By Joan Spínola -FOTORETOC-

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Villa de Guadalcanal.- Dió el Sr. Rey D. Fernando a Guadalcanal a la Orden de Santiago , e las demás tierras de la conquista, e de entonces tomó por arma una teja o canal, e dos espadas a los lados como así hoy las usa.



sábado, 13 de junio de 2015

Adelardo López de Ayala o el figurón político-literario 1

Portada del libro
Introducción

Vamos a reproducir en varios capítulos retazos de la vida de nuestro paisano Adelardo desde el prisma de Luís de Oteyza, nacido en Zafra (Badajoz) en 1883, periodista, escritor y poeta del modernismo español, escribió su obra poética en la juventud.
Practicó un periodismo combativo que le hizo famoso y polémico. En 1904, pasó a dirigir Madrid Cómico. Colaboró en numerosas publicaciones periódicas, El Globo, La Nación, Madrid,, El Liberal, Heraldo de Madrid y otras publicaciones y revistas.
Primer director del periódico La Libertad, fundado en 1919. Con él colaboraron Antonio de Lezama, Antonio Zozaya, Eduardo Ortega y Gasset, Luis de Zulueta, Augusto Barcía, Pedro de Répide, Manuel Machado, o Luís Salado, entre otros. 
Enviado por su periódico a Marruecos para entrevistarse con Adb el Krim publicó su famoso artículo “Caudillo del Rif”, el 8 de Agosto de 1922.
Pionero de la radiodifusión en España, fue presidente de la Asociación de Radio aficionados de España (ARE) y fundó una de las primeras emisoras de radio que emitieron en Madrid. Fue en 1921, cuando dirigía el periódico, cuando fundó , Radio Libertad.
Republicano de izquierdas, anticlerical, hizo propaganda por la proclamación de la República española. En 1933 fue nombrado embajador en Caracas.
Al estallar la Guerra civil española, se exilió.

Capítulo 1
Justificación Previa

Entre las figuras hispanas del siglo XIX ¿puede incluirse un figurón?... Juzgamos que puede y aun que debe. Que puede lo prueban algunas de las biografías de esta serie, dedicadas a personajes que, si figuras parecieron más o menos sinceramente a sus panegiristas, figurones y solo figurones fueron en realidad. Y a que debe ser incluido un figurón, hasta como figurón con franqueza presentado, da fundamento el considerar que, en nuestro siglo decimonono, hubo casi mis figurones que figuras, y que se mezclaron ellos con ellas, compenetrándose en forma que separarlos seria imposible. No; no se completaría la exhibición de los españoles representativos de la centuria mil y ochocientos si no se ofreciese, junto a las figuras, un figurón siquiera.
Convencidos de que esto es así, escogemos, para biografiarle irrespetuosamente, al más hinchado y también el más vacío de entre tales figurones. Al que fue periodista influyente, poeta laureado y dramaturgo aplaudido, hasta deshacer Ministerios, ser comparado con los clásicos, tener apoteosis en vida y alcanzar la inmortalidad que se supone a los académicos de la Lengua. Al que, en política, agotó todos los distritos de Extremadura, representándolos como diputado sucesivamente; alcanzo tres veces la cartera de ministro, siempre gobernando las colonias que iban a perderse; subió dos veces a ese elevadísimo sitial que es la Presidencia del Congreso, y estuvo una vez a punto de formar Gobierno, cosa que, si no fallece pronto, habría logrado también. A don Adelardo López de Ayala, en fin, el mayor de los figurones habido y hasta por haber.
Lo fue incluso físicamente. Cuando contemplamos sus retratos, creemos asistir a la procesión del Pilar, en la que desfilan los gigantes y los cabezudos. De gigante tuvo Ayala, si no la estatura, pues era chaparrito, que dicen en México, la amplitud y el empaque. De complexión hercúlea, se estiraba creciéndose, en forma que gigantesco parecía. Y de cabezudo tenia todo lo que hay que tener: la cabeza grande. De tenerla tan crecida se vanagloriaba, como si los cerebros se midiesen por fuera.
Ha saltado la anécdota y hay que cobrarla. En el saloncillo del Español se encontraban López de Ayala y Juan Eugenio Hartzenbusch, pomposo aquel y arrugadillo este. El autor de Los Amantes de Teruel, tan escuchumizado como modesto, cedió la presidencia del auditorio, retirándose discretamente, al autor de Un hombre de Estado. Y cogiendo una chistera que creyóse la suya, se la puso... hasta el cuello. ¡Se había equivocado Hartzenbusch con la chistera de Ayala! Hubo las risas consiguientes, que Ayala quiso convertir en homenaje a su persona, gritando con aquel vozarrón que poseía: "Don Eugenio, tengo mas cabeza que usted." A lo que Hartzenbusch replico, irguiendo su vocecita coma áspid que se levanta para picar: "Mas sombrero, don Adelardo; mas sombrero." Con lo que colocó las cosas en su punto.
Pero hacia falta entonces la justa calera de un literato acometido para poner reparos a la cabezaza de. Ayala. Era magnifica, ciertamente, y la magnificaban hasta la sublimidad la melena artística y el bigote y la perilla guerreros con que su propietario la adornara. Aun hoy, viéndola en fotografía, se lamenta que semejante testa no fuese declarada monumento nacional.
Sólo adentrándose por la vida y la obra de Ayala, en estos tiempos de análisis y hasta de psicoanálisis, se observa cuan completa oquedad había en ese cráneo tan amplio y tan adornado exteriormente, donde, aunque infinitas grandes ideas pudieron tener albergue, solo habitó, como perdigón dentro del cascabel, haciendo ruido al y venir, la idea minúscula de lucimiento personal, mas que “personal e intransferible".
Y una vez hecha semejante exploración, el asombro nos gana. Pero ¿es posible? preguntamos. No cabe en nuestra cabeza las mediana proporciones, que político de inconsecuencia tal; fuese siquiera tolerado, que literato de tal ramplonería fuese admitido siquiera. Sin embargo, posible es, puesto que es cierto.
Ayala alcanzó en su doble actuación política y literaria todo lo que indicado queda según referiremos detalladamente. Como un globo, que no otra cosa era, levísima envoltura de dilatado aire, subió y subió hasta perderse entre las nubes. Si, allí pudo juzgarse que se le veía a su muerte el cadáver recibió al par honores de genio y de héroe. Sin duda creeríase que escalaba la gloria el espíritu de aquel cuerpo, sobre y ante el cual depositaban flores y hacían salvas respectivamente, las actrices frente al Teatro Español y los soldados en la Cuesta de la Vega. Porque esto ocurrió, aunque mentira parezca.
Pero fue verdad. Y siendo verdad hay que contarlo. No sólo pertenece a la Historia sino que cumple lo que la Historia tiene por misión. Lo histórico constituye enseñanza para lo que presente.
Y ¿es que ahora no tenemos como éste que a biografiar vamos, han pasado a medrar con la República tras de haberlo hecho con la monarquía y aun con la Dictadura? ¿Es que nos faltan esos personajes ambidextros, que del cultivo de las letras cosechan cargos públicos utilizan sus posiciones gubernamentales para colocar obras en los teatros?... No y no. Ayala no fue único. Algún otro Ayala existe actualmente. Y si no se tratase más que de alguno, pero trátese de algunos, en plural... 
Vaya, pues, el figurón con las figuras del siglo pasado, ya que entre ellas estuvo colocado, ¡y colocado muy bien! Y vaya, asimismo, como precursor de las figuras del presente siglo que, aun o tal parezcan, son figurones.

Luís de Oteyza
Vidas Españolas e Hispano-Americanas del Siglo XIX
Madrid, 1932

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