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Plaza de Blas Infante de Guadalcanal |
Blas
Infante: Todo por Andalucía
“Andalucía,
la tierra más rica de España esta habitada por los
hombres más pobres de España. Hacéldama, que
quiere decir campo de sangre, se llamó al sitio donde ahorcó
Judas Que sobre el campo de sangre de Andalucía se ahorquen
las traiciones,porque si España entera no se conmueve ante un
desgarro tal, es que España como unidad no existe. Y
entonces, bueno será que pase lo que lo que tenga que pasar y
que caiga quien tenga que caer”
ANTONIO GALA (1981). Historia de
Andalucía. Cupsa Editorial / Editorial Planeta. Volumen VII,
página 378.
Cabe recordar que tal vez
nunca un hombre decida la Historia, pero sí, en muchas
ocasiones, ciertos individualismos juegan un papel absolutamente
determinante en un proceso histórico. Es indudable que Blas
Infante, su vida, su muerte y su obra, es un fervoroso ejemplo.
La biografía de
Blas Infante (Casares, Málaga, 1885; Carretera de Carmona,
1936) se puede resumir en pocas palabras. Su vida es la historia del
esfuerzo por recuperar a Andalucía tanto moral como
materialmente. Una meta muy clara: Andalucía y la personalidad
recobrada como paso necesario para alcanzar el Ideal Andaluz.
Evidentemente, para
reconstruir Andalucía es necesario crear una conciencia
andaluza. Dar a conocer el brillante pasado y compararlo con el
dramático presente. Para la construcción de Andalucía,
aparte de fortalecer el espíritu andaluz, resulta necesario
capacitar al pueblo andaluz para regirse por sí mismo. Las
palabras de Blas Infante lo expresaban: «Es imprescindible
liberar a todos los andaluces del hambre y de la incultura, convertir
al jornalero en agricultor», liberando así las
tierras andaluzas. «En suma, nos caemos crear un pueblo
culto, viril, consciente y libre, capaz de sentir y defender el
Ideal», concluye Blas Infante.
Blas Infante y el
mundo andaluz. Un mundo lleno de injusticias y contradicciones.
Unas injusticias y unas contradicciones inexplicables. Y además
el sentimiento de inferioridad extendido entre algunos andaluces. Una
inferioridad que Blas Infante se propuso combatir, se desprende de
estas palabras suyas: «Me he propuesto sólo defender
a los andaluces del estigma de raza inferior que algunos sobre ellos
lanzan y que aún a veces entre los mismos andaluces se escucha
constituyendo un tópico, por desgracia no poco frecuente.»
Mientras Blas Infante
proseguía con su proyecto integrador y solidario, en la
Andalucía contenporánea a Infante se radicalizaba el
discurso andalucista, y así encontramos el
llamamiento-convocatoria a la Asamblea Regionalista de Ronda en 1918
(la Asamblea en la acordadas la bandera, el escudo y el himno
andaluces), en el que se podía leer: “La dignidad de los
andaluces exige la creación en Andalucía de un pueblo
consciente y capacitado; exige el concluir de una vez, sea como sea,
con los caciques y sus protectores los oligarcas; hay que evitar que
Andalucía siga siendo el país del hambre y la
incultura, la tierra, en definitiva, más alegre de los hombres
más tristes del mundo... Hay que concluir con la leyenda
vergonzosa de la Andalucía de pandereta, vestida de colorines,
esclava de caciques y prostituta de toreros”
Pero el discurso
andalucista radical tuvo un precedente en el Proyecto de Constitución
para Andalucía de 1883, que afirmaba la soberanía de
Andalucía. Además de este precedente hubo una
continuación en el Manifiesto Nacionalista de Córdoba
de 1919. En éste se afirma ya que Andalucía es una
realidad nacional, argumentando la afirmación ni en «ley
natural» ni determinismo histórico alguno, sino
sobre la base de que «una común necesidad invita a
todos sus hijos a luchar juntos por su común redención».
El Manifieslo Nacionalista de Córdoba enlaza,
desarrollándolos, los planteamientos del Proyecto de
Constitución de Antequera en 1883; al promulgar para Andalucía
una «Democracia Soberana y Autónoma». En
momento alguno se plantea la existencia de España como nación,
sino como Estado cuyo centralismo es preciso abolir, ya que «la
España uniformisista nació muerta porque se fundó
sobre las negaciones de los juegos vitales privativos de las
nacionalidades hispanas». Añade sin vacilaciones:
“Declarémonos separatistas de este Estado que, con
relación a individuos y pueblos, conculca sin freno los fueros
de la justicia y del interés y, sobre todo, los sagrados
fueros de la libertad; de este Estado que nos descalifica ante
nuestra propia conciencia y ante la conciencia de los pueblos
extranjeros”. El Manifiesto más adelante sentencia de
manera concluyente: «Rechacemos la representación de
un Estado que nos deshonra.»
En este mismo año
de 1919, y en relación directa con los movimientos sociales
del campo cordobés y con los planteamientos del Manifiesto, es
cuando se escucha por primera vez el grito de ¡Viva
Andalucía Libre, ocasionando entre otras represiones la
clausura del Centro Andaluz de Córdoba y la deportación
de varios de sus miembros por orden del Gobierno que presidía
Maura. Años más tarde, Blas Infante señaló
que: «Eran los tiempos en que el Poder Central hubo de
enviar un virrey contra nosotros: el general La Barrera.»
Volviendo a Blas Infante,
tras este intento de reflejar la situación del movimiento
andalucista más ambicioso en la época de Infante,
podemos decir que la muerte de Blas Infante no acalló, como
seguramente buscaban sus verdugos, el grito legítimo que pedía
libertad para Andalucía. Se mata a un hombre, pero no a una
idea. El propio Infante lo había dicho: «A mí
sólo me está ordenado producir la voz, a Dios le toca
hacerla oir a aquellos que caminan más allá de las
montañas.»
Un hombre, un esfuerzo,
una teoría. Todo va junto al trazar el perfil de Blas Infante.
Por eso cuando la descarga de balas de sus verdugos cobardes ahogó
el grito de !Viva Andalucía libre! !Viva Andalucía Libre!, Blas Infante esperaba que por cada gota de
sangre derramada nacieran nuevas fuerzas para conseguir la libertad
del pueblo andaluz. Por esta razón, ya en 1917 había
predicho: «Si en lucha que hemos emprendido nos sorprende la
muerte, tendremos la íntima satisfacción de haber
cumplido con nuestro deber.»
Revista de Feria 1992.-
David Cabezas Bernabé
(Bajo documentación
extraída de los textos de los historiadores Juan Antonio
Lacomba y Manuel Ruiz Lagos publicados en la revista «Andalucía-9»,
en noviembre de 1985, y del articulo «La nueva búsqueda
de la Identidad (1910-1936)», de Isidoro Moreno Navarro
perteneciente al VII volumen de la «Historia de Andalucía,
de Cupsa Editorial/ Editorial Planeta.)
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