By Joan Spínola -FOTORETOC-

By Joan Spínola -FOTORETOC-

Villa de Guadalcanal.- Dió el Sr. Rey D. Fernando a Guadalcanal a la Orden de Santiago , e las demás tierras de la conquista, e de entonces tomó por arma una teja o canal, e dos espadas a los lados como así hoy las usa.



sábado, 30 de junio de 2012

Un poco de historia

Civilón, el toro que indultaron las mujeres


Durante toda una larga semana, la suerte que pudiese correr Civilón, el famoso toro de Salamanca, domesticado por una niña, ha tenido preocupados a la mayoría de los barceloneses. En las ramblas o en el Paralelo, en las terrazas de los cafés, en las oficinas y en los talleres, las conversaciones han girado, los ocho días anteriores a la corrida, sobre el mismo y obsesivamente sobre tema: Civilón
Al mismo tiempo, los habitantes de Barcelona, especialmente las mujeres, han iniciado una campaña tenaz en favor del indulto del noble toro. Comisiones de mujeres de todas las clases sociales han visitado al representante de la ganadería Cobaleda, a los toreros, a las autoridades, a los empresarios de la corrida.
Otras han hablado desde la emisora de radio o han pronunciado conferencias. A las oficinas de la Plaza de Toros, a los hoteles donde se hospedaban los toreros, han llegado montones de cartas y telegramas, no ya sólo de Barcelona, sino de toda España.
Ajeno al escándalo levantado por el anuncio de su muerte, Civilón rumiaba filosóficamente el pienso de los corrales de la Plaza. Quizá estaba un poco desconcertado por el brusco cambio de paisaje. De la libertad de la dehesa, ancha y llana, a un angosto y desierto corralillo; de los trajes obscuros de los vaqueros y sus fuertes gritos guturales, a los vestidos perfumados y vaporosos de las señoritas que iban a visitarlo todas las mañanas y a sus palabras dulces y acariciadoras.
Con sus ojos anchos, húmedos e inmóviles, el toro ha contemplado durante una semana el ir y venir ajetreado de toda la gente que quería verle y acariciarle. Se ha dejado tocar los cuernos y el testuz, acariciar la luenga papada y que le diesen palmaditas en los lomos. Se ha prestado a posar ante el conocido escultor Florencio Cuairán, que, mientras que lo acariciaba, iba modelando su figura; grupos de fotógrafos y de aficionados han disparado centenares, millares de veces, sus máquinas sobre el paciente animal. Otro toro -uno cualquiera de sus hermanos, gloria y orgullo de la familia de los Civilones- hubiese protestado de tanto abuso.
-Esto es demasiado- habría dado a entender con sus actitudes y sus cuernos amenazadores.
Y los curiosos, aterrorizados, se hubiesen apresurado a huir. Pero Civilón, no ha “dicho” nada. Con un estoicismo impropio de su raza se ha dejado acariciar y palpar por todo el mundo. Unicamente de vez en vez, cuando ya estaba muy cansado de dejarse manosear, se alejaba de los grupos que invadían su corralillo, buscaba un rincón umbroso y propicio y se echaba a dormir…
BATALLA POR LA VIDA DE UN TORO
La Plaza Monumental de Barcelona se llenó de espectadores la tarde en que iba a ser lidiado Civilón. Acudieron aficionados de toda Cataluña, de Madrid, de Valencia, del sur de Francia… Veinticinco mil personas acudieron sudorosas, sedientas, casi asfixiadas por el sol y por el polvo, aguantaron estoicamente la incomodidad de sus asientos y la inclemencia de una tarde canicular para ver torear al toro más popular de España.
Había muchas mujeres. En las barreras, en los tendidos, en los palcos, en las gradas, incluso en las localidades de sol, los trajes blancos o estampados y las amplias pamelas de paja daban un aspecto especial a la Plaza. Otras muchas mujeres que no pudieron o no quisieron entrar aguardaban noticias a pie firme en las puertas del coso, y cada vez que salía a la calle un espectador le rodeaban, acosándoles a preguntas:
¿ Han lidiado ya a Civilón ?
- ¿ Lo van a matar ?
- Lo indultaron, ¿ verdad ?
Dentro de la Plaza, la corrida iba deslizándose sin historia, interrumpida de vez en vez por esos incidentes menudos que escoltan a la fiesta de los toros: la caida de un picador, el volteo aparatoso y sin consecuencias de un torero, la rivalidad entre los sectores del público, uno que aplaude y otro que silba…
Por fin le llegó el turno de ser lidiado a Civilón. “Quinto -decían los programas-: Civilón. Negro, lucero, meano… ”
En medio de un silencio impresionante, clarines y timbales sonaron quizás con más fuerza que de costumbre; se abrió la puerta del toril, y el animal domesticado por Carmelilla Cobaleda salió, paso a paso, hasta el centro del ruedo y quedó allí un momento, erguido, contemplando estupefacto aquella muchedumbre silenciosa. Un peón le brindó su capote. Civilón arrancó despacio hacia él, olió la tela, sopló… y se volvió hacia el extremo opuesto de la Plaza. Salió otro banderillero, y de nuevo agitó ante él la roja capichuela. Civilón volvió a arrancarse al trote, volvió a soplar y esta vez se alejó en busca de la soledad. Por último, El Estudiante intentó veroniquearlo. El toro pasó dos veces, pero a la tercera inició unos cuantos saltos acompañados de sus continuos soplidos y, volvió la cara otra vez.
- ¡ Manso, manso, que lo piquen !…- empezaron a gritar los hombres.
Entonces empezó el escándolo. Los hombres querían que siguiese la lidia, que picasen y banderilleasen a Civilón, para ver así la embestida. Las mujeres, en cambio, chillaban pidiendo el indulto del animal e insultando con gritos a los toreros que intentaban lidiarlo. En algunos tendidos aparecieron diferentes carteles. ” Estudiante, tú eres bueno -decía uno de ellos-. No mates a Civilón“.. “Pedimos el indulto del toro amigo de los hombres”- se leía en otro-. Mientras tanto, en el centro del ruedo, Civilón seguía con sus carreras al trote, y los toreros aguantaban resignados la bronca que se avecinaba.
Por fin, el presidente agitó un pañuelo. Los toreros se retiraron; aparecieron los cabestros y Civilón marchó alegremente tras ellos, entre ovaciones y silbidos. Las mujeres lo habían salvado…
“CIVILÓN” SE DEJABA BESAR
Sí. Lo besaron las mujeres. Quizá picado y banderilleado, Civilón hubiese cumplido de un modo corriente, como cumplen la mayoría de los toros que no son muy bravos ni muy mansos; pero en ese caso, lo más probable es que hubiese muerto. Las mujeres que llenaban la Plaza se adelantaron a los acontecimientos y evitaron así que lo mataran.
En la tarde canicular, imponiéndose al sol, al polvo y al calor, los gritos y los pañuelos de las mujeres ganaron la batalla a los hombres, y Civilón fué indultado. A ellas, a las mujeres de Barcelona, tendrá que agradecer Carmelilla Cobaleda que el toro domesticado por ella vuelva vivo a la dehesa. Después de terminar la corrida, en los corrales de la Plaza, las mujeres desfilaban para acariciar a Civilón. Vi a una niña, una criatura de dos años, que se empinaba para besarlo, mientras el animal, quieto y pacífico, inclinaba su poderosa cabeza…


Texto: Javier Sanchez-Ocaña
(Julio 1936)




miércoles, 27 de junio de 2012

Minas de Guadalcanal Siglo XVI (7)





LEY V .— En que se ponen las ordenanzas nuevas de las minas.


Yo el Rey Felipe II, En Madrid a, 18 de Marzo de 1563, sobre ordenanzas pragmáticas de las mimas del imperio español y que se refieren a las de Guadalcanal:


Las Ordenanzas para las Minas del oro y plata.

XIV. Otrosi, porque en la dicha Pragmática, se dispone , que ninguno pueda buscar minas en una legua al derredor de la mina de Guadalcanal, i un quarto de la de Cazalla, i otro quarto de Galaroca, i otro quarto de Aracena, porque despues que se ha entendido que conviene á nuestro servicio alargar mas los dichos terminos del dicho quarto de legua, i declarar dende donde han de correr; mandamos que eu las dichas tres partes, i en la de Guadalcanal, i en cada una dellas no pueda ninguna, ni alguna persona tomar, ni tener mina en termino de una legua á la redonda en cada una de las dichas quatro partes ; i que las dichas leguas se entiendan, i midan en esta manera ; la de Guadalcanal desde la casa, que está hecha allí para la fabrica de las dichas minas; i la de Cazalla desde la casa, que está encima de la mina de Pedro Candil : i la de Aracena desde la casa, que está hecha en la mina del cerro de los azores ; i la de Gtlaroca de la mina primera, que se descubrió , que es cerca del Lugar ; i las dichas leguas han de ser legales de á quince mil pies, cada pie de á tercia, medidos por la tierra; i todas las minas, que se hallaren en el distrito dellas, han de ser para Nos; pero si hasta el dia de la promulgacion desta nuestra Carta se aviaren hallado algunas minas fuera de los dichos quartos de legua, i dentro de la legua, que agora se señala, han de gozar dellas Ioí halladores, conforme á la dicha primera Pragmática. (sic)

XVI. Iten ordenamos, i mandamos que qualquiera que descubriere mina de oro, ó plata, dentro de veinte dias despues que la uviere descubierto, ó hallado el metal, sea obligado de la registrar ante la Justicia, en cuya jurisdicion estuviere la tal mina, i por ante Escrivano, presentando el metal, que oviere hallado; i en el registro se declare la persona, que lo descubrió, i registró, i la parte donde está, i se halló el metal, que se presentó, i que dentro de otros sesenta dias despues de hecho el tal registro, el que lo uviere hecho, sea obligado de embiar, i embie un traslado autorizado del dicho registro ante nuestro Administrador General, si lo oviere, i si no, ante los nuestros Oficiales, que residieren en la fabrica de las minas de Guadalcanal, para que assiente, i ponga en el libro, i registro general, que ha de aver de las dichas minas, para que se sepa, i tenga razon de todas las minas, que oviere, i se descubrieren, i no haciendo dicho registro e.i la forma, i tiempo, como está dicho, i no guardando lo demás que dicho es, pueda otro qualquiera registrar la dicha mina, i aver, i adquirir el derecho , que el tal descubridor, ó qualquiera otra persona, que viniera á registrar, tuviera, haciendo el registro segun dicho es. (sic)

XVII. Iten, por quanto hasta la publicacion destis nuestras Ordenanzas se han descubierto, i registrado muchas minas, las quales están ocupadas, i embarazadas sin labrarse, ni beneficiarse, i sin que dellas se tenga entera noticia, i los registros se avrán hecho diferentemente : ordenamos, i mandamos que todos los que antes de la publicacion de estas nuestras Ordenanzas ovieren descubierto, i registrado minas, sean obligados dentro de dos meses á renovar, i tornar á hacer los dichos registros, segun, i por la forma, que en la Ordenanza antes desta está dicho, i ordenado para los que de aqui adelante descubrieren, i registraren; 1 dentro de otros setenta dias sean obligados á embiar, i embien los tales registros ante el dicho nuestro Administrador General, ó ante los dichos nuestros Oficiales de Guadalcanal, como arriba está dicho, so la pena en la dicha Ordenanza contenida. (sic)

XVIII. Iten ordenamos, i mandamos que los dichos nuestros Oficiales, que residieren en la Fabrica de Guadalcanal , tengan libro, donde se assienten todos los registros, que se hicieren de todas las minas descubiertas, i que se descubrieren, tomaren, i vendieren, 6 que en otraqualquiera manera se contrataren; i que embien á la nuestra Contaduria Mayor relacion firmada de su nombre del estado de las minas destos nuestros Reinos, i de lo procedido dellas; i que despues de aver embiado la primera Relacion, de dos en dos meses la vayan embiando de lo que en ellas uviere sucedido, procedido. (sic)

LVHI. Iten ordenamos, i mandamos que, quando acaesciere que, para fundir el metal de una mina, convenga echarle revoltura de metal de otra mina, se pueda hacer; con tanto que no exceda la lei del metal, en que se quiere hacerla dicha reboltura, de á marco por quintal de plomo plata : i si excediere, no se pueda hacer, ni haga sin licencia de los dichos nuestros Oficiales, que residen en Guadalcanal, só pena de perder los metales, que rebolvieren, i lo que dellos procediere con otro tanto, la mitad para nuestra Camara, i la otra mitad para el denunciador, i Juez, que lo sentenciare: i mandamos á los dichos nuestros Oficiales que, quando lo tal acaesciere, vean, i ensayen los dichos metales de las dichas minas, para que conforme á ellos se haga la liquidacion de lo que nos pertenesciere; i aviandolo hecho, i mirado, como sea cosa, que tanto importa, i averiguado la parte, que uvieremos de aver, conforme á la lei de los dichos metales, den lo dicha licencia, por ser tan conveniente á la buena fundicion de la dicha reboltura. (sic)

LX. Iten ordenamos, i mandamos que en cada una de las casas de afinacion de cada Partido aya los afinadores necessarios nombrados por los dichos nuestros Oficiales, que residen en Guadalcanal, los quales á costa de las partes, i dando las dichas partes el carbon que fuere menester, hagan las afinaciones de plomo plata de aquel Partido, i comarca, i no otros algunos, s6 pena á qualquiera otro , que hiciere afinacion sin licencia del dicho nuestro Administrador, ó de la persona por él nombrada, de cien azotes, i tres años de Galeras al remo de por fuerza; i los dichos nuestros Oficiales tassen lo que se ha de pagar á los dichos afinadores, i el carbon, que gastaren. (sic)

LXXIV. Iten ordenamos, i mandamos que todas las personas, que buscaren, hallaren, i tomaren minas de oro, assi los primeros descubridores, como los demás, en el tomar, registrar, i estacar las dichas minas, i en el señalar mina para Nos, guarden lo contenido en estas Ordenanzas, cerca del tomar, registrar, i estacar las minas de plata, i só las penas en ellas contenidas: i que conforme á las dichas Ordenanzas, i só las penas dellas, sean obligados á embiar los registros á los nuestros Oficiales, que residieren en Guadalcanal : i ellos tengan libros de registros de las minas de oro, segun, i como está proveído en lo de la plata. (sic).

Documentación.- Centro de Archivos Turolenses (patrimonio siglo XVI)


viernes, 22 de junio de 2012

Guadalcanalenses en los primeros asentamientos de México

Pobladores de Nueva España y Nueva Galicia en el siglo XVI

Nueva España.- Después de la destrucción y el sometimiento de los indígenas del pueblo Azteca, se formó el Virreinato de Nueva España, fue una entidad territorial integrante del Imperio español en América, establecida por la Corona durante la etapa de su dominio del Nuevo Mundo, entre los siglos XVI al XXI. Fue creada tras la conquista de los pueblos indígenas establecidos en la zona meridional de América Central y Norte.
Nueva Galicia.- Oficialmente "Nuevo Reino de Galicia" o "Reino de Nueva Galicia", estaba formado por 3 provincias que abarcaban la Provincia de Nueva Galicia (Nayarit y Jalisco) la provincia de Los Zacatecas (Aguascalientes y Zacatecas) y la provincia de Colima (Colima). El Reino de Nueva Galicia era uno de los dos únicos reinos autónomos dentro del Virreinato de Nueva España.
Citamos algunos de nuestros paisanos que embarcaron en el siglo XVI a probar fortuna y notoriedad.

Pedro Gómez.-
Entre los pobladores de Nueva España y Nueva Galicia, tenemos varios expedicionarios procedente de Guadalcanal, el primero Pedro Gómez ( Pero Gómez, natural de Guadalcanal, en la provincia de Sevilla, cuyo oficio era zapatero: B1, regº 3090), algunos fueron conquistadores probaron fortuna, otros como Pedro solo peseian deudas, como lo testifica el Inventario de bienes a la muerte del Padre Francisco de Morales, cura que fue de la Villa de Colima (17 de diciembre, 1536), fue registrado un “conocimiento de senta e cinco pesos de oro de minas contra Pero Gómez, vº desta dicha Villa”. AHMC 6. y Cuando se procedió a hacer almoneda y remate de estos bienes, “rematóse en Pero Gómez dos mantas [en] cuatro tomines”: Sevilla del Río (1973), 207. (sic)

Pedro Ruiz.-
Vecino de de Zacatula: IC 47.
Pero rruiz, conquistador que fué deste Nueua Spaña, de los primeros, en la qual tiene tres hijas; y que nunca ha tenido corregimientos sino el que al presente tiene, que es muy poca cosa y de poco prouecho; y biue con neçesidad”: IC 336.
“Natural de Guadalcanal, e hijo legítimo de Joan Martín Çepeçero y de Teresa Arias, su muger; y que pasó a esta Nueua Spaña con el Marqués, y se halló en la conquista y toma desta çiudad de México y de las demás prouinçias a ella comarcanas, y después en las de Tututepec y Mestitán y la costa de la mar del Sur e Motín; e que es casado, y tiene çinco hijas por casar, y su casa poblada con sus armas e cavallos, e que nunca a seydo gratificado de sus seruiçios”:
IC 47. OB 316 registra entre los venidos con Cortés a un “Ruiz Requena, Pedro; vivió en Zacatula”, que bien podría ser el Pero Ruiz de Guadalcanal, que tratamos.
Su hija mayor fue casada con Francisco Castrejón; y otra hija lo hizo con Nicolás de Aguilar, también vecino de Zacatula, natural de la ciudad de Sevilla y pacicador de Motines: IC 336 .
Fue encargado de La Guagua, con muchos sujetos (28 pueblos y poblezuelos) y Coyuca (o Copula), en las inmediaciones de Acapulco. Su hija mayor y Castrejón le sucedieron en las encomiendas, cuando falleció hacia 1533: así Himmerich.
(1991), 231; o 1553, según Gerhard (1986), 404. (sic)

Alonso Martín.-
Natural de Guadalcanal, labrador y alistado como Alabardero Real, llegó a tierras de México en la nao Santiago sobre 1520, junto con pobladores procedentes de Palos de la Frontera y reclutados en la casa de Contratación de Sevilla.
Perece por los registros que Alonso amasó algo de fortuna, consta escritura de compra de tierras en 1536, las hubo “de doña María, señora del pueblo de Sayula”, y de sus principales: Romero de Solís, Protocolos... (1999), reg° 14. (sic)

Antonio de Ortega.-
Fue uno de nuestros nobles paisanos que poblaron estas tierras conquistadas dee nueva España y Nueva Galicia, así consta:
“Antonio de Ortega, dize ques vezino de la Purificaçión, y natural de Guadalcanal e hijo legítimo de Pedro de Ortega y de Leonor Guillén; e que ha siete años que pasó a esta Nueua Spaña, y siruió a Su Magestad en la húltima paçificaçión de la Nueua Galizia e peñoles della, con Vuestra Señoría Illustrísima, y después en la Purificaçión, todo a su costa”: IC 1132.
Casó con Catalina del Viñar, viuda de Diego Chávez: Lebrón 48.
Tenía una estancia en términos de Ayuquila, que lindaba con estancia de ganado menor de Clemente de Chávez: Hillerkuss (1994), 168-169.
En 1550, informó Francisco Preciado, procurador de la Villa de Colima, que Alonso Carrillo, Jorge Carrillo, Hernán Ruiz de la Peña, Martín Ximénez, Antonio de Ortega, Martín Monje, Francisco de Cifontes y Antonio de Castilla [Antonio del Castillo], todos encomenderos, no residían en la villa (13 septiembre, 1550): Gerhard (1992), reg° 2513.
En 1552, estaba en la Villa de Colima cuando se remataron en almoneda los bienes que quedaron a la muerte del vecino Juan Bautista; a la sazón, Antonio de Ortega compró zapatos de terciopelo negro en 9 tomines: Inventario de los bienes de Juan Bautista (7 de abril, 1552): AHMC 1078.
En 1557 seguía registrándose como v° de la Purificación que es en el Nuevo Reino de Galicia; así, al ser testigo en esa población el 26 de diciembre de 1557 de una escritura otorgada ante el esc° Hernando de Aranda, por la cual Benito de Herrera da su poder a Antonio de Aguayo, vecinos ambos de la misma Villa de la Purificación, señaladamente, para “concertar e averiguar cierto pleito e pleitos que yo trato y he tratado contra el licenciado Lebrón, sobre los cuales yo tengo ejecutoria contra el susodicho”: Juan Ramírez de Alarcón, en nombre de Francisco de Hoyos, contra Juan de Arana e Isabel de Monjaraz, por pesos (7 de agosto, 1563): AHMC 786.
El virrey conde de la Coruña le dio el 6 de marzo, 1581 merced de un sitio de estancia de ganado mayor “en términos del pueblo de Xiquitlan, en una ciénaga, junto a unas sierras peladas y junto al Camino Real que va del pueblo de Xiquitlan al de Ayutla, en la parte que llaman Iztlanejo”, y que por comisión del virrey Martín Enríquez fue a ver Luis de Soto Prado, alcalde mayor que fue de Autlan”: Hillerkuss (1994), 177; enc°. (sic)
Fuentes.- ANDARIEGOS Y POBLADORES. NUEVA ESPAÑA Y NUEVA GALICIA (SIGLO XVI)
José Miguel Romero de Solís (de El Colegio de Colima). Sociedad y Evangalización en Nueva Galicia durante el siglo XVI (Marina Anguiano) y autor.

miércoles, 20 de junio de 2012

El pensamiento se plasma con arte y concisión

El aforismo es, así, una brecha, no un cierre o una clausura del saber...

...Las sentencias, las máximas, los proverbios, los aforismos… La tradición nos presenta una amplia gama de fórmulas expresivas, de géneros chicos en los que el pensamiento se plasma con arte y concisión. El autor se ciñe, se constriñe: escribe con brevedad y eficacia retórica. Porque, en efecto, los géneros chicos son escrituras condensadas, sentenciosas, apodícticas y económicas. Aleccionan o sorprenden: sin la argumentación que precede o sin el razonamiento que sucede. Son la última expresión.
Del pasado histórico nos vienen dos grandes fórmulas: los proverbios y los aforismos. Por su brevedad, por su sonoridad, por su aserción, pueden ser leídos en voz alta y recordados. Pocas líneas que resumen una enseñanza o que expresan una incertidumbre. Tratan del hombre, de las creencias, de la vida y de la muerte; y suelen tener un sentido moral.
En la Antigüedad y después, los proverbios fueron el pensamiento popular que condensaba y fijaba enseñanzas tradicionales, prescripciones colectivas. Se basaban en el sentido común, en la evidencia incontestada de las cosas. Los proverbios eran, así, aserciones prácticas de doctrina. Cada perla era la cuenta de un collar. Había un todo conocido —esa doctrina—, el todo del que el proverbio era un detalle.
Hoy, por el contrario, predominan los aforismos taxativos que bajo formas lapidarias niegan lo evidente o lo acostumbrado. ¿Ocurrencias, boutades? Desde la época moderna, quienes cultivan el género chico suelen buscar la paradoja con el ánimo de provocar al lector, reclamando de él su complicidad. El aforismo es, así, una brecha, no un cierre o una clausura del saber. Es fragmento del que ignoramos su conjunto, esa totalidad a la que podría pertenecer.
Alguien tiene una idea. Siente necesidad de pronunciarla y de retenerla. Felizmente dispone de papel, un cuaderno, un billetito en el que anotarla. Queda enunciada, fijada. Ya tiene forma. El pensamiento está a salvo. Pero inmediatamente quien escribe descubre que lo dicho es inferior a lo deseado, que lo anotado no es un calco de aquella cavilación. Puede que solo sea una birria. Lo inexpresado es solo potencial: tiene mucho futuro y tiene mucho prestigio. Si no se escribe, no se malogra; y así quien permanece en el silencio siempre podrá creerse capaz o mejor de lo que realmente es, dueño de esa cavilación que no tiene forma. Pero una vez plasmada la idea, el resultado decepciona. Por eso, el autor reincide con otra formulación, con otras palabras: al hacerlo altera lo pensado. ¿Qué pensamiento?
Una parte fundamental de la vida se nos va sin vivir el presente. Nos pasamos horas y horas adelantando el futuro en silencio: meditando sobre el porvenir, razonando, conjeturando, atribuyendo sentido a las cosas que todavía no han acaecido. Nos pasamos mucho tiempo exhumando lo consumado y ya inerte: recordando lo que nos sucedió o creemos que nos sucedió, con el significado que tuvo o que ahora tiene para nosotros. Nos pasamos la vida observando lo que justamente ocurre o creemos que ocurre.
De  pronto tenemos una urgencia: sobre un cuaderno, sobre una libretita, queremos anotar un dato que enjuiciamos. El resultado es una idea, un exabrupto, un dolor o una alegría. Nos basta con una frasecita, pero necesitamos decirla con toda la precisión de que seamos capaces. Es un pensamiento que nos identifica, que revela o expresa el yo, esa valoración que hacemos de algo que nos concierne. Y hemos de hacerlo en pocas líneas: con la brevedad a que nos obligan el soporte y el tiempo, escribimos esa idea. Tenemos únicamente un atadijo de papel y unos pocos minutos: la vida se nos va en ello y no queremos que se nos desvanezcan la ocurrencia, la vivencia. Por tanto, nos demoramos solo lo fundamental. Y la anotamos. La releemos y, al margen de que refleje mejor o peor lo que teníamos en la cabeza, descubrimos que tiene ritmo y hasta una rima insospecha. Descubrimos que tiene principio y final, incluso una disposición circular. Descubrimos, en fin, que tiene los términos exactos.
Es una idea suelta. En todos los sentidos de la expresión: ha sido evacuada y además no tiene continuidad necesaria. De hecho, a esa cavilación finalmente liberada que ya tiene forma y enunciación no le falta de nada, y al releerla una y otra vez olvidamos cuál fue el pensamiento inexpresado. Precisamente por eso, al releer esa idea incluso en voz alta, las palabras se vuelven insustituibles: con ambigüedad o precisión dicen lo que dicen, lo que tienen que decir. Cuando la forma verbal es irremplazable, entonces es que ha cobrado una belleza sonora. Casi es un canto irrepetible.
Estamos ante un género chico, sí, pero también grande. Le ocurre como a un poema. La palabra es la que es, siempre precaria e insuficiente, pero los versos son todo lo que son, medidos y relacionados: hay imágenes o enseñanzas que resultan de esa combinación y de esa disposición. Un poema no puede ser resumido o parafraseado sin malograrlo. Un aforismo tampoco puede ser abreviado o glosado. Por principio es fugaz; y lo precario y lo literal de su expresión no admiten alternativa: si se la buscamos, reescribiremos el aforismo y el resultado será otra sentencia distinta. Eso es lo que hacen quienes practican el género, este género chico, agrandar la escritura añadiendo nuevos aforismos hasta formar florilegios, compendios que pueden tener hilo conductor o elementos comunes: textos más o menos amplios que pueden leerse intermitentemente y con interrupciones, con desorden.
La tradición nos enseña que el aforismo se cultiva para delatar o manifestar todo tipo de estados o juicios. Por un lado, la expresión del yo ante el mundo, la indagación de un individuo que se sabe perteneciente a la humanidad y que a la vez se ve distinto; por otro, la valoración de ese mundo y de la conducta individual. Un observador y un juicio moral: eso es lo que predomina en el género. Alguien que sabe las reglas, que sabe lo que sus mayores hicieron, que sabe cuál es el sentido colectivo que se da a las cosas, pero también alguien que ve lo insólito, lo inaudito, lo paradójico de la vida y de sus normas.
¿Y cuál es el resultado? El pensamiento corto, sin espesor, sin cuerpo. Es curioso: contamos hoy con numerosos medios que dilatan la expresión y que multiplican los soportes, pero en plena modernidad tecnológica hemos ido a parar a la escritura perecedera y discontinua, más o menos chispeante, más o menos instructiva de los tiempos clásicos: pocos, poquísimos caracteres con espacio; la escritura de siempre, la que se inscribió, por ejemplo, en aquel atadijo de papeles, la que se consumó en el género del aforismo. Acumulamos datos que nos sobrepasan y dictaminamos con pocas referencias. No tenemos una razón olímpica y nos valemos de una mente precaria, siempre limitada. Y nos pronunciamos o eso intentamos: expresamos lo que queremos decir y a la vez expresamos nuestro yo, la identidad que precisa ser dicha. Aunque sea malamente.
Estamos como al principio de los tiempos: necesitados de decir, de observar y de anticipar, de sopesar; y de manifestarlo grave, irónica o brevemente: el tiempo apremia y el soporte no aguanta. A ese resultado decepcionante y operativo es al que hemos llegado. Nos hemos pronunciado. ¿Y luego? Luego nos morimos: nos quedamos sin habla y sin expresión, sin soporte, sin cuerpo. Todo se nos queda chico.

Justo Serna

sábado, 16 de junio de 2012

Mal vivir


No sólo de pan vive el hombre

Leía yo una vez que, entre 1950 y 1970, la penuria del campo desvencijó muchos hogares españoles, muchos miles de familias recalaron en las grandes ciudades para reajustar unas vidas que eran pródigas sólo en esperanzas, la gran ciudad era un espejismo propiciado por el poder.
Muchas veces me pregunto qué es lo que atraerá de tal manera a la gente que deja todo por venir a la gran gran ciudad a malvivir, anhelando, recordando con nostalgia y añorando toda la vida del pueblo. Este puede ser el caso quizás, porque yo no hay un solo día que no me acuerde, que no añore, que no suspire un poco por mi GUADALCANAL. Comprendo que vengan a la ciudad los ambiciosos, los profesionales que buscan un horizonte que no encuentran en la provincia, los profesores e investigadores que necesitan cátedra, laboratorios, bibliotecas; los intelectuales que requieren auditorio, los artistas que no pueden desenvolverse sin un ambiente propicio; los políticos, los hombres de mundo...
Pero, ¿qué decir de los miles que llegan a ella y no alcanzan ninguna de sus instituciones, que no gozan de la dulzura de la vida? Otros han o hemos salido de nuestro pueblo quizás sin mucha necesidad; unos hemos encontrado la meta deseada, pero el precio a pagar por ello es muy elevado. Hemos cambiado la quietud de un pueblo serrano por un medio ambiente que se respira mucho peor. Hemos cambiado la blancura de unas calles por el tricolor de semáforos y rótulos de publicidad. Hemos cambiado nuestro horario voluntariamente, ya que para poder estar a tu hora en el trabajo, tienes que adelantar mucho más el timbre de tu despertador. Hemos cambiado el amable, sosegado y continuo "adiós" o "buenos días" de la calle por ese caminar silencioso y rutinario por no conocer a nadie.
Y querido lector, aunque económicamente estés bien remunerado, yo a esto le llamo malvivir. Muchas veces he oído decir: "no sólo de pan vive el hombre", y es verdad, aparte del sustento de cada día hace falta otra cosa. La ciudad es un parásito que vive de su entorno y no devuelve nada.
La ciudad, como ya digo, es un parásito, en la que se dispone de muchísimo menos tiempo libre, y con hipotéticas oportunidades a las que difícilmente opta el emigrante, que empezó en una chabola o piso de alquiler y quince años después, dejándose la piel en el tajo, ha logrado sesenta metros cuadrados en una urbanización, a unos pocos kilómetros del centro. No es lógico cambiar tanto esfuerzo por tan poco, y los tan pregonados efectos de esta tecnópolis motivan ya —y que Dios así lo quiera— una esperanzadora vuelta al campo; y si no es así, por lo menos que consigamos que los que aún quedan en él no tengan nunca que abandonarlo.
Siempre deseamos aquello que no tenemos, pero si lo poseemos no sabemos darle el valor real que tiene, es decir, que aquel que vive en ese bonito pueblo serrano que es GUADALCANAL, desde estas páginas te digo que, mientras pueda, contra viento y marea, sepa y pueda resistir en él, ya que aunque no se dé cuenta, por el mero hecho de estar residiendo en esta Bendición de Dios, ya está VIVIENDO.

José Baños Carmona
Revista de feria 1981

miércoles, 13 de junio de 2012

Retrato de un joven malvado

Sobre dandis y malditos

"El malditismo interesó siempre a Umbral, que lo reflejó en su obra y asimiló en gran medida la figura"

Lector de Baudelaire, Rimbaud, Verlaine, Wilde o Proust —no un maldito, pero sí un dandi— y otros autores que, en su opinión, unieron en su obra —o en su vida— dandismo y malditismo, Umbral se pregunta qué es un poeta maldito. Como escritor enfrentado a la sociedad burguesa, su aparición o no depende de la situación económica de esa burguesía, lo que explica la difícil existencia de poetas malditos en España. En Amar en Madrid pasa revista a los presuntos malditos madrileños, “porque alguno hay”, pero en todos los casos señala su relativa adscripción a la figura. Valle-Inclán se acerca bastante “a ese concepto francés de maudit, pero en España no hay sensibilidad ni temple para esas cosas”. A Alejandro Sawa, “ciego y subversivo”, le faltaba talento literario. A Baroja le aparta del malditismo el ser un provinciano irredento: “tenía una panadería y eso es definitivo para descartarlo”, etcétera.
En Lorca, poeta maldito, Umbral testifica y profundiza en una concepción del malditismo, casi como un elemento del subconsciente, de la más profunda intimidad del poeta, que determinará la actitud externa de su existencia: “Solo a partir de una frivolidad incorregible puede haberse entendido como maldito al poeta, al artista que desordena su vida y se tambalea por las esquinas de la Historia. Para el arte y la conciencia burguesas, maldito es el que no se integra en la sociedad de esa manera convencional que la sociedad exige”. Y más adelante: “El concepto de maldito solo puede nacer de un entendimiento profundo del mal entronizado en un hombre o en una obra, en su obra”. Esa entronización supuso, obviamente, el descubrimiento de la belleza del Mal y por tanto la glorificación del mismo, con satanismo incluido. Recordemos la pregunta retórica de Baudelaire en el “Himno a la belleza” de Spleen e ideal: “¿vienes del cielo o surges del abismo / oh Belleza? Tu rostro infernal y divino, / vierte confusamente la felicidad y el crimen…”. Una atracción casi erótica hacia el mal, que Umbral denominará “la voluptuosidad del pecado”.
La exaltación de la belleza del Mal supone un “arraigo estético y humano en los poderes demoníacos o, cuando menos, daimónicos”, escribe Umbral a propósito de Lorca, un adentrarse en las zonas oscuras del subconsciente, frente, en muchos casos, a una actitud externa que lo camufla (la actitud vital del dandi, por ejemplo) y que provoca en el poeta un desdoblamiento de personalidad, que puede llevarle a la angustia o el miedo. Lo biográfico pasa a ser la constitución externa del maldito, un signo relevante a veces de que la sociedad castiga al individuo distinto, que no se integra en su seno: el asesinato de Federico, la cárcel de Verlaine o la negación del genio incomprendido de Valle-Inclán, en el que no se supo ver más que su “extravagancia”.
Es también, dentro de esa amplia reflexión umbraliana sobre el malditismo que constituye su libro sobre el poeta granadino, donde Umbral señala como grandes y, al fin, posibles malditos españoles a Larra, Valle-Inclán y el mismo Lorca. A ellos, como es sabido, dedicó sendos estudios: el citado Lorca, poeta maldito (1968), Larra. Anatomía de un dandy (1965) y, tras algún texto anterior, Valle-Inclán. Los botines blancos de piqué (1998). ¿Cuál sería el determinante biográfico que llevó a estos malditos españoles a sentirse extraños, distintos, en la sociedad que les rodea, y que provocará esa señalada distorsión de personalidad? A Larra pudo marcarle su condición de hijo de afrancesado, con el rechazo que debió sentir aquel niño que volvió de Francia sin saber el castellano. Un extraño en el mundo burgués y mediocre que le rodeó, hasta hacerle vivir entre los límites contrapuestos de su profundo amor a España y ese sentirse diferente a un país que mató la esperanza en su corazón y puso en sus manos la pistola del suicidio. Lorca, tras la imagen de su encantadora y alegre presencia, vivió la tragedia, entonces, de su homosexualidad. Y Valle-Inclán, el dandi provinciano, se defendió tras la máscara de sí mismo que creó, cuidó y mantuvo toda su vida.
A propósito de Darío, escribe Umbral: “Rubén es un posible poeta maldito —complejo familiar y de raza, complejo de feo, furor sexual y dipsomanía, verlenismo, angustia económica, desdoblamiento perpetuo entre lo apolíneo y lo dionisíaco—, que se frustra como tal maldito para lograrse —o malograrse— como embajador”. ¿Fue también Umbral un maldito malogrado? En Retrato de un joven malvado recuerda los lejanos días en que su posible malditismo fue una actitud vital aún no transfundida en literatura: “Hubo un tiempo en que yo quería vivir a contracorriente, ser un mentís al Universo. Es cuando se anhela la inversión, el suicidio, la autodestrucción, el terrorismo, cualquier forma de negación, cualquier actividad al margen de los ciclos naturales […]. Un día descubrí que, mejor que la locura sexual o el suicidio, mejor que la renuncia a la familia o la destrucción, la literatura venía a completar esa actitud al margen”.
Todos recordamos el cuidado atuendo —dandismo— de Umbral, configurando a ese hombre/texto que el escritor ha señalado en aquellos autores de finales y principios de siglo —del XIX al XX— que, como los románticos, tenían que forjarse una leyenda o, en su defecto, “una cabeza”. En esa línea Umbral se caracterizará —máscara o imagen— por aquellos especiales abrigos entallados, con cuello de garra, las chaquetas cruzadas, las camisas rosas —en épocas en que no eran habituales—, los chalecos y la inconfundible bufanda. La imagen asumida la cuidará al máximo. Por ejemplo, en Un ser de lejanías, comenta su negativa a adoptar diversas posturas ante un fotógrafo: “Eso no es Umbral. Hay que estar siempre haciendo Francisco Umbral”. Pero esta actitud fue eliminándose al transcurrir los años. Y en 1999 escribirá sobre una serie gráfica que están haciendo: “Pienso luego, a solas, que esta es la imagen que me gustaría dar de mí ahora mismo, de vuelta de la provocación, el reto o la agresión estética. […] Una imagen donde, me reconozcan o no los demás, me reconozca, por fin, a mí mismo”.
Pero penetremos más allá de las máscaras sucesivas umbralianas para ir, como él quería, a lo que podemos averiguar acerca de aquel abandonado —¿totalmente?— malditismo interior, el que puede hacerle dudar, incluso, de la propia imagen creada. Recordemos las condiciones que Umbral achacaba a Darío, otro maldito frustrado. Primero, el sentirse rechazado, distinto, dentro del panorama social coetáneo. En Umbral es evidente que fue una situación que tuvo que sufrir, y mucho, en su condición de hijo ilegítimo, de hijo de madre soltera. El tema obsesivo de la madre es, en cierta medida, una respuesta a la injusticia vivida: “…madre, vives en mí con toda tu sangre valiente de mujer sola”. En Los cuadernos de Luis Vives, declarará que en ese constante volver sobre la figura de la madre no sabe si hay “tanta devoción materna como imagen literaria”. Análogo proceso de literaturización sufre la aún más difícil situación de la ausencia de un padre, a quien le sustituye simbólica y literariamente un uniforme de húsar escondido en un armario, y para quien forja una literaria e increíble biografía en Los helechos arborescentes. Pero no todo es derivar hacia la literatura una difícil situación de infancia y adolescencia, que pudo motivar su vinculación a un temprano malditismo. Razones de exclusión de una integración social, que él ha estudiado —y casi sentido como propias— en las motivaciones de los poetas malditos.
Porque hay, posiblemente, una perenne angustia en Umbral, que le llega de ese fondo del subconsciente, y que él centra en un miedo que confiesa en ese diario de intimidad que es Un ser de lejanías, en unos largos párrafos inolvidables. Miedo, ¿a qué? No lo sabe pero declara: “El miedo está en mi vida, en mi no/vida”. Y en esta situación, en que Umbral se desdobla entre el ser angustiado de su interioridad, y el vitalista y triunfador escritor, abierto a todas las sensualidades, es cuando tal vez pudiera empezar a gestarse el libro que, definitivamente, le aleja de todo malditismo: Carta a mi mujer, escrito entre el otoño de 1985 y julio de 1986, publicado póstumamente en 2008 y dirigido a María, como receptora de la carta. Pero ese María, se sustituye como ritornello entrañable por la palabra amor, amor, amor, Maríamor, maríamor (con mayúscula o con minúscula). Y es, efectivamente, una carta de amor, que constituye un homenaje: “Uno de los últimos que puedo hacerte ya. Y un penúltimo intento por fijar en mí (y/o en el libro) el lirismo de una vida, la tuya, que es el espectáculo callado del ser incendiado lentísimamente por el tiempo”.
Maríamor es, en el libro, la muchachita provinciana que conoció y amó y la esposa que, tras tantos años, está poniendo paz en su vida: “Aquí te tengo, amor, allí te tengo”. El poeta —sí, el poeta— convierte casi en símbolo de sus vidas el viejo Citroën GS que, ya derrumbado, pero existente, persiste, salvado de la destrucción, en su garaje: “María, maríamor, nuestro larguísimo eterno matrimonio me ha transmutado en un citroen GS, y quiero morir como él”. Es decir, acogido al reposo, al silencio de Maríamor, “ese silencio tuyo, laborioso [que] llena toda la casa y toda la vida de confianza y reposo”. Maríamor es “una referencia concreta, segura, salvadora”, y el poeta apela, sin nombrarlo, a Dickens, y escribe: “Tu sueño, bien entrada la mañana, es el grillo del hogar que pone un cimiento leve y consistente a mi vida, María”.
Rubén Darío perdió su frustrado malditismo cuando escribe: “Francisca Sánchez, acompáñame”. Umbral creo entender que lo perdió también definitivamente cuando le dice a Maríamor, en palabras de un verso de Neruda: “Para sobrevivirme te forjé como un arma”.

Mª del Pilar Palomo
Revista Mercurio

sábado, 9 de junio de 2012

Nostalgia del pasado

Montar un arco con un «chupón de olivo»... y como no jugar a la pelota

GUADALCANAL, !Qué distante quedas en el tiempo, y qué próxima te encuentro en la memoria! Porque sigues siendo un presente cuajado de imborrables vivencias que perduran en mi mente a través los años, recuerdos de toda una vida transcurrida entre la blancura de tus encolados muros, la suave brisa de su inconmensurable PALACIO o las agrestes Sierra del Viento, del Agua, donde en las primaverales tardes subíamos en busca de hinojos o «quinquis», o nos entrabábamos en las cuevas naturales de la Serenita (junto a la Piedra de Santiago, en la nuestros asombrados ojos comprobaban la huella en forma de casco de caballo, que según nos contaban, había dejado el brioso corcel del mismo Santiago), portando suelas de alpargatas encendidas que, a modo de teas, alumbraba tenuemente sus angostas paredes, inundándolas de fantasmagóricas figuras, y que solía terminar con alguna que otra madura en nuestros humildes atuendos o en nuestras propias carnes; son tantos y tantos los recuerdos que a veces agolpan en sucesión de imágenes que desfilan inenterrumpidamente por mi mente y que en la mayoría de las veces ponen una amarga nota en mi semblante, haciendo que alguna subrepticia lágrima brote de los ojos al volar el pensamiento en el túnel del tiempo hasta la época de mi niñez y adolescencia.
Eran aquellos tiempos duros, llenos de vicisitudes, pero tenían la fragancia de esa inocente edad que todo lo ve, bajo el prisma del color rosado de los pocos años. Nuestros juegos eran sencillos; eran como nosotros. Jugábamos a la billarda, al aro, a guardias y ladrones y, ¡cómo no!, a la pelota. Pero cuando regresábamos a nuestras casas lo hacíamos contentos, cansados, pero contentos; no había problemas psíquicos, llegábamos hambrientos y dispuestos a terminar con todo cuanto de comer hubiera, que, desgraciadamente para muchos, no era todo lo que hubiera sido de desear por nuestros progenitores. 
No sé si los niños guadalcanalenses seguirán jugando a los mismos juegos que nosotros jugábamos, pero si no es así, si les ha invadido la superabundancia de juegos prefabricados, lo siento por ellos, porque con esa abundancia de medios han ganado en comodidad, pero seguro que han perdido en inventiva, porque ya no irán a buscar ruedecillas a la vía del ferrocarril con las que fabricarse un rústico patín que ruede a las mil maravillas por las empinadas calles de ese bello pueblo.
Ya no cogerán, seguramente, «gaviluchos» que criar con saltamontes o residuos del matadero; ya no habrán de montar un arco con un «chupón de olivo»... En una palabra, ya no tendrán que agudizar su ingenio para nada, porque todo está hecho y al alcance de los sufridos bolsillos de los padres...
Pero habría que saber si con todas estas cosas son más felices que éramos nosotros en aquella época, con todas nuestras necesidades; es difícil, porque si todas las comparaciones son subjetivas, en este caso sería imposible establecer un paralelismo entre dos tiempos distintos en todo. La evolución en el entorno que nos rodea no podría haber dejado a la niñez al margen de ella, pero yo, desde estas líneas evacuativas del pasado, me permitiría aconsejar a esos niños guadalcanalenses que no desaprovechen el inmenso tesoro de ese pueblo; que correteen esas benditas Sierras; que suban hasta lo más alto de sus cúspides hasta extenuarse, y cuando lo hagan, compro la inmensa sensación de paz que produce infinitamente superior a jugar con un sofisticado «robot», o el modelo más estilizado de un «Mercedes», o a fumarse uno de esos «porros» tan en boga en el momento. El sentirse en contacto directo con la madre Naturaleza será siempre superior a toda otra clase de diversión, y, al mismo tiempo, le hará sentirse desligado de este materialismo que nos inunda día a día, y que si no ponemos remedio nos llevará a la destrucción de los valores humanos y, cómo no, del propio hombre.

Antonio Benítez
Revista de feria 1981

miércoles, 6 de junio de 2012

Trazos de la historia de la Baja Extremadura


Crisis, decadencia y presión fiscal en el siglo XVI


La provincia de León de la Orden de Santiago, concretamente una franja de tierra que va desde el sur de Mérida hasta Guadalcanal, en el norte de la actual provincia de Sevilla, ultimado por el este con la comarca de la Serena y la provincia de C6rdoba y por el oeste con Tierra de Barros, cuyo sector meridional ocupa parcialmente, y con las comarcas de Zafra y Fregenal de la Sierra aproximadamente. Este era el espacio que en el siglo XVII correspondía al partido de Llerena, entendido este, como explicare mas adelante, desde el punto de vista jurisdiccional y gubernativo como la tierra dependiente del gobernador de la citada villa, convertida en ciudad en el reinado de Felipe IV. La elección de este espacio geográfico ha estado determinada por un conjunto de razones diversas, pero sobre todo por la realidad abundada de fuentes y la facilidad de su consulta para el autor.
Las enajenaciones se inician en 1540 cuando Carlos I, por carta dada en la Haya a 4 de agosto, desmembró de la Orden ciertas rentas y bienes situados en Guadalcanal pertenecientes a la mesa maestral y encomienda de dicha villa:
— La escribanía publica y la renta del jab6n pertenecientes a la mesa maestral.
— La mitad de los diezmos de pan y vino de dicha villa, la mitad de las casas, lagares, vigas de pisar uvas con sus aparejos, el basamento del pan y vino con sus tinajas, todo perteneciente a la encomienda.
El valor anual de estas rentas se estimó en 659.670 maravedís, las cuales se vendieron el 13 de diciembre de 1540 al Hospital de las Cinco Llagas de Sevilla dotado por d Marques de Tarifa (20). La fuente utilizada no conviene el pliego de la venta, que según una relación de los bienes enajenados de la Orden entre 1538 y 1551 publicada por Cepeda Adán (21), es de 32.983.500 maravedís.
En compensación por esta enajenación, se dio a la Orden un Juro perpetuo de 539.948 anuales con efecto del  de enero de 1541.
Después de estos cambios realizados en 1566, el partido de Llerena integraba las poblaciones siguientes: Llerena con Higuera, Maguilla y Cantalgallo, Olva, Palomas, Ribera, Fuente del Maestre, Los Santos, Hinojosa, Puebla de Sancho Pérez, Usagre, Medina de las Torres, Calzadilla, Bienvenida, Fuente de Cantos, Montemolin, Monesterio, Trasierra, Las Casas, Reyna, Ahillones, Berlanga, Valverde. Fuente del Arco, Azuaga, Granja y Guadalcanal. En el ultimo cuarto del siglo XVI el partido de Llerena sufría una importante amputación territorial con la enajenación de un total de siete villas, según se ha explicado anteriormente.
Desde el punto de vista de la administración económica de la Orden, el territorio del partido estaba repartido entre la mesa maestral, varias alcaldías dependientes de ella y trece encomiendas, entre las que destacaban por sus rentas las de Azuaga, Bienvenida, Guadalcanal, Ribera-Acebuchal y Los Santos.
En cuanto al aspecto Jurisdiccional y gubernativo, la provincia de León comprendía los siguientes parados: Llerena. Mérida, Montanchez, Encomienda Mayor (Segura de Le6n), Jerez y Homachos, bajo la autoridad de gobernadores o, en su defecto, de alcaldes mayores.
Las demarcaciones fiscales no só1o no coincidían con las anteriores, si no que para mas confusi6n variaban considerablemente para cada uso de renta, alterándose de vez en cuando sus limites por razones y según criterios que desconocemos.
Así, la recaudación del servido ordinario y extraordinario de la provincia de León, incluidas las villas enajenadas, estaba centralizada en Llerena, constituyendo en este aspecto un único partido, mientras que la de alcabalas y unos por ciento se distribuía entre los partidos siguientes: Mérida, Llerena, Guadalcanal, Fuente del Maestre y, aparte, la ciudad de Jerez, Llerena a veces en aquella época de Badajoz. También eran diferentes los distritos del servicio de millones, que en esta materia tributaria se reducían a dos, el de Mérida y Llerena.
El partido de Llerena, así demarcado, comprendía en la citada centuria las villas y lugares siguientes: Ahillones, Azuaga, Bienvenida, Casas de Reina, Fuente del Arco, Fuente del Maestre, Granja (de Torrehermosa), Guadalcanal, Hinojosa (del Valle), Llerena con los lugares de Cantalgallo, Higuera y Maguilla, Olva, Palomas, Puebla de Sancho Pérez, Reyna, Ribera (del Fresno), Los Santos (de Maimona), lugar de Trasierra y Usagre.
Dentro del partido, las propiedades y rentas de la Orden se distribuían entre la mesa maestral, las encomiendas de Azuaga, Bastimentos, Bienvenida, Fuente del Maestre, Guadalcanal, Hinojosa, Olva, Palomas, Puebla de Sancho Pérez, Reyna, Ribera, Los Santos y Usagre, y las alcaldías de Bienvenida, Cantalgallo, Fuente del Maestre, Higuera, Maguilla y la Puerta de Reyna.
El territorio estudiado comprende aproximadamente unos 2.000 kilómetros cuadrados y según el censo de 1591, Vivian en el 10.604 vecinos, que traducido a habitantes suponían, empleando el coeficiente de conversión 4, algo mas de 42.000 habitantes. Aunque el censo de 1591 parece sobrevalorar la población según veremos mas adelante, debemos admitir que se trata de una zona con una densidad de población alta en aquella época, muy superior a la de la media de Extremadura y de otras muchas regiones españolas y similar a la de Galicia, Castilla la Vieja y Valencia; pero a lo largo del siglo XVI el partido de Llerena fue perdiendo vitalidad y población, y al finalizar la centuria daba muestra, pese a la recuperación de ser una zona muy deprimida, presentando entonces una densidad probable de poblacl6n de 12-13 habitantes por kilómetro cuadrado. El poblamiento era casi exclusivamente concentrado únicamente en los términos de Llerena, Azuaga y Guadalcanal existían algunos caseríos aislados.
La peste.-
El siglo comienza con el único contagio de peste que sufrió el partido de Llerena en esta centuria, la gran peste de 1596-1602. Su presencia en guerras externas esta confirmada por los testimonios aportados por varios historiadores.
En la provincia Cáceres se vieron afectadas entre 1598 y 1600 diversas poblaciones como Plasencia, Acebo y Torre de Don Miguel en la zona de la Sierra de Gata o Garrovillas y Alcántara en el sur.
Igualmente, algunos pueblos de la actual provincia de Badajoz, como Talavera la Real y Honachos, padecieron en 1600 los estragos de la peste, habiendo sufrido poco antes, en el verano de 1599, el azote la propia capital, aunque de forma muy breve.
El contagio llegó mas tarde al partido de Llerena propagándose desde Andalucía. La extensl6n del contagio debió de ser reducida. Só1o hemos encontrado noticias de la presencia de la peste en Azuaga y Guadalcanal, aunque es probable que afectara también a otras localidades. En Azuaga la enfermedad aparece a finales de 1601 o principios de 1602. El 15 de enero de este año, en un día de temor generalizado por el avance del contagio que afecta ya a poblaciones próximas como d Pedroso y Cazalla de la Sierra, del Cabildo recibe la noticia de los dos primeros muertos a causa de la peste en Azuaga; pero probablemente el contagio se habría declarado algunos días antes, según parece indicarse en uno de los acuerdos tornados en aquella fecha:
"... que se digan en la iglesia mayor desta dicha villa nueve misas cantadas a nuestra Senora para que sea servida de rogar a su mejor precioso se sirva de miramos con ojos de piedad y alexar desta villa la enfermedad que en ella avia, y que ansimismo en el convento de la Merced desta villa se digan otras nueve misas cantadas al senor San Sebastian y San Roque..."
Simultáneamente, la peste llegaba a Guadalcanal y a otras villas cercanas del norte de la provincia de Sevilla, según manifestaba a principios de abril el Cabildo de Azuaga:
"... y ansi Juntos en su cabildo dixeron que por quanta se a tenido nueba que en las villas de Guadalcanal, Alanis y Cazalla se mueren de mal de contagioso, acordaron y mandaron se guarde esta villa dellas y que se persone ninguna persona trate ni comunique con jente de las dichas villas, y asi lo mandaron”.
Natalidad 1622-1632.
Después del mínimo de 1622, la natalidad experimenta una subida y corta recuperación. fácilmente observable en la curva de la media, que finaliza en 1628. Este tramo de natalidad creciente, accidentado por el mínimo secundario de 1626, es un claro reflejo del comportamiento de la nupcialidad, que entre 1619 y 1627 configura un ciclo de signo positivo expresado por una tendencia con una pendiente de 1. Asimismo, de comportamiento de la mortalidad en la parroquia de Santiago de Llerena (el índice medio entre 1622 y 1628 es 95, concuerda con la evolución favorable de las otras dos variables demográficas; sin embargo, no sucede lo mismo con la mortalidad en Puebla de Sancho Pérez.
La desaparición durante algunos años de los factores adversos explica esta fase ascendente de la natalidad.
Los escasos datos disponibles sobre producción y credos apuntan dada una mejora de la coyuntura agrícola. En Llerena, los precios de los granos permanecieron entre 1624 y 1628 por debajo de la tasa. En 1628, Azuaga y Guadalcanal recogen las mejores cosechas de los años cuya producción conocemos. En definitiva, una buena situación económica frena la mortalidad, estimula los enlaces matrimoniales y anima a las familias a tener una mayor actividad procreadora.
 
TOMAS PEREZ MARIN

sábado, 2 de junio de 2012

TATUAJES DE CRIMINALES Y PROSTITUTAS


Lacassagne, "un sabio del crimen"

Angelina Jolie, Penélope Cruz, Lady Gaga, Beckham o Leonardo di Caprio son algunos de los muchos famosos que llevan un tatuaje, porque es símbolo de modernidad y moda, pero hace un siglo taladrarse la piel era de marginales y convictos, seres anónimos que reúne el libro Tatuajes de criminales y prostitutas.
Un volumen que ha salido recientemente a la calle, publicado por Errata Nature, y que aúna dos libros, los estudios de finales del siglo XIX y comienzos del XX escritos por los médicos Eugenio Lacassagne, y Albert Le Blond y Arthur Lucas, hasta ahora inéditos en España, y cuyos archivos se reproducen en este libro con un sin fin de tatuajes originales.
Individuos peligrososTatuajes de hombres y mujeres que fueron integrados por la ciencia decimonónica en una nueva categoría denominada "individuos peligrosos", personas que por tatuarse, una práctica que consideraba "una costumbre bárbara", eran mandados a cárceles, asilos, reformatorios o colonias penitenciarias, entre otras cosas.

Así, Tatuajes de criminales y prostitutas da voz y pone imagen a todos los lugares y rincones de los cuerpos de estos seres anónimos que salen a la luz cien años después, gracias a los escritos y archivos de estos médicos que tenían una mirada moderna, "incluso sabia, pero que hoy resulta algo ajena para nosotros, aparentemente lejos de aquellos prejuicios", dice la nota de prólogo de los editores.

La primera parte del libro, la firma el Lacassagne, quien formuló la doctrina sobre la decisiva influencia del medio social en la formación del criminal, creada en un momento en el que la criminología estaba dominada por la celebre figura del profesor turinés Cesare Lombroso, que reducía al criminal al carácter biologicista.

Sabio del crimen

Lacassagne, "un sabio del crimen", que cedió todos sus fondos a la biblioteca de Lyon, y que reunía todo lo que pudiera ayudarle a comprender la mente y el mundo criminal, solía visitar la cárcel de Saint Paul. Y entre todo ese material que acumuló, los tatuajes eran un aspecto sustantivo y fundamental para identificar al individuo que delinquía.

Fichas con datos del tatuado, nombres, apellidos, edad, origen, fecha, lugar en el que se hizo el tatuaje, el procedimiento empleado, su descripción, su color y variaciones.

Tatuajes con los que se identificaba la identidad de criminales y prostitutas; y, sobre todo un DNI que arrojaba luz sobre los sentimientos y emociones que circulaban por el fuero interno de estas personas.

Los textos de los profesores Le Blond y Lucas, que forman la segunda parte del libro, siguen las pautas y procedimientos de Lacassagne, pero se centran en las prostitutas que encerraban en el hospital cárcel de Saint-Lazare, por no ejercer su profesión dentro de los estrictos márgenes admitidos por la legalidad de la época, y en las chicas muy jóvenes que ingresaban por "prescripción paterna".

En resumen, Tatuajes de criminales y prostitutas aúna un todo sobre el pasado de esta práctica milenaria que tiene su origen en la palabra "tátau", según el libro, que en las islas de Tahití y Tonga se emplea para designar dicha operación.

Un libro con más de dos mil tatuajes en 550 individuos, con cuerpos enteramente tatuados, o con inscripciones en la cara, en la frente con un "mártir de la libertad", o "el presidio me espera".

Contenidos
También tatuajes en el vientre o en el bajo ombligo, con "contenidos lúbricos" o "inscripciones pornográficas" -explica Lacassagne- que dicen "Fuente del amor", "El placer de las mujeres" o "Venid mujeres a la fuente del amor".

Lacassagne relata que es muy frecuente encontrar dibujos en el pene, y que el pecho y la espalda es el lugar reservado para los dibujos más grandes, así como en las nalgas.

En cuanto a la prostitutas, el libro muestra un extenso ensayo sobre las diferentes clasificaciones, pero la más frecuente es la que hace referencia a la simple mención del nombre o iniciales del amante, y éstos se suelen realizar en el brazo o antebrazo. El lunar en la cara también demuestra la existencia de otros tatuajes mas grandes en el cuerpo.