By Joan Spínola -FOTORETOC-

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Villa de Guadalcanal.- Dió el Sr. Rey D. Fernando a Guadalcanal a la Orden de Santiago , e las demás tierras de la conquista, e de entonces tomó por arma una teja o canal, e dos espadas a los lados como así hoy las usa.



sábado, 27 de diciembre de 2014

Inicio, auge y decadencia de las minas de Guadalcanal 43

Las técnicas de explotación (continuación)

Igualmente, es preciso dejar unas distancias mínimas entre las galerías, distancia que esta en función de la calidad “mayor o menor dureza” del terreno en el que se asientan. Igualmente, a medida que se van abriendo las galerías, es preciso dejar en espacios prudenciales “evidentemente, siempre en función de la solidez de la roca” unos pilares de sustentación del propio material.
Pero la máxima seguridad en los trabajos subterráneos la proporcionan las labores de estibación, entonces llamadas de “ademación”, imprescindibles en los pozos y no tan precisas en las galerías excavadas en roca dura, pero igualmente ineludibles en las abiertas en terrenos de mayor blandura; en 1570 informaba el capataz morisco Álvaro Blanco:
“en el pozo que nuevamente se abre en la mineta de Cuevas, como tiene dicho, porque la tierra parescio algo suelta y blanda y que se podía hundir, con haber necesidad de que se diese gran priesa en el ahondar del pozo porque se hiciese respiradero para los que cavan abajo en la mineta rica, hase cesado de aondar en el dicho poco sin reparar en la priesa hasta ademar lo que esta acabado y asegurar la labor porque no se hunda el dicho poco y juntamente el arca que encima del se ha hecho” 29.
La estibación en extensiones importantes era un procedimiento prácticamente inédito en la minería española, lo que hace que en los primeros años de trabajos los especialistas encargados de su práctica tengan que ser llamados a “Alemania” y sean todos ellos de procedencia extranjera. Solo mas tarde comienzan a trabajar españoles formados por aquellos.
En los pozos de sección circular, la madera se disponía de la misma forma que las duelas de un tonel, pero en los de sección rectangular, mas habituales, se colocaban de forma vertical 30. Las diversas formas de entibar estaban en función de la disposicion de pozos y galerías e iban desde un forrado completo hasta la colocación de vigas en intervalos más o menos distantes. Agrícola describe muy bien los procedimientos, que son idénticos a aquellos de los que tenemos referencias en las minas reales españolas, si bien, dado el entorno en el que escribe, los tipos de madera que recomienda no tener mucho que ver con las posibilidades de la España seca; aquí son el roble y la encina las maderas era ciertamente importante, dado que la humedad del interior podría con rapidez los materiales y su renovación había de ser frecuente. 31
La introducción de los procedimientos germánicos de entibación fue una de las innovaciones más importantes en la minería hispana del quinientos ya que, además de proporcionar una seguridad mucho mayor, permite la apertura de pozos y galerías de dimensiones antes insospechadas tanto en longitud como en anchura, con la consiguiente incidencia en la productividad.
En el caso de las minas reales, las instrucciones respecto a la seguridad son bastante estricta y recalcan siempre que es preciso sacrificar la rentabilidad a corto plazo a la seguridad suficiente. Ya en 1556 se instruía desde la Corte al administrador para que
“si le pareciese que la vena va peligrosa y que ay falta en el ademar (...) lo haga ademar en la seguridad que conviniere (...). que por sacar mucha cantidad de metal no se dexen de ademar y asegurar los pocos ni aya descuido en la obra dellos” 32
En le caso de las minas de Guadalcanal, como sucede igualmente aún en mayor grado Cazalla, Constantina o Alanis, el mayor problema de la extracción lo constituía la delgadez y sobre todo la irregularidad de las vetas mineralizadas; riqueza, en algunos casos asombrosa, pero de muy escasa potencia, lo que hacía que continuamente se perdiera la veta y fuera preciso realizar obras muertas durante un periodo de tiempo hasta volver a recuperarla. Los informes de Guadalcanal aluden constantemente a la incertidumbre que en los técnicos y administrativos producía esta circunstancia; en 1573 informaba el capataz Francisco Blanco:
“Dixo ansimismo quanto a saber si durará el dicho metal, ques inposible a ningún ombre dezir la certinidad dello, porque no ue ni puee uer mas de la az y mucho frente del dicho metal, que podría ser durar muy mucho, y ansimismo acabarse en un breve tiempo, y que no puede aber mas certidunbre en lo uno que en lo otro, aunque parece que se podrá tener buena esperanza deste metal, por aber ido fixo y sin perderse del todo 23 o 24 estados y estar aora en la mayor prosperidad, lo que no a hecho otro metal ninguno que aya parescido en estas minas, que no an durado más de diez estados arriba desde que aquellas se descubrieron” 33
Dada la irregularidad y las diversas direcciones que los filones adoptan, se hace preciso con frecuencia efectuar una gran cantidad de labores de seguimiento, improductivas y muy costosas; una relación de 1570 daba cuenta de que en la galería de unión de los denominados “pozo de Azuaga” y “pozo de los negros”, se había encontrado una veta mineralizada en el fondo y para seguirla
“se formó un pozo que estaba ya de 4 estados en hondo, en el que no se ha alguna, más que hallado cosa alguna, más que lleua una vena prospera y de muy buen parecer.
En el techo de la mineta se han seguido mas de tres estados sacando puntas de metal, que ay esperanza de que sean muestra y principio de alguna gruesa bolsa; para seguirlas se hará otra mineta por gima del techo de la anterior y ansi mismo se seguirá el dicho pozo”
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Quizá sea en la perforación y derribo del material donde las técnicas habían evolucionado menos. Los pertrechos apenas se diferenciaban de aquellos que la arqueología ha sacado a la luz y con los que se trabajaba en las minas romanas. El absoluto desconocimiento del use de la pólvora en las labores de apertura y derribo, que constituirán el verdadero salto cualitativo en estos trabajos, antes del siglo XVII, limitaba extraordinariamente las posibilidades de aumentar la capacidad de perforación y extracción de mineral. Los trabajadores de interior, denominados por extensión “plomeros” en todas las minas metálicas, emplean una serie muy limitada de instrumentos de hierro: picos para el derribo en zonas blandas; martillos que golpean sobre diversas clases de cunas, muy agudas por un lado y anchas por el otro, que se introducen en las fisuras de las rocas de mayor dureza, con lo que se logran desprender pedazos de ella de tamaño considerable que luego son fragmentados en la propia galería; azadas y palas para remover la tierra y para introducirla en los recipientes en que se traslada a lo largo de las galerías hasta su extracción al exterior 35
El mayor problema de este tipo de labores se produce cuando se llega a zonas donde la roca encajante es de una especial dureza, caso en Guadalcanal del mineral encajado en cuarcita. En esos casos, el único procedimiento entonces conocido es la aplicación de fuego, ya utilizado en la minería romana; pero desconocido en la España moderna antes de su aplicación en Guadalcanal. Para ello se introducían haces de leña en el interior de los pozos o galerías que se hacían arder junto a la roca, sobre la que alternativamente se vertían chorros de agua fría; los rápidos cambios de temperatura producían una intensa acción erosiva sobre las rocas y favorecían la aparición de grietas en las que ya era posible introducir cuñas de metal. Era esta una operación que no podía practicarse en época de temperaturas altas a causa del peligro de asfixia de los operarios. En 1556 escribía la Princesa Gobernadora al administrador Zarate:
“las penas que se atrauiesen en las minas, en que dezis que se pasa mucho trauxo y costa en picarlas, he sabido que poniendolas fuego engima se hunden y ablandan y que ansi se quiebran y desbaratan con fagilidad. Hargis probar esto para uer si aprouecha y auisarme heis dello” 36

29 Cfr. A.G.S. Consejo y Juntas de Hacienda, Leg.° 103, fol. 12 y Leg.° 66, fol. 20. Sobre los pilares, cfr. A.G.S. Estado, Leg.° 113, fols. 29 y 30.
30 Cfr. AGRÏCOLA, G.: Op. cit., pp. 118-120. En la Histoire Generale des Techniques, dirigida por M. Daumas, se corrobora la misma afirmación basándose en la información que proporcionan los dibujos del manuscrito de Sainte Marie-aux-Mines —localidad de Alsacia— y las pinturas del retablo de Annaberg.
31 Consejo y Juntas de Hacienda, Leg.° 47, fol. 48; Leg.° 103, fol. 12. A.G.S. Escribanía Mayor de Rentas Leg.° 14, fol. 5.
32 Mayor de Rentas, Minas, Leg.° 1, fol. 10.
33 AGS Generates, Leg.° 851, s.f., relation de Francisco Blanco, capataz, sobre el meral, los mineros de la dpoca prefieren un filón fijo, aunque sea de escasa le bolsadas de mineral alternativas; cfr. A.G.S. Consejo y Juntas de Hacienda. Estado, Leg.° 137, fol. 129.
34 Cfr. A.G.S. Consejo y Juntas de Hacienda, Leg.° 103, fol. 12. Cfr. tambi6n A.G.S. Consejo y Juntas de Hacienda, Leg.° 68, fol. 129.
35 Excelentes descripciones de todos estos instrumentos con abundantes dibujos en AGRÍCOLA, G.: Op. cit., p. 113 y pp. 149 y ss. En 1571, desde Guadalcanal se informaba que las venas seguían prosperas, pero con tat dureza que era preciso romperlas con hierro
“para rozar este metal, se saca con cunas y picayos lo que diere lugar su dureza, ques grandisima (...) y acontece gastarse el acero de 120 picayos entre día y noche”.
cfr. A.G.S. Escribanía Mayor de Rentas, Minas, Leg.° 24, s.f. Otra información dice que se topa en un momento con una peña muy dura, hasta el punto que
“fueron menester nuevas herramientas en esta mina no usadas para romperlo”; cfr. A.G.S. Consejo y Juntas de Hacienda, Leg.° 103, fol. 12.
36 Cfr. AGRÍCOLA, G.: Op. cit., pp. 114 a 115. A.G.S. Consejo y Juntas de Hacienda, Leg.° 46, fol. 193. A.G.S. Contadurías Generales, Leg.° 3.072, s.f., carta de la Princesa a Zarate de 26 de mayo de 1556. A.G.S. Consejo y Juntas de Hacienda, Leg.° 47, fol. 48: en la mina de Galaroza.
En 1567 se empleaban ya en la mineria del valle de Alcudia; cfr. A.G.S. Consejo y Juntas de Hacienda, Leg.° 83, fols. 60 y 61.

De Minería, Metalúrgica y Comercio de Metales
Julio Sánchez Gómez
  

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