By Joan Spínola -FOTORETOC-

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Villa de Guadalcanal.- Dió el Sr. Rey D. Fernando a Guadalcanal a la Orden de Santiago , e las demás tierras de la conquista, e de entonces tomó por arma una teja o canal, e dos espadas a los lados como así hoy las usa.



miércoles, 2 de febrero de 2011

UN TROZO DE HISTORIA 2/2





GUADALCANAL, UN PUEBLO ENTRE ANDALUCÍA Y EXTREMADURA (2) 

2ª Parte del interesante articulo escrito por D. Antonio Fontán Pérez, Marqués de Guadalcanal en su finca de Villa Susana en la primavera de 1990 y publicado en al revista de Feria de ese mismo año.


HISTORIA DE LAS DOS REGIONES.-   (CONTINUACIÓN)

Concretamente, en el orden eclesiástico Guadalcanal, antigua villa santiaguista, siguió perteneciendo al obispado-priorato de San Marcos de León de la Orden de Santiago y a la vicaría de Santa María de Tentudía. En el Diccionario de Madoz (Provincia de Sevilla, 1845-1850) se señala que esa era la dependencia de sus tres parroquias, la de Santa María (que comprendía también Malcocinado) con 15 sacerdotes, la de San Sebastián con 7 y la de Santa Ana con 5. Proveía los curatos de las tres el Rey como Gran Maestre de la Orden, a diferencia de lo que ocurría con las parroquias de las diócesis ordinarias que eran cubiertas por los obispos correspondientes.
Esa adscripción a la Orden y la dependencia inmediata de Llerena en lo civil y de Tentudía en lo eclesiástico, habían dado lugar a que en medio de la compleja y asistemática distribución territorial de las poblaciones y de los espacios dentro de la corona de Castilla, se incluyera a Guadalcanal dentro de la denominación global de Extremadura, unto con localidades que siempre fueron extremeñas, en los censos de población del siglo XVI, de los que entre Simancas y el Escorial se conservan varios con documentación copiosa y muy informativa.
En uno de ellos, que es de los años finales de Felipe II, Guadalcanal aparece como perteneciente a la "provincia de León, de la Orden de Santiago", y es uno de los principales núcleos urbanos de ella, junto con Llerena, Mérida, Jerez de los Caballeros y Almendralejo (que tenía entonces menos población). En 1596 Guadalcanal registra 1055 vecinos, lo cual supone más de cinco mil habitantes, que es un número mayor que el de ahora, y eso que la población total de España era aproximadamente un quinto de la actual. Esta "provincia de León" y la denominada de Trujillo se engloban bajo el título general de Extremadura, que, como hemos dicho, se refiere a un territorio y no a una demarcación.
De Andalucía se puede afirmar algo parecido. Los árabes habían designado con ese nombre a toda España, y de ellos lo heredaron los cristianos restringiendo su ámbito al espacio que todavía era musulmán cuando se impuso la lengua de Castilla sobre su predecesora, el latín, es decir, el siglo XIII y la monarquía de Fernando el Santo, precisamente el rey que conquistó Guadalcanal en el curso de una de las primeras campañas dirigidas contra el rey moro de Sevilla (1241).
Pero, mientras que Sevilla y casi todo su antiguo reino se convirtieron en la práctica en una especie de "provincia" particularmente vinculada a la capital, con las normases excepciones de las localidades en régimen de señorío, Guadalcanal, por su vinculación a la Orden, era considerada, y con razón, como una localidad extremeña.

DIVISIONES PROVINCIALES DEL XIX.-

Todavía, a fines del siglo XV nadie dudaba de que fuera así. El conde de Floridablanca, ministro Estado de Carlos III, ordenó una división territorial del reino en intendencias o espacios territoriales al frente de los que se pondría a intendente como funcionario superior de la corona. En esta división de las treinta y una intendencias, Guadalcanal, villa de la Orden de Santiago, pertenecía a la provincia de Extremadura y al partido de Llerena con corregidor propio.
Para no perderme en detalles tuvieron poca repercusión práctica omito las efímeras modificaciones del mapa provincial de principios de ese siglo, y paso a la de 1822. En ella, Guadalcanal es provincia de Se villa, junto con Pallares, Fuente De Arco y Azuaga (no Ahillones) fin, en la que se puede considerar definitiva por las pocas reformas que ha sufrido después, la de realizada por el culto ministro Javier de Burgos, y que aúna criterios geográficos e históricos, prescindiendo de arcaísmos señoriales, Guadalcanal siguió perteneciendo ya para siempre, a la provincia de Sevilla, dentro de la región andaluza, mientras que las otras localidades antes mencionadas son asignadas a la de Badajoz. La última adscripción orgánica de Guadalcanal con localidades de Extremadura desapareció con el concordato de 1851, que atribuye la jurisdicción eclesiástica del pueblo al arzobispo de Sevilla.
Pero esa desvinculación no ha supuesto una ruptura social ni humana de Guadalcanal con las vecinas localidades extremeñas que abrazan como una horquilla la mayor parte límites del término municipal. Puede afirmarse, por el contrario que el pueblo es tan andaluz como extremeño y que sus gentes se sienten igualmente en casa con los vecinos de las dos regiones. Es más bien una riqueza que una ambigüedad. Andalucía y Extremadura representan dos variantes meridionales de la cultura castellana y Guadalcanal participa de ambas. En los modos de vida de esta Extremadura meridional y de este norte andaluz hay similitudes, que quizá se deben a la comunidad de actividades económicas y de experiencias industriales, agrícolas y ganaderas.
También al norte de la sierra hubo minas, y las de Guadalcanal atrajeron gente desde antes de los romanos todavía se explotaban en el sigo XIX. Los cultivos de vid de Extremadura fueron prolongación geográfica de los muy famosos caldos Guadalcanal y de Alanís, celebrados entre otros ingenios por Cervantes y por Lope de Vega. Fue a finales del siglo XIX, cuando la filoxera, el momento en que comenzaron a extinguirse las vides de Guadalcanal, dejando como huella unos cuantos topónimos en el nomenclátor de los predios. De Guadalcanal, igual que de Alanís y de San Nicolás salieron viajeros para Indias y descubridores como Ortega Valencia, González de la Pava, “y de los otros pueblos” Juan de Castellanos, el poeta, y Juan de León, el bravo capitán.

CELTAS EN LA BETURIA.-

Las dos vertientes de Sierra Morena “o cordillera Mariánica” se han comunicado siempre a través de puertos como el de Llerena, que probablemente ha sido uno de los más practicados en ambas direcciones desde los remotos días de la proto-historia hispánica, cuando los celtas descendieron del norte de la Península hasta asentarse en tierras como éstas y dar incluso su nombre a algunas localidades.
No en vano los administradores y los estudiosos romanos reconocieron la unidad de la región y le aplicaron el nombre de Beturia, tomándolo seguramente del uso de sus habitantes, romanizados ya en tiempos del geógrafo, historiador y naturalista Plinio, llamado el Mayor, que hacia el año 70 después de Cristo escribía las palabras que siguen: "la región que se extiende desde el Betis (Guadalquivir) al Anas (Guadiana) se llama Beturia y se divide en dos zonas y otros tantos pueblos. Unos, los Célticos, bordean la Lusitania y pertenecen a la jurisdicción de Sevilla. Otros, los Túrdulos son de la de Córdoba. Los Célticos provienen de los celtíberos. Sus lugares suelen tener dos nombres, porque se les ha añadido uno latino". Hasta aquí Plinio.
Entre los lugares celtas que menciona Plinio, una Stereses o Tereses, también llamado Fortunales, fue identificado con Guadalcanal ya en el siglo XVI, si bien Rodrigo Caro no se atreve a asegurarlo, y no existen pruebas definitivas de ello.
Esos Célticos, hijos de Celtíberos, que acudieron a estas tierras seguramente para beneficiar metales a los que luego darían salida por los puertos fluviales del Guadalquivir “los de Peñaflor, Alcalá y Sevilla” fueron quizá los abuelos de los antepasados de los guadalcanalenses ahora y los lejanos predecesores de sus estrechos contactos con tierras hoy de Extremadura que habitaban gentes de su misma estirpe. (sic)

ANTONIO FONTAN PEREZ (Villa Susana, 1990)

Revista de feria 1990

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