RASGOS SOCIOECONOMICOS DE LOS EMIGRANTES A INDIAS. INDIANOS DE GUADALCANAL.
SUS ACTIVIDADES EN AMERICA Y SUS LEGADOS A LA METROPOLI, SIGLO XVII.
FICHAS BIOGRAFICAS DE EMIGRANTES (3ª PARTE)
(6) LUIS DE FUNES DE BONILLA (A.G.l., Contratación, 312 A-9) Varios individuos más del apellido Bonilla, y algunos de Funes, se encontraban por las mismas fechas o en anteriores en el virreinato del Perú. Se desconoce la fecha exacta de su pase a Indias, aunque parece fue en la década de 1580.
Era hijo de Francisco Funes de Banegas y de .Isabel Yáñes de Ortega, muertos ya al testar su hijo en 1609. Casó hacia 1574 en Guadalcanal con Mayor de Abasta (o Bastida), hija de Gonzalo Yanez de Abasta y Mayor Rodríguez, la Caballera, recibiendo como dote unos 600 ducados, valor de la tercera parte de la casa de sus suegros (en la calle de la Plazuela), una suerte de pan sembrar en la Torrecilla (término del pueblo), la mitad de una bodega en las mismas casas, tres aranzadas de viñas, 20.000 maravedises al contado y ajuar de ropa de lino y lana y otros enseres de la casa valorados en 60.000 maravedises .
Sin hijos de su matrimonio dejó el pueblo (y a su mujer en él), para probar mayor fortuna en Indias. Allí estuvo al servicio de D. Alonso de Vargas, caballero de Alcántara y vecino de los Reyes, administrando una heredad y cobrando las tasas de sus indios en Arica. En esta ciudad lo encontró su paisano Luis de Bastida, que luego regresaría a Guadalcanal daría noticias suyas, añadiendo así referencias a las que se tenían y por sus cartas y misivas a familiares y amigos.
Más tarde se avecindó en Lima donde contaba con casa propia y donde parece que siguió al servicio de D. Alonso de Vargas, aunque con mejor fortuna, sin que fuera relevante. Tuvo indios, dos o tres, a su ser una negra, además de contar con “ropa costosa “, si bien el grueso-vicio y de su fortuna consistía en 3.000 pesos de a ocho que le debía por sus servicios D. Alonso de Vargas y unos 300 pesos de los que era acreedor.
En Arica o Lima tuvo un hijo natural, Francisco Funes de Bonilla, al que tuvo en su compañía, reconoció como tal en su testamento y le nombró heredero de sus bienes, una vez deducidas cortas mandas.
Confirmando la devoción franciscana de sus paisanos y coetáneos, ordenaba su entierro con el hábito de la orden en San Francisco de Lima, con una misa de cuerpo presente y 50 misas rezadas, siendo poco generoso, en comparación con otros, para estas atenciones religiosas u obras pías y en consonancia con su menguado capital. Mandaba que los 600 ducados recibidos como dote con su mujer le fueran devueltos a ella o a sus herederos. Mayor Abasta, hacia 1599, había abandonado Guadalcanal para avecindarse en Sevilla con su sobrina María de Robles (hija de su hermana Francisca Rodríguez) y el marido de ésta Miguel Méndez. En 1613 muerta la tía, María de Robles de Mendoza, por sí y por sus hijos y como heredera de la anterior, reclamaba los 44.091 maravedises llegados a Sevilla según ordenaba el testamento de Funes.
(7) FERNANDO RODRÍGUEZ HIDALGO (A.A.S., Capellanías. 860-7) Fue otro emigrante de Guadalcanal, casado como el anterior, y ave donde testó en 1596, fundando una capellanía de la Iglesia parroquial de Santa María la Mayor de su villa natal.
Poco sabemos de su salida del pueblo, actividad en Indias y bienes, salvo que contaba con casas en aquél (en la 4calle de La Cava) donde había vivido su madre y su hermana (Mayor Méndez, hija también de Pedro Méndez); una suerte de tierras que solía ser zumacal en el cerro llamado la Cuesta de la Horca; otras tierras de pan llevar en términos de Valencia de las Torres; 50 pesos que había dado a censo y 300 más de a nueve reales que ordenaba se enviaran a la villa para fundar con todos ellos dicha capellanía. Nombraba capellán de ella a uno de sus parientes o en su falta a los de su mujer Ana de Rivera.
Los bienes de la capellanía en 1777 estaban compuestos por unas 87 fanegas de tierra de distinta calidad y en distintas “suertes “, repartidas en los sitios del Escorial, el Zamón, Cuesta de la Horca, Los Barriales y el Durillo, en términos de Guadalcanal, más unas casas, tierras de pan llevar en Valencia de las Torres, un huerto (que antes había sido casa en la calle de La Cava), una escritura de censo de 2.287 reales de principal, y una suerte de tierras de tres fanegas, de regadío, en la huerta del Gordo.
Algunos de sus capellanes desde el XVII al XVIII fueron Diego Martín Rincón, Francisco Rodríguez Hidalgo, Diego Rodríguez Hidalgo (hermano del anterior), Alonso de Gálvez Otero y Francisco Muñoz de Otero, parientes en diverso grado del fundador y curiosamente beneficiarios, también como parientes, de otras capellanías indianas.
(8) JUAN BONILLA MEXIA.- (A.A.S., Capellanías, 862-9) Otra de las capellanías indianas de la iglesia mayor de Guadalcanal fue fundada por este sujeto, hijo de Gonzalo de Bonilla Mexía y de Mayor Ramírez y como tal pariente de varias familias de emigrantes del pueblo.
Salvo estos datos casi nada conocernos del fundador, que se encontraba en Cuzco y Lima hacia 1621. En esta fecha enviaba a su hermana (María de Bonilla) una barra de plata con Esteban Martínez Gondal, para que pudiera profesar como monja. Sabiendo después su muerte, Juan de Bonilla ordenaba a Francisco González de Bonilla que con el producto de su envío hiciera una capellanía en el pueblo, reservándose el nombra patrón para cuando él mismo regresara a España. –miento del No sabemos si regresó o bien murió en Indias (que parece lo más probable) pero sí la institución real de la capellanía, que disfrutaron como capellanes sus parientes Rodrigo de Bonilla Gálvez, Cristóbal de Bonilla Zorro y Pedro de Bonilla Gálvez, entre otros.
La fundación se hizo con 6.400 reales que quedaron una vez pagados los gastos de entierro de doña María de Bonilla, que fueron invertidos en tres censos.
(9) PEDRO MARTÍNEZ PAVA (A.G.I., Contratación, 326 A) Es el único cura que encontramos en el grupo de indianos recopilados en esta ocasión. Hijo de Jerónimo González de la Espada y de Juana Hernández de la Pava, contaba con otro hermano, de igual nombre y apellidos que el padre de ambos, que parece quedó en Guadalcanal y casó con María de Bonilla. Recuérdese la frecuencia de este apellido y la existencia de otros de la Pava y de la Espada entre los indianos del pueblo.
Había salido de su tierra hacia 1585, manteniendo “en todo este tiempo mucha comunicación” con su hermano y su sobrina doña Isabel Bautista de Bonilla, quien en 1615 hacía gestiones para cobrar la herencia de su tío. Precisamente una carta suya, firmada de su puño y letra fue presentada en los autos realizados para la cobranza de esta herencia.
Doncella doña Isabel y sola tras la muerte de sus padres, reclamó los cortos bienes de Martínez Pava como única heredera.
Otro de sus parientes estantes en Lima, el licenciado Francisco Núñez de Bonilla, le había escrito en 1615 notificándole la muerte de su tío, como cura de Cajatambo y abintestato, por lo que por “parentesco y amistad” había abierto sus cartas y se había interesado por sus bienes.
Lamentaba la situación de doña Isabel, sola y sin tomar estado “ni dote tan suficiente como las personas de la calidad de V. M. han menester “, lo que parece indicar la significación social en el pueblo de esta familia y también sus cortos medios, que sin duda fueron factores que incidieron en la emigración de algunos de sus miembros.
Temiendo Núñez de Bonilla que al morir Martínez Pava en su doctrina, hubiera ocultación y merma de sus bienes, hizo gestiones en Lima ante el juez mayor de bienes de difuntos para poder remitir cuanto antes la herencia de su pobre e hidalga pariente, lo que por fin consiguió llegándole a doña Isabel unos 389 pesos.
(10) DIEGO GONZÁLEZ HOLGADO (A.G.I., Contratación, 256 A-1) Dentro del ámbito del virreinato peruano, pero en los límites de la Audiencia de Quito, encontramos a este indiano, salido de Guadalcanal hacia 1592, según propia declaración. Como otros, había dejado su familia y cortos bienes en el pueblo para hacer fortuna en el Nuevo Mundo.
Era hijo del Dr. Gonzalo García Espinel y de Teresa Yáñez Holgado, ambos naturales y vecinos del pueblo, donde parecen familia de cierta relevancia social, contando con enterramiento en el convento de San Francisco de Guadalcanal donde estaba enterrado el abuelo paterno, Gonzalo García. Casó Holgado con Inés Díaz de la Parra, hija de Melchor Núñez de Cáceres y de Ginesa de Morales, de la que tuvo tres hijos: Melchor de la Parra, que ingresó como franciscano, Cristóbal González Holgado, que en ausencia de su padre se ordenó de clérigo de Evangelio y Mayor González Holgado, de 22 años al testar su padre en 1598.
Contaba en el pueblo con casas de morada, bodega, bienes dótales recibidos con su mujer y otros varios. Se estableció en la ciudad de Loja, que había ido prosperando como asiento hispano y por su entorno minero desde su fundación, y allí abrió tienda de menudeo, cordobanes y otros artículos, dedicándose también a prestar dinero a diversos individuos, tal vez relacionados con la actividad minera. En Loja testó y disponía su entierro, así como diversas mandas piadosas y misas repartidas entre dicha ciudad y Guadalcanal.
En los seis años de ausencia su familia tuvo frecuente comunicación epistolar con él desde Loja y otras villas; su viuda y su hija, mencionada ésta como Agueda González en 1600, cobraban 188 pesos de oro y 828 pesos corrientes de a nueve reales, procedentes de su herencia.
JAVIER ORTIZ DE LA TABLA DUCASSE
Actas de las I Jornadas de Andalucía y América. Huelva, 1981
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