GUADALCANAL EN AMÉRICA 8
Indianos de Guadalcanal
Indianos de Guadalcanal
(Primera Parte)
Extremadura fue una de las regiones que más conquistadores aportó a América. Guadalcanal, que pertenecía a ella, se distinguió con un gran número de emigrantes, y así figura entre los treinta y dos pueblos y ciudades que más gente envió. Más que Ciudad Real, Ávila, Guadalajara, Jaén y Málaga. Más que Écija y Sanlúcar de Barrameda. Más que Plasencia, Mérida, Llerena y Jerez de los Caballeros. Más que Fregenal, Azuaga y Fuente de Cantos, y sigue a Medellín, patria de Hernán Cortés, con poca diferencia.
¿Por qué se produjo la emigración? La causa de la emigración ha sido siempre el buscar remedio a las necesidades que no se encuentra en el territorio de origen. En esa época vuelven al hogar tantos y tantos brazos que habían empuñado sus armas en las luchas sucesorias y en la guerra de Granada y ahora se encuentran sin meta. Toda la población, hidalgos y común, tendrían que dedicarse a las faenas agrícolas y ganaderas, de no ser porque el Descubrimiento de las Indias abría una nueva salida para ellos.
Las etapas de la emigración son las siguientes:
Etapa antillana, del 1506 al 1526, con salidas individuales esporádicas.
Etapa novohispana, de 1527 a 1540. El 70% se va a México; el 11%, a las Antillas, 6,5%, al Perú; 6%, a Tierra Firme; dos individuos, al Plata; uno, a la Florida, y uno, a Guatemala.
Segunda etapa novohispana de 1554 a 1561: el. 33%, a Méjico; 21% a Perú: 20%, Antillas; 6,5%, Tierra Firme; 12%, Nicaragua; uno a Florida, y uno, a Venezuela.
Etapa peruana, del 1566 a 1577: el 47%, al Perú; 28%, a Méjico, y Tierra Firme, el 19%.
En el siglo siguiente marchan sobre todo a Méjico, que era llamado Nueva España, al que sigue Perú. En estos países hay muchos descendientes de Guadalcanal. La mayoría de los emigrantes que pasan solos son solteros, y los acompañados son padres de mediana edad. Los primeros son jóvenes reclutados que buscan aventuras. A mediados del siglo XVI baja el número de aventureros y aumentan las mujeres y niños para reunirse con sus maridos. Una oleada de artesanos, mineros, tenderos, abogados, médicos, funcionarios reales y eclesiásticos, marchan para disfrutar de mejores oportunidades. A los jóvenes sin oficio ya no les dejan pasar, porque hay muchos ociosos. Los casados ya no emigran sin sus esposas, y si están en Indias, las reclaman, pues la mayoría de los colonizadores habían tomado concubinas indígenas. En una carta de un capellán al rey en 1545 se dice: «Acá tienen algunos a setenta indias; syno es algun pobre no ay quien baje de cinco e de seys; la mayor parte de quinze y veynte, de treynta e quarenta...» (Sic)
En el Archivo de Indias he hecho un recuento de guadalcanalenses en América y he hallado que entre 1493 y 1579 emigraron 352, desde el último año a 1600 fueron 38 y a lo largo del siglo XVII setenta y cuatro paisanos más, y que hacen un total de cuatrocientos sesenta y cuatro emigrantes. Si a esto añadimos los que se pudieron colar de polizones, podrían llegar a los quinientos. Tenemos noticias de que en 1527 ya se habían ido catorce, y que la emigración fuerte fue entre 1527 y 1565.
Guadalcanal en esa época aparece como una de las villas más pobladas de la Baja Extremadura, con unas cinco mil almas. Las minas de plata descubiertas en 1555 no fueron obstáculos para la emigración, y aunque emigró mucha gente, hay que considerar las que vinieron a trabajar en las minas, que fueron muchas y yo conozco sus nombres.
Aunque Guadalcanal pertenecía a la región extremeña y formaba parte del triángulo formado por ella, Azuaga y Llerena, muy vinculados entre sí geográfica y económicamente, se relacionaba, como toda la Sierra Norte, con Sevilla, y de esta Sierra eran los vinos que se exportaron a América desde el Descubrimiento mismo. Los vinos claretes, mostos y añejos eran famosos, hasta el punto de llevar los odres el nombre de Guadalcanal, y extendiéndolos los conquistadores por los nuevos territorios. El trasiego de gente a uno y otro lado del mar llenaba el pueblo de noticias de ultramar, observándose que tras salir varios individuos de diversas familias en los primeros viajes, vemos salir familiares más tarde al mismo sitio. Todos dejaron hermanos en el pueblo. Muchísimos eran parientes, y es que antiguamente las familias de nuestro pueblo estaban unidas por lazos de consanguinidad. El éxito de un indiano influía sobre los paisanos para marcharse, aunque todos no consiguieron éxito y fortuna. Los años de máxima emigración son 1536, con ochenta y nueve personas, con predominio de familias a México, y 1561, con cuarenta y siete, entre ellos muchas familias labradoras, a Nicaragua y Santo Domingo. De todo lo cual se deduce que la emigración de Guadalcanal es fundamentalmente en el siglo XVI.
El cronista Fernández de Oviedo señala la fiebre que en todos los niveles despertaron las Indias cuando dice: Hubo muchos que vendieron los patrimonios y rentas y haciendas que tenían y heredaron de sus padres, y otros, algo menos locos, las empeñaron por algunos años, dejando lo cierto por lo dudoso..., no teniendo en lo que habían de adquirir y ganar en este camino.
El conquistador era por lo general individuo joven. Partían bastantes en pos de aventura, mejora económica y ascenso social. Querían servir a Dios y al rey pero buscando también posición y riquezas.
Según las leyes de Indias, el indiano debía ser gente limpia de toda raza de moro, judío, hereje o penitenciado por el Santo Oficio de la Inquisición. Para emigrar era necesario registrarse en la Casa de Contratación de Sevilla con un informe favorable de testigos del pueblo y ponerse en contacto con los dueños de Naos o bien con mercaderes acordando el pago. En el Archivo de Indias vi hace muchos años un registro de la familia Bonilla y después de descifrarlo saqué lo que sigue: Juan de Bonilla y Alonso de Bonilla, hijos de Alonso de Bonilla y Teresa Sánchez, su mujer, vecinos de Guadalcanal, pasaron en la Nao de Sancho Prieto al Perú pasajeros de licencia del capitán Francisco Pizarro; juraron Antonio de Ortega y Francisco Muñoz García, vecinos de Guadalcanal, que conocen e que saben que no son de los prohibidos. Año 1534.
Dr. Antonio Gordón Bernabé.-Revista de Feria 1992
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