By Joan Spínola -FOTORETOC-

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Villa de Guadalcanal.- Dió el Sr. Rey D. Fernando a Guadalcanal a la Orden de Santiago , e las demás tierras de la conquista, e de entonces tomó por arma una teja o canal, e dos espadas a los lados como así hoy las usa.



sábado, 30 de abril de 2011

MAQUIS A RAS DE SUELO



Raúl del Pozo

EL RECLAMO

Un puñado de campesinos echados al monte por las circunstancias, por la brutalidad de los ganadores más que por convicción, pero con una coartada ideológica que nunca entendieron del todo y bajo el mando de unos jefes que desde sus guaridas ordenaban purgas, retiradas y observaban con altivez el curso de la historia. Esta es en esencia la visión del maquis que Raúl del Pozo desarrolla en El reclamo, la novela con la que ha ganado el Premio Primavera. Una visión desmitificadora, más atenta a las emociones de los protagonistas que a sus gestas resistentes, aunque también con una intención política muy de ahora mismo: la de recordar a “los de la Memoria”, según escribe el autor, que el idealismo y el embellecimiento históricos están llenos de trampas.
Para ello se sirve de un argumento sencillo y cómodo. Un investigador de una universidad de Estados Unidos, llamado Esteban Estrabón, mulato y con un abuelo que luchó en la Guerra Civil con la Brigada Lincoln, se presenta en casa del protagonista de la novela, a orillas del río Paraná, para que le cuente su historia y proponerle volver a los montes en los que estuvo luchando durante la posguerra, “un laberinto verde entre las provincias de Cuenca, Guadalajara y Teruel”. El personaje principal acepta la proposición y junto con su mujer Irene Gretkowska, polaca a la que conoció cuando huía al exilio, y el historiador estadounidense, vuelve a España. Esteban Estrabón tiene un dibujo a tinta china, hecho por el protagonista, en el que aparecen los miembros de su grupo en las montañas, Grande, Gafitas, Bernardino y el hijo del capador.
Con una grabadora en la mano, Estrabón tratará de que le vaya delineando el perfil de cada uno de ellos y su destino delante de una grabadora. Con este planteamiento, el autor traza un monólogo del personaje apenas interrumpido por el americano o por Irene. Su reencuentro con el paisaje montañoso de su infancia es de lo mejor de la novela, con su descripción de las aves y de sus movimientos, que sirven para expresar una visión de la vida campesina. Un elemento que además tiene mucha importancia en la obra, porque la contraposición entre los maquis campesinos que se vieron con el fusil al hombro, sin una noción clara del papel que estaban asumiendo, y quienes actuaban al dictado del Partido de los Fusilados, clarísimo trasunto del Partido Comunista, resulta fundamental.
Los personajes del dibujo van cogiendo cuerpo a medida que avanza la novela. Está el Gafitas, intrigante y conspirador; Grande, la encarnación de la ortodoxia; Bernardino, hijo de la montaña y conocedor de todos sus secretos; o Bazoka, al que el protagonista encuentra muy enfermo en un hospital de las afueras de París. Hay un claro ajuste de cuentas con el pasado en toda la obra y un deje de amargura en la voz del protagonista, que piensa que los maquis fueron utilizados y abandonados, luego recuperados para construir una versión edificante y moralista de la posguerra que, según los presupuestos de El reclamo, no tuvo lugar.
Si se tiene en cuenta la trayectoria de Raúl del Pozo, también se advierte un ajuste de cuentas con su propio pasado, sobre todo en lo que se refiere al Partido Comunista, a su dogmatismo, a sus jerarquías y a su disciplina. Y también conviene subrayar los motivos de la actualidad que se cuelan en la novela: la crítica a los adalides de la memoria histórica y, en menor medida, al Partido de los Cangrejos, léase socialista. En este sentido, quizá al protagonista, exiliado durante décadas, se le pinte con un conocimiento algo exagerado de la situación y con unas ganas de meterse en ella también muy abultadas, como si aquí no mostrara la lógica distancia con España que sí aparece en otras partes del libro.

IÑAKI ESTEBAN

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