By Joan Spínola -FOTORETOC-

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Villa de Guadalcanal.- Dió el Sr. Rey D. Fernando a Guadalcanal a la Orden de Santiago , e las demás tierras de la conquista, e de entonces tomó por arma una teja o canal, e dos espadas a los lados como así hoy las usa.



sábado, 1 de mayo de 2010

GUADALCANAL 1902


EL GLOBO O TROMBA DE FUEGO DE GUADALCANAL
El sábado 1º de Febrero, á las dos de la tarde, atravesó la población de Guadalcanal y su término (provincia de Sevilla) una manga de fuego, produciendo enorme ruido y alguna trepidación. Muchas personas, en su mayoría mujeres, creyendo que se venía encima el fin del mundo, fueron presas del mayor espanto. Así describe el fenómeno D. Manuel Calleja, de la localidad mencionada, y así Carvic lo pone en conocimiento del público. Acaso se trate de la caída de un bólido, que no pocas veces éstos se presentan con tal aparato, pero muy bien pudiera acontecer que fuese un meteoro como los que Arago llamó «rayos globulares». Es éste un fenómeno muy poco frecuente, pero que se ha observado ya por muy distintas personas y en circunstancias bien diversas, de modo que no puede tenerse por fantástico, quiero decir, como ilusión de los que lo refieren, y muchas de las descripciones tienen alguna semejanza con la sobria reseña del Sr. Calleja. El almirante Duperry consigna que en las islas de la Sonda presenció un espectáculo imponente, producido por una nube luminosa y esférica que lanzaba rayos y truenos en todas direcciones. Es famoso también el caso de la iglesia de Stralsund, donde penetró un globo de fuego del que salieron otros menores, a modo de granadas, que estallaron con gran estrépito. El globo fulminante de Beaujon es no menos célebre, y cuentan que hizo tantos destrozos y tanto ruido como si una máquina infernal hubiese estallado en medio de la población; lanzaba el tal globo rayos en todas direcciones, y uno de ellos atravesó un muro cual pudiera hacerlo una bala de cañón. Otra tromba fulminante explotó en Everdon. En medio de una casa de labor, donde se hallaba una partida de segadores; mató á varios é hirió a los restantes, encontrándose después, en la superficie del cuerpo de las víctimas, gran número de manchas lenticulares. Poggendorf dice en los «Annales» que en 1850 apareció un meteoro luminoso globular cerca de la villa de Anhalt, siendo muchas las personas que presenciaron el fenómeno y que declararon que la maravillosa esfera tenía un matiz verdoso. M. Colón, vicepresidente que fué de la Sociedad Geológica de Francia, cita otro caso de que él mismo fue testigo. Vió una masa globular de fuego descender del cielo á la tierra á lo largo del tronco de un chopo, cuya corteza quedó abrasada; la masa luminosa bajó lentamente empleando cinco ó seis minutos en recorres desde la cúspide hasta la base del árbol, y al llegar al suelo rebotó sin estallar. En 1823 el profesor Schübler, durante una tempestad que estalló sobre la Selva Negra, vió dos globos luminosos coronados por una lengua de fuego cada uno. Muy recientemente la Academia de Ciencias de París se ha ocupado de esta clase de fenómenos con motivo de un caso presenciado por M. Violle, y del que éste dio cuenta a la Academia. Vió el citado observador caer del cielo una bola de fuego, como una piedra que desciende; apareció aquélla, se iluminó por relámpagos en efluvios, descargas difusas ocalizadas en un espacio muy restringido, pero que formaban en conjunto un meteoro imponente y magnífico. Otros muchos casos podría citar y he citado en otra ocasión, pues hasta 150 perfectamente tengo noticia de haber sido registradas, pero con los expuestos basta para dar idea de este curioso meteoro y para que no quede duda alguna acerca de su existencia. Como dice muy bien Carvic, no se puede asegurar por la breve reseña del Sr. Calleja, cuál es la naturaleza verdadera del meteoro que se ha presentado en Guadalcanal; pero, por las trazas, parece que pertenece a la categoría de los antes indicados. Si así fuera, y no la caída de un bólido piedra meteórica (cosa también posible), los atemorizados habitantes de la población andaluza han presenciado un fenómeno, no único, pero sí muy rato y sobre cuya explicación andan todavía a la greña los hombres de ciencia. Arago supuso, al describir este meteoro, que existe una materia sutil que llamó «materia fulgurante», susceptible de unirse temporalmente a la materia ordinaria. Esta materia fulgurante es la que, en circunstancias apropiadas, y arrastrando consigo masas de gases de la atmósfera, forma, según la hipótesis de Arago, esas esferas y trombas incandescentes que de cuando en cuando se presentan, ya produciendo un vistoso y callado meteoro, ya incendios rarísimos, ya, en fin, desastres formidables, ocasionando a su alrededor el espanto, la destrucción y la muerte. Actualmente se entiende que la materia fulgurante de Arago no debe considerarse como una sustancia desconocida y misteriosa, ni tampoco como un fluido especial, sino solamente como una manifestación, no bien estudiada aun, de los movimientos vibratorios de la materia imponderable, movimientos que hoy día, según la naturaleza, sabemos que constituyen el calor, la luz, la electricidad, los rayos X etc. Este es uno de los hechos que sirven para mostrar que, como decía mi amigo Juan Fernández, la noche que asistimos en París a la sesión de magia blanca, nuestro conocimiento de la Naturaleza es aun bastante imperfecto y que el estudio del mundo nos guarda todavía muchas sorpresas.
Vicente Vera

EL IMPARCIAL, Viernes, 7 de Febrero de 1902

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