By Joan Spínola -FOTORETOC-

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Villa de Guadalcanal.- Dió el Sr. Rey D. Fernando a Guadalcanal a la Orden de Santiago , e las demás tierras de la conquista, e de entonces tomó por arma una teja o canal, e dos espadas a los lados como así hoy las usa.



miércoles, 15 de junio de 2016

Soñaba...

¡Dios mío que solo se queda mi pueblo!

Sí, me ocurrió una tarde, iba solo por el campo, cansado y sudoroso por el largo caminar, me acerqué a un arroyo para calmar mi sed, bebí de su agua clara y cristalina, me senté y me quedé dormido, no sé cuánto tiempo estaría, pero  me acuerdo que soñé...
Soñaba con un pueblo Andaluz, blanco, limpio y hermoso, corno son los pueblos de Andalucía, pero.., estaba triste, casi solo, ¡qué pena!, de pronto comenzó a llegar gente que recordaba, ¡claro! si son paisanos, amigos que vuelven a su pueblo, algunos ya con el pelo casi blanco como yo; hacía tanto tiempo que se fueron... traían colgados de la mano hermosos querubines, retoños suyos que yo no conocía, hijos de aquellos árboles trasplantados un día a otra tierra más fértil pero menos acogedora, más rica, pero extraña, no era la suya.
Soñaba que, venían a trabajar a su pueblo, pues habían montado Industrias, habían hecho Cooperativas, se trabajaba en el campo, se cultivaban las tierras, prestaba ayuda a quien la necesitaba...
Soñaba que, todos eran  felices, cada uno tenía un puesto de trabajo y ganaban lo suficiente para vivir dignamente, y en compensación aquellos hombres rendían bastante en sus puestos, ¡qué alegría poder verles útiles a los demás, para que los demás lo sean con ellos.
Nadie se preocupaba en aquel pueblo Andaluz de criticar mal a nadie, no se discutía de política siquiera, no existía la envidia, no había distinción de clases, todos eran responsables, obreros, patronos, era aquel pueblo una gran familia, los eran más justos. ¡Dios mío, estaré soñando!
Qué alegría, mis amigos y paisanos de nuevo en su pueblo...
El frío vespertino me despertó, sentí el croar de las ranas en las orillas arroyo y el canto de la perdiz en la cresta de los cerros, miré a un lado y a otro, estaba solo, daba angustia ver morir el sol y mirar aquellos montes yermos... solitarios... vacíos.
Cuando llegué al pueblo no vi a mis amigos y paisanos de mi sueño, había poca gente, hombres sin trabajo, se criticaba esto y aquello, y es que había tiempo para todo, la cara de los hombres era triste aunque su comportamiento era correcto, por eso, porque son hombres Andaluces, acostumbrados a todo,  con una capacidad increíble.
La gran familia de aquel pueblo Andaluz de mis sueños estaba en la realidad menos unida y también se divertían menos.
Sólo en verano es cuando se parece mi pueblo al que soñé, porque llegan mis amigos y paisanos a pasar unos días al lado de los suyos de los que dejaron un día cualquiera pero cuando pasa la estación del estío todos murmuramos con gran pesar ¡Dios mío que solo se queda mi pueblo! parece como el sol de aquella tarde, que poco a poco moría... ¡¡No te mueras tú, pueblo mío!! porque todos morimos contigo un poco.
Cualquier tarde de éstas volveré al campo y de nuevo me sentaré junto al arroyo para calmar mi sed aunque sea así, soñando... Aunque tengo fe en Dios y en los hombres y espero que algún día pueda soñar despierto.

Rafael Rodríguez Márquez

Revista de feria 1978

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