El figurón político literarioDiscurso de D. ADERLADO LÓPEZ DE AYALA, en el Congreso, participando la infausta nueva, de la muerte de la Reina Doña Mercedes, joven y bella esposa del Rey Alfonso XII, considerado: “El más bello discurso que oyó el Congreso”.
“Ya lo oís, señores diputados: nuestra bondadosa Reina, nuestra cándida y malograda Reina Mercedes, ya no existe. Ayer celebrábamos sus bodas; hoy lloramos su muerte.”
“Tan general es el dolor como inesperado ha sido el infortunio; a todos nos alcanza; todos lo manifiestan; parece que cada uno se encuentra desposeído de algo que ya era propio, de algo que ya amaba, de algo que ya aumentaba el dulce tesoro de los afectos íntimos; y al verlo arrebatado por tan súbita muerte, todos nos sentimos como maltratados por el violento del despojo, por lo brusco del desengaño.”“Joven, modesta, candorosa, coronada de virtudes antes que de la real diadema, estímulo de halagüeñas esperanzas, dulce y consoladora aparición… ¡quién no siente lo poco que ha durado!”
“No sé, señores diputados, si la profunda emoción que embarga mi espíritu en este momento me consentirá decir las pocas palabras con que pienso, con que debo cumplir la obligación que este puesto me impone. No es porque yo crea sentir más vivamente el funesto suceso que ninguno de los que escuchan, porque son tantas, son tan variadas, tan acerbas las circunstancias que contribuyen a hacer por todo extremo lamentable la desgracia presente, que no hay alma tan empedernida que le cierre sus puertas. Pero concurre una tristísima circunstancia, que nunca olvidaré, a que yo lo sienta con más intensidad en este momento.”
“Testigo presencial de los últimos instantes de nuestra Reina sin ventura, aún tengo delante de mis ojos el lúgubre cuadro de su agonía; aún está fresca en mi mente la imagen de la pena, de la horrible y silenciosa pena, que con varios semblantes y diversas formas rodeaba el lecho mortuorio: he visto el dolor en todas sus esferas.”
“Allí nuestro amado Rey, hoy más digno de ser amado que nunca, apelaba a sus deberes, a sus obligaciones de Príncipe, a todo el valor de su magnánimo pecho para permanecer al lado de la que fue elegida de su corazón, y para reprimir, aunque a duras penas, el alma conturbada y viuda, que pugnaba por salir a sus ojos.”
“Allí los aterrados padres de la ilustre moribunda, viva estatua del dolor, inclinaban su frente ante el Eterno, que a tan dura prueba les sometía, y con cristiana resignación le ofrecían en holocausto más honda amargura que puede experimentarse en la vida.”
“Incansables en su amor, la Princesa de Asturias y sus tiernas hermanas seguían tan atónita mirada todos los movimientos de la doliente Reina, como ansiosas de acompañarla en la última partida.”
“Allí la presencia del Gobierno de su Majestad representaba el duelo del Estado; los presidentes de los Cuerpos colegisladores, el luto de la Iglesia, que, dirigiéndose al cielo, señalaban el único medio de consolar tantas y tan inmensas desgracias.”
“Y en tanto, señores, todas las clases sociales llevaban el testimonio de su tristeza a la regia morada. En torno de ella aparecía el pueblo español, magnánimo, como siempre; amante, como siempre, de sus Reyes: con todos sus caracteres distintivos, partícipe de todas las penas generosas y compañero de todos los infortunios inmerecidos.”
“¿Quién puede permanecer insensible en medio de este espectáculo? Intérprete de vuestro dolor, me atrevo a proponer que, en tanto que la Iglesia presta sus solemnes plegarias a la que fue nuestra Reina, a la que ocupó el trono el tiempo sucintamente necesario para reinar un límite de corazones, en tanto que las exequias se verifiquen, esta tribuna permanezca muda en señal de duelo, convidando con su silencio al recogimiento y a la oración.”
“Propongo, además, señores diputados, que una Comisión del seno de la Cámara, cuando las circunstancias tristes que nos rodean lo consientan, llegue a S.M. el Rey para significarle que todos participamos de su pena, que este es el único consuelo que cabe en tan grande aflicción.”
“¿Quién será insensible a la presente? Sólo el infeliz que se encuentre incomunicado con la Humanidad”.
Comparemos lo que Ayala declamó en el Congreso con lo que cantaban los ciego en las esquinas:
¿Dónde vas, Alfonso XII?
¿Dónde vas, triste de ti?
Voy en busca de Mercedes
que ayer tarde no la vi.
Si Mercedes ya se ha muerto;
muerta está que yo la vi:
cuatro Duques la llevaban
por las calles de Madrid.
Su carita era de virgen,
sus manitas de marfil,
y el velo que cubría
era de rico carmesí.
Los zapatos que llevaba
eran de rico charol;
se los regaló su madre
el día que se casó.
El manto que la envolvía
era de rico terciopelo,
y en letras de oro decía:
Ha muerto cara de cielo.
Los faroles de Palacio
ya no quieren alumbrar
porque Mercedes ha muerto
y luto quieren guardar.
Junto a las gradas del trono
Una sombra negra vi;
cuanto más me retiraba
más se aproximaba a mí.
No te retires Alfonso;
no te retires de mí,
que soy tu esposa querida
y no me aparto de ti.Datos tomados del libro: “LÓPEZ DE AYALA O EL FIGURÓN POLÍTICO- LITERARIO” de LUIS DE OTEYZA.
Rafael Candelario Repisa
“Ya lo oís, señores diputados: nuestra bondadosa Reina, nuestra cándida y malograda Reina Mercedes, ya no existe. Ayer celebrábamos sus bodas; hoy lloramos su muerte.”
“Tan general es el dolor como inesperado ha sido el infortunio; a todos nos alcanza; todos lo manifiestan; parece que cada uno se encuentra desposeído de algo que ya era propio, de algo que ya amaba, de algo que ya aumentaba el dulce tesoro de los afectos íntimos; y al verlo arrebatado por tan súbita muerte, todos nos sentimos como maltratados por el violento del despojo, por lo brusco del desengaño.”“Joven, modesta, candorosa, coronada de virtudes antes que de la real diadema, estímulo de halagüeñas esperanzas, dulce y consoladora aparición… ¡quién no siente lo poco que ha durado!”
“No sé, señores diputados, si la profunda emoción que embarga mi espíritu en este momento me consentirá decir las pocas palabras con que pienso, con que debo cumplir la obligación que este puesto me impone. No es porque yo crea sentir más vivamente el funesto suceso que ninguno de los que escuchan, porque son tantas, son tan variadas, tan acerbas las circunstancias que contribuyen a hacer por todo extremo lamentable la desgracia presente, que no hay alma tan empedernida que le cierre sus puertas. Pero concurre una tristísima circunstancia, que nunca olvidaré, a que yo lo sienta con más intensidad en este momento.”
“Testigo presencial de los últimos instantes de nuestra Reina sin ventura, aún tengo delante de mis ojos el lúgubre cuadro de su agonía; aún está fresca en mi mente la imagen de la pena, de la horrible y silenciosa pena, que con varios semblantes y diversas formas rodeaba el lecho mortuorio: he visto el dolor en todas sus esferas.”
“Allí nuestro amado Rey, hoy más digno de ser amado que nunca, apelaba a sus deberes, a sus obligaciones de Príncipe, a todo el valor de su magnánimo pecho para permanecer al lado de la que fue elegida de su corazón, y para reprimir, aunque a duras penas, el alma conturbada y viuda, que pugnaba por salir a sus ojos.”
“Allí los aterrados padres de la ilustre moribunda, viva estatua del dolor, inclinaban su frente ante el Eterno, que a tan dura prueba les sometía, y con cristiana resignación le ofrecían en holocausto más honda amargura que puede experimentarse en la vida.”
“Incansables en su amor, la Princesa de Asturias y sus tiernas hermanas seguían tan atónita mirada todos los movimientos de la doliente Reina, como ansiosas de acompañarla en la última partida.”
“Allí la presencia del Gobierno de su Majestad representaba el duelo del Estado; los presidentes de los Cuerpos colegisladores, el luto de la Iglesia, que, dirigiéndose al cielo, señalaban el único medio de consolar tantas y tan inmensas desgracias.”
“Y en tanto, señores, todas las clases sociales llevaban el testimonio de su tristeza a la regia morada. En torno de ella aparecía el pueblo español, magnánimo, como siempre; amante, como siempre, de sus Reyes: con todos sus caracteres distintivos, partícipe de todas las penas generosas y compañero de todos los infortunios inmerecidos.”
“¿Quién puede permanecer insensible en medio de este espectáculo? Intérprete de vuestro dolor, me atrevo a proponer que, en tanto que la Iglesia presta sus solemnes plegarias a la que fue nuestra Reina, a la que ocupó el trono el tiempo sucintamente necesario para reinar un límite de corazones, en tanto que las exequias se verifiquen, esta tribuna permanezca muda en señal de duelo, convidando con su silencio al recogimiento y a la oración.”
“Propongo, además, señores diputados, que una Comisión del seno de la Cámara, cuando las circunstancias tristes que nos rodean lo consientan, llegue a S.M. el Rey para significarle que todos participamos de su pena, que este es el único consuelo que cabe en tan grande aflicción.”
“¿Quién será insensible a la presente? Sólo el infeliz que se encuentre incomunicado con la Humanidad”.
Comparemos lo que Ayala declamó en el Congreso con lo que cantaban los ciego en las esquinas:
¿Dónde vas, Alfonso XII?
¿Dónde vas, triste de ti?
Voy en busca de Mercedes
que ayer tarde no la vi.
Si Mercedes ya se ha muerto;
muerta está que yo la vi:
cuatro Duques la llevaban
por las calles de Madrid.
Su carita era de virgen,
sus manitas de marfil,
y el velo que cubría
era de rico carmesí.
Los zapatos que llevaba
eran de rico charol;
se los regaló su madre
el día que se casó.
El manto que la envolvía
era de rico terciopelo,
y en letras de oro decía:
Ha muerto cara de cielo.
Los faroles de Palacio
ya no quieren alumbrar
porque Mercedes ha muerto
y luto quieren guardar.
Junto a las gradas del trono
Una sombra negra vi;
cuanto más me retiraba
más se aproximaba a mí.
No te retires Alfonso;
no te retires de mí,
que soy tu esposa querida
y no me aparto de ti.Datos tomados del libro: “LÓPEZ DE AYALA O EL FIGURÓN POLÍTICO- LITERARIO” de LUIS DE OTEYZA.
Rafael Candelario Repisa
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