Si uno se fija bien, los partidos políticos y la Iglesia tienen mucho en común, siguen mundos para lelos, ambos pretenden conducir el rebaño y lo que hacen es servirse del rebaño, sin necesidad de ejercer de pastor, tanto las iglesias como los partidos quieren jugar en la liga de la democracia pero no aplican las reglas de la democracia en su funcionamiento interno, ellos quieren poner el árbitro, la Iglesia, cada vez que asistimos a sus celebraciones, nos calienta la cabeza con sus sermones, parábolas y lecturas de las cartas del apóstol san Pablo a los corintios, los pastores de los partidos nos picotean los sesos con sus soflamas, cacareos y rebuznos, para la Iglesia, el enemigo es el Diablo; para los partidos, Dios es Mariano o José Luis, depende del color que lo miremos.
Nos toman por tontos, lelos o subnormales, cuando alguien expresa algo de su cosecha estos solo están emitiendo una opinión; cuando repite palabra por palabra lo que dice el breviario, está haciendo fe o política, tanto los partidos como las iglesias se nutren de fieles que obedecen las consignas contenidas en sus libros gordos, que de tanto repetirlas en sus proclamas los propagandistas, se incrustan en nuestros cerebros y las reproducimos como idiotas sin pararnos a pensar que lo que dicen es, la mayoría de las veces, mentiras incomprensible, fruto de la ciencia de lo infinitamente absurdo, como llamaba el anarquista Proudhon a la teología, basta que alguien diga Dios para que nosotros respondamos que es uno y trino y verdadero, basta que se diga José Luis o Mariano para que sus fieles automáticamente respondan: ¡Dios! él es la solución de este país .
No importa que tanto la Iglesia como los partidos tengan un historial vergonzoso, lleno de traiciones, corrupciones, incestos, perofilias, abusos de todo tipo y otras aberraciones, saben que el secreto no está en lo que hacen (nada) sino en lo que dicen que hacen (nada), para que no aflore la verdad, la enrunan con toneladas de mentiras; movilizan a sus tropas, compuestas de necios, pícaros, aprovechados, pederastas y vividores, que ellos estratégicamente llaman fieles, devotos o partidarios, no estaría mal que los ciudadanos decidiéramos cambiar de religión y de partido, más que nada para comprobar otras corrupciones y mentiras, a partir de hoy voy a repetir una plegaria que, a fuerza de repetirla, espero se cumpla: ojalá que la Iglesia deje de meter las narices en asuntos que no le incumben y dejen los abusos a seres indefensos y ojalá que los dos partidos que llevan ganando las elecciones en las últimas décadas, pierdan las próximas, no porque votemos a otros ineptos, simplemente porqué no votemos.
A ver si es verdad que la fe mueve montañas y conseguimos limpiar de escorias este mundo para “lelos”.
Rafael Candelario Repisa
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