By Joan Spínola -FOTORETOC-

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Villa de Guadalcanal.- Dió el Sr. Rey D. Fernando a Guadalcanal a la Orden de Santiago , e las demás tierras de la conquista, e de entonces tomó por arma una teja o canal, e dos espadas a los lados como así hoy las usa.



sábado, 11 de abril de 2015

Inicio, auge y decadencia de las minas de Guadalcanal 58


Auge y caída de la producción durante el periodo real.
La formación de los técnicos 2

Entre las ideas más comunes entre mineros y alquimistas hallamos la de la generación, maduración y crecimiento de piedras y minerales en las vísceras de la tierra. Encontramos en A. de Carranza 33:
“la tierra se divide comúnmente en simple y compuesta. I dizese simple porque este del todo separada de los otros elementos (que según dizeen, i discreta mente fundan los naturales, no se da parte alguna de la tierra que no conste de agua, aire o fuego) sino porque es simple i sin mezcla alguna de cosas de otro género. I compuesta se dize la tierra que contiene en si diversidad de succos, que en nuestra lengua llaman jugos o zumos, los quales congelados e incorporados en ella produzen los differentes metales de que gozamos”.             Refuta Carranza otras opiniones no menos extendidas que sitúan el origen de los metales en:
“el hábiito de la tierra —que llamamos huelgo o aliento— también no quadra a muchos la sentencia de Sancto Thomas que puso la materia de todo metal, después de Alberto Magno, en el azogue (...). Otros alquimistas atribuien la la materia de los metales a solo el azufre, bien sin causa, como prueba latamente Andrés Libauio. Con que a mi mucho me agrada el parecer de Jorge Agrícola, el que con gran fundamento affirma que la causa material de los metales consiste en el succo o jugo de la tierra, acompañado de varios movimientos, como el fluxo del agua, que la ablanda i a vezes mueve o la commixtion de uno y otro, y también la virtud del calor agente o del frio condensante34
 Esta creencia en ese jugo o savia lleva a los metalúrgicos, mineros y alquimistas a creer que los metales tienen una vida semejante a la vegetal; crecen, se desarrollan y pueden morir o, como los embriones animales, crecen en el interior de la tierra. Carranza citaba a Genonimo Cardano:
“ Elos metales iazen en los montes al modo de árboles con raizes, tronco, ramas i hojas, flor y fructo. I que muchas vezes carecen destas dos últimas cosas (al modo de diversos arboles i plantas sombrías) por falta de congruente materia i de calor i frialdad competente. Lo qual verifica en la tierra de minerales, que juntamente produze arboles i plantas, que por su parte la desustancia, con que a los metales les viene a faltar el succo o jugo necesario, como el niño de pecho apando su madre o ama se embaraza i haze preñada”.
La metalurgia, dice Mircea Eliade, asume así un carácter obstétrico. El minero y el metalúrgico intervienen en el desarrollo de esta embriología subterránea, ellos precipitan el ritmo de crecimiento de los minerales, colaboran a la obra de la Naturaleza, la ayudan a parir más aprisa.
Si una mina es un organismo vivo, es preciso dejarla reposar después de una explotación ya que el yacimiento pedía un descanso para poder generar de nuevo. Alonso Barba, ya en el siglo XVII, afirmaba que una mina explotada es capaz de reconstruir sus propias riquezas a condición de permanecer cerrada y en reposo diez o quince años. Porque, aquellos que creen que los metales han sido creados al crearse el mundo cometen un grave error; los metales “crecen” en las minas. 35
 Si la naturaleza actuaba en la creación de metales, la esperanza en que el hombre le robe su secreto y sea capaz de crearlos no es tan descabellada. Un autor del siglo XVIII esribía:
“Lo que la naturaleza ha hecho al principio, tambien nosotros podemos hacerlo reproduciendo el procedimiento que ella ha seguido. Lo que ella hace todavía hoy, empleando siglos en su soledad subterránea, podemos hacerlo llegar a término en un solo instante, ayudándola, poniéndola en mejores condiciones. Como hacemos el pan, podemos hacer los metales” 36.
Las ideas de los alquimistas y las de los metalúrgicos estaban aun muy cercanas.
La directa influencia de los astros en la generación de los metales es otra de las arraigadas entre los hombres de la época. Ya hemos visto en el capitulo anterior la opnion de Agustín de Sotomayor, técnico novohispano, que atribuía al subsuelo español una gran riqueza en relación con la disposición de los astros. Carranza afirmaba,
“pues como en lo general España por su naturaleza sea fragosa con sus muchos collados, sierras, montes pelados i peñas y por otra parte goze de inflexiones celestes tan benignas y de aires tan puros y vivíficos, bien se sigue con la constelación, altitud de la región y natural disposición le prestan causa superiormente feraz de metales a todas las provincias”.Opinión semejante sustentaba en su más conocida obra el P. José de Acosta:
Los metales son como plantas encubiertas en las entrañas de la tierra, y tienen alguna semejanza en el modo de producirse, pues se ven también sus ramos. Como tronco de donde salen que son las vetas mayores y menores que él tienen notable trabazón y concierto, y en alguna manera parece que crece minerales al modo de plantas. No porque tengan verdadera vida vegeta vida interior, que esto es solo de verdaderas plantas, sino porque de tal se producen en las entrañas de la tierra por virtud y eficacia del sol y otros planetas que por discurso de tiempo largo se van acrecentando y propagando (...). La tierra estéril y ruda es como materia y alimento metales; la tierra fértil y de mas sazón es materia y alimento de plantas (…) gran verdad lo que escribió Filón, hombre sabio, diciendo que el oro, plata y los metales naturalmente nacían en las tierras mas estériles e infructuosas. Así vemos que tierras de buen tempero, fértiles, raras veces o nunca son de (...). Al contrario, en tierras muy ásperas, secas y estériles, en sierras muy en penas muy agrias, en temples muy desabridos, allí es donde se hallan de plata y de azogue y lavaderos de oro (...) 37.
 El Bergbuchlein recogía mas ampliamente esta creencia; la plata “despunta” bajo la influencia de la luna y los filones son más o menos ricos en plata según su posición respecto a la “dirección perfectas, señalada por la orientación de la luna. Evidentemente el oro seria generado bajo la influencia del sol. También los metales más humildes que ver con esa influencia planetaria; el cobre nacía bajo el influjo de Venus; el hierro I de Marte; el plomo, de Saturno 38.
 Todas estas creencias comienzan a sufrir una erosión ya en el siglo XVI bajo fluencia de una mentalidad más crítica y con la ayuda, en la medida en que es positiva la experiencia. Pedro de Mercado, que en 1558 publicaba sus “Diálogos de Philadelpia natural y moral” desechaba la posibilidad de que las piedras pudieran crecer, porque
“no se puede aumentar ni crecer sino lo que se mantiene y bive, y si las piedras y metales se hacen mayores, es por pecarse con esto otros metales o piedras mediante humidad pegajosa. y no por augmentación verdadera” 39.
Agrícola negaba la influencia directa de los astros en los metales:
“Puede además refutarse que el calor del sol-extraiga la sustancia metálica de las venas porque aunque el sol saca vapores de la superficie de la tierra, sus rayos no penetran en las profundidades, y así, el aire de un tunel, cubierto por a solo una profundidad de dos brazos está ya frio en verano, porque frena y contrarresta la fuerza del sol. Los habitantes de regiones muy calurosas han observado esto y se acuestan durante el centro del día en cuevas que les protegen de los rayos del sol. Por tanto, es poco verosímil que el sol extraído de la tierra las sustancias metálicas. En realidad, ni siquiera puede secar la humedad de muchos sitios donde suelen hallarse filones, ni la tierra este protegida y sombreada por arboles. Es más, algunos mineros de entre las diferentes clases de filones metalíferos, escogen los que he descrito como mejores, esa orientación, de modo que al contrario, los descalifican y rechazan las minas de cobre que tengan esa orientación, de modo que, en conjunto, no hay razones para preferir una orientación a otra. Porque, ¡Por qué razón no extraería el sol el cobre de las minas de cobre, ni extrajera la plata de las minas de plata y el oro de las de oro? (…) Otros mineros, entre ellos Calbus, clasifican también los ríos y los arroyos auríferos. Un rio o un arroyo, dicen, es mas productivo de granos de oro fino cuando viene del este y fluye hacia el oeste y cuando lava el suelo al pie de montañas situadas al norte del rio y tiene llanuras hacia el sur y hacia el oeste. Estas son las opiniones que tienen de los ríos y arroyos; ahora bien, puesto que el oro no engendra en ellos, como hemos mantenido contra Alberto en el tratado “De subterraneorum ortu et causis”, sino que arrancado de las venas y vetas que lava el agua se va depositando en las arenas de los torrentes y cursos de agua en cualquier dirección que fluyan los ríos a las aguas es razonable esperar que tengan oro, a lo cual no se opone la experiencia. No negamos, sin embargo, que el oro pueda criarse en venas y vetas bajo el lecho de los ríos y arroyos, lo s no que en los otros yacimientos40
 Estas características “modernas” de la mentalidad de Agrícola, con su apelación a la experiencia y su crítica de datos no suficientemente comprobados, no le impiden sin embargo atribuir pocas páginas mas allá, entre las causas que obligan a abandonar una mina y junto con los accidentes, el agotamiento de las reservas o la persistencia de gases obligan a nocivos, los “demonios asesinos y fieros”, ya que a estos no se les puede expulsar mas ,lea oración y el ayuno. La coexistencia de una actitud crítica y de pervivencias mágicas, tan característica de los hombres de la alta Edad Moderna manifestadas en un hombre como Agrícola nos da la pista para deducir su arraigo en personas, con una formación cultural menos solida. No podemos perder nunca la perspectiva de que la mina es el reino de lo desconocido, de lo misterioso y terrible y que el minero —entendiendo la palabra en el sentido que entonces se le daba, trabajador, técnico especializado o dueño de mina —se acerca a ella con una mezcla de avidez y temor.

33 CARRANZA, A.: El ajustamiento..., pp. 70 y ss.
34 Fray Miguel de MONSALVE, que vivió en el tránsito entre el siglo XVI y el XVII suponía al sol creador del oro y del azogue y que aquel astro, evaporando con su calor el azufre contenido en la tierra hace que se introduzca en los pozos de esta y en las piedras, congelándose y transmutándose en azogue.
Cfr. Biblioteca Nacional, sección manuscritos, cod. J-57, fols. 557 a 561.
35 BARBA A. A.: Arte de los metales...
36 REYNANARD J.: Etudes encyclopediques, vol. IV, p. 487, citado por ELIADE, M.: Op. cit., p.
37 ACOSTA, J. de: Historia Natural y Moral de Las Indias, pp 89 y ss.
38 DAUBREE, A., ed.: , Journal des Savants.
39 MERCADO, Pedro de: “Diálogos de Philosophia natural y moral”, en MAFFEI -RUA FIGUEREA 39 cit., vol. I, p. 470.

40 cit., vol. I, p. 470
De Minería, Metalúrgica y Comercio de Metales
Julio Sánchez Gómez 

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