By Joan Spínola -FOTORETOC-

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Villa de Guadalcanal.- Dió el Sr. Rey D. Fernando a Guadalcanal a la Orden de Santiago , e las demás tierras de la conquista, e de entonces tomó por arma una teja o canal, e dos espadas a los lados como así hoy las usa.



sábado, 12 de noviembre de 2011

Operación Gladio

Portada del libro
MENTIRAS DE LA HISTORIA OFICIAL

Temo causarle un perjuicio a Benjamín Prado al decir que Pérez Galdós, si hubiera tenido en sus manos la materia moral de la postguerra y del presente de nuestro país, habría escrito novelas como Operación Gladio, o como su predecesora, Mala gente que camina, con la que guarda parentesco en primer grado. Salvadas todas las distancias que se quieran en el aparejo retórico, el maestro de ayer y el veterano narrador de hoy vienen a hacer lo mismo. También Prado documenta hechos históricos relevantes, los pasa por el cedazo de la imaginación reflexiva y dispone todo ello dentro de las vivencias privadas de unos sólidos personajes.
La investigación histórica constituye un firme cañamazo de Operación Gladio, pero una novela no es valiosa por los sucesos verídicos que reconstruya sino por la verdad humana de los individuos a quienes directa o indirectamente les afecta. Aquí reside el primer acierto de la nueva obra de Prado, inventar un amplio censo de personas cuyas vidas nos interesan por sí mismas, por su problemática íntima, por sus creencias y sentires, por sus ambiciones y fracasos, por sus firmezas y claudicaciones, pero que, a la vez, incorporan conflictos colectivos. Esos personajes vienen a configurar una imagen cabal del pequeño mundo del hombre, en ellos hay rectitud e intolerancia, sueños y desánimo, valores positivos y negativos.
La existencia particular de esos seres inventados funciona como humus cordial donde crecen los secretos de la historia y brota el bosque de las mentiras históricas oficiales, que es el asunto de fondo de la fábula y cuya revelación y denuncia impulsa la escritura de Prado. El otro acierto global consiste en sortear las hipotecas de la novela histórica mediante una disposición formal que se beneficia de los alicientes proporcionados por la intriga, el suspense, lo criminal, y hasta el dinamismo del relato de aventuras. Esta estratagema se materializa sin que estos recursos despisten acerca del meollo del conflicto, que radica en la necesidad de verificar las sinuosas veredas por donde discurre la historia pública.
El título de la novela declara sin ambigüedades el motivo que sostiene la trama. Benjamín Prado describe algo conocido, la operación que diseñó la CIA bajo ese nombre a raíz de la guerra fría para evitar la expansión comunista y cuyos tenebrosos procedimientos convulsionaron la política europea hasta hace poco. La novela arranca con el trabajo informativo de una periodista, Alicia (nombre de prosapia literaria acaso no ajeno al mensaje de la ficción), el día en que se retiró en Madrid la emblemática estatua ecuestre de Franco. La anécdota engarza con el asesinato de abogados laboralistas de la calle Atocha y enlaza con la huida republicana a Francia en los amenes de la guerra y con la angustiosa recuperación de los cadáveres de las víctimas de la dictadura.
Este diversificado argumento, complejo aunque de seguimiento nada dificultoso gracias a la perfecta soldadura de varios hilos casi independientes, remite a un tipo de literatura comprometida poco practicada durante largo tiempo atrás entre nosotros y hoy en un estimulante resurgimiento. Las diferentes anécdotas confluyen en una reflexión crítica sobre los peajes de la transición y sobre las sombras que el cambio de régimen proyecta en el presente. Prado se muestra beligerante al respecto y se saca la consecuencia, por lo que ocurre en la novela, de que faltan por saldar todavía onerosos réditos. En el propósito del autor está que la materia narrativa, tan amena como revulsiva, provoque el debate y quizás una catarsis.

Revista Mercurio SANTOS SANZ VILLANUEVA

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