By Joan Spínola -FOTORETOC-

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Villa de Guadalcanal.- Dió el Sr. Rey D. Fernando a Guadalcanal a la Orden de Santiago , e las demás tierras de la conquista, e de entonces tomó por arma una teja o canal, e dos espadas a los lados como así hoy las usa.



miércoles, 23 de marzo de 2011

INDIANOS DE GUADALCANAL 6/9

RASGOS SOCIOECONOMICOS DE LOS EMIGRANTES A INDIAS DE GUADALCANAL
SUS ACTIVIDADES EN AMERICA Y SUS LEGADOS A LA METROPOLI, SIGLO XVII

FICHAS BIOGRAFICAS DE EMIGRANTES (2ª PARTE)



(3) CAPITÁN FRANCISCO DE LA CAVA (A.G.L, Contratación, 276-1 y 2).Ascendiendo en éxito social y económico se encuentra el capitán Francisco de la Cava, que consiguió una regular fortuna en su actividad mercantil, a mayor escala que sus anteriores paisanos, esta vez centrada en Potosí.
Hijo de familia numerosa, procedía del primer matrimonio de Juan de Fuentes Ramírez y Juana López Hidalgo, que además de a éste tuvieron a Alonso López de Fuentes (el mayor de los varones) y a Mayor de Fuentes. Viudo el padre volvió a casar con Ana de Paz, teniendo los siguientes hijos: Diego, Beatriz y María de Fuentes, a los que Francisco nombrará como sus hermanos.
No sabemos cuando salió para Indias; curiosamente en 1561 se registra el pase de un Francisco de la Cava a Nicaragua, sin que pueda ser la misma persona, ya que los padres de éste rezan ser Francisco y Francisca de la Cava.
Ropa y muebles de casa y una tienda alquilada en Potosí a Juan de Torres Machuca, era acreedor, por distintos conceptos, de diversos individuos hasta un total de unos 20.000 pesos, siendo los principales deudores Sebastián González Orejón, Francisco Francés (en Porco), Luis Perdomo (en las Salinas) y Diego de Funes Velasco.
Testó en Potosí en abril de 1601, confesando haber estado enfermo. Ordenaba su entierro en el convento de San Francisco y con hábito franciscano (de nuevo la devoción a esta orden), con una misa de réquiem cantada y 50 rezadas; más 20 en Santo Domingo, e igual número en San Agustín y Las Mercedes y el doble en la iglesia mayor, pero “sin excesos de gasto ni pompa”. Igualmente pródigo fue en limosnas para la redención de cautivos (100 pesos), para las ánimas del purgatorio, el hospital (250 pesos), los pobres de la cárcel (150), el convento de San Agustín (100); a varios criados indígenas que tuvo en Las Salinas y al hospital, otros 250 pesos para curar indios. Algunas mandas a indígenas eran por “descargo de mi conciencia “, mientras que las que distribuyó entre sus amigos y paisanos eran por reconocimiento y amistad (a Peribanés, Cristóbal Montalvo), más Pedro Escudero, Juan de la Parra, hermano del anterior, y a Alonso de la Cava, a los que dejaba 500 pesos a cada uno; otros 500 a Diego Martín de Ortega para ayudar a casar a su hija y a Mariana del Castillo y su hija María de Ortega (mujer de Gaspar Garrido) a las que dejaba 300 por las atenciones que tuvieron durante su enfermedad.
Mandaba fundar una capellanía con 1.450 pesos corrientes de a ocho en la cofradía de San Diego, en el convento de San Francisco de Potosí; y destinaba 3.000 pesos a repartir por igual entre sus hermanas (de padre) María y Beatriz de Fuentes; 1.000 para su medio hermano Diego de Fuentes y otros 1.000 para el hijo de su hermana Mayor de Fuentes; en caso de que éste hubiera muerto pasarían a los hijos de su hermano mayor.
Además de otros 500 pesos de limosna que destinaba para el monasterio de Monjas de Guadalcanal, del resto de sus bienes dejaba por heredera a “su alma”, ordenando instituir una capellanía en el convento de San Francisco de Guadalcanal, ya que no tenía descendencia directa, ni herederos de derecho ni legítimos.
En la primera década del XVII se repartían en Sevilla 204 pesos ensayados de a 12 ½ reales llegados como bienes de Cava entre Juan de Tejada (en nombre de su mujer Beatriz de Fuentes y de su cuñada María) (quienes llevarían las tres cuartas partes) y el Dr. Arias de Loyola (en nombre de su hermana, doña Micaela Arias de Loyola, tutora de sus hijos Juan y Juana de Fuentes, como viuda de Alonso López de Fuentes hermano de Cava). La hermana entera del capitán, Mayor de Fuentes murió, y su único hijo Pedro Sánchez Morales también murió sin herederos, por lo que de esta herencia se beneficiaron los hijos de Alonso López de Fuentes.
(4) ALONSO GONZÁLEZ DE LA PAVA (A.A.S., Capellanías, 866-13) Se incluye este personaje, que sin duda será tratado con mayor detenimiento en otra comunicación, por ser un típico indiano de Guadalcanal, mecenas del convento del Espíritu Santo de la villa. Como otros paisanos se radicó en Potosí, dedicándose al laboreo y beneficio de metales, consiguiendo una sólida posición y fortuna que le permitió, en 1612, destinar 50.000 pesos para emplearlos en la construcción del convento del Espíritu Santo.
Curiosamente, como otros, aparece relacionado en Potosí con sus paisanos el capitán Francisco de la Cava y Alonso González de la Espada.
El primero lo eligió como albacea testamentario y el segundo, con el que parece tener cierto parentesco (a través de los Ortega), encarga en su testamento ciertas mandas a su hermana; en caso de ausencia de ésta nombraba para recibirlas a su tío Diego Díaz de Ortega o al dicho González de la Pava, que por aquél tiempo ya había regresado a Guadalcanal.
En 1620 daba poder a sus albaceas testamentarios, entre ellos Diego de Ortega Ramírez, regidor del pueblo, para hacer testamento en su nombre, siendo uno de los testigos de esta escritura el regidor D. Diego Díaz de Ortega, tal vez el mismo mencionado en otro párrafo. De su herencia excluyó a su sobrino Juan González de la Pava, que se encontraba ausente en Indias tal vez buscando igual fortuna que su tío y dejando las explotaciones mineras que éste tenía en la provincia de León-Extremadura, administradas por el alférez mayor Francisco de Rojas Bastidas.
(5) FRANCISCO Y ALONSO DE LA ESPADA (A.G.I., Contratación 378-3) Fueron sus padres Francisco González y Beatriz García Carranco, muertos ya al testar sus hijos, quienes terminaron sus días con un año de intervalo en Arica. Francisco murió en 1616 dejando a su hermano como uno de sus herederos y con la obligación de disponer el dinero suficiente para destinarlo a 1.000 misas por su alma que debían celebrar mitad de su herencia sería para Francisco Hernández de Nacarino, alférez real y mayordomo de la iglesia de Arica, por varias obligaciones y deudas de González de la Espada.
Al año moría su hermano Alonso estableciendo una cláusula en su testamento en la que ordenaba enviar a su tierra natal 500 pesos para misas por su alma y las de sus difuntos. Consta que Alonso fue dueño de recuas y esclavos, actividad que tal vez también fuera la de su hermano, y sus negocios se extendían entre Arica y Potosí, lugares donde nombraba albaceas: en el primero al alguacil mayor Gaspar de Vargas Carvajal y a Pedro de Urrutia, y en el segundo a Juan Martínez de Cárdenas. Cumplidas sus mandas testamentarias y piadosas, dejaba distintos legados para su comadre y amigos en Arica por un valor total de 1.000 pesos, destinando varias cantidades para ayudar a casar doncellas de estas familias o socorro de una viuda (Magdalena Ramos, cuyo apellido es típico de Guadalcanal). Del resto de sus bienes instituía heredera a su alma, al no tener herederos forzosos, (aunque contaba con una hermana doncella en el pueblo) remanente que debía ser destinado para las obras pías que con anterioridad había comunicado a sus albaceas.
Hay que recordar las relaciones de parentescos y paisanaje mantenidas en Indias pues si en unos casos no son explícitas, en otros son evidentes.
Así dos de los testigos del testamento de Francisco González de la Espada, Cristóbal López de la Torre y Benito Carranco, son los mismos que aparecen en el testamento de Cristóbal de Arcos Medina, el mercader de los Reyes que estuvo relacionado con ellos en sus operaciones comerciales.
Como en otras ocasiones hubo retraso en el cumplimiento de las últimas voluntades de ambos personajes y en la liquidación de sus bienes, teniendo que intervenir el oidor Blas de Torre Altamirano, juez mayor de bienes de difuntos de Lima, quien comisionó para este y otros casos similares al alférez Juan de Larra Morales (1624). En 1625 el defensor de bienes de difuntos de Arica Juan Ortiz de Uriarte apremiaba a uno de los albaceas (Pedro de Urrutia) para el pago de 560 pesos que había rete durante ocho años, exigiéndole intereses, daños y costas y declarando el embargo de una de sus heredades (de viña y olivar) en el valle de Ocurica.
Por fin en 1628 Juana González de la Espada, hermana de los anteriores, recibía 730 pesos de la herencia de ambos, que debían ser destinados para misas en Guadalcanal.

JAVIER ORTIZ DE LA TABLA DUCASSE
Actas de las I Jornadas de Andalucía y América. Huelva, 1981

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