By Joan Spínola -FOTORETOC-

By Joan Spínola -FOTORETOC-

Villa de Guadalcanal.- Dió el Sr. Rey D. Fernando a Guadalcanal a la Orden de Santiago , e las demás tierras de la conquista, e de entonces tomó por arma una teja o canal, e dos espadas a los lados como así hoy las usa.



miércoles, 28 de diciembre de 2011

El mundo gira y cambia vertiginosamente

Vicente Molina Foix, escritor y cineasta

"Me gusta tejer historias y dejarlas suspendidas al borde del abismo o inconclusas".

Vicente Molina Foix es escritor y cineasta. Aunque fue incluido por Castellet en la antología poética Nueve novísimos españoles y ha realizado diversas adaptaciones teatrales, la novela es el género con el que ha obtenido el Premio Nacional de Narrativa, el Premio Herralde y el Premio Azorín. Ha publicado entre otros, los libros La comunión de los atletas, La mujer sin cabeza, La misa de Baroja y El abrecartas. Su último titulo es El hombre que vendió su propia cama, publicado por Anagrama.
Suele ocurrir que las novelas, con el paso del tiempo, se recuerden como cuentos. Sin embargo, y después de unas semanas de haber leído sus relatos, el recuerdo que guardo de El hombre que vendió su propia cama se parece más a la lectura de novelas que de cuentos. Me pregunto si esa sensación ha sido propiciada conscientemente por usted a la hora de escribir este libro.
La velocidad narrativa y los modos de composición son distintos en un cuento y una novela, como es bien sabido. Pero me gusta tejer historias, tramarlas, dejarlas suspendidas, preferiblemente al borde del abismo, o inconclusas, y tal vez por eso aun los relatos más breves de El hombre que vendió su propia cama puedan tener, una vez terminado su desarrollo en la página, una resonancia novelesca.
Es éste un volumen en el que la literatura, de una u otra forma –muchas veces de forma explícita–, está muy presente. Hay mucha gente que dice que escribir es continuar, y mejorar, esa tradición literaria a la que pertenecemos.
No trato de hacer metaliteratura, a la que soy poco dado, incluso como lector. Hay un primer cuento, “El cuento de Gógol”, que habla de un hombre maniáticamente libresco, lo que le sirve de gran acicate en su vida, y la segunda parte del libro, A partir de James, toma un pie literario, pero poco más que eso. “Los otros labios”, el único relato de esta parte jamesiana en el que la literatura adquiere relevancia por la personalidad de sus protagonistas, es en realidad una historia de amour fou llevada, a través de libros y reseñas críticas, hasta sus últimas consecuencias. Y no hay que buscarle significados ocultos al hecho de que la protagonista de “El buda bajo el agua” lea constantemente Episodios Nacionales de Galdós. Podría ser, en todo caso, un homenaje mío al autor de uno de esos Episodios, La estafeta romántica; lo leí fascinado un año después de la publicación de mi novela epistolar El abrecartas, tras ser advertido por un amigo, y encontré en esa obra extraordinaria del escritor canario un precedente ignorado.
Esa afición a los libros, el afán lector de algunos de sus personajes, tiene tintes casi patológicos, como si ahí encontraran un refugio en el que esconderse de la vida real.
La patología de la lectura es una de las enfermedades más sanas que pueda imaginarse, y si por mí fuera, debería inocularse a cargo de la Seguridad Social, mientras dure, a todos los recién nacidos, con lo que se les haría, a la larga, más avispados, menos malhumorados, más curiosos, menos furiosos. De hecho, por volver a El abrecartas, la idea de refugio en la poesía y la literatura para contrarrestar la adversidad y la tragedia dominante en la historia española del siglo XX era uno de los motivos esenciales y recurrentes de las vidas de los personajes centrales de la novela, relacionados de manera real o simbólica con los poetas y artistas, algunos malogrados, que les inspiraban y les acompañaban.
También están muy presentes, en algunos relatos, las cosas, los objetos, los utensilios que forman parte de la biografía de nuestros recuerdos. Ese paisaje mobiliario ya se mostraba muy poderoso en su anterior libro de relatos, Con tal de no morir.
Eso es porque yo soy un fetichista, y mis fetichismos, de poca monta en el campo sexual o amoroso, son muy potentes, por el contrario, en lo que llamas –y me apropio la expresión, que me gusta mucho– “paisaje mobiliario”. Álvaro Pombo me dijo una vez que en mis novelas veía mucho cuerpo, y lo tomé, naturalmente, como un piropo literario. De ser así, habría también un “paisaje carnal” cohabitando con elpaisaje mobiliario” y hasta con el “inmobiliario”, si tengo en cuenta uno de mis cuentos predilectos, “La ventana ilegítima”, perteneciente a mi anterior libro, Con tal de no morir.
El amor, las relaciones de pareja, las crisis matrimoniales, siguen mostrándose como argumentos efectivos y turbadores. El mundo gira y cambia vertiginosamente, pero los mayores dramas siguen transcurriendo en el hogar, en la intimidad.
Las aventuras más trascendentales suelen pasar o ser imaginadas en las habitaciones de la gente, pero debo decir que mi instinto aventurero, siendo yo –como alicantino– descendiente de fenicios, se manifiesta en este libro a través de los viajes, reales como los de “La segunda boda” y “El cuadro familiar”), imaginarios como “Un sueño de la diosa” y “La ciudad dormitorio”, o realizados en paralelo a la historia o con recelo respecto al porvenir como “El hombre que vendió su propia cama” y “A su edad”. Después de escritor me considero viajero, y hay etapas en que soy más lo segundo que lo primero. “Escritor y viajero profesional” sería una buena manera de definirse, ya que “vocacional” es un término que tendríamos que dar por hecho. Ahora bien, en los viajes se me ocurren ideas de escritura y hasta párrafos, sobre todo en los que realizo, en cualquier continente, al hemisferio sur, mi verdadera tierra de promisión.
La segunda parte de El hombre que vendió su propia cama viene inspirada en Henry James, en las anotaciones que hizo para posibles relatos. Era frecuente que este escritor “enfrentara” personajes de dos mundos, el viejo y el nuevo. ¿Asistimos en la actualidad a una dicotomía semejante? ¿Nos asomamos a un tiempo nuevo desde el punto de vista ideológico o los cambios son meramente tecnológicos?
Lo nuevo, que nos trae un progreso no siempre progresista, nunca acabará con esa esencia de lo moderno que es lo clásico, tal como lo veía Baudelaire. Shakespeare, Montaigne, Cervantes, Henry James: literaturas que nos siguen hablando con tanta o más elocuencia que las contemporáneas. Yo, al contrario que algunos escritores españoles de hoy, que dicen no leer a sus contemporáneos, como si alardearan de ello, leo lo nuevo, pero poniéndome a mí mismo una condición: cada dos meses dedico quince días seguidos a la lectura de los “antiguos”, en ciertas ocasiones releyéndolos, si puedo hacerlo así, en su lengua original y en ediciones más solventes que las que me los descubrieron de joven.
En una época en la que triunfan los videojuegos, las películas de aventuras y de acción, los efectos especiales, los libros de misterio y de detectives, Molina Foix nos presenta unos viajeros y unos escenarios un poco decadentes, impregnados de una cierta melancolía casi fantasmal.
Me han gustado mucho siempre las refinadas filigranas de los escritores y artistas decadentes, sobre todo los del fin de siècle XIX; ahora, por desgracia, una decadencia de otro tipo –inmoralmente grosera y descaradamente corrupta– nos engloba a todos a la fuerza en estos inicios del XXI. Respecto al fantasma, se ha convertido en uno de mis personajes preferidos, y tengo la sensación de llevar al menos diez años, desde El vampiro de la calle Méjico a El hombre que vendió su propia cama, escribiendo historias fantasmales.
Después de una intensa producción novelística, sus dos últimos libros, Con tal de no morir y El hombre que vendió su propia cama, son dos libros de relatos. ¿Tiene eso algún significado?
El deseo de explorar un género que había cultivado solo esporádicamente y del que soy, como lector, un fanático. Creo que tengo cuento para rato, aunque mi próximo libro, ya en progreso, será unitario y tendrá una gran dimensión y, si se me permite la frase tópica, un amplio espectro. Llevo ya cincuenta páginas escritas y es lo único cierto que sé de él.

TOMÁS VAL

No hay comentarios:

Publicar un comentario