By Joan Spínola -FOTORETOC-

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Villa de Guadalcanal.- Dió el Sr. Rey D. Fernando a Guadalcanal a la Orden de Santiago , e las demás tierras de la conquista, e de entonces tomó por arma una teja o canal, e dos espadas a los lados como así hoy las usa.



sábado, 1 de agosto de 2015

Inicio, auge y decadencia de las minas de Guadalcanal 69

La vida de los trabajadores en la mina 1
 La comparación que reiteradamente hemos establecido más arriba entre trabajo minero en el siglo XVI y en el siglo XIX y la afirmación de que las condiciones eran mejores  en el primero que en el segundo, puede resultar engañosa. Lo que diferenciaba a unos de otros, ya lo hemos dicho, en la relación del trabajador con la empresa, más favorable para el primero por cuanto menos sujeto, disfrutando de un salario real más unas jornadas de trabajo mucho menos extenuantes y sin haber perdido en general la  relación con la tierra que les diferenciaba de la situación del proletario de la Revolución Industrial. Pero las condiciones materiales en que se desarrollaba el trabajo no eran mejores para uno que para otro —la imagen más difundida del minero decimonónico es la de trabajador del carbón, actividad minera en la que las condiciones son muy diferentes de las del resto de la minería—.
El trabajo de interior era realmente el más penoso, por cuanto las dimensiones de las galerías eran a veces increíblemente pequeñas, de forma que el picador se veía obligado a trabajar en cuclillas o de rodillas. El operario descendía a las labores a veces en los propios cestos de la extracción, en escalas colocadas sobre la entibación o, si el pozo no era totalmente vertical, deslizándose sobre sus propias posaderas y agarrándose a las maderas de entibado, mientras sostenía el candil de aceite con que se alumbraba en las labores. Los recorridos por el interior hasta alcanzar la zona de laboreo eran largos e intrincados; en 1570, los recorridos mineros eran a veces largos e intrincados; en 1570, los mineros de Guadalcanal habían de recorrer una distancia de 276 metros a través de pozos  y galerías para llegar hasta el tajo.
Humedad y aire poco renovado eran, junto con la escasez de espacio, los mayores problemas de los trabajos interiores; en ocasiones los operarios trabajaban con medio cuerpo sumergido en el agua, mientras que los procedimientos de ventilación eran ineficaces a partir de determinados niveles de alejamiento de la superficie y se agravaba con el humo de los candiles y el producido por el fuego que se empleaba para facilitar el derribo de la roca, a la par que actuaba también la elevación de temperatura que es dirección a la proporcional de la profundidad. La solución consistía, ya lo vimos, en la apertura de tiros. Pero hasta que éstos llegaban al punto deseado, el trabajo se desarrollaba en  condiciones extremadamente difíciles. En 1570, el contador Zárate informaba:
“si los plomeros tubiesen respiradero para no andar tan ahogados y e (...)”
y proponía
“formar un pozo nuevo en otra mineta encima, que venga a dar en ella”
la solución remediaría la asfixia pero  no la estrechez. Mientras tanto, la descripción de las condiciones de trabajo es suficientemente expresiva: las labores se hicieron
“siguiendo acia lo alto para efecto de hazer una lunbrera o rrespirade derecho para el seruicio y aliento de la gente que allí andaba labrando porque por defecto de no haberla, no pueden respirar los honbres, ni tomar huelgo, y ansi su mesmo vaho los ahoga- y no deja trabajar y muchas vezes les mata los candiles y es tanto el calor que causa el aliento de los mesmos trabajadores que no pueden sufrir ropa ninguna, antes de ordinario andan en camisa y los flamencos, quando allá entran, trabajan en cueros (...). Porque toda la labor depende agora de acabar de abrirse este pozo, que en abriéndose tendrán aliento y espacio los que abajo trabajaren y se podrá meter más gente (...). La estrechura es muy grande y la calor tanta que no podían, con labrar dos picayos solos, valerse con el calor y su mesmo vaho les mataba las luyes y no les dejaba resollar, tanto que trabajaban en cueros vivos, que aún los camisones no podían sufrir”.
Infirmaba también el capataz Pedro de Alba:
“esta noche pasada, como lo hace todas las noches, (...) ha salido tres veces (...) hecho agua hasta la camisa, de que ha pensado morir (...)”.
Testimonio de Francisco Blanco apuntaba:
“por ser cosa muy angosta y donde no pueden respirar, porque su mesmo vaho mata los candiles, y por no tener lugar de entrar el aire hay tan gran calor que los plomeros no pueden sufrir ropa ninguna y adolecen hartos dellos del mismo vaho que procede de lo que resuellan y de la humedad de la mineta (...)”.
No era sólo el calor y la falta de aire limpio, otra información añadía un nuevo factor, causa de la más común de las enfermedades profesionales del minero, la neumonoconiosis
“no tenían respiradero y los candiles se les morían con el vaho de la gente y con el polvo de la piedra”.
La intoxicación era frecuente “e salen los trabajadores con grandes dolores de cabeza” 99
En ocasiones, el problema era justo el contrario, un exceso de ventilación que, aunque mantenía limpio el aire, provocaba tan grande contraste con la temperatura del cuerpo por la actividad que daba lugar a otro tipo de afecciones respiratorias. Cuando se logra abrir  ”resolladero” que reclamaban los trabajos antes aludidos,
“en haziendo el primer agujero, salió por él tan grande ímpetu de viento y alientos de los trabajadores que allí estaban represados que mató las luyes de los que andaban trabajando en las minetas altas y los que abaxo no podían sufrir el calor, agora añaden ropa para rremedio del grande frío que sienten” 100
De todas formas, aunque las descripciones anteriores puedan resultar estremecedoras, situación en las minas metálicas era envidiable frente a las de mercurio, donde los vapores venenosos altamente nocivos y el fantasma del terrible hidrargirismo se unían a existencia igual de todos los problemas anteriores.
Los trabajos de metalurgia también resultaban penosos, tanto por las altas temperaturas como por la proximidad a humos con un alto grado de peligrosidad que producen frecuentes intoxicaciones.
La consecuencia de la situación antes descrita es la alta morbilidad por enfermedades profesionales, cuya incidencia es menor en los mineros-campesinos, que en los trabajadores de tres siglos más tarde, dada su menor permanencia en el puesto de trabajo, perecía que afecta de lleno a aquellos que se dedican a la mina a tiempo completo —técnicos esclavos, extranjeros, mineros “profesionales” en general—.
Otra amenaza de gran incidencia sobre estos trabajadores eran los accidentes laborales eran los traumatismos, frecuentes especialmente en el descenso y ascenso de las labores y de los que es buena prueba la relación del estado de los esclavos en 1574 “tullidos, ciegos mancos de ambos pies, etc”. En 1570, escribía el visitador Zárate:
“en este punto sacan otro (plomero) hecho pedazos de un pozo” 104.
A todo ello hay que añadir las dolencias producidas por la inhalación del humo de las fundiciones, que afecta por proximidad a todos los trabajadores de la explotación, pero más directamente a los empleados de labores metalúrgicas. El contacto con el humo de fundiciones producía en la metalurgia del plomo una grave enfermedad profesional de tipo crónico denominada «saturnismo», cuyos más característicos síntomas son el cólico saturnino “violentos dolores abdominales y fuertes vómitos”, el estreñimiento, la polineuritis, la anemia hipocrómica, las crisis hipertensivas con bradicardia y en fases más graves, la nefrosclerosis y la encefalopatía saturnina. La morbilidad producida por inhalación de vapores púmblicos afectaba de forma muy especial a los trabajadores de desplatación, a los “afinadores”.
Quizá la enfermedad de mayor incidencia entre los empleados de interior sea la ante; citada neunomonoconiosis 101, a la que en las minas de cinabrio se unía el hidrargirismo Pero a ellas se unían otras dolencias, como la anquilostomiasis 102, las enfermedades reumática; derivadas del trabajo en altas condiciones de humedad 103 y diversas afecciones de la piel.
99 A.G.S. Contadurías Generales, Leg.° 103, fol. 12. Sobre la iluminación, cfr A.G.S. Consejos y Juntas de Hacienda, Leg.° 28, fol. 3.
100 A.G.S. Consejo y Juntas de Hacienda, Leg.° 115
101 Nombre dado por Zenker al conjunto de alteraciones fibrosas crónicas pulmonares producido por la inhalación y fijación en el pulmón de polvos o partículas minerales extrañas. Vulgarmente suele se conocida como silicosis, aunque este nombre correspondería sólo a la neumonoconiosis producida por polvo de sílice; cfr. BRAIER C.: Diccionario enciclopédico de medicina, Barcelona Jims, 1979.
102 Enfermedad infecciosa producida por parásitos nematodos que se fijan en gran número en la mucosa del intestino delgado y que produce dolor abdominal, alteración del apetito, palidez extrema retardo físico y mental, anemia hipocrómica y eosinofilia.
103 Al desaguarse en 1568 el denominado “Pozo de la Puerta”, se decía que habría de proseguir pe otro ramal, ya que de otra forma sería imposible “por la mucha agua que caía sobre los plomeros”.
104 A.G.S. Consejo y Juntas de Hacienda, Leg.° 115, fol. 5.
 
De Minería, Metalúrgica y Comercio de Metales
Julio Sánchez Gómez
 


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