By Joan Spínola -FOTORETOC-

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Villa de Guadalcanal.- Dió el Sr. Rey D. Fernando a Guadalcanal a la Orden de Santiago , e las demás tierras de la conquista, e de entonces tomó por arma una teja o canal, e dos espadas a los lados como así hoy las usa.



miércoles, 4 de mayo de 2011

LA GUERRA DE NUESTROS ABUELOS (1)


Acataban El Franquismo Por Miedo.- 1ª Parte

Mi abuelo Andrés Cordero Mariscal.- Nació 1905 en Guadalcanal (Sevilla) y falleció en 1974, de modo que he tenido que elaborar y reconstruir estas vivencias con la ayuda de su familia más cercana, mi madre y sus primos, Antoñita, de setenta y tres años, y su hermano José, de setenta y dos, hijos de una hermana de mi abuelo. El pueblo natal de mi madre es Alanís de la Sierra, en plena Sierra Morena, adonde mi abuelo había llegado a los cinco años, cuando quedó huérfano. En su entorno se encuentran Guadalcanal, San Nicolás del Puerto, Cazalla de la Sierra o Azuaga, ya en Badajoz.
La geografía de la zona es la típica de la Sierra Norte de Sevilla, llena de olivares, encinas y dehesas, también hay huertas a lo largo de la rivera de Benalíjar, donde se realiza la Romería, arroyo que limita el término por occidente con el de Guadalcanal, antes de rendir sus aguas al Viar.


La Escuela Era Sólo Para Las Familias Bien Posicionadas.- Mi abuelo Andrés era el cuarto de seis hermanos, cuatro hembras y dos varones. Su padre, mi bisabuelo, murió cuando mi abuelo era niño todavía. Se dedicó al cultivo del campo, trabajando para los terratenientes, propietarios de los numerosos cortijos de la zona.
Porque entonces prácticamente los únicos trabajos que había, los más abundantes, eran el de jornalero o el de las minas, muy numerosas también por estos pueblos de la sierra y que en estos años provocaron el desarrollo económico de la zona.
Mi abuelo no fue a la escuela, directamente se puso a trabajar a muy corta edad ya que la situación económica lo requería así. Asistir a la escuela estaba reservado sólo para las familias bien posicionadas.

El Fruto Del Trabajo Era Para El Terrateniente.- Pues bien, mi abuelo, igual que su padre, trabajó en el campo labrando las tierras, los cortijos, un trabajo muy duro, ya que además de las muchas horas, el fruto del trabajo no era para el labrador, sino para el terrateniente, aunque había familias propietarias que ellas mismas se encargaban de la labranza.
Semejante es el caso de mi tío, el marido de mi tía, cuyos padres eran propietarios entonces de un cortijo y varias tierras, que ellos mismos cultivaban y siguen cultivando sus hijos en la actualidad. Y puedo asegurar que es un trabajo muy duro, que no permite descanso, ya que los animales no dejan de comer, incluso los fines de semana. La diferencia está en que el jornalero trabajaba por un pedazo de pan y no veía el fruto de su esfuerzo.

Matarife, Talabartero, Cestero.- Como la vida en aquellos años era tan dura y había tanta necesidad, había que buscarse trabajos complementarios: Mi abuelo trabajó como matarife, es decir, se encargaba de matar los cochinos en los meses de matanza, de noviembre a febrero, o bien cogiendo aceituna, o descorchando los alcornoques. También realizaba trabajos artesanales, era talabartero o guarnicionero, que hacía monturas de cuero para las caballerías, y cestero, porque confeccionaba cestas y canastos, y echaba asientos a las sillas de enea.
Las mujeres, aunque en su mayoría se dedicaban a criar a los hijos y a las labores del hogar, no era de extrañar tampoco que ayudasen a la economía familiar, yendo a coger aceitunas o blanquear las casas. La recogida de la aceituna es algo muy común, ya que abunda mucho en estas tierras y porque hay una cooperativa en el mismo pueblo, aparte de que en aquellos años también había un molino de aceite, el “Molino de la Silla”.
La situación económica requería saber de todo, aunque fuera por un mendrugo de pan, ya que eran años de mucha escasez.


Aún Hablan Con Miedo.- Según mis entrevistados, los años previos a la guerra, fueron de relativa calma. No puedo concretar hasta qué punto esto es cierto, ya que por entonces tenían muy corta edad como para darse cuenta de la situación real.
Otra dificultad que he encontrado al realizar este trabajo es la reticencia de las personas mayores a hablar sobre estos temas. Aún en nuestros días, hablan con miedo y dejan sin contar detalles que, según ellos, es mejor no contar por lo que pueda suceder. A pesar de esto, he reunido bastantes datos como para reconstruir los hechos lo más fielmente posible.
En el momento mismo de estallar la guerra, cuenta Antoñita que estaba en la plaza con otros niños del vecindario y algunas madres que allí reunían, cuando empezó todo el alboroto, los disparos, las tropas. El pánico se reflejaba en los rostros de aquellas mujeres, que cogieron a sus hijos huyendo a las casas mas próximas a refugiares. Según cuentan, hubo gente que el estallido los pilló en otro pueblo y no pudieron regresar.
Dice que, aunque no sabía lo que ocurría, se daba cuenta de que no era bueno. Tenía miedo, todos tenían miedo, fueran niños, adultos o ancianos. Recuerda las largas horas en su casa, reunida toda la familia, en medio de un silencio sepulcral, a la espera de noticias.

La Incertidumbre De Herir A Un Paisano Era Insoportable.- El pueblo quedó bajo dominio de las tropas franquistas, al igual que otras comarcas cercanas. A partir de entonces nada volvió a ser igual. Parecía como si la gente no fuera la misma. Mi abuelo tuvo más suerte que otros y no fue llevado al frente, que por esas fechas ya tenía treinta y un años. Sin embargo un hermano y su cuñado, padre de mis entrevistados, fueron movilizados y llevados a luchar, donde fueron heridos en una pierna y un brazo respectivamente, por lo que se les permitió regresar a sus casas. En el poco tiempo que estuvieron en el frente vieron cosas temibles. La incertidumbre de poder herir a algún hombre del pueblo que estuviera en el otro bando era insoportable. Además, la vida allí era muy difícil: hambre y miseria. Cuenta que su padre y tantos otros, orinaban en los proyectiles, para enfriarlos, debido a las a las temperaturas que se alcanzaban por aquellas tierras.
Muchas eran las familias que veían partir al frente a los más jóvenes, sin poder remediarlo, muchos de los cuales no regresaron. El dolor era compartido por todos y cuentan que fue impresionante como unió a familias enteras.

Mi Abuelo Se Libró De Una Muerte Segura.- Según mi madre y mis tías, mi abuelo era totalmente apolítico. Sin embargo, se lo incluyó en las listas de personas opuestas al franquismo, que eran llevadas a fusilar. Pues bien, lo fueron a buscar y cuando ya lo llevaban al paredón, llegó uno de los jefes del pueblo, que al verlo pregunto que por qué lo habían apresado, porque él lo conocía y sabía perfectamente que no pertenecía a ningún bando. Gracias a su intervención, mi abuelo se libró de una muerte segura. Otros no corrieron su misma suerte.
Numerosos fueron los casos que me han narrado, de hombres que, sin saber a ciencia cierta si eran republicanos o comunistas y, por el simple hecho de que alguien diera un chivatazo, eran apresados y fusilados, dejando mujeres e hijos. Tal fue el caso de un vecino de la calle donde vivía mi abuelo, la calle Triana. La Guardia Civil entró su casa, mientras su mujer estaba de parto, y lo apresó. La mujer se casó de nuevo al cabo de unos años, ya que daba por muerto al primer marido. Pero no fue así. Se oyeron rumores de que había sobrevivido y que iba a regresar. La mujer, como es lógico, se preguntaba qué haría ella con dos maridos.
Otro caso especial fue el de dos mujeres acusadas de ser comunistas, a consecuencia de lo cual les raparon la cabeza y las pasearon por el pueblo para mostrar lo que les podía suceder a todas las de su militancia. Posteriormente fueron encarceladas y una de ellas, que estaba embarazada, tuvo a su hija en la cárcel.

La Gente Del Pueblo Acogía A Los Guerrilleros.- Otros tantos, profirieron huir al monte antes de ser apresados y seguramente fusilados. En esta sierra hubo varios grupos guerrilleros, contrarios a abandonar la lucha, que ofrecieron mucha resistencia al franquismo. Las gentes del pueblo, a pesar de las fuertes represalias, acogían a los guerrilleros cuando por las noches aprovechaban y bajaban por comida. Me contaron que más de una noche estuvieron en la casa con mi abuelo y el resto de la familia. En estas visitas aprovechaban y les informaban de todo lo que sucedía fuera, las novedades. Les hablaron de la reforma agraria que se realizaba en la zona republicana y de otros proyectos que tenían para cuando la guerrilla venciese, algo de lo que se mostraban totalmente seguros. Estas pequeñas veladas daban algo de esperanza a todos aquellos que por miedo acataban el franquismo.
Pero como es de suponer, el mantener contacto con los guerrilleros, estaba fuertemente penalizado, pagándose incluso con la muerte. La Guardia Civil, mandaba contrapartidas por las noches, a los cortijos, en busca de estos guerrilleros que bajaban en busca de comida.
Eran muy conocidas las brutalidades que estos grupos de las contrapartidas realizaban: desde matar a los perros de los cortijos y colgarlos de los árboles, acusando posteriormente a los guerrilleros, hasta maltratar y golpear a las familias que vivían en los cortijos, violando a las mujeres, por el simple hecho de que la zona era frecuentada por los guerrilleros.
C. D. C., Curso 2002-03
Aurelio Mena Hornero Jun 2008 – La comunidad

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