Memoria de un maestro republicano
Hace unos días hablando con D.
Jerónimo (96 años), el más anciano componente de nuestra Fragua del
Pensamiento, me comentó y me aconsejó la lectura del libro Memoria de un
maestro republicano, él, D.
Jerónimo también fue maestro desde la terminación de la guerra civil hasta su
jubilación, “yo no tengo merito amigo Rafa, yo solo gané la guerra y pasé de
alférez de complemento a maestro nacional, nos acogimos muchos falangistas a
esta opción después de terminar la guerra, Franco no nos quería en su ejercito,
les usurpamos a aquellos buenos maestros republicanos sus alumnos y su derecho
a ejercer y enseñar la verdad de una parte de España que quiso traer el
progreso y la tolerancia”.
Debemos agradecer a Ángel
Rodríguez de Mier su empeño en que por fin hayan visto la luz las memorias de
José Vicente Borrás (Cáliga 1904 – 1 Cálig, 1982), un hombre bueno, de ideas
socialistas y de talante conciliador. El libro Memorias de un maestro
republicano, lo ha publicado
Onada Edicions, de Benicarló.
Siempre que leo memorias de
aquellos españoles a los que les tocó vivir la Guerra Civil o cuando escucho su
testimonio pienso en mí padre y tantos otros jóvenes de los dos bandos ¡qué
mala suerte tuvieron!
Posiblemente hayan sido las
generaciones con peor fortuna de toda la historia de España, me dijo una vez mi
paisano ya fallecido Rafael Romero (El Panza).
En el caso concreto de José
Vicente Borrás, podemos decir que durante la contienda no fue de los qué peor
lo pasaron. Lo digo porque no estuvo destacado en el frente sino que estuvo
destinado en los Servicios Auxiliares (básicamente en las Colonias Escolares,
de la zona de Levante). Pero al acabar la guerra, empezó su particular vía
crucis: como a, tantos miles de españoles Leh esperaban la cárcel y los juicios
sumarísimos. Años de cárcel y encima con la incertidumbre todas las noches de
si ésa sería o no la última de su vida, de si al llegar... la madrugada estaría
ó no incluido en "la saca" de esa jornada; pues en el consejo de
guerra lo habían condenado a muerte. Y todo, por su militancia socialista y su
lealtad a la República; que él —digámoslo alto y claro— ningún delito
había cometido.
Estuvo preso cinco largos años,
pero su condena aún tendría una coda: cómo a tantos otros maestros
republicanos, se le expulsó del Magisterio y se le impidió, incluso, dar clases
particulares: «Cierto día, en plena clase, se presentó una pareja de la
Guardia Civil que ordenó a los alumnos que salieran inmediatamente de mi casa».
No se le rehabilitó hasta 1965.
Las memorias de José Vicente
Borrás atrapan al lector por su humanidad, y sus reflexiones sorprenden por su
lucidez en el análisis de los acontecimientos. Está uno leyendo las memorias de un humilde
maestro sin embargo, parece que sean las de un ministro o las dé un historiador
con toda la información necesaria al alcance de su mano.
En las guerras civiles siempre
aflora lo mejor y lo peor del ser humano. Así, por un lado, nos admira el gesto
de José Niñerola Balaguer, quien conocía a Vicente Borrás de cuando éste estuvo
en Cox dirigiendo la colonia escolar.
Al acabar la guerra, Niñérola, camisa
vieja de Falange, acoge en su casa a toda la familia de don Vicente. Ni que
decir tiene que, con ello, José Niñerola corría peligro, pero no le importó. Al
mismo tiempo, frente a ese gesto tan solidario, encontramos un hecho vomitivo:
cuando Vicente Borrás regresa a Villafranca del Cid, que era donde ejercía
antes de que estallara la guerra, vecinos del pueblo le propinan una brutal
paliza y, para más inri, a su mujer la arrastran de los pelos, le pegan
puñetazos y le escupen. Algunos de los agresores habían sido en su día
alumnos de don Vicente...
Nota: la que tampoco tiene
desperdició es la azarosa vida de su hermano, el dibujante y pintor Emilio
Borrás Entre otras cosas, participó en el desembarco de Normandía ¡Qué
vidas...! Y es que, bien mirado, cada
uno de aquellos españoles a los que les
arrolló la guerra encierra en su propia biografía una auténtica novela.
Gracias D. Jerónimo
Rafael Spínola.- La Fragua del Pensamiento
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