UNA NOCHE DE CARNAVAL DEL AÑO 1476
El nombre de Guadalcanal se hizo famoso en todo el orbe por una isla del Pacífico en que tuvo lugar una gran batalla aeronaval durante la Segunda Guerra Mundial. La isla pertenece al archipiélago de las Salomón, que se halla casi en medio del Océano. Se cuenta que la isla se llama así porque llegó a ella, o acertó a avistarla, y en todo caso la bautizarla, un vecino de esta villa nuestra, caballero santiaguista, que en no recuerdo qué año del siglo XVII formaba parte de una expedición naval española que recorría aquellos lejanísimos mares, seguramente camino de las Filipinas o en relación con la presencia hispana en ellas.
La batalla de Guadalcanal se prolongó durarte siete meses, entre julio de 1942 y enero del año siguiente Japoneses y aliados experimentaron cuantiosas pérdidas en hombres y en barcos: veinticuatro mil bajas y veinte barcos hundidos de los japoneses, y muchos menos hombres (unos seis mil) y algunos barcos más entre las fuerzas aliadas, compuestas por norteamericanos con algunos apoyos de Australia. En enero, finalmente, los japoneses evacuaron Guadalcanal vencidos por primera vez en la guerra de Oriente y se retiraron de todo el Archipiélago.
GUZMAN Y CARDENAS, FRENTE A FRENTE.
Pero los acontecimientos del 42 fueron la segunda batalla de Guadalcanal que registra la historia. La primera había tenido como escenario nuestro propio pueblo en los carnavales de 1476. No se conoce la cifra de las bajas, pero sí quienes combatieron y el botín que quedó en manos de los vencedores: casi 200 caballos, más de 300 acémilas, 700 libras de plata y "preciosísimos collares de oro". El "general" de los vencidos fue don Enrique de Guzmán, duque de Medina Sidonia y conde de Niebla, el hombre más poderoso de Andalucía en aquella época. A su gente el cronista les llama "los sevillanos". La victoria fue para don Alonso de Cárdenas, el comendador de León de la orden de Santiago, que jugaba en campo propio, porque Guadalcanal no era tierra de Sevilla como las otras localidades de la comarca de la Sierra Norte que se dice ahora, sino que pertenecía al señorío de la Orden de Santiago, desde la Reconquista en tiempos de San Fernando. Dentro de él correspondía al Priorato de Llerena, vinculado a la encomienda de León (o San Marcos de León), tanto a efectos de dependencia eclesiástica como civil. Don Alonso era, pues, una especie de gobernador bajo cuya más o menos remota jurisdicción se hallaba Guadalcanal.
La batalla, o pelea de Guadalcanal fue un episodio de las luchas políticas castellanas de principio del reinado de los Reyes Católicos. Dentro del Reino, las facciones políticas de la nobleza constituían el equivalente de los modernos partidos en relación con el poder. Los grandes señores dominaban territorios y vasallos, disponían de centinela, podían levantar fuerzas y ocupaban importantes parcelas del poder efectivo.
IMPORTANCIA DEL MAESTRAZGO
El primero de los señoríos de Castilla era el de la Orden de Santiago. Era el más importante en tierras, en población y recursos.
Ninguna otra orden (Calatrava o Alcántara), ninguna personalidad de la nobleza o gran señor eclesiástico se igualaba a la caballería santiaguista: ni el duque de Medina Sidonia, ni los Mendoza, Enríquez, Zúñigas, etc., ni el arzobispo de Toledo.
En aquel momento estaba vacante la suprema dignidad de la orden, que era la de Gran Maestre. El político o señor que lograra ser elegido se convertiría en el tercer personaje del reino, después de los monarcas.
Guzmán, el duque de la acción de Guadalcanal, hombre joven e impulsivo, aseguraba que el Rey Fernando le había prometido el puesto antes de ceñir la corona, y sentía con derecho al tal maestrazgo. Cárdenas representaba, más o menos a las estructuras santiaguistas aspiraba también al maestrazgo y se apoyaba en los caballeros que no querían un jefe venido de fuera (aunque perteneciera a la Orden), con ellos se asociaban, naturalmente, los enemigos del Duque, que no debían ser pocos. Este contaba también con aliados, como el conde de Feria, señor de Zafra, centro de estados, en cuyo castillo-palacio (hoy Parador) residía habitualmente. El de Feria estaba agraviado con los de Santiago, que desde una fortaleza situada en los Santos de Maimona no paraban de crearle problemas y de hostilizarle en la administración de su señorío.
Para no alargar mucho la historia, omitiré casi todo lo que según las crónicas precedió a la batalla de nuestro pueblo. Guzmán y sus “sevillanos" habían hecho una campaña de nulo rendimiento por tierras de lo que hoy es la zona meridional de Badajoz. Les había llegado el invierno, que es cuando había que licenciar las tropas, porque ya no era tiempo de guerra. Querían hacer algo y ocupar alguna villa o fortaleza de la Orden Santiaguista, aunque fuera ya de regreso hacia Sevilla.
El conde de Feria aconsejó que intentaran nada en Fuente de Cantos ni en Guadalcanal, por su gran población, especialmente en la última de estas localidades, ya "que sería funesta la estancia nocturna en Guadalcanal, hasta con escuchas y centinelas, y aún enviando astutos corredores (quiere decir espías) a sorprender los planes del Comendador Cárdenas".
LOS "SEVILLANOS" LLEGAN AL PUEBLO
El Duque orientó sus pasos a una fortaleza menor santiaguista, que tomó. Desde ella se encaminó a Fuente de Cantos, con éxito. De allí a Guadalcanal tras pasar cerca de Llerena, donde estaba Cárdenas, que no le hizo frente, pues esperaba mejor oportunidad para vencerle, "porque sabía que a la noche siguiente, noche de Carnaval, cuando la caballería (del Duque) durmiese profundamente con los vapores del vino (Guadalcanal era tierra famosa por sus vides) le sería facilísimo acometerla de repente".
Todavía fue mayor de lo que esperaba Don Alonso la imprudencia del Duque que “entró en Guadalcanal cerrada ya aquella noche consagrada por los habitantes a la algazara, haciéndoles con la llegada de los andaluces (los sevillanos del Duque) enojosísimo el intempestivo hospedaje (que los vecinos debían ofrecer a los soldados) ".
El cronista Palencia prosigue diciendo que "a la molestia de los vecinos vinieron a sumarse los recelos acerca de los recién llegados. Pero no por eso emplearon más vigilancia el Duque y sus capitanes, aun cuando sabían por algunos de sus huéspedes (los vecinos que los tenían en sus casas) que aquella noche había de llegar el comendador don Alfonso de Cárdenas..., y los sorprendería en las camas, desarmados y sumidos en el sueño, si no se precavían apostando escuchas y poniendo de centinela algunos hombres, conocedores de los caminos en la garganta del monte que domina la población y hace frente a Llerena, único punto por donde se temía la entrada del enemigo".
Mas ni las exigencias de la guerra, ni el recelo del molesto alojamiento, ni la amenaza de la venida del Comendador fueron bastante para que el Duque y sus oficiales adoptasen medidas de vigilancia..., "acogieron con risotadas los avisos de sus huéspedes (es decir de los vecinos) y todos en completa embriaguez se echaron en sus casas..."
CARDENAS EN GUADALCANAL
Total, que llegó el Comendador con casi mil hombres, atravesó el monte (o sea el puerto) sin guarda alguno; envió unos exploradores al pueblo, donde vieron que reinaba la soledad y el silencio. Entró el Comendador en la villa, dispuso un minucioso registro en busca de sus adversarios e hizo sujetar con anillas de hierro los muchos cerrojos que tenían las puertas del pueblo para que no escaparan.
Penetró él personalmente en la casa donde se hallaba el duque con veinte amigos jóvenes que habían estado cenando y bebiendo con él, echó abajo las puertas y empezaron el ataque y la defensa, en cuanto los amigos del Duque pudieron coger las armas.
Pensaron éstos, sin embargo, que su negocio estaba en que el Duque no cayera prisionero y se pusiera a salvo. Lo aceptó éste. Guiado por el dueño de la casa, escapó por la parte de atrás. Le acompañaba uno de sus caballeros, con el que saltó las tapias. Dejemos la palabra al cronista que cuenta el resto de la batalla literalmente así:
"`Ya resonaba por todas las calles terrible estruendo y gritería; los "sevillanos" se abrían paso peleando y corrían a casa del Duque; algunos, guiados por la luz de los faroles, cargaban sobre los enemigos; otros valientes jóvenes, medio borrachos, no rehuían la lucha, antes más osados, como más ignorantes del peligro, atravesaban combatiendo las calles atestadas de enemigos bien armados. Entretanto, el Duque sin ser reconocido quedó tres veces prisionero y otras tantas en libertad, luego que, según la costumbre española, declaraba haber entregado ya a otro su espada".
Se rindió el caballero que le acompañaba, que era de Jerez, a fin de darle tiempo a huir y así lo hizo "el Duque a quien iba guiando entre la oscuridad un leal vecino", que le tuvo que prestar su propio calzado porque a don Enrique le era imposible caminar de otro modo por aquellas asperezas. Encontraron un jinete, que cabalgaba hacia Alanís, que "reconociendo al Duque le cedió su caballo".
LA PELEA SE RENUEVA
"En la Villa iba encarnizándose entretanto la pelea; el ansia del botín hacía aflorar a la gente de Cárdenas; el primer ímpetu de los “sevillanos" había conseguido que agruparan fuerzas suyas, de modo que ya en muchos lugares se combatía en iguales condiciones. El núcleo de la resistencia sevillana lo formaban unos setenta mancebos que tuvieron por largo rato al enemigo que confiaba en su mayor número luchando cuerpo a cuerpo en muchos momentos parecían vencerlos, aterrorizando a los adversarios que tanto temor les habían inspirado antes".
El Comendador llegó a temer un desastre; Los "sevillanos”, consiguieron apostar trescientos jinetes en las afueras para la pelea, mientras soldados del Comendador se entretenían en saquear lo que tenían los “sevillanos" a quienes habían muerto o aprehendido. Resultó herido el capitán que había quedado al frente de los del Duque. Estos, por fin se retiraron, dándose por vencidos seguramente ya de día y por el camino de la Alanis. Los santiaguistas se contentaron quedando con el botín que he dicho antes.
"Y aún hubiera sido mayor el despojo, si los vecinos de Guadalcanal no se hubieran mostrado bondadosos y observado las leves de hospitalidad, devolviendo a los "sevillanos" la plata labrada que habían confiado a su buena fe o que habían arrojado a los pozos (que fueron utilizados, sin duda, a la manera de modernas cajas fuertes)”.
LA "BATALLA" Y LA HISTORIA
Esta primera batalla de Guadalcanal tuvo importancia política. Fue un revés para Medina Sidonia, aunque después mostrara serenidad. Confirmó a los Reyes Católicos en que para asegurar el Estado y la supremacía del trono tenían que someter el poder de los grandes, y el de las órdenes y "señores". Cuando tuvieron margen político para ello, despojaron a los señoríos de sus arrogancias seudo-soberanas y, el Monarca asumió personalmente el Gran Maestrazgo de todas las Ordenes Militares.
Episodio menor, esta "batalla", o batalla o más bien bronca, de Guadalcanal es representativa de los problemas políticos de la época. Tuvo un historiador, quizá de más fuste que el le correspondía al suceso. Fue Alonso de Palencia, intelectual y político notable, que había nacido en Julio de 1423, probablemente en Sevilla y murió después de 1492. Se sabe que unos años antes de esa fecha se había comprado una sepultura en la catedral hispalense. Escritor notable, historiador áulico, partidario acérrimo de la Reina Isabel y colaborador político suyo en embajadas y secretarías, era buen latino. En esa lengua escribió la Crónica de Enrique IV de la que hizo una traducción al castellano el erudito don Antonio Paz y Melia, que publicó en Madrid a principios de este siglo XX. En el capítulo X del libro I de la Tercera Década, entre e los sucesos de finales de 1475 y principios del 76, narra Palencia las contiendas por el maestrazgo entre el Duque de Medina Sidonia y el Comendador Cárdenas. Una de ellas fue la "batalla" de Guadalcanal.
Los habitantes de la villa, "de gran población", no tomaron parte en ella; alojaron a las tropas como era su obligación (ambos ejércitos eran "legales") y les avisaron de los peligros; les socorrieron, hasta con el calzado que permitió a. don Enrique saltar tapias y pisar guijarros; y fueron reconocidos corno "bondadosos” en su trato, incluso con los incómodos visitantes que aquella noche de Carnaval los habían dejado sin dormir y quizá también sin vino.
ANTONIO FONTAN PEREZ
(Villa Susana, Guadalcanal, 1989)
Revista de feria 1989
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