Cuentos de Virgenes y Té
Con frecuencia, los cuentos y leyendas transmiten a lo largo de los siglos valores y conductas repugnantes y que nosotros nos esforzamos en transmitir a nuestros hijos creyendo en la inocencia y bondad de esos relatos. Leo en los papeles que en Sri Lanka, antigua Ceilán, se está recuperando una vieja tradición por la que sólo las manos enguantadas de una doncella virgen podían recoger el té de los emperadores. Observen el contenido sexista de la puta tradición, cuento, leyenda o lo que sea. Niñas vírgenes, guantes, tijeras de oro, cuencos de oro, ningún contacto del té con la piel hasta que llegara a los morros del emperador. Tiernas niñas con boquitas de fresa sacrificadas para endulzar los belfos del emperador, hombre por supuesto, y seguramente con halitosis. Al propietario de una plantación, Malinga Gunaratne, se le ha ocurrido la idea de retomar esa antigua tradición de los siglos V y VI. Seguramente lo ha hecho con buenas intenciones para fomentar el turismo de su país, en el que las plantaciones de té son uno de los mayores reclamos. El tío, que entiende de márquetin, ha comercializado el té de las vírgenes con el nombre de Té Blanco Virgen, y lo vende a 520 euros el kilo. La verdad es que, al ser la producción baja, el negocio con ese té debe de ser de poca monta pero ciertamente ayuda a prestigiar un producto y a llenar el mercado con otros tés de Sri Lanka, tal vez recogidos de forma menos “pura”, pero a costa de utilizar a las mujeres como meros objetos, ya sea mitificando la virginidad para vender té, enseñando las tetas para vender la colonia del gilipollas de Jacq´s o luciendo el tanguita de serpiente que diría Sabina, para dar colorido a las carreras de unos mamarrachos que dan vueltas a los circuitos a trescientos kilómetros por hora. Los cuentos y las leyendas han servido, con frecuencia, para propagar una imagen de la mujer en la que sólo sirve para fornicar con el príncipe valiente, llevar cestas a las abuelas o hacerles la comida a una cuadrilla de enanos. Si de mí dependiera, a los emperadores y a los que compran el té virgen ese, les iba yo a untar las hojas con excrementos de perro, más que nada para realzar el sabor. Té Blanco Virgen con extracto perruno liofilizado. Toma nota Ferran Adrià.
Con frecuencia, los cuentos y leyendas transmiten a lo largo de los siglos valores y conductas repugnantes y que nosotros nos esforzamos en transmitir a nuestros hijos creyendo en la inocencia y bondad de esos relatos. Leo en los papeles que en Sri Lanka, antigua Ceilán, se está recuperando una vieja tradición por la que sólo las manos enguantadas de una doncella virgen podían recoger el té de los emperadores. Observen el contenido sexista de la puta tradición, cuento, leyenda o lo que sea. Niñas vírgenes, guantes, tijeras de oro, cuencos de oro, ningún contacto del té con la piel hasta que llegara a los morros del emperador. Tiernas niñas con boquitas de fresa sacrificadas para endulzar los belfos del emperador, hombre por supuesto, y seguramente con halitosis. Al propietario de una plantación, Malinga Gunaratne, se le ha ocurrido la idea de retomar esa antigua tradición de los siglos V y VI. Seguramente lo ha hecho con buenas intenciones para fomentar el turismo de su país, en el que las plantaciones de té son uno de los mayores reclamos. El tío, que entiende de márquetin, ha comercializado el té de las vírgenes con el nombre de Té Blanco Virgen, y lo vende a 520 euros el kilo. La verdad es que, al ser la producción baja, el negocio con ese té debe de ser de poca monta pero ciertamente ayuda a prestigiar un producto y a llenar el mercado con otros tés de Sri Lanka, tal vez recogidos de forma menos “pura”, pero a costa de utilizar a las mujeres como meros objetos, ya sea mitificando la virginidad para vender té, enseñando las tetas para vender la colonia del gilipollas de Jacq´s o luciendo el tanguita de serpiente que diría Sabina, para dar colorido a las carreras de unos mamarrachos que dan vueltas a los circuitos a trescientos kilómetros por hora. Los cuentos y las leyendas han servido, con frecuencia, para propagar una imagen de la mujer en la que sólo sirve para fornicar con el príncipe valiente, llevar cestas a las abuelas o hacerles la comida a una cuadrilla de enanos. Si de mí dependiera, a los emperadores y a los que compran el té virgen ese, les iba yo a untar las hojas con excrementos de perro, más que nada para realzar el sabor. Té Blanco Virgen con extracto perruno liofilizado. Toma nota Ferran Adrià.
Evaristo Torres
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