GUADALCANAL, UN PUEBLO ENTRE ANDALUCÍA Y EXTREMADURA (1)
1ª Parte del interesante articulo escrito por D. Antonio Fontán Pérez, Marqués de Guadalcanal en su finca de Villa Susana en la primavera de 1990 y publicado en al revista de Feria de ese mismo año.
Desde los balcones de Villa Susana que miran a Poniente, a un Kilómetro de distancia en cualquier tarde de sol se contempla una bella estampa de Guadalcanal. El blanco caserío se recuesta en la solana de los cerros del lado de allá del puerto de Llerena como una inmensa sábana blanca tendida a secar, salpicada por las breves manchas verdes del arbolado del Palacio, del Coso y le los huertos de las viviendas más espaciosas del pueblo. Salta a la vista también la peculiar disposición del núcleo urbano histórico de la villa, que parece un triángulo irregular alargado en sentido norte sur, como si se descolgara por la ladera en una pendiente que se suaviza a medida que desciende en dirección al pequeño valle que corre entre el pueblo y la cara norte de la sierra el Agua.
No deja de ser también chocante que el centro de la villa esté situado desde tiempo inmemorial en uno de sus extremos y precisamente en una de las cotas más bajas de la localidad, lo cual parece denotar que no estuvo nunca concebido cono bastión frente a ninguna clase de amenaza bélica.
Se ve que el pueblo, si alguna vez necesitaba defenderse, habría de hacerlo en los puertos por los que se accede a su recinto. En el curioso suceso de 1476, al que el año pasado desde estas mismas páginas llamaba yo "la primera batalla de Guadalcanal", los combatientes de los dos bandos, que eran los "sevillanos" del Duque de Medina Sidonia y los "extremeños" del comendador santiaguista Cárdenas, a quien apoyaba la hueste, extremeña también, del Conde de Feria, señor de Zafra, penetraron en la villa sin que les resistiera nadie, unos por la puerta de Sevilla viniendo por el camino de Alanís, y los otros por la de Llerena bajando del Puerto quizá por la actual calle del Convento. De los vecinos del pueblo, dice el cronista, que eran gente de paz y que sólo realizaron acciones humanitarias para ayudar a los que huían o resultaron heridos.
En este centro administrativo y social se alzan desde el 1300 el palacio llamado de la Almona, la iglesia principal de Santa María, con su vieja torre mudéjar, y debió estar el palacio del alférez o comendador santiaguista, que da nombre al jardín que ocupa lo que fueron sus huertos y algunas dependencias.
Al pie de esa zona principal, y también por la puerta de Sevilla al final de la calle de ese nombre, el pueblo de Guadalcanal se abría hacia la tierra de Sevilla. Hacia allá se encaminaron los caballeros santiaguistas que lo reconquistaron casi al principio de la campaña que llevaría a Fernando el Santo en triunfo hasta Sevilla. Estos caballeros de Santiago, a cuya orden el rey en el repartimiento asignaría la villa, habían venido de Extremadura, como parecía exigir el destino de este pueblo llamado a ser el lugar de encuentro entre las gentes y las tierras de lo que después serían las dos regiones.
LA ATRACCION SEVILLANA Y EL CONTORNO EXTREMEÑO.-
Guadalcanal, abierto a la tierra de Sevilla, se apoya en Extremadura por la parte de la sierra que lo limita y enmarca por el Norte. A espaldas de esos cerros, Fuente del Arco y Trasierra por un lado, y Valverde, Azuaga y Malcocinado por otro son localidades más netamente extremeñas, si bien la última de ellas, era todavía en 1850 una aldea de Guadalcanal, que por algún tiempo se llamó Villanueva de la Victoria.
Pero la relación extremeña de Guadalcanal no es simplemente un recuerdo del pasado que perdurara en la común devoción de nuestros paisanos y de los valverdeños al Niño Bellotero y a la Virgen de Guaditoca, sino una realidad viva que refleja en el recurso para urgencia al hospital de Llerena, en el mercado de las industrias agrícolas, en idas y venidas de ganado, y en trabajo por temporadas de los obreros del campo, indistintamente de ambos lados de la raya que separan y une a las dos autonomías.
Quizá la verdadera definición de la situación del pueblo sería decir que, en términos sociológicos y e geografía económica, pertenece a la comarca de Llerena y Azuaga tanto o más que a la Sierra Norte sevillana, si bien en términos políticos y' administrativos es de la provincia que es, y en el plano cultural gira en torno a Sevilla. A ello ha podría contribuir la capitalidad provincial de Badajoz, una ciudad alejada con la que nunca tuvo la relación que. Llerena, así como que los escasos guadalcanalenses de épocas más menos lejanas, del siglo pasado por ejemplo, que seguían carreras, estudiaban de ordinario en Sevilla que era la universidad más cercana.
Sin ir más lejos a buscar casos puedo aducir el de mi bisabuelo Antonio Fontán Galván, que luego sería magistrado en Cuba de donde no regresó, y que vivía en la calle Guaditoca. Se hizo abogado en la Facultad de Leyes y Jurisprudencia sevillana en la década cuarenta del siglo pasado. Igual ocurriría, poco después con el ilustre poeta y político López de Ayala, que, sin embargo, parece que se sintió siempre más extremeño que andaluz, tal vez por vinculaciones familiares, y al que Badajoz honrado como si fuera uno de hijos más ilustres. Mi bisabuelo, efecto, no volvió, pero sus padres no se habían movido de aquí, y a la generación siguiente un hijo del funcionario judicial de Cuba fue farmacéutico en Guadalcanal, hasta que se estableció con el mismo negocio y profesión precisamente en Sevilla.
HISTORIA DE LAS DOS REGIONES.-
Andalucía y Extremadura no han sido unidades políticas y administrativas hasta la Constitución de 1978, a cuyo amparo se constituyeron en Comunidades Autónomas con asambleas parlamentarias y Gobiernos regionales propios. La Extremadura de hoy, tierra terminal y de frontera, “que es la circunstancia a que debe su nombre”, quedó delimitada por los azares de la historia, sin que ninguna clase de accidentes geográficos ni una comunidad cultural antecedente determinaran sus confines. La Lusitania romana era más extensa y llegaba hasta el océano y la Beturia, también romana aunque nunca provincia, se circunscribía al espacio de entre ríos, con la cuenca del Guadiana arriba y la del Betis o Guadalquivir abajo.
Las comarcas que comprende la actual Extremadura entre la frontera portuguesa y las lindes de otras regiones de Castilla son numerosas y diversas y no siempre de fácil comunicación entre ellas. Como consecuencia de la Reconquista medieval y de sus peculiaridades demográficas y militares, gran parte de las poblaciones y las tierras de la región extremeña fueron administración y patrimonio de las Ordenes militares, por agradecidas, e interesadas, concesiones regias con derivaciones que perdurarían hasta pleno siglo XIX, cuando ya se había extinguido el régimen señorial y habían tenido lugar todas las desamortizaciones. (sic).
ANTONIO FONTAN PEREZ (Villa Susana, 1990)
Revista de Feria 1990
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