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Portada del periódico dirigido por López de Ayala |
El
Padre Cobos.- Ayala, zarzuelero
Durante
el bienio progresista apareció un periódico, llamado El
Padre Cobos, pesadilla de Ministerios y terror de falsos patriotas y
mercachifles sin conciencia. No hubo en aquella época
orador-huero ni finchado político a quien no alcanzara la
sátira formidable y finísima de aquel periódico,
único en si clase.
El
Padre Cobos tenía un tinte moderado, era la contrarrevolución
en el periódico; la protesta viva y enérgica de la
España que no tenía representación en las
Cámaras.
Su
crítica, aunque alarnas veces sangrieta siempre fué
veraz, contribuyendo con sus campañas a que disminuyese
el enjambre de pestilentes aduladores.
Tuvo
este periódico innumerables persecuciones y procesos,
denunciándosele una de las veces por la publicación de
unos versos de Ayala. apelando éste a un medio ingenioso paró
defenderse.
Puso
en prosa, lo que había dicho en verso, dándolo a otros
periódicos, que lo publicaran sin enojar las iras del fiscal.
"¿Qué
se quiere castigar?—dijo Ayala ante el juez— ¿La gravedad
de estos versos? Pues aquí están estos periódicos,
que han dicho lo mismo en llana v corriente prosa, sin que el fiscal
los haya renunciado.
!Ah!?
. lo que hay aquí es que Escosura (entonces ministro de la
Gobernación) quiere matar
al padre Cobos, y El Padre Cobos no morirá."
El
público, que llenaba la Sala del
Juzgado; aplaudió frenéticamente; el juez palideció,
y El Padre Cóbos, gracias al ardid de Ayala, fue
absuelto libremente.
La
afición del público hizo que el poeta se desviara de su
verdadero centro, cultivando durante algún tiempo la zarzuela.
La Estrella de Madrid y Guerra a muerte, gozaron de vida efímera.
Los comuneros debió su fama a las alusiones que allí se
creyeron ver contra los polacos del conde de San Luis, y que
excitaban por igual el regocijo de los progresistas y la cólera
de los moderados. Al representarse esta obra durante sus primeras
noches se libraron verdaderas batallas entre sus detractores y
apologistas.
Y
El conde de Castralla, obra que prohibió el Gobierno,
rematando su labor de zarzuelista, nada feliz por cierto, con El
agente de matrimonios.
El
poeta y el novelista.-
Muy
pocas son en número las poesías de Ayala, pero éstas
bastan para acreditarle de un soberano poeta lírico.
La
sensibilidad, la fantasía y el entendimiento concurren
armónicamente en sus composiciones,; todas ellas están
henchidas de inspiración, de sencillez y de profundidad de
pensamiento unidas a una exuberante belleza en la forma.
Mucha
semejanza tenía Ayala con Núñez de Arce; ambos
en unos cuantos versos dicen más que otros en un poema entero.
En
la décima que a continuación transcribimos encerró
una definición de la música, verdaderamente primorosa:
Es
la música el acento
que
el mundo, arrobado, lanza
cuando
a dar forma no alcanza
a
su mejor pensamiento;
de
la flor del sentimiento
es
el aroma lozano;
es
del bien más soberano
presentimiento
suave,
y
es todo lo que no cabe
dentro
del lenguaje humano.
En
la siguiente décima; titulada La pluma, siempre de actualidad,
muestra su autor la delicadeza de su espíritu:
¡Pluma!:
cuando considero
los
agravios y mercedes,
el
mal y bien que tú puedes
causar
en el mundo entero;
que
un rasgo tuyo severo
puede
matar a un tirano,
y
que otro, torpe o liviano,
manchar
puede un alma pura,
me
estremezco de pavura
al
alargarte la mano.
El
soneto es el género que más ha cultivado Ayala,
encerrando en ellos siempre un pensamiento elevado con el
afiligranado ropaje de su forma verdaderamente escultural.
Un
aspecto totalmente ignorado de Ayala es el de novelista; el malogrado
Bonilla San Martín nos dice que entre los papeles del insigne
dramaturgo pudo ver una primera parte de una novela inédita
del mismo titulada Gustavo. Muchas dificultades encontró
Ayala para publicarla, pues la Censura se lo impidió,
justamente, a juicio de Bonilla, pues aunque estaba escrita en estilo
elegante y severo, el fondo de la obra era enormemente escabroso,
digna hermana de una novela de Eugenio Sué o de Alfredo de
Musset.
Pasados
varios años, Ayala remitió su obra a Alarcón
para que la continuara y se publicara, con el nombre de los dos, pero
este no quiso o no se atrevió a continuar la obra del gran
ingenio.
Centro de Estudios Turolense.- Archivo Histórico Nacional
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