Amigo Luzlandés: hoy te voy a demostrar que nosotros los que llamas demócratas civilizados somos intolerantes, o lo que como dicen en tu país “hilanfa etha floh larhiadna” y en castellano clarito significa: ¡como están las cabezas!.
Hay una máxima en dictadura que dice: “todo lo que no está prohibido es obligatorio”, en España hay un montón de prohibiciones (algunas llaman los progres necesarias), yo desde mi punto de vista de exfumador quiero analizar este nuevo fenómeno social en nuestra piel de toro, prohibido fumar en bares, restaurantes, empresas….
En contra de lo que pudiera parecer, no somos pioneros en el mundo en una regulación estrecha del tabaco, hace muchos años que no se puede fumar en ningún punto de los aeropuertos norteamericanos, ni en los lugares públicos de ese país y del Reino Unido o de Francia o Italia, y la transición se hizo sin discusión, porque existe un consenso básico de respeto a la ley y que el derecho a la salud prima sobre el derecho a fumar, ese consenso creo que se puede llegar a aplicar aquí, en todo el territorio que muy bien calificas como estado español en tus cartas.
En España hemos tardado mucho tiempo en hacer prevalecer el derecho a la salud de quienes no fuman sobre el derecho a fumar de quienes lo hacen, pero igualmente habría que analizar la idiosincrasia de los españoles, somos un pueblo que por nuestra cultura y clima, nos gusta vivir en la calle, comer y cenar con nuestros amigos en un restaurante, o simplemente, tomar una copa en el bar de la esquina viendo un partido o una corrida de toros con esos amigos y un cigarrito (el que fume naturalmente) en la mano, ejerciendo nuestra opción a perjudicarnos la salud (que es una de las pocas opciones que no están prohibidas o legisladas en este democrático país).
No es que quiera hacer una defensa a ultranza de los fumadores o esté de acuerdo en fumar en todos los establecimientos públicos, pero sí en el bar de la esquina de mi amigo Alfonso que se gastó más de 24.000 € en acondicionar su establecimiento para separarnos (a fumadores y no fumadores), al menos había la opción de respirar salud a los que lo demandábamos.
Ahora, las amenazas de insumisión, las agresiones y el cuestionamiento de la legitimidad de la ley se impone con todo tipo de razones apoyadas por esa ley, pero la intolerancia a la animadversión hacía el fumador igualmente se adopta tratándoles de insolidarios.
Es cierto que la ley del tabaco va a promover un cambio de costumbres sociales, para unos, para la mayoría que no fumamos, se establece la protección de su salud, para otros, se les priva del placer de poder fumar en lugares de reunión que se habilitaron para ello, para que puedan seguir contaminando el aire que respiran y dando satisfacción a su deseo de perjudicar su salud, que es unipersonal, no perjudicando directamente la de los demás, es normal que estén disgustados, cabreados e indignados, pero es inaceptable la posibilidad de la insumisión y la rebeldía contra una norma que protege el derecho a la salud de todos los ciudadanos, así que se les obliga a pasar a la clandestinidad como si de delincuentes se tratase.
He leído en un centro oficial “Contra el fumador tolerancia cero”, pero yo añadiría a ese cartel “y contra los corruptos, defraudadores, prevaricadores y demás hombrecillos que pululan por el universo político”.
Creo que por un país “sin malos humos”, tendríamos que hacer todos un acto de reflexión, fumadores y no fumadores y llegar a un punto intermedio de convivencia.
Rafael Spínola.- La Fragua del Pensamiento
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