By Joan Spínola -FOTORETOC-

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Villa de Guadalcanal.- Dió el Sr. Rey D. Fernando a Guadalcanal a la Orden de Santiago , e las demás tierras de la conquista, e de entonces tomó por arma una teja o canal, e dos espadas a los lados como así hoy las usa.



sábado, 9 de julio de 2016

Inicio, auge y decadencia de las minas de Guadalcanal y 94

EPILOGO 

A lo largo de tantas páginas hemos ido asistiendo al despertar del control y la reglamentación de la minería, proceso que aparece durante el reinado de los Reyes Católicos que es la culminación de una marcha que se había iniciado en el siglo XIII dirigida a la relación del subsuelo como derecho privativo de la Corona, pero que sólo pasa de la las disposiciones a la realidad de los hechos cuando la Realeza comienza a sentirse sufrientemente fuerte como para llevarla a la práctica. Este proceso abarcará prácticamente todo el siglo XVI
La primera mitad del 500, época de atonía en la actividad minera, se caracterizará por progresiva cesión del uso y la posesión de las reservas metálicas a la oligarquía burocrática nobiliaria hasta llegar a abarcar la práctica totalidad del reino, manteniendo el Monarca unos más bien teóricos derechos de propiedad y la reserva de una parte de la producción en concepto de reconocimiento fiscal de esos derechos.
La conjunción de las influencias centroeuropea y americana, del interés de los Fugger y de los eventos fortuitos: el descubrimiento del proceso de extracción de plata por medio de azogue y el hallazgo de la mina de Guadalcanal producen un giro sustancial en el devenir de la minería al filo de la mitad de la centuria. La Corona toma conciencia entonces de las posibilidades de ingresos que le ofrece el sector y por una parte invierte en él importantes recursos, mientras por otra se dedica a una revisión legislativa tendente fundamentalmente a controlar de forma más estrecha los recursos minerales. Pero la concepción regaliana lleva a la Real Hacienda a considerar las explotaciones de particulares como una especie de cesión, un contrato de compañía en el que la Corona participa beneficios pero no en los gastos, con lo que aplica unas retenciones sobre los beneficios de los empresarios realmente desmesuradas. Ello unido a la .conjunción de las influencias deslumbradoras de Guadalcanal y de la floreciente minería argentífera americana hacen centrarse el objetivo de los interesados en la minería únicamente en la búsqueda de oro y plata, dos minerales de los que los recursos en el subsuelo hispano son pobres y el segundo además se halla en un proceso de progresiva depreciación. Ello acarrea el fracaso del amplio movimiento de interés por la minería que se produce en la década de los 60.
La minería entre 1560 y 1570 va a definirse por el contraste entre un sector de explotación real en el que se produce una fuerte inversión, una importante renovación técnica y una organización de la producción caracterizada por la división del trabajo y la escisión entre este y el capital y un sector privado en el que las transformaciones son mínimas o a la primera mitad del siglo.
A fines de los años 70, la Corona constata el fracaso de la incorrecta política seguida  hasta entonces. El reino no produce metales preciosos, pero además se ve obligado                                          a  importar la mayor parte de los metales útiles que demanda, salvo el mercurio. Se impone un cambio de rumbo y de éste es principio la nueva legislación y reglamentación de 1583, punto de partida de una nueva política minera más volcada ya hacia el mejor conocimiento de las posibilidades del país y la explotación de minerales hasta entonces poco apreciados —cobre, estaño, azufre—. El período que se abre en los años 80 inicia ya cualitativamente diferente. La Corona pone fin a la asfixiante política intervencionista de gestión directa de los yacimientos por la administración real y sólo de forma por particulares y de fiscalidades extorsivas y da paso a una acción de mayor iniciativa privada.
Por otro lado, el atraso técnico que caracterizaba a la minería de los años 50 se había superado con la recepción de la tecnología alemana, de la que España serviría en dirección a las colonias americanas, mientras que en el campo de la metalurgia, el contacto de las experiencias centroeuropeas y americanas, produce un bagaje propio que, a pesar del evidente atraso en campos como el de la fusión del cobre, capaz de hacer frente a problemas específicos de los minerales peninsulares y correcta aplicación del procedimiento del mercurio, desconocido en la Europa central hasta doscientos años después. La forma de hacer frente a los ensayes o el propio lenguaje que usan los mineros y metalurgistas de fin de siglo, revelan un salto cualitativo que en 1600 respecto al panorama de 50 años antes. La época de Jerónimo de Ayanz o de Córdoba Canales abre una etapa en la que la técnica española, punto de encuentro entre Centroeuropa y las colonias, adquiere autonomía y personalidad frente a la alemana
Los resultados, sin embargo, se harán esperar y pasará tiempo antes de que comience a producir plomo en cantidades tales que Castilla deje de ser un país importador y en Hellín se extraiga azufre en cuantía bastante como para que el reino pase de ser netamente importador a exportador. El talón de aquiles, y ello todavía por centurias será el cobre, del que España seguirá importando durante los primeros cincuenta años del siglo XVII casi el 100 % de sus necesidades.
 La revolución de 1550-1560 sirvió para elevar extraordinariamente la producción de plata sólo durante diez años; poco después, todo se había convertido en humo. La de 1580, mucho menos espectacular, sentará las bases para hacer de España un país con una producción interna, si no extraordinaria, sí al menos notable de varios minerales útiles.
Pero la transformaciones de 1580 no se hubieran podido producir sin el precedente de las de 1550-60, que abren la puerta de las transformaciones técnicas que van a posibilitar aquella. 

De Minería, Metalúrgica y Comercio de Metales
Julio Sánchez Gómez
  

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