By Joan Spínola -FOTORETOC-

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Villa de Guadalcanal.- Dió el Sr. Rey D. Fernando a Guadalcanal a la Orden de Santiago , e las demás tierras de la conquista, e de entonces tomó por arma una teja o canal, e dos espadas a los lados como así hoy las usa.



miércoles, 9 de noviembre de 2016

Guadalcanal, un pueblo en la memoria 3

Teatro Romano de Regína
2.-Los Hispanorromanos

Cuando los romanos llegaron a Sierra Morena, esta se encontraba habitada por celtas, quienes rápidamente aceptaron las costumbres y usos del pueblo itálico, tal y como lo habían hecho anteriormente con los cartagineses.
Efectivamente, cartagineses y romanos vieron en la Península Ibérica una forma de enriquecerse gracias a los recursos mineros existentes, especialmente en la zona meridional, tal y como nos indica Estrabón (Geografia:3,146) que nos  dice que:
... toda la tierra de iberos está llena de metales, particularmente la Bética, de la que puntualiza que en cuanto a la riqueza de sus metales no es posible exagerar el elogio de la Turdetania y de la región lindante, porque en ninguna parte del mundo se ha encontrado hasta hoy ni oro, ni plata, ni cobre, ni hierro, en tal calidad y cantidad. En las comarcas de Hipa y Sisapón existía gran cantidad de plata y cerca de las Kotilai, de localización dudosa, había cobre y también oro. (Blázquez, 1970: 126.)
Esta riqueza sería una de las causas que motivaron las guerras púnicas, entre cartagineses y romanos, ya que el dominio de las minas hispanas (especialmente las de Cástulo) se antojó necesario para la economía de ambos bandos, y es por ello por lo que, desde el año 218 a. C. (fecha de la entrada de los Escipiones en Iberia) hasta fines del siglo I a. C., la península se convierte en una auténtica colonia de explotación para los romanos.
Hispania constaba de dos provincias, la Ulterior y la Citerior, que en época de Augusto (27 a. C.) serán transformadas en Tarraconense, Lusitania, con capital en Mérida, y Bética, con capital en Córdoba. El emperador Otón añade la Mauritania Tingitana, con capital en Gades, y hacia 212 Caracalla crea la provincia Galláecia. Será en época de Constantino cuando Hispania quede dividida en siete provincias: Tarraconense, Bética, Lusitania, Gallaecia, Cartaginense, Mauritania Tingitana y Balearica. Como es lógico pensar, nuestra villa perteneció a la provincia Bética, con capital en Córdoba.
Las poblaciones indígenas eran de dos tipos: las espendiarias que pagaban un tributo, mantenían su derecho propio y acuñaban moneda, y las libres, que podían ser federadas (de una gran autonomía administrativa) o inmunes (no pagaban tributos). La romanización se extendió rápidamente por toda la península y los pueblos indígenas obtuvieron en distintas etapas una ciudadanía plena; así, el emperador Otón, sucesor de Galba, agradecido a los hispalenses y emeritenses por conservarle su amistad ante las adversidades, los hizo ciudadanos romanos con todas sus libertades, concediendo el emperador a nuestro pueblo ese derecho, con todas sus prerrogativas, por la buena acogida que le ofrecieron sus habitantes. Así, ciertos indicios nos hacen creer que Guadalcanal tuvo su propia moneda, acuñándose en nuestro pueblo, al que los romanos llamaban “Canalis”, en alusión al sistema de trabajo en las minas.
Siendo Guadalcanal una de las regiones más ricas en metales preciosos que ha existido en España, cabe pensar que las descripciones realizadas por los autores clásicos (como Posidonio, Polibio, Mela, Plinio o Diodoro Sículo, entre otros) sobre la explotación minera de Sierra Morena deben referirse en parte a estas latitudes. E incluso el nombre de esta sierra proviene de un hispanorromano muy rico, poseedor de minas de oro, plata y cobre, llamado Sexto Mario, de aquí que Sierra Morena aparezca en Ptolomeo (Geografia:2,4,15) como Mons Marianus y en el Itinerarium Antonini (432) como Mons Marianorum,
Diodoro Sículo (Historia del Mundo:5,36-38) nos ha dejado unas interesantes descripciones de las explotaciones mineras hispanas:
 ... cuando los romanos se adueñaron de Iberia, itálicos en gran número, atestaron las minas y obtenían inmensas riquezas por su afán de lucro. Pues comprando gran cantidad de esclavos los ponen en manos de los capataces de los trabajos en la mina. Y estos abriendo bocas en muchos puntos y excavando la tierra en profundidad, rastrean los filones ricos en plata y oro. Y bajo tierra no solo extienden las excavaciones a lo largo, sino también en profundidad, estadios y estadios; y trabajando en galerías trazadas al sesgo y formando recodos en forma muy variada, desde las entrañas de la tierra hacen aflorar a la superficie la mena, que les proporciona ganancia (...)
Algunas veces los mineros se topan en lo profundo con ríos que corren bajo tierra, cuyo ímpetu dominan rompiendo las embestidas de sus corrientes, para lo que se valen de galerías transversales (...) y hacen los drenajes valiéndose de los llamados caracoles egipcios, que inventó Arquímedes de Siracusa cuando pasó por Egipto (...)
Los que pasan sus vidas dedicados a los trabajos de minas hacen a sus dueños tremendamente ricos porque la cantidad de aportaciones gananciosas rebasa el límite de lo creíble; pero ellos, bajo tierra, en las galerías día y noche, van dejando la piel, y muchos mueren por la excesiva dureza de tal labor.
(...) ninguna de las minas es de explotación reciente; por el contrario, todas fueron abiertas por la codicia de los cartagineses (...). (Blázquez, 1970: 126-128.)
Camino romano
También Plinio (Historia Natural:133, 76-77) nos describe el sistema de extracción del oro consistente en la utilización de una corriente de agua que facilitaba su extracción a través de venas abiertas en los montes, lo que producía los deslizamientos de tierras y el derrumbamiento de dichos montes.
Otro sistema era minar las sierras con larguísimos túneles, horadando las mayores montañas y colocando pilares de sostén que, intencionadamente destruidos, ocasionaban el desplome de los montes, afectando .a masas gigantescas de tierra y donde a menudo perdían la vida los hombres que trabajaban en ellas, quedando sepultados. Posteriormente, estas grandes masas de rocas eran sometidas a un lavado de agua,
 ... que caía de gran altura, hasta de 100 metros a veces, que procedía de embalses artificiales, mediante acueductos, con 150 km a veces, de recorrido. Las arrugiae se lavaban durante el invierno. Los detritus eran arrastrados mediante un sistema de canales, o anchas galerías y clasificados, lo que originaba verdaderos aluviones de oro. (Blázquez, 1970: 136.)
Esto mismo nos indica un monje franciscano del siglo XVII al hablar de Guadalcanal en época romana:
Cargaban los montes sobre arcos y bóvedas y los pedernales que no se sujetaban al hierro, el fuego y el vinagre los vencían.
La tierra que cavaban y las peñas de los metales los sacaban a hombros de mano en mano, y rompían las piedras con cuñas y almádanas, luego degollaban los arcos sobre los que cargaban los montes y al tiempo que avisaba el centinela que estaba en las cumbres y huían de las montañas que caían con el mayor estruendo y ruido que jamás pensar pudiera el ser humano...
Después de este trabajo tenían otro mayor, que era llevar los ríos acanalados para lavar la tierra y la piedra que sacaban para extraer el oro y la plata que contenían. Para esta tarea juntaban los montes, allanaban los collados, levantaban valles y para que el agua viniese a piso la tomaban muy alto, en las partes que por naturaleza solo pájaros podíanse tener, colgándose a veces los hombres por los riscos para que cavasen, exponiendo así su propia vida. (Carrasco, 1988.)
A estos canales o cuevas que atravesaban las montañas los llamó Plinio “canalicios” o “canalienses”, los que más tarde en el tiempo formarían parte del nombre de nuestra villa.
En cuanto a los restos romanos localizados en nuestro término municipal, diremos que se conserva en la actualidad un capitel mutilado de mármol blanco, hueco por la parte superior, que sirve de pila de agua bendita en la iglesia parroquial de Santa María de la Asunción y que con anterioridad se encontraba cumpliendo el mismo fin en la iglesia de San Sebastián. Este elemento arquitectónico ha sido fechado en el siglo II d. C.
Ceán Bermúdez, en su obra Sumario de las Antigüedades Romanas que hay en España, dice que en Guadalcanal se podían ver aún los edificios ruinosos que utilizaban los romanos  para la explotación de las minas de plata y que estas pertenecían a los célticos beturienses (Ceán, 1832: 266.)
No es de extrañar que por nuestra villa cruzaran ciertas vías o ramales que conectaran con la calzada de Híspalis a Emérita (Sevilla a Mérida), ya que era el paso ordinario de los romanos de Extremadura a Sevilla (posiblemente el camino de San Benito), siendo nuestro pueblo en muchas ocasiones lugar de acampada de las tropas romanas, consumiendo grandes cantidades de vino que producían las abundantes vides que se criaban en estos pagos.
En este sentido, existes vestigios de asentamientos romanos en la “suerte de Magrao”, junto al lugar conocido por “piedra Corcovada”, en el camino de las minas de Pozo Rico, donde encontramos restos constructivos como tejas (tégulas e ímbrices), ladrillos y fragmentos de vasijas.

También se han localizado restos romanos en los alrededores del cortijo de La Torrecilla, al noroeste de la villa y a 8 kilómetros de ella, teniéndose certeza de hallazgos cerámicos (terra sigillata y común) y constructivos (tégulas) en el lugar denominado “era de los comuneros de la suerte del donadío”.
Asimismo, en el cortijo de Santa Marina, a 8 kilómetros al norte de Guadalcanal, se conserva un sarcófago de piedra que sirve para dar de abrevar al ganado, junto al mismo pozo de la finca, y que procede de un cerro próximo al caserío.
También hay noticias de la aparición de sepulturas de inhumación bajo losa en Las Tobas, a 6 kilómetros al sureste de la población, sobre el camino real que atraviesa la sierra de Hamapega en dirección al Hornillo.
En el Cerro Monforte, a 5 kilómetros al sur de Guadalcanal, en el camino de Cazalla, localizamos un asentamiento de carácter defensivo que fue utilizado por las diversas culturas llegadas a estos parajes, destacando numerosos restos romanos y medievales. En la cresta del cerro se localizan dos aljibes y restos de un posible amurallamiento.

Copyright.- Rafael Rodríguez Márquez

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