By Joan Spínola -FOTORETOC-

By Joan Spínola -FOTORETOC-

Villa de Guadalcanal.- Dió el Sr. Rey D. Fernando a Guadalcanal a la Orden de Santiago , e las demás tierras de la conquista, e de entonces tomó por arma una teja o canal, e dos espadas a los lados como así hoy las usa.



miércoles, 29 de junio de 2016

Yo me acuerdo…

¡Malos vientos Bastián!

Sí, yo todavía me acuerdo de Sebastián. “Bastián” como todos le llamábamos en el pueblo. Durante años fue uno de esos viejecitos que se sientan en la plaza a la recacha del sol, las tibias mañanas de invierno a ver pasar las horas y, el viento, Hablaba poco ya, y cuando lo hacía, le temblaba la mugrienta gorrilla de visera por cuyos bordes asomaban cuatro pelos de plata que brillaban como si fuesen una aureola.
Las botas de «Bastián» eran grandes de paño, de esas que compra uno en el estanco de Julio a los cuarenta años y sabe que morirá a los ochenta sin haber logrado romper sus suelas. Sin embargo esas suelas, gruesas y anchas no eran ya capaces de sostener las piernas temblonas del viejo y por eso se apoyaba éste en un bastón duro, de leña pulida constante sobeo de las manos. Y así, sentado, con el bastón entre piernas y las manos y barbilla apoyadas en él, soltaba sus sentencias. Verdades de apuño, de Perogrullo, y se quiere, verdades manidas ya po el uso, pero de las que hacen pensar,  porque son irrebatibles.
Yo me acuerdo de una tarde de primavera, a la puerta de la barbería de Martín, a la sombra misma de naranjos de la Plaza cargados de azahar. Con el tibio sol reverberando cal de la Iglesia y algunos chiquillos  jugando entre discusiones y risas.
Yo me acuerdo...
Aguien que se quitó la gorra pinzándola con dos dedos, dejando así libres los tres restantes para rascarse el cráneo. Después, quien fuera, miró al cielo, entornados los ojos y exhaló una tremenda bocanada del humo entre azul y blanco de su cigarrillo. —¡Malos vientos Bastián!
—¡Malos, “mu” malos! terció otro—. Ahora, aquí, se está bien, pero esta noche, en los campos puede helar.
—¡Es lo que faltaba...!
—Aquí se habla de cacería, señores! —Intervino Manolo— ¿Verdad tú? Preguntó buscando el apoyo de un mocetón rabio, alto como una vara, enjuto, que decían que cuando se echaba al monte con la escopeta bien engrasada y a punto, con la perrita negra enredándole entre las piernas, era cosa de ir a verlo como el que va a ver a un artista del Circo Americano en la Feria de Sevilla, que le soltaban en el aire una margarita y la deshojaba a tiros: me quiere, no me quiere, me quiere, no me quiere.. ¡me quiere! Y el disco central de la flor, amarillo y redondo como un duro de oro, cae al suelo sin hojas ni rabo, más pelado que aquellos zagalines de antes cuando salían de la barbería para entrar en quintas.
Pero sigamos con nuestro recuerdo (y dejo al lector el capricho de imaginar qué personajes e historia son reales o ficticios) porque Bastián, que parece dormido sobre el cayado del bastón, tiene los ojíllos pitañosos entreabiertos y no se pierde una palabra de lo que allí se cuece.
—¡Ni de cacerías se puede hablar ya, Manolo! —respondió el mozo rubio de la perrilla cazadora
—. Ahora sólo se habla de política. Que si el Carrillo, que si el Fraga ese…
—¡Que si huelga por aquí, que si Manifestación por allí!
—¡Que si secuestro va, que si asesinato viene!
—Sí, y el campo mientras... ¡Listo “pa” sentencia!
—El campo y la industria y la vergüenza, y la tranquilidad y el orden...
—Oye, tú... ¿qué, de Fuerza Nueva?
—Yo de “ná” puñema, pero ya estoy “jarto”!
—¡Toma leñe! ¡Y. yo! Y mientras, “to” el que puede, empezando por los políticos, a chupar del bote
—¡Porque no hay ni trabajo, ni dinero, ni “ná”!
—¡Verás cuando venga Felipe cómo se arregla “tó”!
—Si claro el Felipe... ¡Como si el Felipe tuviese una varita mágica en el bolsillo!
—¡”Pos” el Fraga, el Carrillo o el que sea! ¡Pero pronto y con energía! porque si no...
—Ni el Fraga, ni comisiones obreras, ni la madre que...
—Pues alguien tiene que haber...
—Yo.
Todos giraron la cabeza. Bastián había dicho “yo” suavemente, casi imperceptible, sin hacer un gesto. Había salido de su sopor para decir “yo” como en un susurro y después esperó a que el corro se calmase. Sereno, seguro de sí, como un anciano filósofo de la vida, que ha madurado su pensamiento en la inmensa soledad de las montañas cuajadas de olivos.
Solo continuó hablando cuando todos esperaban:
—¿No votais todos democracia? ¿Qué queréis, trabajar poco y ganar mucho?
¡Amos Anda, que esto es España, no Jauja!
—Bueno sí, de acuerdo. Todo tenemos nuestra parte de culpa es cierto. Pero tú, ¿qué harías? ¿No dices que tú arreglaba esto?
—Sí. Solo que nadie me va  a hacer.caso.
—Bueno, di lo que sea de un vez Bastián, puñema! ¿Cómo lo arreglarías?
—Rezando. Si, rezándole a la Virgen de Guaditoca o a la que sea todos!
—¡Bueno! ¿Y para eso tanto?
—¿No te fastidia el viejo?
—Eso que es ¿un chiste, Bastián?
—No. No es un chiste. Yo nunca he sido de Iglesia, pero cuando se pierde lal fe en los hombres...
—Hay que ponerla en Dios Pues ¿sabes lo que te digo?, que esto no lo arregla ni Él.
—Oye... ¿tú se lo has pedido mucho?
Y Bastián, muy sereno, apagándose de nuevo, volvió a cerrar los ojos al borde de la soñarrera. ¡Cosas de los recuerdos! Un viejo que chochea y no sabe lo que dice... ¿O sí lo sabe?

Un paisano

Revista de Feria 1978

No hay comentarios:

Publicar un comentario