By Joan Spínola -FOTORETOC-

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Villa de Guadalcanal.- Dió el Sr. Rey D. Fernando a Guadalcanal a la Orden de Santiago , e las demás tierras de la conquista, e de entonces tomó por arma una teja o canal, e dos espadas a los lados como así hoy las usa.



sábado, 12 de septiembre de 2015

Inicio, auge y decadencia de las minas de Guadalcanal 72


El asentamiento de los trabajadores

Un colectivo de tal magnitud reunido en torno a la explotación generaba una cantidad muy importante de necesidades de vivienda, abastecimiento y asistencia sin precedentes  en España. El yacimiento minero estaba situado a una distancia de aproximad cinco kilómetros del casco de la villa, lo que trae como consecuencia la formación allí de un poblado minero ex novo y el que las actividades de la explotación incidan mucho menos en la villa andaluza, que nunca se convierte en una “ciudad minera”, que Almadén, núcleo que debe su existencia a la mina.
Aunque fuera durante un período corto de tiempo —solamente diez años—, una fuerza de trabajo de en torno a 500-700 hombres, que en determinados momentos superaban los 1.000 e incluso los 1.300, suponen una aglomeración cercana a las 3.000 personas, muchos de ellos estaban acompañados de su familia y administrativos, técnicos e incluso guardas, disponían de un servicio, a veces numeroso. Además, los servicios, abastecimiento y transportes requerían un colectivo numeroso de personas que los desempeñen amén de
“infinitos bodegoneros, vivanderos y alcahuetas que cometían muchas usuras encareciendo los mantenimientos” 115
La mayoría de esta aglomeración —excluidos los trabajadores avecindados en propia villa de "Guadalcanal" vivían en un gran poblado de chozas situado fuera de las tapias que delimitaban la explotación, construidas con paja y barro y en las que el fuego hacía presa con facilidad y frecuencia, algunas veces intencionadamente, como en el caso de buhoneros y vendedores, a quienes la propia administración de la mina incendia  sus chozas y les obliga trasladar su residencia al otro lado del arroyo. Los técnicos, vigilantes y destajistas habitaban en verdaderas casas, situadas en la zona de explotación, en las que disfrutaban de un espacio útil no demasiado reducido para la época —tres guardas, uno ellos casado, compartían una vivienda formada por 6 piezas—. El personal de la admiración habitaba un conjunto de casas formadas por más de 80 piezas, de las que el mayor inconveniente era su situación en plena zona de trabajo, exactamente en el gran corral donde se efectuaban las operaciones metalúrgicas.
La mayoría de las viviendas se construían de un material tan fungible que en 1576, cuando se efectúan los inventarios para la enajenación de las instalaciones, no quedaba rastro alguno de las destinadas a los trabajadores. Sí permanecían, sin embargo, las destilas a técnicos y oficiales, junto con todas las instalaciones de la mina, que componían conjunto de gran extensión al que, con una enorme dificultad, hemos podido reconstruir en plano a base de las informaciones documentales, ya que una visita en la actualidad al lugar de las minas no permite descubrir rastro alguno de las antiguas instalaciones, salvo las entradas de las galerías y pozos y algunos restos de lavaderos de mineral construidos en los intentos de reexplotación que se efectuaron el siglo pasado.
Toda esta población se abastecía de agua en una pequeña fuente situada junto a las instalaciones fabriles, pero que
“falta en el verano, aunque bien cerca tienen agua (en el arroyo) de donde sienpre se ha proveido esta fábrica” 116
En torno a tan gran concentración poblacional se desarrollaron todo un conjunto de actividades auxiliares generadas por ella y por la propia actividad productiva de la fábrica. El orden público se aseguraba mediante la existencia de la cárcel, a cuyo cargo estaba un alcaide, funcionario de la administración a las órdenes del administrador y del juez 117 y necesidades de esparcimiento por la existencia de unos bodegones 118 que constituían el punto habitual de reunión de los trabajadores fuera de los turnos de trabajo. En febrero 1556, informaba Zárate:
“estas minas, como está dicho, están a una legua de Guadalcanal y por residir en ellos mucha gente han algunos puesto allí bodegones y hecho chozas para ellos donde residen de ordinario, y por la sospecha que había de que se hazían hurtos de metal, se proveyó que los dichos bodegones se alejasen de las minas y ansí lo mudaron algo lejos de ellas, de la otra parte del arroyo que pasa cerca de ellas y tanbién está proveido que los visiten muy a menudo para excusar los hurtos e fraude de los metales”.

En ellos prohibida la práctica del juego y la estancia de vagabundos, pero la reiteración machacona de órdenes recordando la prohibición indica .claramente que se trataba de una práctica habitual; como lo era también la prostitución, que no era perseguida y estaba prohibida sólo en el recinto de las minas, posiblemente más por razones laborales que por imperativos morales. Ejercían como prostitutas con frecuencia las propias esposas jóvenes de los trabajadores de la mina. Para las posibles necesidades de aquellos que residieran transitoria o eventualmente en la mina, la administración de ésta construyó un mesón que luego adjudicó por contrata al mejor postor 119          
La mina generaba igualmente toda una serie de actividades auxiliares que empleaban a un número muy considerable de trabajadores. La elevada cantidad de herramientas utilizadas en la mina precisaban de la existencia, en el momento de mayor auge productivo de cuatro herrerías trabajando a pleno rendimiento, que de igual forma funcionaban cinco carpinterías 120
«en casi ninguna otra cosa entienden, sino en calar de azero y amolar los instrumentos, y aún no dan abasto»;
El transporte era, también una importante actividad generadora de empleo. Tanto para el abastecimiento de plomo, leña, madera y carbón, principales artículos de consumo en la actividad productiva de la mina, como para el envío de la plata producida a Sevilla se empleaban carretas tiradas por bueyes y mulas, si bien la aspereza de los caminos obligaba en muchas ocasiones, especialmente en invierno, a sustituirlas por el acarreo a lomos de los propios animales. Del estado de los caminos de acceso da idea el que cuando el técnico alemán J. Wittenberger llega a las minas en 1556 procedente de la Corte, el administrador se ve obligado a enviarle a buscar a Llerena con tres cabalgaduras, porque “entendió que las postas no podían llegar con él a las minas”. Algo se solucionó después el mal estado de los accesos en un amplio radio en torno a la fábrica, mediante la aplicación a su arreglo de una parte de las penas pecuniarias impuestas por el juez de las minas.
Al cargo del servicio de transporté había un maestro carretero a cuyo cuidado se encontraban 128 bueyes y un número  indeterminado de acémilas 121. Dado que existían ocasiones puntuales en que era preciso un incremento del transporte se recurría entonces alquiler de los servicios de arrieros profesionales, lo que encarecía extraordinariamente el costo de los portes ya de por sí muy elevados en la época. Esta falta de autonomía de las propias empresas mineras para efectuar el transporte recurriendo a sus propios medios llevó en ocasiones a graves problemas de abastecimiento de artículos esenciales, caso por ejemplo de 1570, en que por motivo de la rebelión de los moriscos en las Alpujarras se embargaron todas las recuas de arrieros que recorrían la mitad sur del reino y la dirección de las minas se encontró sin posibilidad de efectuar transportes, si bien consiguió del Rey la consideración de caso especial l22. 

115 Cfr. GONZÁLEZ, T.: Noticia histórica..., vol. I, p. 367.
116 A.G.S. Consejo y Juntas de Hacienda, Leg.° 265, s.f.
117 A.G.S. Escribanía Mayor de Rentas, Minas, A.G.S. 8, fol. 2.
118 Respecto a los bodegones, escribía la Princesa Gobernadora a Zárate en Febrero de 1556:
“En los bodegones que hay para bastimento de la fábrica, debéis mirar y prover que no les pueda dar ninguna parte de los metales y hazerlos requerir y visitar muy a menudo, apercibiéndoles que si les hallare qualquier cosa dellos, por pequeña que sea, han de ser castigados, y dareis orden que estén arredrados de los pocos y fundiciones y lavaderos, y de la casa donde se han de guardar los metales”.
Cfr. A.G.S. Contadurías Generales, Leg.° 3.072, s.f., carta de la Princesa Gobernadora a los oficia Guadalcanal, de 24 de febrero de 1556. Sobre bodegones, cfr. A.G.S. Escribanía Mayor de Rentas.  Minas, Leg.° 1, fol. 10 y A.G.S. Consejo y Juntas de Hacienda, Leg.° 28, fol. 52. Sobre prostitución este último y A.G.S. Consejo y Juntas de Hacienda, Leg.° 31, fol. 46; escribía el entonces administrador  Diego López:
“no hay ni ha habido en el recinto de las minas) sino mugeres casadas y tan grandes bllezas  que a los negros creo rogaban ellas".
En el recinto minero no se ha permitido presencia de mujeres de dudosa reputación ajenas a los trabajares:
“sepa vuestra merced que vierto no hay ni ha habido muger en estas minas soltera ni casadas  con marido ausente ni ninguna que tal alcahuetería hubiese menester, porque las que ha habido y hay son mugeres de trabaxadores viejas y algunas mozuellas casadas tan grandes bellezas cuanto se puede encareszer”.
Cuando el juez de las minas castiga a la picota por alcahueta a una morisca mujer de un indio trabajador, de la explotación, el administrador le desautoriza.
Otros servicios auxiliares de las explotación en A.G.S. Consejo y Juntas de Hacienda, Leg.° 61, fc
En relación con la vivienda, la anarquía de instalación inicial de los trabajadores se intentó solución mediante la asignación de un lugar y la confección de una especie de plan de urbanismo que raciono el asentamiento; en la instrucción a Zárate de mayor de 1556 ya se realizaban estas previsiones:
“que haga pasar con toda brevedad todas las chozas de los trabajadores que al presente las minas ha lugar que le tengo señalado y le rreparten los sitios uno a uno y lo mismo con los que de nuebo vinieren”.
Igualmente, se reglamenta el asentamiento de las actividades destinadas al solaz de los trabajadores “Que quite luego los bodegones y tabernas de donde están y dexando solamente los que les paresliere ser nescesario para probeher la gente que anda en las dichas minas, les señale que ansy an de quedar sitios donde se pasen en la parte donde tengo señalado. (...) Otro: ninguno tabernero ny bodeguero ny otro ninguno oficial ny mugeres alcahuetas ny otra ni persona fuera de los que tienen cargo y officio en las dichas minas y trabajan en la labor no pueden estar ny. rresidir (...) sino fuere teniendo para ello licencia";
A.G.S. Patronato Real, Leg.° 26, fol. 158.
119 A.G.S. Escribanía Mayor de Rentas, Minas, Leg.° 1, fol. 2.
120 Cfr. A.G.S. Estado, Leg.° 113, fols. 29 y 30. A.G.S. Diversos de Castilla, Leg.° 46, de GONZÁLEZ, T.: Noticia histórica..., vol. II, pp. 216-217.
121 En 1561, ante la necesidad de incrementar el acarreo de maderas para la construcción de edificios, entibación y demás obras de las minas se compran en Anoche y El Cerro (tierra de Sevilla), 50 bueyes a n precio de 6.500 maravedíes cada uno, operación que asciende a un total de 325.000 maravedíes; cfr. González, T.: Op. cit., vol. II, pp. 84 a 86. En 1564 había 28 acémilas y 4 mulas "no acierto a entender a distinción", que se habían comprado en la feria de Villalón. Al igual que para el transporte, también rara mover las máquinas se alquilaban acémilas, aunque por parte del administrador se aconsejaba que, lada su carestía "de 187 a 238 maravedíes diarios, sensiblemente más que un trabajador" y su menor eficacia se invirtiera en la compra de las necesarias:
“Animismo conviene que las bestias que traen los yngenios sean de V.M. porque las de particulares ganan muchísimo y hazen muy poco de andar aprisa o a espacio se pierde lo que no podrá V. Magd. creer. Debría mandarse enviasen dos docenas de azémiles porque las que se hallan alquiladas vienen tarde y vánse tenprano y son menester a todas oras y una que falten se pierde más que vale”;
cfr. A.G.S. Consejo y Juntas de Hacienda, Leg.° 120; Leg.° 52, fol. 90; Leg.° 31, fols. 43 y 62.
En 1563, la mina vendió en las gradas de Sevilla 8 acémilas y 4 mulas, 2 de ellas a 22.500 maravedíes cada una; 2 a 12.250; 1 a 15.000 y 2 a 10.500. Las 4 mulas se vendieron en 15.513 maravedíes cada una.

122 A.G.S. Consejo y Juntas de Hacienda, Leg.° 103, fol. 12.

De Minería, Metalúrgica y Comercio de Metales
Julio Sánchez Gómez
 

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