Hay un paisaje de pueblos desocupados
de cielo a la deriva,
latifundio de ausencias en un tiempo
que parece no haber existido
Quedan algunas almas purgando
viejas culpas en espiral,
entre la vanidad de amores disipados
que ansían fundirse con el crepúsculo
en un atardecer perpetuo
A fuerza de apegos
he vuelto a buscar viejas emociones
con inútil pretensión de impermanencia,
presagio de los años
que aún me restan en cautividad
Fernando Sánchez Sabido

Hay un paisaje de pueblos desocupados
de cielo a la deriva,
latifundio de ausencias en un tiempo
que parece no haber existido
Quedan algunas almas purgando
viejas culpas en espiral,
entre la vanidad de amores disipados
que ansían fundirse con el crepúsculo
en un atardecer perpetuo
A fuerza de apegos
he vuelto a buscar viejas emociones
con inútil pretensión de impermanencia,
presagio de los años
que aún me restan en cautividad.
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No se ven niños jugando, frente al portal de las casa,
ningún ladrido de perro rompe el silencio que pasa;
solo alguna lagartija, por las paredes se agarra,
dichosa que nada turbe su tímida caminata.
Los senderos de otros tiempos, cubiertos por la hojarasca,
añoran los duros pasos, los gritos y la algazara;
las cabras, ahora no suben por las cuestas empinadas,
ningún pastor con sus gritos una manada acompaña.

En la torre de la Iglesia, durmiendo están las campanas
ya no repican a boda, ningún entierro acompañan;
el cementerio está lleno de tumbas abandonadas,
cubiertas por las ortigas, sin un rezo, ni una lagrima.
Y.....la luna.....por las noches, llora su pena callada,
¡ningún galán miente amores.... a una bella enamorada.
Maru Aparicio Carreño
La soledad es silencio en sus calles y casas,
el viento mece una puerta destartalada.
Las risas de los niños ya no se oyen,
ni los ladridos de los perros,
ni el canto de los gallos, al despertar el alba.
Es como un cementerio; los nichos: las ventanas,
tumbas: las puertas, balcones - sin tiestos, sin flores-.
Un viejo arado -esqueleto al sol- surca la soledad
con su reja oxidada, al paso de su existencia vana.
En la torre de la iglesia un nido vacío;
las cigüeñas han huido de tanta soledad,
de tanto hastío;
la cruz del campanario
medio tumbada, vencida por el descuido.
Las paredes, encorvadas, soportan tejados violados
por lluvias y hielos, por raíces de plantas
que se encaran, insolentes, al cielo.
Las calles -empedradas- con musgos alfombradas,
flores, y huellas borradas...
Fotos tomadas en la Galicia profunda del Camino de Santiago
Rafael Candelario Repisa
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