RASGOS SOCIOECONOMICOS DE LOS EMIGRANTES A INDIAS. INDIANOS DE GUADALCANAL
SUS ACTIVIDADES EN AMERICA Y SUS LEGADOS A LA METROPOLI, SIGLO XVII
APENDICE.-
FICHAS BIOGRAFICAS DE EMIGRANTES (1ª PARTE)
ANTONIO DEL CASTILLO, CRISTÓBAL DE ARCOS MEDINA, FRANCISCO DE LA CAVA, ALONSO GONZÁLEZ DE LA PAVA, FRANCISCO Y ALONSO GONZÁLEZ DE LA ESPADA, LUIS DE FUNES DE BONILLA, FERNANDO RODRÍGUEZ HIDALGO, JUAN BONILLA MEXÍA, PEDRO MARTÍNEZ PAVA, DIEGO GONZÁLEZ HOLGADO, JERÓNIMO DE ORTEGA FUENTES, BEATRIZ DEL CASTILLO, ALONSO LÓPEZ DE LA TORRE , DIEGO RAMOS, ALVARO DE CASTILLA CALDERÓN, ANTONIO DE BASTIDAS, ALONSO LÓPEZ Y GONZALO DE BONILLA BARBA.
(1) ANTONIO DEL CASTILLO (A.G.L, Contratación, 264-9) Miembro de una familia numerosa, hijo de Cristóbal Yáñez y María Yáñez (apellido éste muy frecuente en el Guadalcanal del XVI), contaba con cinco hermanos (cuatro hembras: María, Mayor, Teresa y Francisca; y un varón: Cristóbal), siendo sin duda el mayor de los varones, pues el otro aparece como “mozo” en los documentos emanados tras la muerte de su hermano. No debió dejar bienes en su tierra natal, o bien los liquidó al partir, pues no se consignan en su testamento y parece haber tomado estado en Indias, lo que puede indicar, junto con otras referencias (como la edad de su hermano y las de existencia de tíos en el pueblo) que pasó joven al Nuevo Mundo, sin que sepamos la fecha exacta del viaje. Por distintas incidencias sus legados no llegaron a Guadalcanal hasta el siglo XVII.
En América aparece vinculado a una familia oriunda de su mismo pueblo, los Gavilán (de Huamanga) villa en la que se instaló, tal vez al amparo de sus paisanos. Parece haber tenido ciertas relaciones laborales o comerciales con Diego Gavilán, destacado en la conquista del Perú, encomendero y tronco de ilustre dinastía indiana, en cuya estancia moría en 1553 Castillo, dejándole a deber Gavilán unos 440 pesos. Casó en Perú ( ¿) con María Rodríguez, vecina de Peñafiel, por la que prometió su padre (Juan Alonso de Badajoz) 600 pesos que nunca llegó a recibir Castillo. Este fue prosperando en fortuna hasta conseguir 2.500 pesos para formar compañía con Juan Colchado, logrando buenas ganancias, cifradas en un año en 700 pesos. Colchado además amplió los intercambios de la tienda establecida y formó nuevas compañías con otros sujetos, (uno de ellos Alonso de Bolaños). Sus negocios parecen centrados en venta de ropa y otros artículos; tenía además una manada de 80 cabezas de cabras, en Cocha, y 10 ovejas “de la tierra”. Su capital (sin contar el ganado) puede estipularse en unos 5 ó 6.000 pesos lo que ratifica su imagen de tendero local provinciano.
Sin hijos en su matrimonio, aunque al testar quedaba preñada de tres meses su mujer, tuvo cuatro mestizos, a los que dio los nombres de su propia familia: Cristóbal, Mateo, María y Mayor, más una quinta, Elvira, cuya paternidad era puesta en entredicho por la madre. A cada uno de ellos dejaba 100 pesos de sus bienes; a sus cinco hermanos de Guadalcanal 250 pesos para cada uno.
En febrero de 1553 hizo testamento en Socosconcha, estancia de la heredad de Diego Gavilán, junto al tambo de Sangala, siendo testigos el padre Pedro Ruiz, Juan Colchado, Bartolomé Vázquez y Gonzalo Hernández.
Nombraba como albaceas a Diego Gavilán y a Pedro Ordóñez de Peñalosa, ambos vecinos de Huamanga; así como a su mujer. Tras los legados a sus hijos mestizos y hermanos (que totalizaban unos 1.750 pesos), pago de deudas (unos 425 pesos), disponía su entierro en la iglesia de San Francisco de Huamanga, con el consiguiente gasto así como una serie de misas y disposiciones piadosas, no muy cuantiosas en comparación con otros paisanos y otros individuos de la época, más el envío a su pueblo de origen de 400 pesos de buen oro para invertir y obtener unas rentas fijas y seguras para sostener una capellanía que instituía.
Dicha cantidad debía ser entregada a su tío Juan del Castillo y en caso de ausencia o muerte de éste a su hermano Cristóbal Yáñez y a falta de éste el cabildo debía darlo al clérigo pariente más próximo de su linaje o bien al “más hábil y docto”. Del resto de sus bienes dejaba heredera a su mujer en caso de que tuviera descendencia; en caso contrario serían herederos sus hermanos.
Murió aproximadamente hacia 1553 en la misma estancia de Secos –concha. Su viuda volvió a casar y parece que malparió, pues la herencia fue reclamada por los hermanos de Castillo. Sus bienes quedaron en poder del albacea Diego Gavilán y tras su muerte fueron reclamados a sus hijos, Diego y Antonio Gavilán por Alonso de Mesa, defensor general de bienes de difuntos, en 1584. Habían transcurrido más de treinta años y aún no se había realizado la voluntad del testador. Sus herederos enviaron un poder a Juan o Francisco Muñoz Rico (individuo sin duda del pueblo u oriundo de él, por ser apellido de “pasajeros a Indias “) para cobrar la herencia; no obstante los 400 pesos de oro de la capellanía aún no se habían recibido en la metrópoli. Por fin en 1600 llegaron a Sevilla 320 pesos (sin duda deducidos costes de envío y otros devengos), equivalentes a 89.930 maravedises, que fueron reclamados por Diego Vázquez, en nombre de Diego Martín Rico, clérigo presbítero y sobrino de Antonio del Castillo, para fundar la capellanía.
(2) CRISTÓBAL DE ARCOS MEDINA, EL MOZO (A.G.I., Contratación, 362-7) (A.A.S., Capellanías, 873-20).Mayor fortuna que su paisano Antonio del Castillo, consiguió también en el Perú y como mercader Cristóbal de Arcos, hijo de Juan González de Medina y de Catalina de Arcos, muertos ambos al testar aquél.
Nada sabemos de su pase a Indias ni relaciones familiares en Guadalcanal que en dicho pueblo le sobrevivió su hermano Juan González, salvo de Medina, casado con María Yáñez de Bastida (apellidos ambos de indianos), cuyo hijo Cristóbal Arcos de Medina, clérigo de menores, sería el primer capellán de la capellanía fundada por su tío. No debió contar con más hermanos ni parientes próximos ya que no son mencionados ni recordados en su testamento, documento que nos ilustra sobre su vida y fortuna en el Perú.
Testó, enfermo, en Los Reyes, donde parece haber estado radicado como mercader e integrado como ciudadano. En dicha ciudad ordenaba su entierro en la iglesia de San Francisco, con el hábito franciscano, orden a la que profesaba especial devoción, ya que disponía, si moría fuera de Lima, se le enterrara en el, convento de San Francisco más próximo.
Fue muy generoso al disponer su entierro, misas, sufragios por su alma y en obras pías: entierro bien pagado, con acompañamiento, incluidos los frailes franciscanos, misa cantada de cuerpo presente con música y ofrendas de pan, vino, cena y carneros “como es costumbre “, novenario de misas, 600 misas en los conventos e iglesias de la ciudad donde muriese, 200 por el alma de sus padres y otras en Lima; en Santo Domingo (a San Vicente Ferrer), en San Agustín (a Santa Gertrudis), además de limosna para cera en San Francisco, y 50 pesos respectivamente a los pobres de las cárceles, a los huérfanos expósitos, al hospital de San Andrés, a la cofradía de cautivos de Los Reyes y a la iglesia de Santa Ana de Guadalcanal.
Dejaba varias mandas a amigos estantes en Lima: 100 pesos a Isabel de Palma, mujer de Pedro González Casasola, por “buenas obras” y 20 a Elena de Rivera, en precaria situación, por los servicios prestados en su enfermedad y para ayuda a su boda, más 200 al Dr. Juan de Soto, abogado de la Audiencia limeña, por “amistad y buenas obras” y 100 a Juan Bautista de Lumbreras, su albacea, junto con Soto, por el trabajo de albaceazgo. De su capital, que calculaba en unos 10.000 pesos de a ocho, dejaba 1.000 ducados a su hermano en Guadalcanal o a sus herederos. Dos mil más los destinaba a fundar una capellanía en la iglesia de Santa Ana de dicho pueblo, y otros 2.000 para una obra pía destinada a casar cada año una doncella “honrada, virtuosa” y pariente o bien para ayudarla a profesar como religiosa, siendo patrones de la misma su hermano o pariente más cercano y el cura de Santa Ana. Los bienes que relaciona como propios consistían en empleos de ropa de Castilla (valoradas en 4.000 pesos) que había enviado a Charcas con Benito Carranco (concretamente a Chuquisaca) comprendida en una “memoria” mayor, de 50.000 pesos de Cristóbal López de la Torre, también a cargo de Carranco. Tanto éste como de la Torre parecen oriundos de Guadalcanal, por sus apellidos, apareciendo en otro testamento indiano. Además de algunas piezas de plata, un barretoncillo de oro y ropa de cama, ropa blanca y vestido, de los que tenía inventario, le reconocían deudas diversos individuos por un total de unos 5.700 pesos: Juan López de Mestanza, Juan García y su socio, Francisco Coronado y Francisco Moreno Pardo y Diego de Vega en mayor cuantía de 1.000 pesos (parecen residentes en Lima pues no se especifica su vecindad), como Sebastián Hernández Yuste, más Antonio Hernández Labrador y Nicolás Rubio(¿), ambos en el Callao, siendo las deudas de estos tres últimos inferiores a los 200 pesos. Los bienes de la capellanía fundada en Guadalcanal ascendieron a 19.344 reales, siendo el primer capellán su sobrino de igual nombre.
JAVIER ORTIZ DE LA TABLA DUCASSE
Actas de las I Jornadas de Andalucía y América. Huelva, 1981
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