By Joan Spínola -FOTORETOC-

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Villa de Guadalcanal.- Dió el Sr. Rey D. Fernando a Guadalcanal a la Orden de Santiago , e las demás tierras de la conquista, e de entonces tomó por arma una teja o canal, e dos espadas a los lados como así hoy las usa.



sábado, 14 de marzo de 2015

Inicio, auge y decadencia de las minas de Guadalcanal 54

Auge y caída de la producción durante el periodo real.

 La Organización de la producción 2

 A los extranjeros se les abona el precio del viaje hasta Guadalcanal, se les entrega una ayuda antes de que comiencen a trabajar en concepto de vestido y, siguiendo las recomendaciones que emanan de la propia Princesa Gobernadora, que ordenaba al administrador, Zarate:
“pues decís que esos tudescos son tan necesarios para esa fabrica debéis tener manera con ellos para que no se vayan y ocupen en ella”,
se les concede un tratamiento de privilegio. Un buen ejemplo de las consideraciones de que son objeto lo proporciona el caso de un germano, Johann Stenberg o de Wittenberg, ensayador y prospector, a quien se le concede el cargo equivalente al de director técnico de la mina. Fue enviado directamente por el Rey desde Bruselas y la Princesa lo recomendaba en carta de los administradores de la mina, indicándoles que debían procurarle
“todo buen tratamiento, aposentándolo bien en la casa de campo y dándole el aposento y cama y otras cosas necesarias”
y pagándole un salario realmente envidiable: 782 maravedíes diarios. Del cumplimiento de la orden dan buena cuenta las informaciones que desde la mina llegan a la Corte. En diciembre de 1556 escribía Zarate:
“Queriéndose ir (Stenberg a la Corte con permiso temporal) vi que dejaba cerrado su aposento, ques el mejor que hay en esta casa, sin tener en el cosa ninguna suya salvo las camas y otras alhajas que le compramos, y especialmente nos haze falta una chimenea buena que tiene en la sala, pues no hay otra en toda la casa donde podamos pasar las, tempestades e fríos que aquí haze; rúguele con toda instancia posible que en uno de los tres aposentos que tiene recogiese aquella su ropa y uno de sus pajes que aquí dejo y dejase los otros dos de que nos pudiésemos aprovechar, pues vía que andan los oficiales de V.M. durmiendo de choca en chora por no tener donde poderse albergar, y que cada e quando viniese, se le volvería todo (...) y ni lo uno ni lo otro basto para que hubiese en el comedimiento, aunque le hive otro requerimiento por escrito, cuyo traslado ansi mesmo envío cierto es honbre tan soberbio y sin razón que acertara mucho el que se apartase de su compañía” (5).
Junto a los bien remunerados cargos de máxima responsabilidad técnica, se contrata también a germanos para labores como el lavado, partido y desagüe, ya que al haberse en parte mecanizado, los alemanes “tienen mucha más destreza que los españoles”; igualmente se ocupan de las entibaciones, en las que son insustituibles, y de las fundiciones en las que igualmente parece que
“la ventaja que hazen los alemanes a los de Azuaga (...) me paresce grande y es cosa que conbiene mirarse para ver si se puede poner rremedio en ello”.
Solo en las labores de separación de la plata se dice que los españoles —y después muy especialmente los técnicos venidos de Nueva España— les aventajan claramente. En muchas de estas labores comparten su trabajo con españoles, con la diferencia de que a igual trabajo cobran exactamente el doble de salario y su jornada laboral es de ocho horas frente a la de los españoles, que asciende a doce (6). Este desnivel salarial en función de la nacionalidad se justificaba porque, aun cuando desempeñan idénticas funciones, las cumplían más satisfactoriamente.
En un principio, los informes sobre los alemanes son realmente exultantes y revelan autenticas discriminaciones en la actitud con ellos respecto a la mantenida frente a los españoles. En el momento en que acababan las fundiciones, debían asistir a la extracción del mineral de los hornos los administrativos junto con el administrador; sin embargo, este afirmaba que
“se podrían escusar en las fundiciones que haven los alemanes, por ser, como está dicho, muy fieles”.
Lo mismo ocurría en las labores extractivas:
“en cada pozo está puesta una guarda para que lo guarde, aunque esta dizen que se podrá escusar en los pocos que labran los alemanes, porque son muy fieles”.
La propia Princesa Gobernadora transmitía una opinión semejante en carta a Felipe II:
“(los alemanes) son muy provechosos y fieles (...) más que los naturales de la tierra”.
Las órdenes que había para la distribución del trabajo indicaban:
"andan moriscos y gente de la tierra y cuando se descubre la vena, luego se le mezclan alemanes, porque no lo oculten y hagan fraudes”;
a la salida de cada turno de trabajo los trabajadores españoles eran cacheados, mientras que se dispensaba de este vejatorio tramite a los extranjeros.
Salarios altos y buen trato atraen a un buen número de extranjeros al trabajo en las minas reales, atractivo que se ve fomentado desde las más altas instancias de la Corona que insta a los germanos que ya trabajan aquí a que escriban a compañeros suyos en sus países de origen,
“dándoles a entender la riqueza desas minas y como se podrían ocupar bien en ellas y el buen tratamiento que se les hará para inclinarlos a que vengan mas presto y con mayor voluntad”
y que en una actitud de autentico papanatismo viene a propugnar prácticamente, en instrucciones que envía al administrador, que se contrate a los extranjeros por su condición de tales. En marzo de 1556, ordenaba la Princesa a Johann Schuren que enviara
“luego al dicho Agustín de carate todos los alemanes y frangeses y otros cualesquier extranjeros que tenéis en las dichas minas de rejalgar y en otras partes”.
La consecuencia de esta preferencia por la mano de obra foránea es la extensión de la fama de la mina entre los extranjeros residentes en España, entre quienes se dice
“que estas minas se han de gobernar y tratar por alemanes y ser el administrador un alemán, con cuya fama no ha quedado en Seuilla flamenco ni alemán, ni en Cádiz ni en Gibraltar, y aún desde Portugal que no acuda aquí, como quiere que es verdad y confiesa el alemán (el director Stenberg) que en todos ellos no hay hombre que sea buen minero, pero, no obstante esto y que unos son marineros y otros bohoneros y otros que venden coplas y agujas y otros de los romeros que pasan cantando a Santiago, que en llegando aquí, al que dice que Babe algo de minas, le dan estos capataces (alemanes) al que entra en el pozo 4 reales y al que tira el torno tres y tres y medio y todos ellos trabajan por duas, que es ocho horas, partiendo el día en tres duas”.
Pronto la situación se deteriora y las informaciones cambian de signo:
"En el pozo de (...) Adán han trabajado siempre flamencos, andando en lo bajo cinco personas y en el torno cuatro de ocho en ocho horas, y visto el poco fructo que en todo este verano han hecho, nos ha puesto en grande admiración hasta que podrá haber quince días que a ml me dijeron que los dichos tudescos, con el favor que han cobrado por acá, y viendo cuan a salvo lo pueden hacer, porque no los catan al salir de los pocos, hurtaban del metal del dicho pozo y lo llevaban a Llerena (...) y visto aquello, y paresciendo desigualdad que nuestros naturales fuesen catados (...) y que ellos estuviesen burlando dello y llamándolos ladrones, determine hacerlos a todos yguales”.
La orden que se expide y que es luego confirmada desde Madrid en las instrucciones al nuevo administrador, Diego López, es que en adelante se les rebaje el salario y se les aumente la jornada (7).
 Ante la resolución de la administración, los alemanes deciden, “juntándose en un escuadrón y a manera de amotinados”, no entrar en las minas en tanto no se anulara la decisión, produciéndose así la primera huelga de que hay noticia en la minería española. La respuesta de la administración es sustituir por españoles a los amotinados y despedir a
“sesenta o setenta alemanes que servían de mineros y de tirar los tornos, hallándose que los mineros no tenían industria y los unos y los otros llevaban escesibos salarios (...) y con algunos buenos mineros que quedaron, que sería hasta ocho o diez y con todos los fundidores, ademadores, carpinteros y moledores e lavadores (...) nos dimos tal mana que se concertaron por sueldo señalado con obligación de servir un año, paresciendo que teniendo (...) estos oficiales, que son los que digo y he dicho sienpre que son menester de Alemania, con haber algunos pocos mineros que industrien a los nuestros, no hemos menester aquella canalla, que no haven tanto y llevan mucho más que los nuestros”.
La decisión acaba con las antiguos alegrías contractuales y centra el recurso a los extranjeros solo en aquellos oficios técnicos en que los españoles carecen de conocimientos, pero con una clara intención de que estos adquirieran a su lado la necesaria formación profesional (8).

(5) Una información de testigos, practicada en 1556, daba cuenta de que cuando el contador Zarate tuvo noticia de que aquel iba a llegar a las minas,
“hizo poner muy gran diligencia en que se le aderezase un aposento en la casa de Su Magestad en que posare el dicho alemán haziendo hazer de nuebo ciertas piezas, por manera que en el dicho aposento ay una muy buena sala con su chimenea e dos cámaras y un terrado sobre la dicha sala y demás desto, por orden del dicho señor contador se le compró una cama muy cunplida en lo qual entendió este testigo e otros comysarios de Su Magd., que costó más de ochenta ducados, conprando cada pieza por sí y conprandole sillas y mesa y todo lo demás necesario para su servicio y benydo el dicho alemán se aposentó en el dicho aposento donde a estado después así y esta con dos pajes que tiene y a tenido la puerta principal de su aposento sienpre cerrada, de manera que nadie puede entrar y algunas vezes está el dicho alemán sin salir del dicho aposento, cinco o seys días con una muger enamorada a quien el señor contador avia desterrado de las dichas minas (...). El contador carate lo había tratado muy bien, convidándolo a comer y enviándole a su casa cosas de comer (...) y quando supo que dicho alemán avia de llegar por la posta a la villa de Llerena viniendo de la corte le enbió tres cabalgaduras suyas en que viniese desde Llerena, porque entendió que las postas no podían llegar con él a las minas (...). Tenía en su aposento una muger enamorada que se dize leonor, a quien el dicho contador auia desterrado de las dichas minas por ser muger pública y que después este testigo la top6 a la dicha leonor e le preguntó donde avia estado y ella le respondió que ella avia estado retraída con el dicho alemán una semana entera en aposento (...)”.
(6) Esta desigualdad no era una novedad en España. Los fundidores “alemanes” de la artillería de Málaga ganaban más que sus homólogos españoles.
(7) “Y porque he sido informado que en la fabrica de las dichas minas andan mucho ndmero de alemanes e flamencos, los cuales o los mas dellos son inutiles y de poco trabajo y llevan salarios y jornales escesibos. Procurareis (...) que se evite en cuanto sea posible cualquier gasto superfluo que en esto haya y que no anden alli personas inutiles y que los que estuvieren trabajen y hagan sus ofigios a las horas y seguno de que los naturales destos reinos haven y por el salario que ellos llevan” .
(8) En 1556 escribía la Princesa a Zárate:
“el instrumento e ingenios que decís que tienen los alemanes para entender las minas después que se han hallado, no solamente es bien que lo aprendáis vos, como decís que lo habéis de hazer, pero converna que deis horden que lo entiendan otros naturales destos reynos para que sepan usar del (...) de manera que ganen de comer sirviendo en la hacienda”. 
De Minería, Metalúrgica y Comercio de Metales
Julio Sánchez Gómez 

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