By Joan Spínola -FOTORETOC-

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Villa de Guadalcanal.- Dió el Sr. Rey D. Fernando a Guadalcanal a la Orden de Santiago , e las demás tierras de la conquista, e de entonces tomó por arma una teja o canal, e dos espadas a los lados como así hoy las usa.



miércoles, 23 de septiembre de 2015

Mi pueblo blanco

Y ¿dónde.., dónde fué mi niñez?

A veces unas simples frases, unas canciones o poemas te hacen reflexionar sobre la existencia que se te escapa de las manos como porciones de vidas encerradas en un frágil vaso de experiencias, en la soledad de mi recorrido casi diario por las calles de Guadalcanal cuando estoy allí de vacaciones, caminando lentamente para impregnarme de recuerdos de un pasado en blanco y  negro,  oigo a Juan Manuel Serrat en mis cascos, se me queda grabada la frase “Y ¿dónde, dónde fué mi niñez?,  vuelvo al principio del poema y empiezo a seccionar frases y estrofas que se asimilan a mis primeros años de vida en Guadalcanal, aquella vida que recuerdo con fotos  que se me antojan desenfocadas, acontecimientos y vivencias sucedidas  antes que la diáspora de la emigración de los sesentas del pasado siglo me robara mi niñez para encuadrarme en el perfil de una gran metrópoli extraña y hostil para un niño que aun no había tenido la posibilidad de elegir su futuro o sus compañeros de juegos…


Calle Minas.-
Tenía diez años y un gato peludo, funámbulo y necio, que me esperaba en los alambres del patio a la vuelta del colegio
En aquellas calles empedradas con olor a cocido y sabor a libertad se quedó parte de mi inocencia, mezclada con la goma de los zapatos gorilas que cada invierno heredaba de un primo mayor, cambiando una bonita escuela en la calle Camacho y un patio aun si cabe más hermoso en Santa Ana por la inmensidad de lo impersonal y extraño  
Barrio de Santa Ana.-
Era un bello jinete sobre mi patinete, burlando cada esquina como una golondrina, sin nada que olvidar porque ayer aprendí a volar…,
Y no volé, simplemente…, emigramos, un doloroso adiós, un tren de tercera, una vieja maleta y un adiós a la infancia precoz, que con nueve años me hicieron mayor, ¿dónde.., dónde fué mi niñez?...
Y en Madrid pasaron los años…
Mi madre crió canas pespunteando pijamas, mi padre se hizo viejo sin mirarse al espejo…
Sigo caminando por las blancas calles de mi pueblo cándido de color en las paredes, calles vacías de melancolía y repletas de nostalgia, y pienso… aquí, aquí quedo secuestrada mi niñez… 
Otra canción, otro poema canta el mismo autor, salté a mi adolescencia sin olvidar aquel pueblo claro de luz y limpio de corazón…


Colgado de un barranco duerme mi pueblo blanco, bajo un cielo que, a fuerza
de no ver nunca el mar, se olvidó de llorar… 
Este pueblo que tanto sufrió en aquellos años siniestros el abandono involuntario de sus hijos, al que se le vaciaron colegios, le llenaron sus calles de ausencias, no se le olvidó llorar…
Me detengo en la puerta de la que aquí fue mi última escuela, trato de razonar porqué mi familia como tantas otras  tuvo que abandonar nuestro hábitat natural, empezar una nueva vida en tierras extrañas, insólitos trabajos, ajenos colegios, letras intrusas agregadas a  nuestro particular vocablo, za, ze, zi, zo, zu…
Quiero olvidar aquel pasado, quiero disfrutar este presente, quiero fundirme  de nuevo en el viejo empedrado de la calle Minas, reencontrarme con mis amigos, pero, ¿donde, donde están mis amigos de la niñez ?...
Escapad gente tierna, que esta tierra está enferma, y no esperes mañana lo que no te dio ayer, que no hay nada que hacer…

¿Por qué hay que volver a escapar?, esta tierra no está enferma, hoy quiero recuperar las sensaciones que deje impregnadas en las calles aquel ayer, porque hoy es el mañana, ¿me siento nuevamente niño?, ¿será que estoy recuperando el ayer y si,  si algo hay que hacer…?
Ausencias, soledades, recuerdos… me llevaron inevitablemente al final de la calle  Cervantes, otro cambio de mí niñez, ya no existe aquella centenaria casa de mis abuelos paternos, me detengo frente  a la calle Juan Pérez para recordar el viejo postigo que daba a la parte trasera de la casa por el enorme corral…, que horror ya no existen, la casa, el corral, la vieja puerta, ahora todo es nuevo, distinto, impersonal…
Ello me hace repasar, poner en orden mis pensamientos  y sentarme en un umbral del  pequeño jardín que hay  justo enfrente  y reconstruir con recuerdos y vacios cualquier conversación  que bien se podría haber originado a la sombra de la higuera de aquel corral con mi abuelo Frasco, en aquel hermoso pueblo, en aquella vieja casa blanca de un enorme corral y un viejo postigo, muchas palabras y frases lamentablemente desaparecidas de nuestro peculiar diccionario de la Sierra Norte y que hoy las generaciones posteriores no conocen y necesitan traducción.

Hola abuelo,
 Hola canete (niño de pelo claro, casi rubio)  ya vienes de la escuela, entra por el corral que abuela esta algofifando  el saguán (fregando el suelo de la entrada a la casa), yo le he ayudado dando un baleo (barrer, limpiar) a la cosina y barriendo la puerta del postigo que estaba llena de cagarrutas (excremento de ovejas).
¿Qué tal te ha ido hoy gorriato (gorrión) en la escuela?,
vengo arrengao (cansado) con la talega (bolsa  para portar alimentos) de pan,
he tardado un poco más de la cuenta, la panadería estaba atente bonete (llena, a rebosar).
¿Has visto a tu prima Fali que viene hoy a comer?,
No abuelo, ya sabes que se queda siempre de bolín bolán (entretenida)  con las amigas?
¿Qué comemos hoy?, gasapo con chícharos (conejo con alubias),
sabes, le ha dado una alferesía (ataque) a la coneja parda y le he dado un garrotaso (golpe con el bastón), a tu abuela le ha causao un bochinche (disgusto), dise que la parda  estaba criando y era un animal muy cariñoso.
¿Sabes cuando viene mi padre de dómia (pasar unos días en el campo trabajando)?,
Creo que el domingo, antié (anteayer) mandó La Mora (burra de mi padre) con las angarillas (serón para llevar cosas en las caballerías) con  Juanillo el porquero (cuidador de cerdos) para que tu madre le lavara el jato, la chambra y la jaqueta (ropa de campo).
Abuelo, esta tarde he quedado con mis amigos para echarnos una luria (defenderse a pedradas) con los de Santana.
Ten cuidao  gorriato no vengas con alguna pitera (herida) en la cabesa…

Qué bonito era el seseo que me hizo perder D. Cirilo, mi primer maestro en el colegio Onésimo Redondo de Madrid, que peculiar  aquella jerga casi olvidada que fluye de nuevo en mi particular diccionario.
El ruido de un coche, inevitable sonido estridente de los tiempos modernos me saca de mi abstracción, vuelvo a la realidad, me siento bienaventurado y con una extraña paz interior, pienso… ahora si  he contestado a mi pregunta,  ¿dónde.., dónde fué mi niñez?...
Aquí he recuperado mi niñez.

Rafael Candelario Repisa
Guadalcanal, verano 2015



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