By Joan Spínola -FOTORETOC-

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Villa de Guadalcanal.- Dió el Sr. Rey D. Fernando a Guadalcanal a la Orden de Santiago , e las demás tierras de la conquista, e de entonces tomó por arma una teja o canal, e dos espadas a los lados como así hoy las usa.



miércoles, 1 de junio de 2016

Democracia de ayer

¡Ya vendrá quien “vos” arregle!

La actual orientación de la política de España trae inevitablemente para los que conocieron “aquello” (el régimen político de la nación anterior al sistema de gobierno del General Franco) una serie de comparaciones y paralelismos, generalmente de tipo pesimista. Nosotros aquí no vamos pretender hacer ningún tipo de análisis político, ni muchísimo menos. Simplemente nos queremos mover en el campo de los recuerdos, representados por unos breves retazos, que tienen caracteres anecdóticos e incluso de cierto humor, y que también forman parte de la historia pequeña de nuestro pueblo. Eso sí: todos los datos nos hacen suponer que la vida sociopolítica tenía en aquellos entonces una mayor carta de naturaleza en Guadalcanal y una vivencia mayor.
La musa popular local sabía detectar rápidamente cualquier atisbo de “chaqueteo”, «cambio de camisa» o «camaleonismo político», defectos consustanciales, según parece, con la vida política:
“Al partido de Lerroux
se han sumado los burgueses,
pero hay un refrán que dice:
“lobo a lobo no se muerden.” 
Se celebra en la Iglesia de Santa Ana la novena del Carmen, Un mozalbete tuvo la traviesa o gamberra ocurrencia de arrojar una piedra por una de las ventanas del templo que vino a caer al lado mismo del órgano que armonizaba el acto religioso; esto produjo algún revuelo entre los asistentes, especialmente entre los que se habían visto más amenazados, en razón de la proximidad, por la caída de la “peladilla”. Un empleado parroquial salió al momento e increpó al “terrorista”, que huía, con estas inspiradas palabras: “¡Ya vendrá quien “vos” arregle!”; a los pocos días de este incidente se produjo el llamado alzamiento nacional, con la cual esta frase fue tomada por más de uno como un clarísimo vaticinio.
El paro era entonces, como ahora, un verdadero mal endémico, si bien en aquella época tenía unos caracteres más dramáticos, por razón del más bajo nivel socioeconómico del país, y porque aún no se había descubierto plenamente ese curioso “invento” llamado emigración. Adquiría, decimos, ribetes de desesperación, según pudo comprobarse cuando un delegado del gobernador del la provincia llegó a la población  para estudiar el penoso problema su coche fue apedreado por los mismos obreros parados; en esos momentos se celebraba en el templo parroquial la novena a la Patrona. Suponemos que los devotos harían oración, ante la imagen de la Virgen, de este grave problema, y sacarían del acto religioso el propósito de hacer lo posible por remediar en la práctica tan angustiosa situación...
No faltaba entonces el personaje venido de fuera que jugaba a líder sindical y promotor de la masa obrera, pero que en realidad lo que buscaba era medrar con los medios que le pareciesen oportunos. La trova carnavalesca fue testigo de ello:
“Ha venido a nuestro pueblo
 un gran señor,
que decían que era sabio,
abogado y procurador,
pero no ejercía el cargo;
él inventó la Sociedad de Obreros:
era socio honorario,
director y consejero;
pero el muy sabihondo
se acostumbró a viajar,
necesitando los fondos
que tenía la Sociedad;
y los pobres, engañados,
de ese señor se hacían caso,
y ahora ha resultado
que el “tío” era un “balazo”
Y hablando de carnavales, a veces, al celebrar el tradicional “entierro de la sardina”, acompañaban a tan simpático pez las efigies de personajes políticos de relieve nacional, camino del cementerio, para compartir su descanso...
El clásico Palacio servía de lugar a numerosos mítines, testigos casi permanentes de las innumerables frases hechas que el vocabulario político, según las diversas tendencias, ha venido acuñando.
Por cierto que el sentido ridículo que falta a veces a la hora de usar este vocabulario (que en sí, radicalmente, puede expresar con propiedad una actitud o unos convencimientos sociales y políticos), tenía, en boca de los “guasones” del pueblo correspondientes a aquella época, simpáticas parodias, como aquél que, viendo pasar a un componente de la banda municipal de música con su uniforme recién estrenado, le dirigió,  con toda seriedad aparente la siguiente frase: “¡Qué guapo vas, camarada!”
Muchas y sabrosas anécdotas podrían continuar, en parecido tono, ensartadas como cerezas. De todos modos, somos conscientes de que esta Revista de Feria tiene otros temas que desarrollar...

Manuel Espinosa Torres

Revista de feria 1987

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