By Joan Spínola -FOTORETOC-

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Villa de Guadalcanal.- Dió el Sr. Rey D. Fernando a Guadalcanal a la Orden de Santiago , e las demás tierras de la conquista, e de entonces tomó por arma una teja o canal, e dos espadas a los lados como así hoy las usa.



lunes, 19 de octubre de 2009

LA IMPORTANCIA DEL NOMBRE Y EL PEDIGRÍ



LA IMPORTANCIA DEL NOMBRE Y EL PEDIGRI

En la reciente entrega de premios Nóbel alternativos, ha sido premiado el trabajo de dos británicos, Catherine Douglas y Peter Rowlinson, por demostrar que las vacas que tienen nombre propio producen más leche y de mejor leche que las que no lo tienen.
He hablado con un experto en vacas, el padre de un amigo gallego que tiene contactos en el Servizo de Producions Gandeiras de la Xunta y me ha confirmado que lo que estos británicos cachándos han demostrado científicamente, en Galicia se conoce empíricamente desde los tiempos del rey Ordoño, igualmente me informa de que, según los registros veterinarios, los nombres más comunes, y que hacen producir más leche a las que lo llevan, son Paloma, Cielo y Linda. Hace unos años, para ver si trincaban alguna subvención, algunos ganaderos bautizaban a sus vacas con nombres de políticos autonómicos pero pronto se dieron cuenta de que las Fragas, Quintanas y Touriñas lo único que tenían era poca productividad y muy mala leche.
Las modas también influyen en los nombres que se les ponen a las terneras, me comenta, hubo una época en la que era muy frecuente llamarlas Sue Ellen, Lady Dí o Bertha, ahora se lleva más Chenoa, Elena o Leticia, y se está empezando a ponerles apellidos y así podemos encontrar a novillas que se llaman Angelina Jolie de Pitt o Georgina Clooney.
Es todavía pronto para sacar conclusiones y ver cómo influyen estos nuevos nombres en la producción láctea, tanto en cantidad como en calidad, y no hay estudios, o al menos yo no los conozco, que traten de la influencia que tiene el nombre en el comportamiento de otras especies.
Solamente puedo opinar sobre este tema de lo que conozco, un vecino mío tiene un perro de segunda mano, un caniche de buena familia, con algo de pedigrí, cartilla con árbol genealógico, padres premiados en algún concurso de peinados caninos horteras y todo el belén, que se llamaba Ramsél II, se niega a comer bolas de perro, sólo le gustan la paleta de jamón cocida y los yogures griegos y para beber, agua mineral, no se tumba en ninguna toalla que no sea Lacoste o Tommy Hilfiger, lo que se viene llamando un pijo de cuidado.
Tras estas experiencias vacunas y perrunas, urge un estudio en humanos para determinar si los nombres "modernos" que les pongamos a nuestros hijos los convertirán en hombres y mujeres de provecho o en unos perfectos gilipollas, con mala leche y camisetas de la marca del ardacho o fardacho, para que se sientan en un futuro orgullosos de la importancia del nombre y del pedigrí.

Rafael Candelario Repisa

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