By Joan Spínola -FOTORETOC-

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Villa de Guadalcanal.- Dió el Sr. Rey D. Fernando a Guadalcanal a la Orden de Santiago , e las demás tierras de la conquista, e de entonces tomó por arma una teja o canal, e dos espadas a los lados como así hoy las usa.



sábado, 9 de abril de 2011

AQUELLAS CENTURIAS


Foto.- Asociación Cultural Benalixa


AÑORANZAS DE PRIMAVERA


Nada más entrar por el laberinto de calles que conforma la extraordinaria villa de Guadalcanal un cierto tufillo a aceite quemado, pero con agradable olor, invade mis fosas nasales, y descubro ese familiar aroma que huele a primavera y Semana Santa.
En muchas casas se están haciendo los gañotes que ya Cervantes pudo saborear en el mesón del Toro, y que desde los tiempos más ancestrales han presidido las mesas de cuantos hijos de esta bella población serrana hemos tenido la suerte de degustar.
Pero no solo son los gañotes los que emocionan a los que, como yo, somos golosos y glotones. Hay cosas tan entrañables para quien escribe estas líneas que aun estando lejos de mi pueblo recuerdo cada hora y cada minuto de los acontecimientos vividos a lo largo de los años que viví en Guadalcanal, pueblo que ni un solo día de mi vida he dejado de recordar, recuerdos que en Semana Santa se hacen mas intensos que nunca.
Mientras, trato de consolar mi nostalgia admirando los sobrios y bellos desfiles procesionales que abundan en la ciudad de Alcalá de Henares, en la que vivo y de cuya extraordinaria belleza puedo dar fe. La elegancia de sus cofradías transporta mi mente a quinientos kilómetros, y vago con la imaginación recordando cada una de las cofradías de mi pueblo y, aunque en esos momentos me encuentre en la mismísima calle Mayor o en la plaza de los Santos Niños de la ciudad de Cervantes, mis pensamientos se encuentran presenciando tal vez la hermandad de “los Verdes” cuando pasa por el carril de Santa Ana, viendo como la luz de las velas del Amarrado se refleja en la fachada de mi casa de la Cañá. Mientras, su paso se confunde con el fondo de la torre. Después, el tintineo del palio de la Veracruz me hace estremecer, al mezclarse con las notas de las marchas procesionales de la banda de música, en las que aun distingo la figura de personas tan entrañables como Morente, Fontan, Jesús “El Nene”.o Francisco Merchán Torrado.
Ya bien entrada la noche, el Cristo sentado en la peña, perteneciente a la hermandad de los blancos antiguamente y ahora titular de “los costaleros”, repite el mismo episodio que horas antes hiciera el amarrado. Porque el paso de cualquier cofradía por el carril de santa Ana es digno de ver, pero solo esos dos eran los únicos que por aquellos años lo hacían, si bien recuerdo contar a mi abuela que antiguamente el misterio de la oración en el huerto también hacía estación de penitencia por este mismo sitio, pero tras los terribles acontecimientos vividos en una época que es mejor no recordar las imágenes de esa cofradía desaparecieron.
El frío de la madrugada no era para mi impedimento alguno para ver salir la hermandad de “los Moraos” no sin antes haber matado el gusano con una copita de crema de guindas, que ayudara a tragar mejor el primer gañote del día. Un tremendo escalofrío me recorre el cuerpo cuando viene a mi mente la escena de nuestro padre Jesús Nazareno subiendo por la calle Granillos para torcer a la calle Camacho como si de la subida del mismo Calvario se tratara dirigidos sus costaleros hábilmente por su capataz Tomas Veloso y escoltado por los alabarderos ataviados con aquel extraordinario atuendo de soldados de Roma.
Luego el paso de la virgen que a los acordes de la marcha real entra en la iglesia de Santa María, haciendo balancear su palio bajo los arcos de la parroquia, dejando una estela de olor a incienso mezclado con el azahar que los naranjos de la plaza despiden generosamente en esas mañanas primaverales de Guadalcanal que embriagan con un poderoso aroma las almas de cuantos tienen la oportunidad de vivir esos momentos.
Con el cansancio de tremendo madrugón encima, el cristo de las Aguas acompañado de la Dolorosa sale de la Concepción, mientras un radiante sol ilumina a un nutrido publico que ve como lo nazarenos blanco y rojos desfilan por las calles de Guadalcanal. Dejándose oír los tambores de los alabarderos comandados por “El Laso” y presididos por un elegante centurión que luce casco, coraza y espada, llenando de luz y color las calles de un pueblo que se vuelca con todas sus cofradías, al mismo tiempo que disfruta de la espectacularidad del vello paso de la dolorosa por los jardines de ”El Palacio” para dirigirse ya bien entrada la tarde a su templo, en donde quedaran las imágenes mientras los alabarderos a paso ligero y haciendo sonar sus cornetas y tambores se dirigen a la casa de la hermandad para hacer entrega de su atuendo al hermano mayor.
Luego el personal llena los bares porque también Guadalcanal huele a pescaito frito y marisco en estos días y aunque muchos respetan el ayuno debido somos muchos los que no estamos dispuestos a dejar pasar una buena ración de gambas mientras conversamos con los amigos los acontecimientos del día recostados en la barra de “El botero” el Chato” o “la Puntilla” antes de volver a nuestras casas en donde seguramente comeremos huevos rellenos.
Una buena siesta y al caer la tarde Guadalcanal entera se viste para ir de entierro. Todos con nuestras mejores galas acudimos a la plaza par ver salir a la hermandad del Santo entierro y María Santísima de la Soledad, en donde las autoridades presiden el sepelio de aquel que murió por la paz del mundo. De un mundo que transcurrido veintiún siglos no ha sido aún capaz de captar el mensaje de aquel que ahora se pasea por los Mesones de cuerpo presente, recordándonos que esta tierra en la que vivimos está mas o menos como en los tiempos del Cesar romano al que ahora representan los alabarderos vestidos de riguroso negro y que hacen sonar sus tambores y cornetas con extraordinaria belleza a pesar del luto que en esta estación de penitencia se representa.
Subiendo por la alcalaína calle de los Libreros, hago memoria de las cofradías complutenses y tengo que reconocer que todas ellas son extraordinarias. Cabe destacar la del “Cristo de Medinaceli” o la del de “los Doctrinos” autenticas obras del arte imaginero castellano. También la Soledad coronada (cofradía representativa de los muchos andaluces que vivimos en esta ciudad) el Cristo de “Las Peñas” o el de la “esperanza y el trabajo”y tantos otros que de alguna forma se han arraigado a los que de distintos puntos de España hemos hecho de Alcalá de Henares nuestra nueva tierra pero para este que aquí escribe la semana santa de Guadalcanal será siempre el referente de la raíz de quien nació en este pueblo en el que por muchos años que pasen nunca olvidará esas primaveras cuajadas de olor a azahar, a cal blanca a cera de cirios encendidos y a gañotes empapados en miel serrana. (sic)

Manuel Barbancho Veloso
Alcalá de Henares

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