By Joan Spínola -FOTORETOC-

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Villa de Guadalcanal.- Dió el Sr. Rey D. Fernando a Guadalcanal a la Orden de Santiago , e las demás tierras de la conquista, e de entonces tomó por arma una teja o canal, e dos espadas a los lados como así hoy las usa.



miércoles, 30 de marzo de 2016

Mi amigo Pablo

¡Es mucho cielo el de Sevilla!

Siempre he pensado que los pueblos, como las ciudades, por sí solos no sin nada. Son sus habitantes, sus hijos quienes le imprimen carácter. ¿Cómo Sevilla habitada por bilbaínos? o ¿cómo sería Bilbao habitada por gaditanos?
¿Y si Guadalcanal estuviese ocupada por cualquier otro tipo de habitantes o no  fuesen sus hijos, cómo sería? 
Mi paisano Pablo, ese amigo que todos tenemos, ejemplo de hombre práctico, con los pies bien asentados en el suelo, me interrumpe: "Déjate de cosas raras —me dice—, lo importante es saber cómo es Guadalcanal habitada por Guadalcanalenses".  
-¡Hombre Eso lo sabe todo el mundo... ¡A la vista está, con nuestros defectos y nuestras virtudes!          
-Sí —continua Pablo que me recuerda un poco a aquél célebre Séneca que creara D. José María Pemán— a la vista está. Sólo que no siempre es fácil,  eso que está tan a la vista...      
Pablo detuvo sus pasos para encender otra vez el puro barato —¿pero hay puros baratos?—, ese puro que se fuma todas las mañanas, y se quedó contemplando el azul purísimo del cielo sevillano.        
-Fíjate en ese cielo. Aunque vinieran vascos aquí, no podrían con él. No. lograrían emborronarlo con el humo de sus altos hornos. ¡Es mucho cielo el de Sevilla!                                                 
 Y se quedó tan contento, cachazudo, satisfecho de sí mismo, bien plantados sus grandes pies sobre el piso de esa calle Sierpes que se nos ha metido a cosmopolita desde que la han invadido los "hippis" —ácratas los llaman algunos, mira tú por donde— con sus mugrientas compañeras, sus tenderetes de baratijas, sus drogas, sus piojos y su inconformismo facilón, de vivir sin responsabilices ni civiles ni morales.    
Yo miré al cielo y lo vi tan limpio, tan diáfano que me dejé convencer por mi amigo Pablo y repetí, satisfecho yo también: “Sí... ¡Es mucho cielo el de Sevilla”                                             
-Pues igual pasa con nuestro pueblo —enhebró Pablo— ¡es mucho pueblo Guadalcanal! Y si no a ver, de aquellos contornos, tan entrañables y llenos de tradiciones, ¿quién tiene un pasado más glorioso? ¿De dónde era Ortega Valencia por ejemplo?, ¿y Adelardo López de Ayala?, ¿y dónde echó sus raíces Luis Chamizo el poeta de Cuareña? Y en la actualidad, cuando toda la Serra Norte se descapitaliza y la emigración hace estragos en todo nuestra bendita Andalucía.                                                                                                    
Guadalcanal todavía saca fuerzas de su flaqueza y construye una piscina pública y un cine sin rivales en la región; florecen las industrias metálicas y de carpintería, monta una granja de cría porcina, una gasolinera, fábricas de ladrillos refractarios que se exportan a otras regiones, y hasta planta una urbanización en terrenos colindantes al Coso. Remoza sus calles, su Plaza y su paseo secular, el Palacio; edifica una biblioteca pública y su feria agranda sus casetas de festejos.    
Tiene una revista de Fiestas sacada adelante con el esfuerzo y la ilusión de un puñado de Guadalcanalenses... En lo político, Dan Antonio Fontán preside el Senado, reverdeciendo antiguos laureles. En lo militar, fue ayer cuando los "marines” americanos nos visitan para rendir homenaje al pueblo todo donde vino al mundo el descubridor de la isla de Guadalcanal... Y tantas y tantas otras cosas que me dejo en la mochila por no hacer interminable la lista.     
—Sí claro —balbucí yo--, tú quieres a Guadalcanal como yo porque es nuestro pueblo y lo llevamos en la masa de la sangre, pero cosas como las que me cuentas, supongo que hay en la historia de todos los pueblos...
—¿Sí? Y una Virgen como la nuestra, como la Virgen de Guaditoca, que por tenerlo todo tiene lo que ninguna otra, un lunar como un trozo de noche en su divina mejilla... ¿también la tienen todos los pueblos? Convéncete, somos el pueblo más alejado de la capital el de más difíciles comunicaciones, de acuerdo. Pues bien, el que pueda presentar un palmarés como el nuestro que de un paso al frente.
Y allá se quedó plantado, desafiante, en mitad de la calle Sierpes, con el puro, otra vez apagado, en su mano y conmigo al lado entre orgulloso y satisfecho de tenerlo por paisano. Sí en él veía encarnado el espíritu de Guadalcanal alegre, esperanzado, fuerte, sereno y sencillo en su grandeza de hombre de bien. Mientras mi pueblo dé hombres así —pensé—, Guadalcanal no morirá. Y sus hijos dispersos por el mundo, cuando nos pregunten, todavía podemos decir que somos de un pueblo en el que un pastor vio a la Virgen a orillas de un río, rio bendito porque el manto divino se mojó en sus aguas.
Sí señor, puede que unos u otros acaben por cargarse a Guadalcanal, incluso que algunos renieguen de él. Son las ovejas negras que hay en todos los rebaños, pero frente a ellos sorno muchos, unos de origen, otros de adopción, todos amamos a Guadalcanal. Y sería triste que alguna vez, por nuestras propias culpas, cuando nos preguntasen de dónde somos, hubiésemos de contestar:
—Yo.., soy de un pueblo que ya no existe.

Plácido de la Hera
Revista de feria 1878

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