By Joan Spínola -FOTORETOC-

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Villa de Guadalcanal.- Dió el Sr. Rey D. Fernando a Guadalcanal a la Orden de Santiago , e las demás tierras de la conquista, e de entonces tomó por arma una teja o canal, e dos espadas a los lados como así hoy las usa.



sábado, 25 de julio de 2015

Adelardo López de Ayala o el figurón político-literario 4

D. Emilio Arrieta

Capítulo IV

La batalla contra Los Progresistas
Dos meses después, el 20 de marzo del 51, estrenó Ayala su comedia Los dos Guzmanes. Ya dijimos que había escrito esta obra cuando, huyendo de Sevilla, se refugió en Guadalcanal. Tenía Ayala entonces diecisiete años solamente acabando de leer los modelos del teatro clásico. Tales obras de enredo despertaron en el aspirante a autor admiraciones imitativas, y su in experiencia literaria no le permitió disfrazar siquiera las copias. Esto hizo que la crítica le techara hasta como plagiario.
En cuanto al público, retrajóse a las pocas representaciones del Teatro Español, donde también se estrenó Los dos Guzmanes. Si ello debió a que, según los correligionarios de Ayala dijeron, al intentar defenderle en el periódico del partido, no trabajaba en la obra la bailarina La Nena, poca excusa resultaría. De haber sido buena su obra, con bailarina y sin bailarina, habría acudido el respetable.
Seguidamente estrenó, en el Teatro Circo y en 21 de julio, Guerra a muerte, zarzuela con música de Arrieta, de la que nada se sabe, pues los periódicos ni siquiera dieron cuenta de su estreno. Aquí, ya que no el apoyo del baile, buscó Ayala el de las notas, sin que por eso consiguiese sino entablar amistad con el compositor Emilio Arrieta, del que siempre fue desde entonces amigo íntimo.
Y todavía el mismo año, el 21 de noviembre, estrenó en el Teatro del Príncipe un drama, Castigo y perdón, que tuvo un fracaso completo. Hasta el autor se consideró fracasado, tardando tres años en decidirse a probar de nuevo fortuna en las tablas.
Entonces, con algún éxito, estrenó el drama Rioja. Pero en seguida volvió a fracasar, estrenando la zarzuela La Estrella de Madrid. Sin su destino en Gobernación, Ayala habría tenido que volverse a Guadalcanal, como pensaba al no poder estrenar Un hombre de Estado. Y, además, acababan de quitarle ese destino...
Los moderados se encontraban en la oposición al triunfar el año 54 aquel levantamiento de Espartero, que provocó haber disuelto las Cortes Sartorius. Pero esto fue la salvación de Ayala como autor, pues le hizo dar al Teatro las suelas Los comuneros, con música de Arrieta,  y el El Conde de Castralla, musitada por 0udrid. Ambas obras estaban llenas de alusiones políticas, tanto que la primera provocó una manifestación pública de los oposicionistas al Gobierno, y la segunda fue retirada de la escena por orden de la autoridad. No necesitó más Ayala para que sus correligionarios pudiesen convertirle en autor famoso. Si sus obras dejaban de representarse no era porque no gustaran sino porque los gobernantes las prohibían.
Y apareció El Padre Cobos. Fue éste periódico de oposición, hecho exclusivamente para combatir al Duque de la Victoria y a sus ministros, que desde el primer número obtuvo el favor del público. Con la consiguiente enemistad,  claro es, del Gobierno.
Portada del Padre Cobos
Las sátiras, crueles y graciosísimas, dedicadas por el citado semanario a los personajes  de la situación, al partido progresista entero, a la milicia nacional y al jefe de todos, Espartero, hicieron retorcerse de risa a sus  lectores y temblar de indignación a los aludidos. Las famosas "indirectas" de El Padre Cobos tenían una violencia y una saña que destrozaban vivos a los prohombres progresistas, los cuales se defendían por todos los medios posibles, acometiendo a los redactores del periódico con la ley y contra la ley.
Ayala formaba parte de la redacción de El Padre Cobos, y hasta se decía que su íntima amigo, el músico Arrieta, fue quien proporcionó los fondos necesarios para lanzar a la calle esta publicación. Y no resistimos la tentación de copiar algunos párrafos de un artículo del que se declaró autor Ayala, para que se vea cuán esmerada prosa y cuanto comedimiento usaba el que llegaría a ser académico de la Lengua y ministro en el primer Gobierno de Cánovas del Castillo. El artículo referido se titulaba "Relinchos" y se publicó el día 25 de mayo de 1855, comentando la sublevación de dos escuadrones de Caballería en Calatayud:
"Tres secciones de Caballería del Ejército, pertenecientes al escuadrón de Bailén, han salido desbandadas por los campos de Aragón, relinchando con toda su fuerza: ¡Viva el Rey!
"Tal vez esos mismos caballos relincharon no ha mucho en los campos de Vicálvaro: ¡Viva la Libertad!
"Está visto que la raza caballar preside la dirección de los negocios públicos de España: Nos, legislan las Cortes Constituyentes, nos gobierna O'Donnell..."
Semejantes madrigales hicieron que los con ellos favorecidos decretaran la muerte de la publicación en que se insertaban. El sistema de apalear a los redactores de El Padre Cobos no dio resultados, pues los golpes hubo de recibirlos un pobre señor Salgado, empleado en la Administración, quien, claro está, no tenía nada que ver con los escritos del periódico. Y entonces se acudió a que el promotor fiscal, Massa y Sanguinetti, presentara una seria denuncia ante los Tribunales contra ciertos versos que contenían injurias a la representación nacional.
Ayala respondió de los versos dichos para hacer la defensa de El Padre Cobos ante el Jurado. Si verdaderamente había escrito tal engendro poético, no obtendría una fama de versificador, pues la composición era detestable. Pero, en todo caso, con defender el derecho a publicar eso y todo lo demás iba contra las mismas ideas por que batallaba.
En el proceso de El Padre Cobos los campeones luchaban cambiadas las banderas. Los progresistas, defensores de todas las libertades, pretendían reducir la libertad de Imprenta. Y los moderados intentaban que la libertad de imprenta se salvara, siendo opuestos a todas las libertades. Mas esto, si fue un inconveniente para Massa y Sanguinetti, hombre de convenciones firmes, no lo resultaba para Ayala... Ayala, que sabría luego no ya cambiar de casaca, sino conservar la casaca de ministro de uno a otro Gabinetes opuestos, por semejante pequeñez no vaciló. Así el triunfo fue suyo, derrotando de aplastante manera al desdichado promotor fiscal.
Los versos denunciados eran un supuesto "Himno a Espartero", ridiculizando el deseo de los diputados adictos de prolongar por tiempo indefinido la vida de las Cortes Constituyentes para mejor servir a sus amigos y aun lucrarse ellos, ya que muchos a más del acta tenían cargos en el Gobierno. Y Ayala preparó la defensa con una estratagema, que sus amigos consideraron habilísima, aunque fuera bastante simple, pues consistió sólo en hacer que el diario Las Novedades publicara unos sueltos políticos contra el empeño de no disolver el Parlamento y abogando por que se cumpliese el reglamento de incompatibilidades. Estos sueltos, escritos sin injurias, no fueron denunciados, claro es, por lo que se podía decir que a Las Novedades se le permitía publicar aquello que, impreso en las páginas del semanario perseguido, reputábase pecaminoso.
Podía decirse tal, aun cuando no fuese enteramente cierto. Unos versos procaces y una prosa ponderada contendrán lo mismo en el fondo; pero la forma hará que se diferencie enormemente su significado. Sin embargo, Ayala dijo eso. Y lo dijo empleando todo lo sonoro de su voz y lo ampuloso de su estilo. "Nunca los odios políticos son más repugnantes que cuando visten la toga", clamó.
Anonadando con frases así a los acusadores, conminó a los jueces advirtiéndoles: "Si después de lo que habéis escuchado condenar os lo juro por .i honor, más lo sentiría vosotros que por mí. Seguro estoy de vuestro fallo, porque lo estoy de vuestra rectitud.  “¡Id juzgad!"
Este latiguillo final remachó el efecto del ardid, no muy lícito, empleado para presenta: El Padre Cobos como perseguido injustamente por político aborrecimiento. Y el Jurado dictó un veredicto de inculpabilidad, que fue no solo eso para el semanario oposicionista, sino, a más, sentencia condenatoria para el Gobierno.
Luís de Oteyza
Vidas Españolas e Hispano-Americanas del Siglo XIX
Madrid, 1932 

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