By Joan Spínola -FOTORETOC-

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Villa de Guadalcanal.- Dió el Sr. Rey D. Fernando a Guadalcanal a la Orden de Santiago , e las demás tierras de la conquista, e de entonces tomó por arma una teja o canal, e dos espadas a los lados como así hoy las usa.



miércoles, 18 de mayo de 2016

Añoranzas de Guadalcanal

¡Cuánto han cambiado las cosas desde aquel entonces!

La reproducción de este viejo artículo es un homenaje a D. José F. Titos y a su academia y aquella generación maravillosa que lamentablemente y por el ciclo de los años nos dejó, Rafael (Electrovira) que nos enseñó a muchos a amar nuestro pueblo y su historia, a Pelito que fue el alma mater durante muchos años de nuestro Guadalcanal C.D, al Nene por sus clases doctorales sobre la banda de música de Guadalcanal y a tantos otros, cazadores furtivos, organizadores de interminables  giras gastronómicas, etc., etc. 

Hay nombres que se gravan en el alma como a fuego, dejándola marcada indeleblemente para toda la vida. Así se gravó en aquel mi corazón de joven de Maestro-Escuela el nombre de Guadalcanal, cuando allá por los años sesenta, llegara a él como Propietario definitivo. No sería extraño pues que hoy mi pluma de hombre agradecido se desbordara en estas añoranzas. ¡Fueron tan deliciosos aquellos años que yo pasara entre tan buena gente...! ¡Aquellos inolvidables años, ejerciendo mi sublime misión, tratando de convertir 'a aquellos avispados chavales en los hombre de bien que son hoy!
Mi sangre me costó, desde luego que sí, pero... ¿y qué? ¡Bendita mil  veces aquella sangre virginal de mi juventud, que yo dejara allá para siempre, ya que, aparte del fruto que diera, este nobilísimo pueblo me lo supo pagar de esa manera sólo saben hacerlo los pueblos, que como él, tienen el corazón tan inconmensurable como sus mismos horizontes, y un alma tan tersa como su mismo cielo.
¡Gracias, muchas gracias, Guadalcanal!
Todo dulce recuerdo que se añora, por dulce y por recuerdo precisamente, implica de una manera inevitable una tristeza, Pero yo no quisiera en mis añoranzas de hoy, contagiar a mi pluma de ese endémico mal de poetas, que se llama melancolía; antes bien, quisiera darle un tono festivo y jubiloso. ¿Lo conseguiré..? ¡Vamos a ver!
La verdad es que no sé ni por dónde empezar. Es tal el aluvión de entrañables recuerdos, que en estos momentos acuden a mis ojos...
La representación de «Misericordia» en aquel viejo Cine de la calle de don Alfonso (q. d. p.) y que tan artísticamente engalanaran para tal efemérides. Manolo y Rafalito. ¿Te acuerdas, amigo Electrovira, de aquel explosivo ¡”Ay, Rio Manzanares”! en aquella delirante salida a Escena de aquellos consumados actores llamados Francisco el de Pedro Rivero, Agredano, Daniel Herce, Paco Valenzuela, Carbajo, Paquito Mantrana... etc. malgastando la Hacienda del Hijo Pródigo…
... ¡Y aquel bucólico Chorreón por Abril, que es cuando el campo florece y comienza a subir el pez! Aquel Chorreón de aguas cristalinas y encajonado por las sublimes sierras de Guadalcanal, y al que llegábamos a trancas y barrancas, atrochando por senderillos ovejiles en los borricos, que los Crespos nos deparaban  o después en la Vespa con Félix el del Estanco como paquete. ¡Menudo a que estaba hecho este Félix ya por aquel entonces!
...Y aquel norteño de pro, Don Víctor (q. p. d.), cuando me salió al encuentro  a arrebatarme la maleta, una vez que yo, vencido por elementos extraños, me dirigiera totalmente decidido en busca de la Camioneta de Carmelo, pensando en mi Granada, ¡Ay, aquellas Romerías de la Bendita Madre de Guadalcanal...! ¡Esa Virgen que es la más bonita del mundo y que se llama Guaditoca...! Aquellas  Romerías, aún no motorizadas, caminado romeros tras Ella, que es como Dios  manda ¡qué caramba!, o a lomos de un borrico orejón o sobre un corcel o menos brioso, y siempre aureolados por esos vítores o rezos, salidos del Alma entre ese perfume indescriptible de la sierra y esa bizarra cantinela de los “reclamos de cañón” y el “titeo” de los “pájaros” de las hormigas o de los retamales.
...Y aquel borriquillo de escasos días, que de lindo parecía de juguete y que nosotros sacrificáramos en la Venta Antonio Blandez, para una jarana nocturna de amigos, y que a la mayoría nos cayera en el estómago como un rayo.
...Aquellas temibles “cuerdas”, formadas por aquellos jabatos de Pitoto, Pepe y Luis Corvillo, El Nene, El Portugués, Julio, El Porro, Cruchef etc. etc., que atrochando como lebreles, se bebían esos “Judíos”, esos Peloteros, esos Molinillos.., o aquellas Chirivías incluso, como un vaso de agua detrás de las  perdices. Y el grito de la “mano alta” ante una perdiz descolgada de los infiernos ¡”Ahí va esa perdigalla hablando con Dios”!, y Luis, siempre en su sitio, que le adelantaba la escopeta y la cortaba como una tanga.
Aquellas cacerías fuera, de ley en mi Lanzallamas (que es como Pituto me bautizara al (“seitas”), que como un tanque ruso, con una del “doce por cada dila, en busca de las gitanonas”. Ni me avergüenzo, ni me arrepiento de aquello. No lo hacía por mí, bien lo sabe Dios. Había que ganar el jornalillo como fuera, y muchas veces, como no fuera así... ¿A que sí? Y es que desgraciadamente, la cacería, por aquel entonces, no era una devoción sino una obligación ¡Y qué obligación, Dios mío!
...Y aquellas noches de llovizna con el bueno de Pelitos, que era un auténtico  súper as encarándose la de “plomillos”, en busca de esas malas piezas son los gorriatos por Trapajarropes o El Charco Lazá, ¡Cuánta gracia me hacia este Pelitos, cuando, oyendo el gorrioncillo dar con su huesos en tierra, exclamaba indistintamente: ¡Talegazo al canto! ¡Vaya petacazo que pegó el tío! ¿Recuerdas, Pelitos, aquella noche en San Miguel, que por pocas si morimos en acto de servicio...? ¿Y aquella otra noche en que tuve que convencer al Cabo de que veníamos de ranas...,
... ¡Cuántos Recuerdos tiene uno también enterrados en ese Cebollino de nuestra alma! Aquellas tardes perdiendo las pestañas detrás de las cartas para ventilarse quince o veinte pesetíllas en el “burro” o en la “picá”, o temblando, emoción cuando Viruli se decidía a echarse “un solo a la desesperá”.
...¡Y aquel venenillo de la “jaula”! José María El Pescaero, relampagueando calleja en calleja, para escapar por el Cotorrillo, o Manolo Corvillo con el “delito” sobre las espaldas o camuflado en el seroncillo de la moto, procurando evitar a los de la “cresta de charol”, escapando por el Callejón de las Escuelas hacia la Sierra del Agua, o el mismo Pepe Hidalgo —después redentor de nuestros furtivismo— atajando con Cacharreta por Judío o Ricomacho con el Murillo o El Almería escondidos donde sólo Dios y él sabían, y siempre bajo tutelar y experta dirección de ese catedrático de la cinegética, que se llama Pituto. ¡Cuánto han cambiado las cosas desde aquel entonces! A pesar de todo, Aquello tenía su encanto ¿verdad, amigo Pepe? Le pregunto a ese Pepe, que Pinto llama de “vocación tardía”. Pero que —y dicho sea de paso— nada de eso de vocación tardía, ya que este Pepe fue un mosquetero más en la brecha durante aquellos tiempos tan difíciles.
...Aquellas alegres vísperas de San José, durante las que mis alumnos tenían verde para el cigarrillo, la copita demás de anisados de Cazalla y el baile hasta las tantas en la Academia.
...¿Y aquello...? ¿Y esto otro...? Total para un libro así de gordo.
¡Guadalcanal ¡Cuántos entrañables recuerdos me evoca ese bendito Guadalcanal!

José Fernando Titos Alfaro

Revista de Feria de 1978

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