By Joan Spínola -FOTORETOC-

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Villa de Guadalcanal.- Dió el Sr. Rey D. Fernando a Guadalcanal a la Orden de Santiago , e las demás tierras de la conquista, e de entonces tomó por arma una teja o canal, e dos espadas a los lados como así hoy las usa.



sábado, 16 de junio de 2012

Mal vivir


No sólo de pan vive el hombre

Leía yo una vez que, entre 1950 y 1970, la penuria del campo desvencijó muchos hogares españoles, muchos miles de familias recalaron en las grandes ciudades para reajustar unas vidas que eran pródigas sólo en esperanzas, la gran ciudad era un espejismo propiciado por el poder.
Muchas veces me pregunto qué es lo que atraerá de tal manera a la gente que deja todo por venir a la gran gran ciudad a malvivir, anhelando, recordando con nostalgia y añorando toda la vida del pueblo. Este puede ser el caso quizás, porque yo no hay un solo día que no me acuerde, que no añore, que no suspire un poco por mi GUADALCANAL. Comprendo que vengan a la ciudad los ambiciosos, los profesionales que buscan un horizonte que no encuentran en la provincia, los profesores e investigadores que necesitan cátedra, laboratorios, bibliotecas; los intelectuales que requieren auditorio, los artistas que no pueden desenvolverse sin un ambiente propicio; los políticos, los hombres de mundo...
Pero, ¿qué decir de los miles que llegan a ella y no alcanzan ninguna de sus instituciones, que no gozan de la dulzura de la vida? Otros han o hemos salido de nuestro pueblo quizás sin mucha necesidad; unos hemos encontrado la meta deseada, pero el precio a pagar por ello es muy elevado. Hemos cambiado la quietud de un pueblo serrano por un medio ambiente que se respira mucho peor. Hemos cambiado la blancura de unas calles por el tricolor de semáforos y rótulos de publicidad. Hemos cambiado nuestro horario voluntariamente, ya que para poder estar a tu hora en el trabajo, tienes que adelantar mucho más el timbre de tu despertador. Hemos cambiado el amable, sosegado y continuo "adiós" o "buenos días" de la calle por ese caminar silencioso y rutinario por no conocer a nadie.
Y querido lector, aunque económicamente estés bien remunerado, yo a esto le llamo malvivir. Muchas veces he oído decir: "no sólo de pan vive el hombre", y es verdad, aparte del sustento de cada día hace falta otra cosa. La ciudad es un parásito que vive de su entorno y no devuelve nada.
La ciudad, como ya digo, es un parásito, en la que se dispone de muchísimo menos tiempo libre, y con hipotéticas oportunidades a las que difícilmente opta el emigrante, que empezó en una chabola o piso de alquiler y quince años después, dejándose la piel en el tajo, ha logrado sesenta metros cuadrados en una urbanización, a unos pocos kilómetros del centro. No es lógico cambiar tanto esfuerzo por tan poco, y los tan pregonados efectos de esta tecnópolis motivan ya —y que Dios así lo quiera— una esperanzadora vuelta al campo; y si no es así, por lo menos que consigamos que los que aún quedan en él no tengan nunca que abandonarlo.
Siempre deseamos aquello que no tenemos, pero si lo poseemos no sabemos darle el valor real que tiene, es decir, que aquel que vive en ese bonito pueblo serrano que es GUADALCANAL, desde estas páginas te digo que, mientras pueda, contra viento y marea, sepa y pueda resistir en él, ya que aunque no se dé cuenta, por el mero hecho de estar residiendo en esta Bendición de Dios, ya está VIVIENDO.

José Baños Carmona
Revista de feria 1981

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