriendo al quinto carajo cuando te tira la pelotita para que se la traigas". Yo trato de explicarles a mis hijos que lo nuestro es libertad, pero ellos no lo entienden, me repiten, casi todos sus amigos tienen amos y eso da prestigio, ellos no quieren ser menos.
Yo les comento que al principio todo es muy bonito, buena y abundante comida, visitas mensuales al veterinario, te dejan vivir dentro de su casa, agasajos y te exhiben como si fueses un ornamento más en las visitas de familiares, vecinos y amigos, te sacan al parque una o dos veces al día atado a una ridícula correa con collar antiparasitario para que hagas tus necesidades y no le manches la casa o en el mejor de los casos el jardín, lo que se llama una buena perra vida, si exceptuamos que tendrás que aguantar al mimado niño pequeño de la casa, éste, suele ser muy envidioso y si puede te quita esas maravillosas bolas de comida que llaman pienso y se las come.
Pero con el verano todo puede cambiar, llegan las vacaciones y somos un problema junto al amo viejo para el resto de nuestra nueva familia. En un acto de irresponsabilidad acabas siendo abandonado con el abuelo por el amo dominante en una gasolinera. El mundo se te viene encima. ¿Qué hacer? En pleno mes de agosto, con cuarenta grados a la sombra en una gasolinera situada a trescientos kilómetros de donde hicieron cabo a Rintintín, junto al pobre e indefenso abuelo, esperando que a él se lo lleven los de asuntos sociales a un asilo y a ti, si no estás atento, a una mugrienta perrera municipal.
Menudos sitios los asilos y las perreras, disciplina cuartelera, rancho escaso, olor a pis y compañerismo, habitaciones compartidas con otros abandonados, con los que te obligan a convivir a la fuerza, sin ningún tipo de intimidad, con todo tipo de congéneres de mil hostias, razas y creencias distintas, cada uno de su padre y de su madre, que seguro que si fueran útiles no los abandonarían en una gasolinera, vamos que allí no estás por propia voluntad, sino porque de una forma o de otra la decide tu amo.
Le intentaré explicar igualmente a mis hijos que cuando los amos deciden recogerte en su casa les tienes que dar todo, te nombran guardia de seguridad, si tienen jardín te meten en una diminuta casa que ellos despectivamente llaman perrera, tienes que vocear si se acerca un extraño, perdón ladrar a los extraños, requieren mucha obediencia y pueden ser muy posesivos, tienen despertadores que ponen en pie a toda la casa a horas intempestivas, ponen la televisión a todo volumen, en verano te suelen bañar con la manguera de regar el jardín como si fueses una planta más y los domingos cuando marca un gol su equipo gritan como posesos, cogen al perro, o sea a nosotros de las patas delanteras y se ponen a bailar como dementes; en invierno, aun lloviendo, cuando ellos lo deciden, te llevan al parque a mear y a tirarte la dichosa pelotita para que hagas ejercicio.
El amo macho dominante solo te lleva al parque para tratar de ligarse a alguna vecina de buen ver, cosa que nunca consiguen, ellas, las amas consortes cuando te sacan al parque ligan seguro, que deprimente es ver sus risas u oír sus mentiras y grandezas cuando alguno de su raza guapo y con pedigrí le hace algún cortejo, yo pienso, como os pase lo que a mí, te preparará el querido una camada de cachorros y haber como se lo explicas al amo.
Los amos discuten por cualquier cosa, entonces, “a los extraños nos despiden de una patada o en mejor de los casos nos encierran en otra habitación”; cuando se aburren, no se les ocurre otra cosa que venir a tocarnos las narices, sus cachorros nos tienen como un juguete, nos hacen coletas, nos ponen ropa ridícula o ridículos sombreros.
A ver cómo se lo digo yo a mis hijos: "Que no, que no, que los humanos mayores y los perros no queremos amos, preferimos la libertad a ¡esta perra vida!". 

Rafael Spínola R.

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