"EL SOLDADO Y LA NIEVE"
Un amigo me habló en una tertulía hace un mes de D. Anselmo, un maestro anciano que él había tenido en la escuela (era un libro abierto, me dijo), vivía en Caudé un pequeño pueblo pedáneo de Teruel; Hace ocho o diez días quedé con mí amigo y yo nos fuimos a ver a este entrañable profesor que contaba en la actualidad con 83 años, 84 para Septiembre nos comentó, nos recibió en una habitación grande llena de estanterías repletas de libros y recuerdos en su casa, una edificación de piedra típica de esta zona. Yo le llevé de regalo un libro del poeta venezolano Aquiles Nazoa, uno de sus escritores favoritos, después de darme las gracias, nos dice con una sonrisa pícara, que ya sabía a que venimos, a hablar de su bicicleta y de sus andanzas en la guerra.
Nos cuenta que cuando estalló la guerra civil apenas contaba con doce años y uno cuarenta de estatura, por lo que no era apto para incorporarse a filas, pero que él también colaboró humildemente con la victoria, (al decir estas palabras, me mira con su ojos penetrantes y comprende que su bando y el mío tal vez no eran el mismo), él ejercía de cartero con su bicicleta desde Teruel capital a su pueblo, oficio que fue de su padre hasta que se incorporó al frente de Valencia.
Empezó contándonos que aquel mes de Diciembre de 1937 fue el más frío que recuerda, a los pobres soldados se les helaban los dedos de los pies y las manos, a mediados de mes, exactamente el día 14, cogió su bicicleta como cada mañana para ir a Teruel a hacer unos recados y llevar unas cartas que le habían dado los soldados nacionales que estaban en su pueblo para llevarlos a correos, a pesar de que la distancia por el camino era apenas de seis Km., esta distancia le llevó más de tres horas, la nieve lo cubría todo y se hacia muy difícil avanzar.
Aquel día el movimiento de tropas y el nerviosismo de los mandos presagiaba que los republicanos que se encontraban ya muy cerca de la ciudad iban a lanzar un inminente ataque, y así sucedió, aquela tarde quedó atrapado sin poder regresar a su pueblo, así que decidió ir a dormir a casa de unos parientes que vivían en el Paseo del Óvalo, aquella noche se empezaron a oír disparo y a la mañana siguiente la 11ª división de Lister llegan a las estribaciones del Muletón y a media mañana toman Concud, (pueblo que se encuentra entre la capital y su pueblo) y posteriormente tomaron la capital. Nos comentaba que había un militar de alta graduación (no recuerda su rango), era tuerto pero un excelente tirador y que desde las inmediaciones de Teruel apuntó con un tanque y derribó “El Torico” de su pedestal, había un dicho que se le quedó grabado “En el cielo manda Dios, en Egipto los gitanos y en el frente de Teruel los cojo… de Atilano”.
Recordaba perfectamente que cinco días antes de Navidad llegó el Estado Mayor Republicano, al mando de los generales Prieto y Rojo y con ellos venían periodistas nacionales y extranjeros (encontrándose entre ellos Matthews, Capa y Hemingway) y la persona que más le impresionó y que es la que más orgulloso se sentía de haber conocido en toda su vida, no era otro que el poeta Miguel Hernández. Se le debilita la voz cuando nos contaba que él estuvo aquella noche allí y vio al poeta vestido con un mono de miliciano recitar en torno a una hoguera a sus camaradas su poema "El soldado y la nieve", era un hombre menudo, de aspecto y color agitanado, al que muchos de sus camaradas llamaban "El Andaluz", sin serlo, su voz tímiada pero penetrante se me quedó clavada en las entrañas y su poema en el corazón. Nos dice ahora si con voz más potente, ¿lo han leído Vds.?, "describe la realidad de aquel invierno, de aquella guerra sín sentido", terminó comentando después de un breve silencio que nosotros no nos atrevimos a romper, luego se levantó tórpemente de la hamaca y cogió de una estantería un viejo libro sobado de poemas de Miguel Hérnandez, que compró por los años sesenta en un viaje a Francia y nos recita:
Nos cuenta que cuando estalló la guerra civil apenas contaba con doce años y uno cuarenta de estatura, por lo que no era apto para incorporarse a filas, pero que él también colaboró humildemente con la victoria, (al decir estas palabras, me mira con su ojos penetrantes y comprende que su bando y el mío tal vez no eran el mismo), él ejercía de cartero con su bicicleta desde Teruel capital a su pueblo, oficio que fue de su padre hasta que se incorporó al frente de Valencia.
Empezó contándonos que aquel mes de Diciembre de 1937 fue el más frío que recuerda, a los pobres soldados se les helaban los dedos de los pies y las manos, a mediados de mes, exactamente el día 14, cogió su bicicleta como cada mañana para ir a Teruel a hacer unos recados y llevar unas cartas que le habían dado los soldados nacionales que estaban en su pueblo para llevarlos a correos, a pesar de que la distancia por el camino era apenas de seis Km., esta distancia le llevó más de tres horas, la nieve lo cubría todo y se hacia muy difícil avanzar.
Aquel día el movimiento de tropas y el nerviosismo de los mandos presagiaba que los republicanos que se encontraban ya muy cerca de la ciudad iban a lanzar un inminente ataque, y así sucedió, aquela tarde quedó atrapado sin poder regresar a su pueblo, así que decidió ir a dormir a casa de unos parientes que vivían en el Paseo del Óvalo, aquella noche se empezaron a oír disparo y a la mañana siguiente la 11ª división de Lister llegan a las estribaciones del Muletón y a media mañana toman Concud, (pueblo que se encuentra entre la capital y su pueblo) y posteriormente tomaron la capital. Nos comentaba que había un militar de alta graduación (no recuerda su rango), era tuerto pero un excelente tirador y que desde las inmediaciones de Teruel apuntó con un tanque y derribó “El Torico” de su pedestal, había un dicho que se le quedó grabado “En el cielo manda Dios, en Egipto los gitanos y en el frente de Teruel los cojo… de Atilano”.
Recordaba perfectamente que cinco días antes de Navidad llegó el Estado Mayor Republicano, al mando de los generales Prieto y Rojo y con ellos venían periodistas nacionales y extranjeros (encontrándose entre ellos Matthews, Capa y Hemingway) y la persona que más le impresionó y que es la que más orgulloso se sentía de haber conocido en toda su vida, no era otro que el poeta Miguel Hernández. Se le debilita la voz cuando nos contaba que él estuvo aquella noche allí y vio al poeta vestido con un mono de miliciano recitar en torno a una hoguera a sus camaradas su poema "El soldado y la nieve", era un hombre menudo, de aspecto y color agitanado, al que muchos de sus camaradas llamaban "El Andaluz", sin serlo, su voz tímiada pero penetrante se me quedó clavada en las entrañas y su poema en el corazón. Nos dice ahora si con voz más potente, ¿lo han leído Vds.?, "describe la realidad de aquel invierno, de aquella guerra sín sentido", terminó comentando después de un breve silencio que nosotros no nos atrevimos a romper, luego se levantó tórpemente de la hamaca y cogió de una estantería un viejo libro sobado de poemas de Miguel Hérnandez, que compró por los años sesenta en un viaje a Francia y nos recita:
Frente de Teruel, Diciembre 1937 "EL soldado y la nieve"
Diciembre ha congelado su aliento de dos filos, y lo resopla desde los cielos congelados, como una llama seca desarrollada en hilos, como una larga ruina que ataca a los soldados.
Diciembre ha congelado su aliento de dos filos, y lo resopla desde los cielos congelados, como una llama seca desarrollada en hilos, como una larga ruina que ataca a los soldados.
Nieve donde el caballo que impone sus pisadas es una soledad de galopante luto. Nieve de uñas cernidas, de garras derribadas, de celeste maldad, de desprecio absoluto.
Muerde, tala, traspasa como un tremendo hachazo, con un hacha de mármol encarnizado y leve. Desciende, se derrama como un deshecho abrazo de precipicios y alas, de soledad y nieve.
Esta agresión que parte del centro del invierno, hambre cruda, cansada de tener hambre y frío, amenaza al desnudo con un rencor eterno, blanco, mortal, hambriento, silencioso, sombrío.
Quiere aplacar las fraguas, los odios, las hogueras, quiere cegar los mares, sepultar los amores: y se va elevando lentas y diáfanas barreras, estatuas silenciosas y vidrios agresores.
Que se derrame a chorros el corazón de lana de tantos almacenes y talleres textiles, para cubrir los cuerpos que queman la mañana con la voz, la mirada, los pies y los fusiles.
Ropa para los cuerpos que pueden ir desnudos, que pueden ir vestidos de escarchas y de hielos: de piedra enjuta contra los picotazos rudos, las mordeduras pálidas y los pálidos vuelos.
Ropa para los cuerpos que rechazan callados los ataques más blancos con los huesos más rojos. Porque tienen el hueso solar estos soldados, y porque son hogueras con pisadas, con ojos.
La frialdad se abalanza, la muerte se deshoja, el clamor que no suena, pero que escucho, llueve. Sobre la nieve blanca, la vida roja y roja hace la nieve cálida, siembra fuego en la nieve.
Tan decididamente son el cristal de roca que sólo el fuego, sólo la llama cristaliza, que atacan con el pómulo nevado, con la boca, y vuelven cuanto atacan recuerdos de ceniza .
*(Se observará que no esta transcrito en forma de poema, pero él me lo pidió así, como era el manuscrito que llevaba en sus manos Miguel Hérnadez aquella fría noche.)
Cuando terminó de leerlo, y me consta que lo hubiese podido recitar de memoria, fueron nuestros ojos y nuestra voz las que se tomaron por la emoción, siguió contándonos historias de su bicicleta y de su servicio a la “victoria” en su particular guerra, llevando mensajes, haciendo recados, intercambiando tabaco por chocolate…, nos despedimos cuando su nieta entró en la habitación para llamarlo a comer.
Le había pedido permiso para tomar apuntes y escribir un articulo en el Diario de Teruel y en mí blog, él me dijo que prefería que no se publicara en el diario “Lucha” (nombre por el que se conocía el Diario de Teruel hasta mediados de los años setenta), habían pasado muchos años pero la gente de Teruel no quiere recordar aquel horrible invierno, pero que como él tenía ordenador que le mandase el artículo a su correo electrónico antes de publicarlo en mí blog para corregirlo, no me lo corrigió calló enfermo.
Le había pedido permiso para tomar apuntes y escribir un articulo en el Diario de Teruel y en mí blog, él me dijo que prefería que no se publicara en el diario “Lucha” (nombre por el que se conocía el Diario de Teruel hasta mediados de los años setenta), habían pasado muchos años pero la gente de Teruel no quiere recordar aquel horrible invierno, pero que como él tenía ordenador que le mandase el artículo a su correo electrónico antes de publicarlo en mí blog para corregirlo, no me lo corrigió calló enfermo.
Ayer me enteré que había muerto Don Anselmo, hoy después de su entierro he rescatado aquella inolvidable mañana con el maestro y cuelgo esta entrada en mí blog como homenaje a un hombre que me impresionó por sus vivencias, inteligencia y sencillez.
Teruel, 8 de Marzo de 2010
Rafael Candelario Repisa
Gracias Rafael por tratar y mi abuelo Anselmo con este respeto y hacerle este pequeño homenaje.
ResponderEliminarJosé Andrés