By Joan Spínola -FOTORETOC-

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Villa de Guadalcanal.- Dió el Sr. Rey D. Fernando a Guadalcanal a la Orden de Santiago , e las demás tierras de la conquista, e de entonces tomó por arma una teja o canal, e dos espadas a los lados como así hoy las usa.



sábado, 5 de diciembre de 2015

Inicio, auge y decadencia de las minas de Guadalcanal 78

La mina y su entorno 1

Averiguar el impacto real que sobre la villa de Guadalcanal y las vecinas produjo la aparición y el posterior desarrollo de la explotación minera, requeriría la posesión de los datos de los que carecemos. Sin embargo, sí es posible llegar a una aproximación a través de testimonios de carácter indirecto.    
La zona en que está asentada la población de Guadalcanal ha sido considerada tradicionalmente pobre desde "el punto de vista agrícola; montuosa, agreste, de difícil comunicación más fácil hacia Extremadura que hacia lo que era su mercado habitual, Sevilla—, poco poblada 141, con una actividad agraria deficitaria, que obliga a importar artículos alimenticios. Desconocemos datos que nos indiquen si existía una actividad ganadero-artesanal que apenara las deficiencias de la anterior y supusiera un medio de la vida suficiente para los habitantes serranos. Desde luego, existía, ya que en memoriales que envía el Concejo; la villa se alude a viñedos y ganados, si bien el hecho de que cuando se decide tener un año propio en la mina para alimentar a los esclavos haya que acudir a Zafra no parece abonar la existencia de unos recursos ganaderos significativos, así como la constante compra de telas para vestir a los negros en Sevilla inducen a pensar que si había alguna actividad implantada, ésta no era la textil. El aprovechamiento de los productos del monte corta de leña y madera de mediana calidad, propia del bosque mediterráneo, elaboración carbón— y el acarreo —recordemos las 200 carretas de Constantina— para su venta en el gran mercado sevillano, daba de comer a una parte de la población. Pero esta actividad no debía resultar suficiente, por cuanto los informes hablan continuamente de pobreza y necesidad. En 1556, escribía Zárate a la Corte:
“Con la mucha hanbre que en esta tierra hay, acude a estas minas mucha jente que no nos podemos valer porque el principal intento que traen es el de hurtar (...)”.
1569, la tan repetidamente citada Doña Mariana Girón, en carta personal a Escobedo -escribía:
“e yntereses que llenan los dichos barqueros a los rrieros que llenan y train y lo mysmo debria V.M. mandar a los portazgueros por donde pasan las dichas cargas”;

“en ella (Guadalcanal), no se ve sino çielo y piedras, porque lo más del falta el agua”.
Y un memorial del concejo de la villa, fechado en 1570 indicaba:
“se a sinificado a V.M. ser la tierra muy estéril de mantenimientos y a la padeçens gran nesçesidad los vezinos»142.
Las posibilidades por tanto de que Guadalcanal y su entorno respondieran posiblemente a la elevada demanda de la mina que antes hemos visto, eran pocas y las continuas compras de artículos de todo tipo en Sevilla parece que indican que realmente no respondieron. Aún así, desde luego, la súbita aparición de la mina debió trastornar profundamente la vida de aquella villa y las contiguas y su efecto se prolongaba aún más allá de la  franca decadencia de la explotación.
En los momentos iniciales de los trabajos, la falta de instalaciones al lado del yacimiento hace que el tratamiento de mineral se efectúe en el casco de la villa y que los administradores se instalen a residir también en ella; lo mismo sucede con muchos técnicos foráneos y, de igual forma, una parte importante de la mano de obra se recluta entre los habitantes guadalcanalinos. Las consecuencias se hacen sentir enseguida: elevación inmediata de los precios de los alquileres de las viviendas, de los salarios y de precios de los productos, acusada inmediatamente tanto por el Consejo como por los han llegado de fuera a trabajar en las minas. Los oficiales se quejan de que “las casas están muy caras” y a Johann Stenberg, cuando llega a Guadalcanal,
“espántale ver valer una libra de pan medio real y una gallina cuatro reales (…) y si tuviera muchas cabalgaduras fuera algo cresçido el partido, porque valiendo treze reales la hanega de la çebada y no hallándose paja por ningún dinero gasta cada bestia çerca de tres reales cada día”.
Zárate se quejaba en 1556 de que
“con la gran carestía del pan y de todos los otros mantenimientos, ha sido tai la costa que aquí se haze y ha hecho en todo este año, que quanto a mí, no me ha bastado mi salario, con no ser pequeño, ni la merçed que V.M. me hiço, sí que demás de aquello he gastado más de 200 ducados de mi hacienda”.
El Concejo enviaba en 1570, en plena recesión de la producción de la mina, un memorial a la Corte indicando que:
“desde que la mina rica se descubrió en su término (...) (los mantenimientos) les an subido más que al doble (...) y ansimismo se les an encaresçido los peor con que benefiçian sus viñas y la lleña por aberles dezepado sus montes desde çevaban sus ganados y a las causas se van perdiendo y en parte despoblando villa (...). La villa no a resliçido ninguna merçed por açberse descubierto en término la myna y a la causa se les an subido los mantenimientos al doble y leña por el mismo término y peones con que acaban sus heredades y después que la dicha mina apareçió an enpobreçido los vezinos de la villa”.
En 1556 se habían dirigido ya a la Corte solicitando un préstamo de 2.000 ducados para instalar un pósito porque el pueblo se hallaba desabastecido ante las compras de mantenimientos para la mina  143. Cuando, pasado 1556, se va configurando el poblado minero, la población alógena se desplaza hacia la mina y la incidencia de ésta sobre la villa probablemente disminuirá.
Ya indicábamos más arriba que el incremento poblacional es muy difícil de medir en esta villa, ya que los inmigrantes se agrupan en el poblado de las minas; cuántos de aquellos, al ir descendiendo la producción en la fábrica real, decidieran quedarse de forma permanente en Guadalcanal y cuál fue el balance demográfico, positivo o no, al cabo de los veinte años de trabajos por cuenta del Rey, son datos que desconocemos. Ya hemos visto en el memorial antes inserto que en 1576, cuando la mina está a punto de cerrar provisionalmente para proceder al paso de la administración real a manos privadas, se habla de que la villa se está despoblando, lo que puede confirmarse en parte a la vista de emigración a Indias, de la que Guadalcanal es un foco importante incluso dentro del área de máxima emigración, la Andalucía Occidental 144. Pero, ¿se despuebla a partir de cifras poblacionales similares a las de 1550-55 más el esperable incremento vegetativo, o partir de un volumen poblacional mucho mayor?
En cuanto a la cifra de empleados en la mina oriundos de Guadalcanal, pese a las reticencias que formulan los oficiales de minas frente a los vecinos de la villa, debió ser relativamente alta. En muchas ocasiones se alude a empleos, incluso burocráticos, ocupados por vecinos de la cercana villa, desde un alcalde de la hermandad que trabajaba como guarda, a un escribano, pasando por encargados de llevar la plata a Sevilla, carpinteros, picadores, etc.145 También el empleo inducido afectó necesariamente al entorno de la mina; si bien está claro que éste no pudo, ni con mucho, atender a la demanda, muchos vecinos de los pueblos próximos consiguieron ingresos a base de llevar pertrechos y bastimentos a vender a las minas, por lo menos desde que ya a fines de 1555 se dictó ordenanza mandando pregonar en todas las villas de la comarca de Guadalcanal que todos los vecinos que quisieran llevar a las minas
“qualesquier bastimentos y cosas para provimiento de la jente que trabaxa en ellas, pudiesen hazerlo sin incurrir por ello en pena alguna, porque los que entienden en ellas tienen nesçesidad de bastimentos y de sustentarse, demás de lo que pudieren haber en la villa de Guadalcanal” 146
  
141 La escasa población la deducimos de los datos que proporciona para su vecina cordobesa Forrtea Pérez J.I.: Córdoba...
142 A.G.S. Cámara de Castilla, Leg.° 400, fols. 56 y 176. A.G.S. Consejo y Juntas de Hacienda, 96, fols. 46 y 47. A.G.S. Estado, Leg.° 114, fols. 162 a 164. Diversos de Castilla, Leg.° 8, fol. 40.
143 Para solucionar la carestía y la falta de mantenimientos, la villa solicita reiteradamente al Consejo Cámara y con la misma reiteración se le deniega, una feria franca de 20 días desde Santiago a Nuestra ñora; cfr. A.G.S. Cámara de Castilla, Leg.° 400, fols. 56 y 176. Cuando en 1576 se subastan pertrechos la mina para proceder a su privatización los oficiales escriben a la Corte pidiendo que
“se nos envie horden para le dar fiado por el tienpo que pareseiere conviniente (...) porque de otra suerte no se podrá vender ni se sacará dello un maravedí, y aún así fiado, creemos que no se podrá gustar, según está esta tierra falta de dineros y poco menesterosa de las cosas que aquí se pueden vender”;
sobre los problemas de escasez y carestía en Guadalcanal, GONZÁLEZ, T.: Noticia histórica..., vol. II, 488. A.G.S. Consejo y Juntas de Hacienda, Leg.° 28, fol. 42; 'Leg.° 31, fol. 56; Leg.° 58, fol. 157. G.S. Cámara de Castilla, Leg.° 400, fol. 56. A.G.S. Estado, Leg.° 56, fols. 90 y 91. A.G.S. Contadurías Generales, Leg.° 3.072, s.f., la orden que se tiene en beneficiar la mina en 1556.
144 Sobre emigración a America de los habitantes de Guadalcanal, cfr. BERMÚDEZ PLATA, C.: Catálogo de pasajeros a Indias y su continuación por GALBIS DIEZ, M. C.: Catálogo de pasajeros a Indias y ROMERA IRUELA, L., GALBIS, DIEZ, M. C.: Catálogo de pasajeros a Indias: todos ellos abarcan ya el conjunto del siglo XVI. Cfr. también ORTIZ DE LA TABLA DUCASSE, J.: “Rasgos socioeconómicos de los emigrantes a Indias. Indianos de Guadalcanal”; Mismo autor: “Emigración a Indias y fundación de capellanías en Guadalcanal”.
Con todas las reservas que se pueden oponer a la información de los registros de pasajeros a Indias, y e han sido repetidas hasta la saciedad, de un total de 3.176 emigrantes registrados en los Catálogos entre 1500 y 1600, corresponden a Guadalcanal 364, lo que supone una enorme proporción que convierte a villa minera en una de las que más emigrantes — al menos legales— envían a América. De ellos, 170 abandonan el pueblo antes de 1555 y el resto, 194, lo hacen entre este año —inclusive— y el fin de siglo.
145 Oriundos de Guadalcanal trabajando en las minas en A.G.S. Consejo y Juntas de Hacienda, Leg.° fol. 42; Leg.° 82, fol. 61. A.G.S. Escribanía Mayor de Rentas, Minas, Leg.° 14, fol. 5. GONZÁLEZ, T.: Noticia Histórica..., vol. I, p. 355.
146 A.G.S. Consejo y Juntas de Hacienda, Leg.° 166, fol. 5.


De Minería, Metalúrgica y Comercio de Metales
Julio Sánchez Gómez
 

miércoles, 2 de diciembre de 2015

Mosito saborío...

La sierra por "sevíllanas”


Porque también en la sierra, y nos referimos, naturalmente, a la sierra norte  de Sevilla   -la de Guadalcanal, Cazalla, Constantina, El Pedroso- se sabe bailar y, en efecto, se baila por "sevillanas". Sus fiestas como las de cualquier otro pueblo de la extrema Andalucía Occidental, se alegran con el revuelo de los faralaes y los quiebros graciosos del baile por "sevillana”
La cuna de este baile fué lógicamente Sevilla, pero no solo la capital y los bulliciosos pueblos que más o menos de cerca ciñen su contorno no, sino además toda esa comarca de viñas y olivares que forman el Aljarafe sevillano y el Condado de Huelva; tierras calientes de ferias, de romerías de devociones apasionadas, de procesiones ruidosas, donde el estampido de los cohetes se mezclan con los vivas y los gritos de una población fácilmente exaltada. Desde aquí las "sevillanas" se deslizan hacia el sur toda la extensión de la marisma hasta las orillas del Atlántico o trepa los alturas de la sierra hacia el norte de la provincia en cuyos pueblos prende con la fuerza que en todos los casos le proporciona su honda raíz popular.
Tal vez, hilando un poco delgado, pudiéramos decir que las "sevillanas" de la sierra son más elaboradas, más perfectos pero también me espontáneas que las del Aljarafe, el Condado o la marisma. Cuestión matices que, por otra parte, no creemos que tengan la menor importan

Bajo la espesura de los álamos que sombrean la explanada de la Ermita, de los chopos que crecen al borde del arroyo o del camino, junto al pozo del agua milagrosa y fresca en la Romería de la Patrona o del Santo venerado, lo mismo que bajo los focos de la caseta de Feria, por todas partes y por el más simple motivo, se abren y estallan las "sevillanas" como un incendio de rosas que impulsa el soplo del "angel".
las más modernas de los Toronjos, los Romeros de la Puebla o los Hermanos Reyes, la gama es inmensa. todas ellas sin embargo ajustadas rigurosamente —tanto en lo letra como en la música — a un ritmo de seguidillas, ligero y alegre, el más apropiado para derramar en él la alegría y él fervor desbordados de un pueblo sabe reír, danzar y contar por encima de cualquier posible tragedia personal o colectiva.
Las "sevillanas" se acompañan por las palmas de los que contemplan y escuchan. Es un rito, casi obligado, qué asegura la participación de concurrentes.
"Mosito saborío
toca las parmas
que la fiesta s'o jecho
pa disfrutarla",
le cantarán en la copla a algún espectador retraído o embobado, No extraño, pues, que en Sevilla o en cualquier otra ciudad andaluza, idóneo se acompañen con palmas por "sevillanas" los más diversos acontecimientos. Hasta los partidos de futbol.
En el baile por "sevillanas" —giros apasionados, airosos quiebros pasos trenzados por la gracia— no se encuentran como en las danza otras regiones, actitudes bélicos, ni reminiscencias históricas, ni siquiera atisbos religiosos, aunque tantas veces formen en el cortejo de algunas de sus ceremonias más tradicionales. El baile por "sevillanas" es manifestación única y exclusivamente amorosa. Expresión de un amor mimoso y fuerte que se ofrece y huye, que parece entregarse y escapa, ante el cual el hombre suplica y amenaza y obliga para terminar al cabo vencedor y engallado frente a la hembra que humildemente se confesará rendida:
"El corazón me arranco
para venderlo,
a ver si me lo compra
quien me está oyendo.
Cómpralo, ingrato,
cómpralo que lo vendo
sobre barato".

José Mária Osuna
Revista de Feria 1970

sábado, 28 de noviembre de 2015

Adelardo López de Ayala o el figurón político-literario 13


Tropiezo y caída
Capitulo XIII

“Un  tropezón cualquiera da en la vida", reza la alta filosofía del tango argentino. Y Ayala, aun cuando sabía buscarse llanos caminos para avanzar en su vivir, dió un tropezón. Verdad que ¡ menudo fué el pedrusco colocado en la ruta que seguía!
Era Ayala ministro de un Gobierno provisional, que acudía ante Cortes Constituyentes para que éstas votasen el régimen a seguir y la persona que ocupara el Poder ejecutivo a implantar. Y Ayala se había revolucionado para que continuasen el sistema monárquico y aun la dinastía borbónica, ciñendo la corona a las sienes  de la esposa del Duque de Montpensier.
Pudo Ayala engañarse en los primeros momentos de la Revolución y aun hacerse el engañado por algún tiempo después. Pero ya llegaba el instante en que ningún montpensierista podía ser tan tonto que siguiese en el engaño, ni tan pillo que seguir en el engaño fingiera. Frente aquellas Cortes, que tantas cosas por aquel modesto revolucionario no esperadas estaban realizando,
Ayala ignoraba qué partido tomar.
No bastaba, al cabo, permanecer silencioso. Había sonado en el Parlamento la palabra "República", que a un monárquico, a un dinástico, a un montpensierista tenía que llenar de horror. Pero, además, para que por la abolición del trono se abogase se dijeron antes tales injurias de los Borbones... Estábase en el artículo 33 de la Constitución; aquel artículo que expresaba: "la forma de Gobierno de la nación española es la Monarquía".
Acabaron de hablar republicanos exaltados como Paul y Angulo, Serraclara y Gil Berges. Estaban hablando ya republicanos sensatos como Castelar y Pi y Margall. Con esto el peligro de una protesta revolucionaria, si se proclamaba la Monarquía, iba desvaneciéndose. Pero aun cuando se proclamase una monarquía, ella tendría que ser muy liberal, muy avanzada, absolutamente democrática. Y todo por aquellos republicanos a los que el organizador del movimiento a favor del cuñado de Isabel II dió tan poca importancia que incluso los dejó intervenir para que se distrajesen... Pues, no y no. Ayala se opondría, pasase lo que pasase.
La discusión avanzaba hacia una tranquila, cuando, de pronto, desde el extremo del banco azul, el ministro de Ultramar dijo: "Pido la palabra." Y sin cambiar sílaba, ni gesto, ni mirada siquiera con el Duque de la Torre, con el general Prim y con los demás compañeros del Gobierno, Ayala se puso en pie y comenzó a hablar.
¿Qué decía aquel hombre?... Al principio se le escuchó con estupor. Estaba definiendo lo que la Revolución había sido; pero olvidaba los hechos para recordar sólo las intenciones, y aun las intenciones únicamente suyas y de sus amigos: las intenciones de los montpensieristas. Y así no era cierto, sino falso, falsísimo lo que decía.
Según Ayala en aquel discurso, la Revolución no la había hecho nadie más que él y los que con él la organizaron. Si acaso trabajaron algo algunos caudillos republicanos y luego se incorporó Prim con su gente. Y desde luego el pueblo, la masa, el país; es decir, los españoles todos tu hicieron nada.
La consecuencia que Ayala pretendía sacar de su tesis era que la Revolución la debieran cobrar quienes la hicieron. Pero esto, partiendo de la falsa premisa que la hicieron los partidarios  de Montpensier, quienes apenas si la iniciaron.
¿ No se adelantó Prim a Ayala y a los gnerales desterrados en Canarias?... ¿No había, además, dominado el inteligentísimo militar al inocentón marino?... ¿No convenció después el caudillo demócrata al ex favorito despechado?... Y, finalmente, ya dado el golpe como Prim quería y no como pretendió Ayala, todo lo que al pronunciamiento de Cádiz siguió : el alzarse los avanzados en Cataluña y en el resto de España; el extenderse la idea ampliamente liberal hasta en las Cortes mismas, y el surgir poderoso un sentimiento republicano con el que había que pactar, cuando menos. Conservar la dinastía borbónica, contraria siempre a los principios democráticos, liberales y avanzados, era imposible. Tan imposible como pagar la puesta a Montpensier, que había perdido en el juego.
Y Ayala pedía eso. Pidiéndolo, a mayor abundamiento del absurdo, con argumentación ofensiva, injuriante. Ayala negaba que el país existiese. ¡El elemento popular no intervino en la Revolución! Decía Ayala textualmente:
"Yo vi, señores, resueltos a sacrificarlo todo en aras de su patria a grandes de España, a grandes propietarios, a grandes comerciantes, a grandes industriales, a escritores, a médicos, a abogados... Pero ¿y las masas?, preguntaba yo”.
Y callaba que la respuesta la tuvo viendo a las masas alzarse por toda España, en cuanto a la calle se lanzaron, no todos esos grandes, que se habían quedado en sus casas como el propio Montpensier, sino Prim y los marineros de la escuadra gaditana y los soldados de las guarniciones, andaluzas.
Hacía más que callar esto. Pues, en el curso de su peroración llegó a decir que si el pueblo se batió en las barricadas de Barcelona y Madrid, no fué por amor a la libertad, sino por afición al desorden. El pueblo, al sentir de Ayala, se abstuvo en los preparativos de la Revolución, lanzándose frenético cuando la Revolución estallaba. Y en eso veía el opinante la falta de todos los elementos en que puede fundarse un Gobierno popular:
"Precisamente de esa indiferencia y de este delirio deduzco yo la falta de templanza, la falta de justicia, la falta de moderación..."
No dedujo el orador más faltas, porque los diputados republicanos, demócratas y simplemente liberales no le dejaban seguir hablando con sus gritos furiosos. Y hasta los diputados conservadores, incluso los diputados monárquicos, en absoluto, le gritaban que se callase, viendo que de seguir ni la Monarquía podría votarse siquiera.
Terminó, por fin, el ministro de Ultramar y hubo un silencio de muerte en el salón de sesiones. Nadie sabría qué podría decirse que contrarrestase los efectos de lo oído. Y tuvo que ser Topete, el que diera su fuerza para la Revolución por el Duque de Montpensier, quien hablara.
Para desautorizar a Ayala, claro es, en evitación de mayores males que el fracaso de la candidatura montpensierista.
El ministro de Marina habló diciendo que tenía que rectificar algunos errores de su amigo y compañero el señor Ayala; que muchos republicanos de la ciudad de Cádiz se le habían ofrecido para hacer la Revolución, y que, además, ésta estuvo aplazada algún tiempo porque el propio Duque de la Torre deseó que se aguardase a Prim  para que se uniesen al movimiento progresistas y demócratas.
El presidente del Gobierno también habló, y quiso hacer como que defendía a su colega en el Ministerio; pero acabó por manifestar que si creyera que las palabras de éste habían ofendido al pueblo español, defendería al país agraviado en nombre de la mayoría, de las minorías y de los ministros.
El diputado republicano Figueras habló después y afirmó que tras lo dicho por los señores Topete y Serrano, no sería noble, ni generoso, ni humano añadir una sola palabra.
Todo el auditorio, diputados, público y aun ujieres comprendió lo que significaba aquello. Y Ayala mismo lo tuvo que comprender, por lo que salió del salón y del Congreso, despidió el coche galoneado que le aguardaba a la puerta, y a pie y solo se marchó a su casa. Al día siguiente, 21 de mayo de 1869, la Gaceta publicó un decreto admitiendo la dimisión que presentaba D. Adelardo López de Ayala del cargo de ministro de Ultramar, fundándose en motivos de salud.
Y sí que estaba Ayala malo. Estaba destrozado, aplastado, suprimido. Pues lo que decía la Gaceta no era nada junto a lo que decían los demás periódicos. Si según el diario oficial había dejado de ser ministro, según otros diarios lo dejó de ser todo. Para muestra, léase este trozo escogido de La Igualdad:
"¡Habló Ayala! El antiguo redactor de El Padre Cobos, el compañero y protegido de Nocedal, el maestro al cemballo de los músicos y aspirantes a primas donas del Conservatorio, el regisseur de la troupe de histriones políticos de pacotilla, ha hecho su debout en la sesión de anoche con un trueno gordo, que aturulló al Ministerio, desconcertó a la mayoría y descubrió al público lo que debe esperar de los que, siendo reaccionarios de corazón y de temperamento, se fingieron por un momento revolucionarios y liberales tan sólo para satisfacer sus resentimientos y sus ambiciones personales.
"Se habían empeñado los muñidores de oficio,. los poetas ramplones, los alabarderos políticos y los traficantes ultramarinos en hacer de Ayala un hombre de Estado, un gran orador, un profundo político”.
"—Ese muchacho es una esperanza de la patria; no le cabe el talento en la cabeza.
"Así decían sus amigos, y, con efecto, por no tener cabeza suficiente su talento se ha disipado por completo”.
"Tal fué el efecto mágico de su elocuente palabra. A fin de llamar la atención y conmover al auditorio dijo mil despropósitos, faltó a la verdad y, por último, descubrió el juego unionista con tanta torpeza, que hizo asomar el rubor, acaso por primera vez, a los rostros de sus correligionarios. Estos, asustados, se apresuraron a desautorizarle."
Y como el periódico citado, que era de oposición, los mismos ministeriales trataban a Ayala. El Imparcial, órgano oficioso del Gobierno, decía: "Momentos horribles, momentos de verdadera angustia pasamos ayer en la tribuna al presenciar el espectáculo que habían provocado las imprudentes palabras del señor Ayala." También La Época, que representaba la opinión conservadora, tuvo que decir: "El señor Ayala, ministro de Ultramar, ha incurrido en las iras de los partidos revolucionarios y hasta sus más íntimos amigos hubieron de abandonarle, como se vió anoche en las palabras pronunciadas por el presidente del Gobierno y por el ministro de Marina." Nadie osó defender, ni siquiera compadecer, al que, más que caerse, lo que había hecho era ser tirado.
En vano Ayala había llenado de nombres de escritores la nómina del ministerio de Ultramar para tener cantores que, inspirados por la musa de la alimentación, loasen sus hazañas. Todas esas plumas compradas permanecieron quietas, juzgando sin duda que ya hacían bastante en favor de quien las subvencionara callando tan estrepitoso fracaso.

Era así Ayala un muerto, tan muerto, enterrado y aun putrefacto, que ni las plañideras de oficio se decidían a llorar.


Luís de Oteyza
Vidas Españolas e Hispano-Americanas del Siglo XIX
Madrid, 1932 

miércoles, 25 de noviembre de 2015

El Pleito del Presbitero Yañez

Litigio de arrendamiento de tierras

Competencia (18 de agosto de 1863.).—Pago de un arrendamiento.—Se decide por la Sala Extraordinaria en vacaciones del Tribunal Supremo á favor del juzgado de primera instancia de Cazalla de la Sierra la competencia suscitada con el de igual clase de Llerena, sobre el conocimiento de la demanda de menor cuantía, propuesta ante el primero, por D. José Yañez Cabezas, contra Don José Manuel Meado, y se resuelve:
Que para resolver las cuestiones de jurisdicción, cuando se ejercita una acción personal, se ha de atender con preferencia al lugar en que deba cumplirse la obligación, conforme de lo establecido en el párrafo 3º del artículo 5º  de la ley de Enjuiciamiento civil.
En la villa y corte de Madrid, a 15 de agosto de 1863, en los autos de competencia que penden esta Nos entre el Juez de primera Instancia da Cazalla de la Sierra y el de igual clase de Llerena sobra el conocimiento de la demanda de menor cuantía propuesta entre el primero por el Presbítero, D. José Yañez Cabezas contra D. José Manuel Meade:
Resultando que, por un documento privado extendido en Guadalcanal el 20 de junio de 1862, arrendó el Presbítero Yañez, vecino de dicha villa, á D. José Manuel Meade, que lo es de la de Azuaga, unas tierras, sitas en el término de la primera, pare la invernada de aquel año por precio da 5,200 reales, de los cuales le mitad se habían de entregar al instante y la otra mitad a la salida del ganado en marzo:
Resultando que, no habiendo cumplido Meado con la entrega de dicho segundo plazo, le demandó por ella y las costas el Presbítero Yañez en la demanda no existiendo igual como el domicilio del demandado, para su citación y emplazamiento, acudió  éste á dicho Juzgado de Llerena pidiendo se declarase competente para conocer del asunto, y oficiase la inhibición al de Cazalla, mediante á, que la acción que se ejercitaba era personal, y no estando designado en et contrato de arrendamiento el lugar donde debería cumplirse la obligación, no podio privársele del fuero de su domicilio, con arreglo al art. 5º. de la ley de Enjuiciamiento civil:
Resultando que, en su vista ,y de conformidad, requirió el Juez de Llerena al de Cazalla  para que se inhibiese del conocimiento de la demanda, á lo cual se opuso éste, fundado en la naturaleza de la acción personal incoada, por deducirse lógicamente del contrato de arrendamiento celebrado por ambas partes en Guadalcanal, que dentro del término de dicha villa debió pagar Meade el segundo plazo que se le reclamaba:
Y resultando que, su sustanciada competencia por sus trámites, han remitido los jueces para su decisión sus decisiones respectivas:
Vistos, siendo Ponente el Ministro D. Felipe de Urbina.
Considerando que para resolver las cuestiones de jurisdicción, cuando se ejercita una acción personal, se ha de atender con preferencia al lugar en que deba cumplirse la obligación, conforme á le m establecido en el párrafo tercero del art. 5º de La ley de Enjuiciamiento Civil:
Considerando que, el documento privado, del que apareen el contrato de arrendamiento, se extendió en Guadalcanal, que corresponde al Juzgado de Cazalla de la Sierra; y que por la condición cuarta se determinó que la mitad del arrendamiento se había de entregar al instante, esto es en el acto de quedar celebrado el contrato, como se verificó, y la otra mitad  á la salida salida del ganado en marzo.
Considerando que, aunque materialmente no se escribiera que la obligación debía cumplir en Guadalcanal, no puede dudarse que esta fuera la voluntad de los contrayentes por hecho de entregar el uno y recibir el otro en dicha villa la mitad del arrendamiento, por la cual donde principió á cumplirse  la obligación debe tener su perfecto término
Y considerando que, en el documento privado de que se ha hecho mérito no existe nada que se oponga á ésta fundada inteligencia;
Fallamos que debernos declarar y declaramos que el conocimiento de estos autos pertenece al Juez de primera instancia de Cazalla de la Sierra, al que se remitan unas y otras actuaciones para lo que proceda con arreglo a  derecho.
Así por esta nuestra sentencia, que se publicará dentro de tos tres días   siguientes al de su fecha, en la Gaceta, y á su tiempo en la Colección legislativa pasándose al  efecto las copias necesarias, lo pronunciemos, mandamos y firmamos.
Sebastián Nandín, Ramón María de Arriola, Felipe de Urbina y José M. Cáceres
Publicación.- Leída y publicada fue la anterior sentencia por el ilustrísimo señor D. Felipe de Urbina. Ministro del Tribunal Supremo de Jurisprudencia, estándose celebrando audiencia pública en la Sala Extraordinaria  en sus vacaciones el día de la fecha, de que certifico como Secretario de S.M. y su escribano de Cámara.
Madrid, 18 de Agosto de 1863
Dionisio de Praga
Gaceta de 21 de Agosto de 1863.


Posteriormente resulta:

Competencia (15 de septiembre de 1863).- Recibido en la secretaría de este Juzgado nª1 de Cazalla de la Sierra fallo remitido al Juez de primera instancia de dicha villa, fallo sobre autos de procesamiento del Tribunal Supremo de pagos de arrendamientos interpuesto por el presbítero D. José Yañez Cabezas natural de Guadalcanal anexo a este Juzgado de mi competencia contra D. José Manuel Meade, anexo al Juzgado de Llerena, citados ambos pleiteantes.
.///.(sigue el resto del documento ilegible)
Fallo.- Por la facultad concedida por S.M. y el Eximo Sr. Ministro del Tribunal Supremo de Jurisprudencia,  D. Felipe Urbina, en competencia legítima, a resolver dicho pleito de menor cuantía.
Condeno.- A D. José Manuel Meade a hacer efectivo in sitúo de la primera parte del arrendamiento que asciende a 2.600 reales, según documento que presenta el demandante, 120 reales por tardo en pago, cargo en costas y una multa de 300 reales por no reconocer la solvencia  de este Juzgado en el acto celebrado en Cazalla de la Sierra, 
.///.  (sigue el resto del documento ilegible)


Jurisprudencia Civil, Colección completa de las sentencia año 1863 (volumen 8)

sábado, 21 de noviembre de 2015

Inicio, auge y decadencia de las minas de Guadalcanal 77

El abastecimiento a la mina 5

No fue el trigo el único producto alimentario de cuya provisión se encargó la administración de la mina. A fin de lograr que no se dispararan los precios, se efectuaron otras compras “de choque”, que en general lograron el resultado apetecido. En 1556 se compró al por mayor una cantidad importante de vino, que se llevó a vender a una taberna instalada por la propia administración, en uno de los actos destinados a traer trabajadores hacía la explotación. En 1557, informaba el administrador Diego López:
“De aber al principio falta de pan y vino y carne en estas minas para la jente de la fábrica, vino aber ynfinitos bodegones y en ellos grandes hurtos y maldades, por el remedio de lo qual mandaua V.M. se conprase y amasase pan que se les diese y el administrador tomó obligado que diese carne y hazia conprar vino a buen presçio que en una tauerna de la mina se le daua a la jente como salía, que era harto más barato que lo que en los dichos bodegones conprauan y con esto çesaron los dichos bodegones y avia más quietud en esta fábrica” 134
También procuraba la administración de la mina que los trabajadores estuvieran bien proveídos de otros productos de la forma más abundante y barata posible, a base del contrato con “obligados”, que adquirirían el compromiso de poner en las minas una cantidad determinada del producto de forma periódica en plazos prefijados. Esto es lo sucede con la carne o con el vino, destinados tanto a los esclavos como para la venta trabajadores, o con el pescado —caballa— para los días de vigilia obligatoria. También con este fin de alimentar a los esclavos se mantenía en la dehesa de propios de Guadalcanal un rebaño de cabras y carneros 135
Dos artículos de los que la mina hacía abundante uso eran el aceite y el hierro. El primero era un producto alimenticio —menos introducido en la alimentación de aquellas comarcas que lo ha estado después, dada la mayor baratura de las grasas animales—, pero más aún, la fuente fundamental de alumbrado en las labores subterráneas. Con este o fin se consumían en 1558 dos arrobas y media diarias “unas 90 al mes”, 125 en 1560 y 48 en 1568, adquiridas todas en el mercado sevillano 136 El segundo constituía demanda metálica más importante —en 1556 se consumían más de 50 quintales en bruto  y además, 4.000 picayos al año—, seguido muy de lejos del cobre para calderas que se traían desde Vizcaya el primero y de Laredo el segundo, lo que denotaba el carácter importado del segundo 137
Añadamos a los anteriores todo un conjunto de artículos imprescindibles más o menos directamente en la producción: caballerías, que se traen de
“Castilla la Vieja, de donde se trahen de hordinario a esta tierra mexore i baratas”,
fuelles, que se fabrican en Salamanca “porque dize que son allí los mejores”, excepto cañones, que vienen de Vizcaya 138, artículos de cordelería — las maromas del desagüe que hay que renovar con gran frecuencia—, sal, un artículo imprescindible en el procedimiento del azogue, cal —1.822 cahices en 1560, adquiridos a caleros de Llerena, Guadalcanal, Cazalla y Zafra—, materiales de construcción, etc. 139.
La mayoría de la provisión de la mina que no procede de sus puntos de origen directamente se adquiere en el mercado sevillano, donde la mina tiene destacado un empleado suyo encargado de atender continuamente a la compra de los artículos que es preciso adquirir allí, el llamado “solicitador de Sevilla”. Con carácter secundario, se recurre también a la feria de Zafra, especialmente para la compra de productos agropecuarios y esclavos.
El suministro de productos a la mina no siempre era fácil, más allá de los incovenientes ya antes aludidos para la compra de grano. Además del grave problema que representaban los transportes en la España del siglo XVI, agravados en el caso de Guadalcanal por su situación en una zona marginal, agreste, en plena sierra y fuera de los ejes fundamentales de la comunicación terrestre de la época, la libertad de movimientos de los productos se veía entonces enormemente restringida por múltiples trabas; bien podian ser peajes, como el de la barca de Cantillana, que la comunicación Guadalcanal-Sevilla utilizaba para el cruce de Guadalquivir 140 y en el que con frecuencia se producen choques con intento de abuso de unos y exhibición de privilegios reales de los otros, o podían ser requisas y embargos como el que en 1569 se produce para llevar bastimentos a la guerra de Granada, o bien, problemas causados por la tendencia de las ciudades a conservar en lo posible dentro de sus muros toda una serie de artículos y no sólo de trigo, en detrimento del fomento del comercio; en 1556 se expedía cédula real al concejo de la ciudad de Sevilla, puesto que se tiene constancia de que de esa ciudad se llevan a Guadalcanal plomo, acero, cáñamo y otros materiales
“y diz que la justicia y oficiales y guardas desa çiudad no quieren dexar sacar lo suso dicho porque por hordenanças está mandado que no saquen della ninguna carga sino los que hubieren metido otras viertas cargas de vastimentos, yo vos mando que proueais que no se ponga ynpedimento en la saca del dicho plomo y azero y cáñamo (...)”.
Además, estaban los impedimentos y problemas puestos por la propia villa de Guadalcanal, pero a ellos nos vamos a referir en el próximo capítulo.

134 A.G.S. Consejo y Juntas de Hacienda, Leg.° 31, fol. 43.
135 A veces, el contrato se firmaba con funcionarios de la propia mina, lo que habitualmente provocadas porque, validos de su prepotencia, ejercían prácticas de tipo monopolístico. En 1557 era obliga-carne el juez de minas y en 1564 lo era el escribano. Un informe de 1558 decía:
“para la carnicería desta fábrica y provisión della se han conprado carneros y chivatos de la hazienda de V.M. y para esto se trae fera de la dicha hazienda 152.027 maravedís; esto de la carnicería está cometido al licenciado Alfaro, juez en estas minas, por no haber obligado, y así por su orden y paresçer sin él de otro ninguno se haze y sube y baxa los presçios como a él le paresçe y vende y benefiçia los pellejos como persona que está a su cargo y tiene la quenta dello".
Sobre abastecimiento de carne y pescado, cfr. A.G.S. Escribanía Mayor de Rentas, Minas, Leg.° 1, A.G.S. Diversos de Castilla, Leg.° 46, fol. 21; Leg.° 8, fol. 29, A.G.S. Consejo y Juntas de ida, Leg.° 106, fol. 8. Respecto al acopio de vino, se compra una bodega con capacidad para mantener en su interior 1.000 arrobas de vino en tinajas adquiridas en Cazalla, con destino a las raciones esclavos; cfr. A.G.S. Contadurías Generales, Leg.° 3.072, s.f., compra por 9.728 maravedíes el 16 yero de 1563.
1563, el consumo de los esclavos ascendía a diario a 69 libras de carne —o su equivalente en o los días de abstinencia— 161,5 libras de pan y 21 azumbres y 21 cuartillos de vino. A ello se n 73 vestidos de frisia y 73 camisas al año, amén de 876 pares de calzado.
Las compras de vino para los esclavos en los años 1560-1563 fueron:
1560: 784 arrobas
1561: 1.028 arrobas
1562: 844 arrobas
1563: 1.129 arrobas
El precio medio fue de 68 maravedíes, excepto 1562, en que asciende a 102.

136 Consumo de aceite, cfr. A.G.S. Escribanía Mayor de Rentas, Minas, Leg.° 1, fol. 2. El precio que se compra es de 238 maravedíes arroba en 1560 y de 375 en 1568. El consumo ascendió a 1.123 arrobas en 1559 y a 1.392 en 1560; cfr. A.G.S. Escribanía Mayor de Rentas, Minas, Leg.° 1, fol. 1
137 A.G.S. Escribanía Mayor de Rentas, Minas, Leg.° 1, fol. 11. A.G.S. Consejo y Juntas de Hacienda, Leg.° 31, fol. 42. En el caso de los ingenios de desaguar, se traen de Vizcaya unas enormes cadenas de 40 estados de longitud, “que vinieron por mar hechas trozos de a dos varas y se juntaron aquí”
138 Escribía Diego López el 16 de junio de 1557:
“en esa villa (Valladolid) y su comarca se hallarán las dichas açémilas buenas y buenos presçios y en esta çiudad (Sevilla), malas y caras y que se podría venir por Salamanca y los dichos fuelles, que los hay muy buenos y que se enviará a Vizcaya a tomar 10 ó 12 p, cañones o mandar que se hiçieren cañones de 9 palmos, porque en esta cibdad no los hay aunque ha seis meses que los he encomendado a los vizcaínos que en esta ciudad tratan en  hierro, no los han traido”;
cfr. A.G.S. Consejo y Juntas de Hacienda, Leg.° 31, fol. 47. Sobre adquisición de caballerías, cfr. i Consejo y Juntas de Hacienda, Leg.° 94, fol. 121. Sobre adquisición de fuelles, cfr. A.G.S. Esc. Mayor de Rentas, Minas, Leg.° 1, fol. 10.
139 Sobre abastecimiento a Guadalcanal, cfr. también A.G.S. Escribanía Mayor de Rentas, Leg.° 1, fols. 1, 2, 5, 10. A.G.S. Estado, Leg.° 138, fol. 11. A.G.S. Diversos de Castilla, Leg.° 8, —sobre solicitador en Sevilla—. A.G.S. Consejo y Juntas de Hacienda, Leg.° 31, fols. 43, 48, 75, Leg.° 34, fols. 345, 346, 354, 357, 358; Leg.° 36, fol. 145; Leg.° 51, fol. 21; Leg.° 69, fol. 83.
140 “En lo del barcaxe de lo que ba y biene de Seuilla a esta fábrica, que pasan por la barca de Cantillana, devria V.M. mandar no se pagase ninguna cosa, porque son grandes las molestías  e yntereses que llenan los dichos barqueros a los rrieros que llenan y train y lo mysmo debria V.M. mandar a los portazgueros por donde pasan las dichas cargas”;
A.G.S. Consejo y Juntas de Hacienda, Leg.° 31, fol. 47.

De Minería, Metalúrgica y Comercio de Metales
Julio Sánchez Gómez
 

miércoles, 18 de noviembre de 2015

Fonética y habla en Guadalcanal en los siglos XVI al XVIII (1/6)

Poetada del libro
Primera parte
Materiales documentales para la historia del Andaluz. Análisis filológico de textos Guadalcanalenses (1527-1783)

1. Mucho se ignora todavía de los momentos iniciales en la diferenciación fonética de las hablas meridionales respecto del castellano, especialmente de la cronología y el grado de incidencia de tal diferenciación en las diversas áreas. Parece claro que la vía más breve y certera para su progresivo desvelo es el paciente despojo de las fuentes guardadas en los archivos históricos locales. Y, ello no obstante, todavía continúa sin acometerse en serio y sistemáticamente tal labor de escrutinio de textos redactados en localidades andaluzas durante los siglos XV al XVII.
1.1. Se trata, fundamentalmente, de resolver las siguientes incógnitas:
a) ¿cuándo empiezan a desgajarse fonéticamente las hablas meridionales del castellano?;
b) ¿hay áreas más innovadoras que otras dentro de Andalucía?;
c) ¿existieron focos de irradiación de los fenómenos?, o, lo que viene a ser lo mismo, ¿puede explicarse la innovación en áreas alejadas y relativamente aisladas como procedentes de focos de irradiación determinados?;
d) ¿estaba esta innovación fonética, caracterizada principalmente por el relajamiento consonántico, originariamente ligada a una determinada capa social, y sólo en su seno se verificaba, o surgió con generalidad en todos los estratos de la sociedad?
1.2. Con mi investigación pretendo ofrecer materiales documentales que contribuyan al esclarecimiento del cuándo, del dónde y del cómo, de la génesis de los hablare meridionales. Tales materiales, de absoluta fidedignidad por haber sido despojados por fondos documentales originales e inéditos (de parte de los cuales ofrezco reproducciones facsimilares al final de este estudio), no son otra cosa que grafías irregulares que divergen de la ortografía tradicional, cacografías, de las que son inintencionadamente responsables los redactores de los documentos despojados. De estas confusiones grafémicas pueden extraerse muy valiosas conclusiones acerca de la realización fonética en el habla escribientes (y quizá también a veces de la realización fonética de quienes informaban los redactores sobre datos que había que constatar en los documentos, como el nombre y los apellidos, el lugar de residencia o procedencia, etc. es decir, voces cuya —representación ortográfica no estaba reglada—, haciendo esto con su pronunciación espontánea) (1).
No debe caber duda alguna de que estas cacografías, muchas veces auténticas transcripciones fonéticas, como puros deslices involuntarios y naturales que debieron ser, de ciertos rasgos, ciertas innovaciones fonéticas que estaban produciéndose desde fecha anterior a la de la redacción de estos textos -pues se supone que los escribientes se ha ya en edad madura- en el habla de la población serrana de Guadalcanal.
2. La localidad de Guadalcanal resulta sumamente interesante para mi propósito si bien hoy constituye el punto más septentrional de la provincia de Sevilla – y por consiguiente, de esta parte de Andalucía—, limítrofe con la de Badajoz, de Extremadura, Guadalcanal ha pertenecido administrativamente desde su reconquista en el siglo XIII hasta mediados de la pasada centuria, no a Andalucía y a Sevilla, sino a Extremadura y  a la antigua Provincia de León, a la jurisdicción de la Orden de Santiago, al Maestrazgo de Llerena y a la vicaría de Santa María de Tentudía. Ha sido siempre, pues una población volcada hacia el norte, alejada y aislada de Sevilla, y aislada doblemente, tanto desde el punto de vista administrativo como por la barrera natural que supone -y sobremanera en el pasado-, la Sierra Morena. Deben tenerse bien presentes estos hechos a la hora de enjuiciar y valorar los datos que aquí expondré.
3. Como es lo propio en una zona de tránsito, se perciben en el habla actual de Guadalcanal tanto rasgos característicos de los hablares vecinos por el sur, como de los hablares de las poblaciones colaterales por el norte (y estoy pensando en concreto en los relativamente abundantes leonesismos y, en general, occidentalismos léxicos (2), amén de en la peculiar entonación de la frase, rasgo éste en el que apenas si han reparado lingüistas y dialectólogos) (3). De entre los rasgos que comparte con las hablas de poblaciones fronteras por el sur destaca el seseo: Guadalcanal es, efectivamente, el punto más septentrional de Andalucía Occidental en que se verifica la neutralización de sibilantes en favor de /s/ (4), estando rodeado por el norte (provincia de Badajoz), oeste (poblaciones norteñas de la provincia de Huelva) y este (localidades del norte de la provincia de Córdoba) de áreas que mantienen la oposición fonológica /s/- /o/. Además, se conserva en el habla guadalcanalense la aspiración procedente de f- inicial latina, y se verifica, asimismo, la aspiración del sonido procedente de las palatales fricativas del castellano medieval (y no debe entenderse que me refiero ya al fricativo velar /x/, que quizá jamás se conociera en esta zona, habiendo confluido la solución procedente de la pareja medieval /s/ --- /z/ con la aspiración de la /f-/ inicial etimológica, como luego podremos colegir de las numerosas pruebas documentales aducidas). A tales rasgos fonético-fonológicos se suman otros varios, que probablemente se dan con más intensidad en los restantes hablares meridionales:
a) la aspiración de la /-s/ en posición interior de palabra, y su pérdida en final absoluta;
b) la pérdida de la dental sonora /-d-/ en interior de palabra o por fonética sintáctica, y de la /-d/ en posición final de palabra;
c) la neutralización de la oposición /l/~ /r/, tanto en posición implosiva interior (con neutralización en favor de /r/, /1/, o sonidos intermedios), como en posición final de palabra (con pérdida de la consonante final);
d) y, por último, se verifica el yeísmo, documentándose sólo el sonido /y/, rehilado o no (5).

1 A esta razón deben obedecer cacografías del tipo Casalla 'Cazalla' y Anduga (así en dos ocasiones  'Andújar', denominaciones ambas de procedencia, con toda seguridad tomadas por el escribano de 1 los sujetos nombrados Luis Casalla de León- y Juan Anduga, incluidos en el padrón vecinal de la localidad pacense de Llerena, padrón redactado con fecha 5 de Julio de 1628 (hay que imaginarse que el de sesearía —como todavía hoy se hace en tal localidad y como se haría en la misma época en Guadalcanal, muestro en este trabajo—, y que el jiennense pronunciaría /x/, y no /-r/ -la grafía g es relativamente fiel en los textos de esta época para representar el sonido resultante de los fricativos medievales también precede a las vocales a, o, u; véase más abajo-). Lo mismo de significativas son las formas documentales siguen, formas que con toda probabilidad reflejan la pronunciación propia de los sujetos nombrados procedentes de los mismos textos de Guadalcanal que he expurgado para el estudio diacrónico del habla local de la onomástica de lugares y de personas: “Bartolome Gonçalez Galego” (“natural de Candemiño en Portugal”) “Juan Rodríguez Purtugues” ("natural de Çarapicos en el rreino de Portugal”), “Martiña Purtugesca”, “Catalina Purtuguesa” , “Domingo Purtugues”,, “Jusepe Napolitano» (véase Mª D. Gordón Peral, Toponimia de la de Sevilla. Estudio lingüístico e histórico, Sevilla, Universidad, 1990, y —La antroponimia en Guadalcanal documentos inéditos de los siglos XVI, XVII y XVIII», en Actas del I Congreso Internacional de Historia de la Lengua Española, Madrid, Arco/Libros, 1988, pp. 1717 2-733).
2  Donde mejor se percibe todavía la huella leonesa -aparte los occidentalismos, sobre todo léxicos, pero también morfológicos, del habla local.-, es en la toponimia menor del área, a cuya investigación me he dedicado en los últimos años y fruto de la cual han sido mis trabajos Toponimia de la Sierra Norte de Sevilla. Estudio lexicológico, Sevilla, Universidad, 1988, y Toponimia de la Serranía de Sevilla (vid. supra, n. 1), amén de otros estudios parciales publicados en revistas especializadas (véase, por ejemplo, mi trabajo Occidentalismos en las hablas sevillanas y onubenses, comunicación que presentaré al Congreso Internacional de Dialectología que se celebrará en Bilbao, del 21 al 25 de octubre de 1991). Y, como en la toponimia, en los documentos antiguos pueden rastrearse también algunos leonesismos que en la actualidad han caído en desuso.
 3 La melodía de la frase es, sobremanera en Guadalcanal, aunque también en otras localidades de la Sierra Morena de Sevilla, del mismo tipo que la que se verifica en el habla pacense.
4 Guadalcanal constituye el punto extremo de un área uniforme que comulga en cuanto a la pronunciación seseante (tan sólo en dos poblaciones se da junto al seseo el mantenimiento de la oposición /s/-/~/: El Real de la Jara y El Madroño) y en cuanto al tipo de /s/ que en concreto se verifica (una /s/ ápico-coronal o ápico-alveolar), frente a la zona más al sur, por este y oeste, donde, ya se cecea, ya se cecea, ya se dan ambas soluciones, ero con /s/ predorsal, o con un sonido híbrido entre la predorsal y la interdental.
5 Para una descripción más detallada de la fonética en el hablar actual de Guadalcanal y de otras localidades de la comarca serrana, remito a mi trabajo Toponimia de la Serranía ..., cit. supra, nº l.

Este trabajo fue redactado por vez primera en noviembre de 1986, y presentado para su edición en la revista Archivo Hispalense. Como al cabo de tres años se desestimara su publicación, por considerarse, únicamente aptos para la revista los trabajos de Historia, Literatura y  Arte, lo presenté como comunicación: al X
IX Simposio de la Sociedad Española de Lingüística (celebrado en Salamanca, los días 18 al 20 d diciembre de 1989) con el título inicial de "Andalucismos fonéticos en documentos inéditos locales de Guadalcanal (siglos XV, XVII y XVIII)", y se ha publicado un resumen del mismo en la Revista Español de Lingüística, año 20, fasc. 1 (1990), pp. 185-186 (conste que de las cacografías de la impresión no soy la responsable, por muy guadalcanalense que sea). Ahora, más de cuatro años después de la primera redacción del texto, por fin puede ver la luz, si bien ampliado con notas en las que añado las referencia bibliográficas de los estudios que en este tiempo he ido publicando, y en los que, de una manera u otra utilizo materiales citados aquí.



María Dolores Gordón Peral
Problemas y Métodos en el Análisis de Textos
Universidad de Sevilla 1992

sábado, 14 de noviembre de 2015

Adelardo López de Ayala o el figurón político-literario 12


Capítulo XII
¡Ministro por fin!

Triunfalmente la Revolución en toda España, se formó un Gobierno provisional, bajo la presidencia de Serrano, siendo ministros: de Estado, Lorenzana; de Gracia y Justicia, Romero Ortiz; de Guerra, Prim; de Marina, Topete; de Hacienda, Figuerola; de Gobernación, Sagasta; de Fomento, Ruiz Zorrilla, y Ayala, de Ultramar.
¡Ya era ministro Ayala! Desde hacía ocho años venía esperando la cartera, que se le alejaba más y más. Pero, al cabo, se había puesto a su alcance, y Ayala la atrapó.
¿Tuvo para ello que claudicar en sus propósitos?... No en sus propósitos de ser ministro, claro está. Nos referimos a los propósitos de elevar al trono a la Infanta Luisa Fernanda y, por ende, al Duque de Montpensier. Y la contestación de la pregunta ha dé ser un rotundo sí.
Cierto que el Gobierno provisional se establecía convocando a unas Cortes Constituyentes que decretarían los Poderes por que había, de regirse la nación y la persona que había de ocupar el trono, suponiendo que se votase el régimen monárquico. Pero no era menos cierta, que Prim estaba en el Ministerio, y con la cartera de Guerra, que ponía en sus manos las fuerzas militares, factor decisivo para las de terminaciones que pudieran tomarse en aquellos momentos.
Ayala no podía seguir creyendo, como cuando se agrupó al Estado Mayor del Duque de la. Torre y fué hasta afrontar las balas en Alcolea, que triunfaría su plan. Ya no había sino el plan de Prim, asomando, en todo caso, otros planes, de los que, si antes pudo no hacerse aprecio, en la actualidad eran de considerar y aun de temer. Pero Ayala quería ser ministro, y fué ministro, plegándose a lo que Prim imponía y dispuesto a combatir lo que querían los republicanos.
Y conseguido así el obtener una cartera, ¿qué, tal la desempeñó?... En honor a la verdad, sin favor ni injusticia para Ayala, decimos que como, la hubiese desempeñado cualquiera. Fué un ministro del montón, y no del montón de los ministros de aquel Ministerio, sino del montón de todos los Ministerios habidos y por haber en España. En España sólo casualmente puede salir un ministro bueno.
Pues aquí hubo, hay y habrá costumbre  de formar los Gobiernos con los hombres que las situaciones traen, repartiendo entre ellos las carteras al buen tuntún. Ayala había organizado el levantamiento, tomó parte activa en él por mar y tierra, con su navegación a Canarias y su expedición a Andalucía, luego merecía ser ministro. Y si le tocó serlo de Ultramar, aun cuando, posiblemente, no sabía por dónde se iba a nuestras colonias de entonces, y, acaso, creyera que Cuba y las Filipinas estaban próximas, ya que de una y otras islas oyó decir que hacía mucho calor...
Para juzgar la labor de Ayala como ministro de Ultramar, dentro de la totalidad de la labor suya y de sus antecesores y sucesores, queda el hecho de que las colonias se perdieron. Y para formar juicio del trabajo en particular de Ayala, limitado a esta su etapa primera de gobernante ultramarino, existe la Memoria que, como sus demás compañeros, presentó a las Cortes Constituyentes como justificación de las medidas adoptadas y las reformas realizadas durante el interinato. Pero, claro está, que el juicio que se forme leyendo tal Memoria habría de ser equivocado por completo, ya que Ayala diría en ella sólo lo que le conviniese, callándose todo lo demás.
De todos modos, hemos leído de cabo a rabo la Memoria en cuestión. ¡Lo juramos ante el Altísimo! Puestos a documentarnos, no reparamos en sacrificio alguno. Y hasta se lo impondríamos a nuestros lectores, reproduciendo aquí el documento entero, si albergásemos siquiera la duda de que pudiera servir para algo su conocimiento. Pero, por dolorosa experiencia; sa1 remos que conocerlo no sirve para nada.
En substancia viene a decirse allí que se tenía el deseo firme de conceder muchas cosas a los coloniales; pero que esto no podía hacerse mientras hubiese entre ellos rebeldes alzados en armas. ¡Como si los rebeldes no se hubieran alzado en armas porque se les negaban esas cosas precisamente! Por lo demás, daba cuenta de que se había enviado como gobernador político de Cuba al general Dulce.., con tropas de refresco. Y también de algunos cambios en el personal de las Audiencias y de las Tesorerías, con gente de refresco asimismo. Pero, ¡ ah!, se daba en 1a Memoria una noticia importante.
Que el Ministro, "mirando con especial solicitud a  la benemérita clase de curas párrocos,", les había otorgado ciertas ventajas. Si con esto no se arregló el problema de Filipinas, habrá de pensarse que era porque no tenía arreglo.
Algo más hay, sin embargo, que puede darnos  a conocer al Ayala en funciones de ministro. Es  Conrado Solsona, su panegirista, quien va a hablar. Escuchemos lo que dice, pues aun diciéndole  uno que a elogiarle se dedica...
"No gustaba Ayala del quehacer burocrático y del expedienteo; era gobernante y definidor, y el oficio casi manual del escritor gane lucrando y del covachuelista le hubiera sido intolerable. Por no firmar, delegó la firma; por no escribir, dictaba a su taquígrafo; para no hablar, se rodeó de subordinados avisadísimos."
Y todavía añade "el hombre bueno", que, como en la anécdota de Camprodón, resulta "hombre malo":
"No era puntual en las contestaciones a las cartas que recibía, porque decía que esta costumbre aumentaba la correspondencia de un modo extraordinario."
¿No vemos con esto retratado a nuestro eterno ministro?... Un político llega a ocupar ministerio, cuya especialidad desconoce en absoluto; va dejando que todo quede en la situación que estaba, pues las cuestiones graves ya se resolverán cuando mejoren; delega la firma, dicta precipitadamente lo que debiera escribir con reposo, confía en los subalternos más o menos avisados, y, por fin, deja de contestar a las cartas para que así dejen de escribirle. Es, como dice ese bueno de Solsona, "gobernante y definidor". Y que Ultramar se hunda, como se hundiría Hacienda o Instrucción pública, si tales carteras se le hubiesen dado.
Pero, ¡ ah!, se ocupó y hasta se preocupó Ayala, al llegar a ministro, de otra cosa. Llenó el ministerio de Ultramar de literatos y poetas, clase de gente que en cuestiones coloniales siempre fué utilísima. Para ello organizó la sección política de su ministerio, colocando al frente de ella a Sanjurjo, periodista influyente, y al lado de este Hernán Cortés del artículo de fondo, a Núñez de Arce, a Avilés, a Luceño, a Antonio Hurtado, a Castro y Serrano,- a todos los que podían, si no volver a conquistar América, por lo menos bombear al ministro.      
Por lo demás, siempre "gobernante y definidor", no llevó ningún proyecto de Ley las Cortes ni casi habló en ellas. Se limitó la labor parlamentaria de Ayala a la lectura de la Memoria de que hemos hecho referencia y a contestar a una interpelación de cierto diputado, que pedía la supresión del ministerio de Ultramar. El ministro de Ultramar claro es que se opuso a esa supresión que le dejaría sin ser ministro.
Llegó, pues, Ayala al Ministerio tras larga espera; para alcanzar la cartera, finalmente, cedió en sus proyectos de revolucionario; fué ministro de Ultramar, como lo podía haber sido de Marina o de Fomento; se preocupó de dar destinos a sus camaradas, agradecido y previsor, y sus únicas palabras en las Cortes tendieron a conservarse en el cargo.
¡Ejemplo de ministros españoles! Ejemplo, desde luego, que no puede decirse que sea ejemplar, Pero del que, desgraciadamente, ha de decirse que es ejemplo.
Como Ayala, han sido ministros tantos en nuestro país… Y los que lo serán aún, pues la racha continúa. Al presentar este arquetipo de la ilimitada sería sólo cabe pedir a los hados una cosa: ¡Que la serie se quiebre alguna vez y de una vez!
Luís de Oteyza
Vidas Españolas e Hispano-Americanas del Siglo XIX
Madrid, 1932 

miércoles, 11 de noviembre de 2015

!Ojalá me hubiese ido antes!

Al encuentro de un desagradecido

!Ojalá me hubiese ido antes! Esta fue la contestación de un paisano y buen amigo mío que, por las circunstancias y problemas que encierran los pueblos de La Sierra Norte de Sevilla, tuvo que irse, como otros muchos emigrados de su patria chica.
Esto ocurría en una tarde netamente veraniega, en el hermoso y envidiado paseo de El Palacio de nuestro querido pueblo.
Aquel hombre, ya casado, tuvo que abandonar por las circunstancias antes citadas, esta casi limbiana tierra, cuna y testigo de su desarrollo juvenil, tierra que no pudo darle otro nombre más hermoso que el de Guadalcanalense. Hombre este de una mediana estatura, de ojos pequeños y de unos treinta años de edad.
Aquella luminosa tarde veraniega —repito- con un olor a tierra mojada, pues el suelo estaba recién regado, con una brisa mariánica, llegada como en exclusiva, para este bonito pueblo; aquí donde yo creo que la existencia de cualquiera, se desbordaría en bucólica felicidad, estaba yo con aquel amigo, con aquel amigo que con su “Ojala me hubiese ido antes" me dejó un poco confuso y un mucho perplejo, no por el significado de la frase en sí, sino por proceder de quien procedía y por la forma irónica con que me había "largao" su "ojala". Un poco dañado en mi honor de hijo ofendido e indignado por la referida ironía, que puso en sus palabras el mencionado amigo, le pregunte:
—Bueno amigo, si tú aquí en Guadalcanal ganaras, no lo digo ni más ni menos que donde estas, si ganaras igual ¿volverías a tu pueblo?
—iNO! Fue la respuesta, una respuesta clara y tajante, una respuesta que ni siquiera un momento aquel hombre se había parado a pensar  para responder a mi pregunta.
-¿NO? Insistí nuevamente.
—Que va hombre, si esto es morir de pena, ¡caramba!, vaya si hay poco ambiente aquí. Aquí vuelvo yo y me muero.           
No sé expresar, queridos paisanos, lo que sentí en aquel momento, fue, un momento, fracciones de segundos quizás, pero dentro, de mi pecho sentí como si se hubiese desatado un mar de rabia de odio, de un desprecio tal que casi gritando le dije:
—Dime que es lo que te ha quitado a ti Guadalcanal? ¿Dime que es lo que te ha quitado?
Aquel hombre de mediana estatura, de ojos pequeños, pero guadalcanalense, quiera o no, bajó la cabeza y con la mirada dirigida al suelo, con un tono de voz más suave, que casi calmó por un momento mi ira, respondió:
—Nada, no me ha quitado nada.
—¿Y qué es lo que te ha dado?, le volví a preguntar,
—¿Que que es lo que me ha dado a mi Guadalcanal...? A mí no me ha dado nada. Pero para vivir la vida por esos mundos y no en esta pocilga.
No comprendía de momento a aquel hombre que decía que ni le había dado ni le había quitado nada Guadalcanal, y que por añadidura ofendía a esta bendita tierra, que lo vio nacer. No comprendía a aquel hombre que hablaba de un ambiente erróneo. ¿Que ambiente puede tener un hombre que no ve en todo el día a sus hijos, por irse a trabajar a las cinco de la mañana y regresar a las diez de la noche? No comprendía aquel hombre, que despreciaba y tiraba por tierra, esa tierra que le vio nacer, para avalar el medio ambiente de las grandes ciudades.
Pronto me di cuenta que aquel hombre de mediana estatura, de ojos pequeños, estaba completamente equivocado, equivocado y mucho. Pues si Guadalcanal no le quito nada, como él decía, si le dio mucho. Le dio la gracia de ser del pueblo más bonito del mundo entero, le dio la honra de ser un hijo mas, le dio la escuela y el ejemplo del trabajo, le dio veintidós años de envidiada juventud, y le dio una fiel compañera madre de sus hijos. ¿Y no le había dado nada Guadalcanal...?
¿Desagradecimiento?, no sé si llamarlo así.
Si yo, queridos paisanos, algún día por desgracia, tengo que emigrar de mi pueblo, con dolor y con pena lo haré. Pero de lo que dudo mucho, es de  que olvide a mi bendito pueblo. Esto sería inconcebible y por otro lado canallesco, sé que le ofendería como aquel desagradecido hombre de mediana estatura y ojos pequeños.
!Pero! ¿Cómo pueden olvidarse unos recuerdos que perduran toda una vida? Pues son los recuerdos de la niñez, los que quedan insertos en nuestras mentes hasta que la muerte los borre. ¿Cómo se puede olvidar lo que yo creo que se debe añorar, hora tras hora, día tras día? !No!, yo no olvidaría nunca a mi Guadalcanal, este Guadalcanal, limpio, cristalino, blanco como un copo de nieve, que bien calificado esta, pues no parece sino de esos inmaculados copos que el sol no ha irradiado suficiente energía para poder derretir.
Este Guadalcanal que por estar más cerca del cielo, no parece sino reverberar el resplandor de las estrellas, haciéndose así, dueño y señor de este valle que ocupa, con unas sierras a su alrededor siempre vigilantes, como si ellas mismas por mandato de la sabia naturaleza, se hubiesen rehecho a un lado y a otro para dejar sitio al trono que ocupa.
Si, queridos paisanos, ustedes mismos podéis juzgar y diréis conmigo que aquel hombre de mediana estatura y ojos pequeños, no era un hijo agradecido y noble, de este noble señor que es Guadalcanal, entronizado en la sierra de Sevilla y por eso muy cerca de las estrellas y de Dios.

José Baños Carmona

Revista de Feria 1973